¿Podemos salvar el río Lerma con cascarones de huevo?

¿Podemos salvar el río Lerma con cascarones de huevo?

Argelia Martínez
Ilustraciones de Tania Nieto

La campaña para sanear el agua del río interior más largo de México tiene sus limitaciones. Los cascarones de huevo, en realidad, se usan para fabricar filtros que mejoran la calidad del agua que consumen los pobladores de la zona. Las aguas residuales que vertimos son tantas que ya se infiltran en los pozos de agua potable.

Tiempo de lectura: 7 minutos

La oportunidad de tomar acción contra la crisis climática se le presentó a Miguel mediante un chat grupal de vecinos en Whatsapp. Él tiene 65 años y está jubilado pero, en sus palabras, “[eso] no significa que no me interesa lo que pueda pasar, sobre todo, porque tengo una hija y quiero que viva de la mejor manera, y no sólo por ella, sino por las nuevas generaciones”. “Limpiemos el río Lerma”, decía el cartel, difundido por estudiantes del campus Toluca del Tecnológico de Monterrey, que convocaba a las personas a reunir cascarones de huevo que se utilizarían para limpiar el río interior más largo de México, cuya cuenca se extiende 708 kilómetros y recorre desde el Valle de Toluca hasta el lago de Chapala, en Jalisco, pasando por Querétaro, Guanajuato y Michoacán.

La crisis climática se percibe como un problema inconmensurable, casi irreversible, ante el cual muy poco puede hacer un individuo. En ese panorama juntar cascarones de huevo como táctica para sanear uno de los ríos más contaminados por aguas negras –provenientes de los excusados– y grises –originadas en regaderas, lavadoras y lavamanos–, resulta llamativo, al mismo tiempo que cuestionable.

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