Pumas (tan casero, simbólico y persistente) se aferra a la lucha en el torneo Apertura 2023
A pesar de que atraviesan por una serie de cambios administrativos tanto en el club (con la renuncia de Leopoldo Silva a la presidencia) como en la rectoría (con Leonardo Lomelí), los Pumas de la UNAM se aferran a la lucha por conseguir el título de liga del torneo Apertura 2023. ¿Qué se puede esperar de los Pumas?
El defensa Nathan Silva se mueve rápido para ganar un balón dividido y cruza un disparo hacia la derecha de Andrés Gudiño para certificar la goleada cuatro a uno de los Pumas al Cruz Azul. Es la noche del 7 de octubre en el Estadio Azteca. Es el minuto ochenta de un encuentro del torneo Apertura 2023. Los Pumas vienen de marcar ocho goles en sus últimos dos partidos, de llegar a una semifinal en el torneo Apertura 2020 y de una contratación de talla mundial —como la del brasileño Daniel Alves en 2022—. Los resultados positivos y la buena química del equipo los ubican en el tercer puesto de la tabla de clasificación, lo que ha hecho sonreír a jugadores, aficionados y técnicos por igual. Una semana después, sin embargo, una noticia sorprenderá: el presidente del club dejaría el cargo.
Un cisma en los Pumas
Cuando Leopoldo Silva decidió presentar su renuncia como presidente de los Pumas de la UNAM el 16 de octubre, luego de tres años en el puesto, lo hizo con la intención de ya no estar al frente del club cuando sucediera el inminente cambio de rector en la universidad más importante de México. La noticia tomó por sorpresa a jugadores y directivos, porque el equipo mostraba solidez en la Liga MX —cuyo formato es muy peculiar: se divide en dos torneos al año, uno de apertura, que inicia en agosto, y otro de clausura, que comienza en enero— y al fin había conseguido algo de estabilidad tras la contratación de Antonio Mohamed como entrenador y los fichajes de como César “Chino” Huerta.
Silva ya había presentado su renuncia en marzo de este año, debido al pobre rendimiento del equipo en el torneo Clausura 2023. Pero el rector Enrique Graue, que lo instauró en el puesto, no aceptó su decisión y lo persuadió de que siguiera. Hasta el mes de octubre, cuando Silva volvió a renunciar, terminó por aceptar la renuncia y designó como presidente interino a Luis Raúl González Pérez, graduado de Derecho en la UNAM, que antes había presidido la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Designar a un hombre con experiencia en la administración pública como presidente de un club de futbol parece un desatino, pero en el contexto de los Pumas es algo natural.
La estructura interna del club (un ejemplo de opacidad porque no transparenta los porcentajes del presupuesto que la UNAM le asigna cada año) es la más particular del futbol mexicano: la conforma una asociación civil con presidente de honor —puesto ocupado por el rector en turno— y un patronato que conforman empresarios y figuras de la máxima casa de estudios, quienes determinan que, para presidir el club, es necesario haber estudiado en la UNAM y obtenido logros destacables en el ámbito académico y social. No se puede ser más casero que eso. Así lo ha sido desde que, en 1975, la propia universidad decidió crear el patronato para aligerar la carga administrativa y financiera que supuso tener un club de futbol profesional.
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Detrás de un equipo
Los clubes de futbol profesional son grandes amasijos de dinero con organigramas complejos que procuran que su funcionamiento pueda generar ganancias. Es por eso que varios de ellos alrededor del mundo han hecho énfasis en la necesidad de tener en la presidencia a un buen administrador rodeado de gente que sepa de futbol y no a una leyenda del futbol rodeada de varios asesores administrativos. En el caso de los Pumas, las decisiones deportivas las toma uno de los grandes mitos del club: Miguel Mejía Barón, que con el equipo ganó ligas como jugador y entrenador, y ahora ostenta el cargo de vicepresidente deportivo desde el año 2021.
En América Latina hay casos resaltables en la administración deportiva, como el del club brasileño Flamengo, cuyo valor de mercado, de 161.7 millones de euros, es el más alto del continente, y cuyo presidente, Rodolfo Landim, dirigió varias compañías petroleras antes de asumir su puesto. También está el argentino Néstor Grindetti, que dejó su cargo como intendente del partido de Lanús para asumir la presidencia del Independiente, el club con más títulos —siete— en la historia de la Copa Libertadores, el torneo más prestigioso de América. O el caso de Michael Clark Varela, maestro en Negocios por la Universidad de California, con amplia experiencia en finanzas y presidente de la compañía Azul Azul, que es dueña mayoritaria del club Universidad de Chile.
Fraguar los cimientos de los Pumas
Desde su fundación en 1954, con jugadores de extracción universitaria, los Pumas iniciaron su andadura en segunda división y, tras varios trompicones, lograron ascender a primera en 1962. En el camino, comenzó a forjarse su escuela de futbol, Pumitas, que en principio fue ideada para formar a los hijos de los trabajadores de la UNAM y más tarde se convirtió, por sus métodos de trabajo, en la mejor cantera de México. Todo lo referente a los Pumas, desde su concepción, está pensado en ensalzar el espíritu universitario.
Cuando Pumas juega de local lo hace dentro de un pedazo de historia. El campo en el que recibe a sus invitados es el mismo en el que los corredores Tommie Smith y John Carlos levantaron sus puños con guantes negros en los Juegos Olímpicos de 1968, como apoyo a la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos. A la puerta del mítico Estadio Olímpico Universitario hay un mural de Diego Rivera con motivos prehispánicos que ensalza el deporte. Y el terreno en el que fue construido y sus adyacentes son territorio autónomo, declarado por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad en 2001. Así abraza la universidad, que ha parido a premios Nobel y presidentes, a su símbolo deportivo más grande.
El puma dorado con fondo azul, delimitado por un triángulo con bordes redondeados (que simboliza la fuerza e inteligencia de los jugadores y también las razones fundamentales de la UNAM: docencia, investigación y difusión cultural), es uno de los escudos más reconocidos del futbol mexicano. Fue resultado de una encomienda del rector Guillermo Soberón, cuando abrió un concurso a finales de 1973. Manuel Andrade, un diseñador autodidacta que llegó a ser reserva del equipo olímpico de atletismo, ganó aquel concurso, y su creación hermanó a los hinchas ajenos con los que ya formaban parte de la UNAM —como el filósofo Luis Villoro, maestro en la Facultad de Filosofía y Letras, y fiel seguidor del club—, y en los siguientes años se volvió un ícono de la cultura pop gracias a personajes como Ulises, protagonista de Amar te duele, que usa una camiseta del equipo en varias escenas de la película, o Andrea Casiraghi, el hijo de la princesa de Mónaco, quien portaba la camiseta mientras paseaba en su yate con su esposa en 2005.
Con toda esa carga simbólica, pero aún sin un título de liga, la temporada 1976-1977 fue el mito fundacional de los Pumas. Aquella fue la temporada del debut profesional de Hugo Sánchez, que ingresó a la cantera en 1966 y, a la postre, con sus títulos de goleo en la liga española y su paso por clubes míticos, como el Atlético de Madrid y el Real Madrid, se convirtió en el mejor jugador mexicano de todos los tiempos. El equipo ya portaba en el pecho aquel escudo tan atractivo, sus jugadores tenían la estética del pelo afro y la barba, y eran llamados a la Selección Nacional (considerado uno de los grandes honores para cualquier futbolista y club). La final del torneo debió jugarse en un Estadio Azteca a medio llenar, porque la universidad recién estaba pasando por una huelga y no podía usar su propio estadio. Y ahí, en el Azteca, con problemas en el alumnado, con un equipo de ensueño —con Muñante, Coelho, Cuéllar y Sánchez—, frente a otro equipo universitario —la UdeG—, los Pumas ganaron su primera liga con un solitario gol de Evanivaldo Castro, mejor conocido como Cabinho, un soberbio romperredes.
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La carga histórica
Cuando un equipo alcanza la excelencia, crea un nuevo estándar para sí mismo y sus seguidores. Es paradójico, ningún equipo puede mantenerse en la cima todo el tiempo y debe cargar con el peso de su propio éxito. Algunos colapsan y otros aceptan que el futbol se trata de ciclos y hay que saber soportar los malos tiempos para volver a probar la gloria. Pumas, tan dado a los símbolos, esperó veinticuatro años para superar su momento álgido. Ya había ganado otros títulos de liga, pero el equipo atravesaba una sequía y la comunidad exigía que se hicieran cambios.
En el verano de 2001, el patronato dejó de lado las normativas internas y decidió instalar en la presidencia a Arturo Elías Ayub, un empresario sin pasado alguno en las aulas ni la administración de la UNAM, como dictan los estatutos, que dio un giro radical a la gestión del club. Su primera designación fue que Hugo Sánchez, sin experiencia en los banquillos, pero con todo lo que su nombre significaba, se hiciera cargo del equipo. Hugo (a quien los fanáticos mexicanos prefieren llamar por su nombre de pila, gracias a su carisma dentro de la cancha) hizo énfasis en la cantera y apuntaló con talento externo los huecos que él consideró que el equipo tenía. Los nuevos fichajes llegaron a los Pumas seducidos por la idea de trabajar al lado de un mito como él. Así logró un equipo de ensueño —con nombres como Sergio Bernal, Darío Verón, Israel Castro o Ailton Da Silva— que, tras un periodo de altibajos, se convirtió, en 2004, en el primer equipo en ganar dos torneos cortos consecutivos en México. Por si fuera poco, en España le arrebataron un Trofeo Santiago Bernabéu al Real Madrid en su propia casa.
Un equipo lleno de canteranos, con un mito en el banquillo, que gane títulos importantes y nutra a la Selección Nacional es el sueño de cualquier club en el mundo. Lo han logrado entidades como el Barcelona o el Bayern Múnich, y en México, el América. Pero Pumas ha estado ahí, y sus hinchas de todas las edades lo recuerdan.
Aspiraciones actuales de los Pumas
Con esos dos precedentes históricos, ¿qué puede esperar hoy Pumas? Su paso por el torneo regular fue firme, casi siempre ubicado entre los primeros seis puestos de la tabla (tuvo una racha de dos derrotas y un empate justo después de la renuncia de Leopoldo Silva, aunque logró palearla). Clasificado a la liguilla como cuarto en la tabla, con César Huerta (que con la barba y el largo cabello rizado guarda similitudes con la estética de los jugadores de los setenta) llamado a la Selección, y con un presupuesto limitado como casi siempre, los símbolos siguen ahí (a cuentagotas, pero siguen ahí). Hay quienes reclaman que se deshaga la asociación civil o que el patronato sea más abierto, como en 2001, y permita que alguna empresa se haga cargo de las finanzas del club para poder competir con los grandes capitales que hay en nuestra liga. Pero en medio queda esa autonomía de la que tanto se precia la UNAM.
Leonardo Lomelí, graduado de Economía y maestro y doctor en Historia, fue elegido como nuevo rector de la UNAM el pasado 9 de noviembre. Ya insinuó que ve con buenos ojos la continuidad de Luis Raúl González Pérez como presidente de los Pumas, aunque dejará todo en manos del patronato, y buena parte de su futuro se decidirá de acuerdo con los resultados en esta liguilla. Este interinato termina en marzo de 2024, lo cual no crea suspenso ni desestabilidad en el club, y en este torneo el equipo universitario está en una buena posición para luchar por el trofeo de liga y dar continuidad al directivo.
¿Se puede esperar que los Pumas lleguen a la final del Apertura 2023? El formato de la liga mexicana deja muchas opciones abiertas. El torneo regular, compuesto de diecisiete fechas, da un pase directo a la liguilla a los primeros seis clasificados. Los siguientes cuatro en la tabla deben jugar un play-in para conseguir los dos últimos lugares. Luego deben jugarse los cuartos de final a partido doble. Cualquiera que llegue a esa instancia y haga un par de partidos buenos, puede soñar. Y eso es lo que han sabido hacer los hinchas de los Pumas. Después de todo, su historia se los permite. Si no, por lo menos pueden decir: somos los Pumas.
EMMANUEL RIDDERSTRÖM. Periodista cultural y analista de datos. Ha colaborado en medios como Reforma, Chilango, Cultura UNAM, Tec Review y La-Lista. Fue coautor del libro Ayotzinapa, la travesía de las tortugas, publicado por la editorial Proceso. También es hincha incondicional de los Leones Negros de la UdeG.
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