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Fotografía de Nora Hinojo (Instagram @nora.hinojo).
Doce años después de un movimiento universitario que marcó a una generación, las causas y las ideologías los han dividido, pero el futbol continúa siendo una razón para encontrarse.
Diez de mayo de 2012. Son aproximadamente las cuatro de la tarde y el sol golpea mi cara mientras manejo. Suena el teléfono y aparece un número que no logro identificar. Me enredo con mis propias manos para poner el altavoz mientras avanzo sobre Periférico Norte, a la altura de Cuautitlán, esa región inhóspita, bronca y atemorizante del valle de México para quienes han pasado la vida sin cruzar la frontera de las colonias más instagrameables de la CDMX.
En la bocina de mi teléfono suena la voz de un profesor de la Universidad Iberoamericana (la Ibero), un priista de cepa, el de la clase de Análisis Político. Me saluda rápido y va directo al punto: “¿Cómo ves?, ¿cómo crees que se vayan a poner mañana las cosas en la universidad?, ¿sabes si hay gente que esté preparando alguna acción?”.
No recuerdo haberle dicho algo significativo aquel día. Si acaso me había enterado de algún grupo de estudiantes que pretendía protestar contra “la corrupción del Grupo Atlacomulco” y su candidato, Enrique Peña Nieto. Nada que pudiera encender alarmas o provocar la cancelación de la visita de quien meses después se convertiría en presidente de México.
Lo que sucedió el día posterior en la Ibero y durante los meses siguientes, hasta el 1 de diciembre de ese año, fue objeto de análisis variopintos y, por supuesto, de muchísimas columnas conspiranoicas. Ese día marcó un antes y un después, pues ocurrió algo que era altamente improbable en la vida de personas tan distintas por su origen, su edad, su clase social, su etapa vital, su universidad y por el lugar donde vivían: confluir en un movimiento estudiantil con miras a debilitar o frenar el inminente regreso del PRI a la presidencia en las próximas elecciones.
De un momento a otro, el círculo social de quienes participamos en la asamblea de la propia universidad, y en lo que después se llamaría #YoSoy132, se amplió de golpe. Pronto la rutina diaria se transformó por una avalancha de chats de WhatsApp y de Telegram, así como por grupos de discusión en Facebook. Había decenas y hasta cientos de personas que compartían el día a día del movimiento con noticias, convocatorias de vinculación con otras causas, paranoias, temores, análisis de prospectiva al vapor, rumores, acusaciones fundadas e infundadas, dramas internos de cada asamblea universitaria, antipatías y, por supuesto, memes al por mayor.
Trato de recordar el momento en que alguien de Más de 131, como se llamó la asamblea de la Ibero a la que pertenecía, me agregó a un grupo de ¿WhatsApp?, ¿Telegram? que tenía una denominación particular: Cangrejos. El nombre fue elegido en un intento por tomar medidas de seguridad para que pasara desapercibido ante una hipotética intervención de nuestras comunicaciones. Todavía estábamos lejos de que Pegasus se convirtiera en una práctica común
Este grupo, Cangrejos, incluía a personas de distintas universidades, públicas y privadas, con una mezcla de concepciones políticas y afectos incipientes. La incipiente comunidad virtual involuntariamente se posicionó como uno de los polos de influencia del movimiento y, de paso, convivir y compartir en un espacio digital de confianza.
Todos sabemos cómo pueden ser las dinámicas de comunicación digital. Un mensaje importante puede quedar sepultado en una tonelada de otros mensajes, chistes, basura y temas irrelevantes. Había buen ánimo en la verborrea colectiva cotidiana, pero esto provocó que pronto se crearan subdivisiones dentro de Cangrejos para no “llenar de spam” el feed del grupo. Así surgió el grupo de música, el de videojuegos, el de cine, el de futbol, etcétera.
#YoSoy132 veía sus mejores días disolverse en el golpeteo mediático, en los errores internos y externos, en las fallas individuales y colectivas, así como en las traiciones comunes en cualquier movimiento social. Quienes fuimos parte de ese parpadeo en la historia reciente del país dejamos de priorizar los espacios de comunicación sobre cuestiones políticas. Ya en 2015, en esa fraternidad, nació la iniciativa de crear un equipo de futbol para pasar el rato: Cangrejxs F.C.
Con Luis Fernando García guiando el proceso, se concretó la inscripción del primer cuadro cangrejil (Checka, Fede, Poncho, Daniel, Lalo, Benu, Ere, Chimpa y yo), en la primera y única cancha en la que hemos jugado torneos completos: la sede de Olympus Futbol 7 Félix Cuevas.
El campo deportivo tenía poco tiempo funcionando. Había un par de administradores llamados Hugo, uno que vivía en un estado de furia latente y otro de ojos somnolientos y voz pasmosa. Este último se encargaba de organizar los horarios de juego y se equivocaba en los roles una semana sí y la otra también, y en muchas ocasiones dejó sin rival a más de un equipo.
Hugo, el irascible, era quien se encargaba de las cuestiones disciplinarias (¡qué tino!), y con frecuencia aquello terminaba con un griterío en su oficina y con jugadores o equipos completos expulsados de la liga.
También te puede interesar leer: "El futbol que yo soñé".
El inicio de Cangrejxs F.C. no fue sencillo, bueno, tampoco su presente, pero eso ya sería análisis de un espacio mucho más amplio. Para 2015 muchos habíamos pasado poco más de una década sin practicar deporte de manera regular. Hace ya mucho tiempo que se habían disipado los sueños del debut profesional, la trayectoria en Europa, el campeonato mundial con la Selección Nacional y la carrera como comentarista deportivo luego del retiro.
También se sumaba el hecho de que la izquierda en México suele mirar mal al futbol por considerarlo alienante. Mucha gente que conocimos y con la que convivimos durante el movimiento estudiantil, grandes simpatizantes de las causas del pueblo, aún no le pierden el asco a uno de los pasatiempos más populares del siglo anterior y del actual.
Los días previos al primer juego de Cangrejxs F.C., aquel 17 de mayo de 2015, estuvieron dominados por la incertidumbre de si soportaríamos 40 minutos de juego intenso bajo el sol matinal del domingo. Nuestro primer rival, Estatuas (así se llamaban), presentó un reto que pudimos contener valerosamente con un 1-1 hasta el primer tiempo. En la segunda parte, todo se derrumbó y terminamos con un 5-1 a cuestas. Además, a la tensión del debut se sumó un incidente por demás penoso y que no fuimos capaces de procesar de manera correcta en su momento.
La mayoría asumió que no habría problema si Eréndira, la primera mujer en Cangrejxs F.C., participaba en ese juego. A pesar de contar con la anuencia del rival y la aprobación del árbitro, Hugo, el irascible, salió de su oficina para detener el partido, que ya estaba en desarrollo, y exigir que la compañera dejara el campo, pretextando, ridículamente, que la liga era varonil y que se trataba de un asunto de seguridad para ella.
También te puede interesar leer: "El Flaco, César Luis y Menotti".
Tan cancheros y tan dueños de todas las respuestas que nos sentíamos en 2012, y tres años después no logramos entender la profundidad y gravedad de lo que ocurrió en ese momento. Mala nuestra.
Aunque algunos integrantes del equipo pretenden que este espacio sea una suerte de respiro del jaloneo de lo político, pero la realidad nos ha enfrentado una y otra vez con crudeza. Como espacio de convivencia y competencia, Cangrejxs F.C. no ha quedado exento de lidiar con el machismo, el clasismo, la homofobia y la nociva idea del “ganar a como dé lugar” que impera social y particularmente en el futbol.
También hemos tenido que hacer autocrítica y reconocer errores en la manera en que percibimos el trabajo en equipo, el sacrificio por lo común, la corresponsabilidad y el modo de resolver conflictos con el otro. Muchas veces nos hemos gritado entre nosotros durante o al final de los juegos que se complicaron. Con todo, esas discusiones han quedado atrás después de dialogar la diferencia. Lo que sucede en la cancha se queda allí.
Han pasado casi nueve años y quienes formaron parte de la primera convocatoria del domingo 17 de mayo de 2015 han cambiado. Algunos se han ido por incompatibilidad de agenda o del momento que viven y otros han decidido hacerse a un lado temporalmente. También han llegado nuevos integrantes y se han adaptado sin mayor problema al ambiente del equipo.
He de confesar algo. Nunca creí que duraríamos tanto. Será que me tocó pertenecer a equipos que a los cinco o seis partidos sucumbían a la tentación de la violencia que reina en muchas canchas, provocando la expulsión del equipo entero.
Cuando formamos Cangrejxs F.C., fue una oportunidad de empezar algo con personas que ya en otro momento, unos años antes, habían puesto esfuerzo, emoción y tiempo en un movimiento social, con tal de dejar claro que el estado de las cosas debía cambiar.
Imaginé que si la congruencia y las convicciones sobre lo político, expresadas tiempo atrás, nos acompañaban en la modesta aventura de tener un equipo de futbol amateur, nada podía salir mal y sería divertido.
Hasta el momento puedo decir que no me equivoqué.
Doce años después de un movimiento universitario que marcó a una generación, las causas y las ideologías los han dividido, pero el futbol continúa siendo una razón para encontrarse.
Diez de mayo de 2012. Son aproximadamente las cuatro de la tarde y el sol golpea mi cara mientras manejo. Suena el teléfono y aparece un número que no logro identificar. Me enredo con mis propias manos para poner el altavoz mientras avanzo sobre Periférico Norte, a la altura de Cuautitlán, esa región inhóspita, bronca y atemorizante del valle de México para quienes han pasado la vida sin cruzar la frontera de las colonias más instagrameables de la CDMX.
En la bocina de mi teléfono suena la voz de un profesor de la Universidad Iberoamericana (la Ibero), un priista de cepa, el de la clase de Análisis Político. Me saluda rápido y va directo al punto: “¿Cómo ves?, ¿cómo crees que se vayan a poner mañana las cosas en la universidad?, ¿sabes si hay gente que esté preparando alguna acción?”.
No recuerdo haberle dicho algo significativo aquel día. Si acaso me había enterado de algún grupo de estudiantes que pretendía protestar contra “la corrupción del Grupo Atlacomulco” y su candidato, Enrique Peña Nieto. Nada que pudiera encender alarmas o provocar la cancelación de la visita de quien meses después se convertiría en presidente de México.
Lo que sucedió el día posterior en la Ibero y durante los meses siguientes, hasta el 1 de diciembre de ese año, fue objeto de análisis variopintos y, por supuesto, de muchísimas columnas conspiranoicas. Ese día marcó un antes y un después, pues ocurrió algo que era altamente improbable en la vida de personas tan distintas por su origen, su edad, su clase social, su etapa vital, su universidad y por el lugar donde vivían: confluir en un movimiento estudiantil con miras a debilitar o frenar el inminente regreso del PRI a la presidencia en las próximas elecciones.
De un momento a otro, el círculo social de quienes participamos en la asamblea de la propia universidad, y en lo que después se llamaría #YoSoy132, se amplió de golpe. Pronto la rutina diaria se transformó por una avalancha de chats de WhatsApp y de Telegram, así como por grupos de discusión en Facebook. Había decenas y hasta cientos de personas que compartían el día a día del movimiento con noticias, convocatorias de vinculación con otras causas, paranoias, temores, análisis de prospectiva al vapor, rumores, acusaciones fundadas e infundadas, dramas internos de cada asamblea universitaria, antipatías y, por supuesto, memes al por mayor.
Trato de recordar el momento en que alguien de Más de 131, como se llamó la asamblea de la Ibero a la que pertenecía, me agregó a un grupo de ¿WhatsApp?, ¿Telegram? que tenía una denominación particular: Cangrejos. El nombre fue elegido en un intento por tomar medidas de seguridad para que pasara desapercibido ante una hipotética intervención de nuestras comunicaciones. Todavía estábamos lejos de que Pegasus se convirtiera en una práctica común
Este grupo, Cangrejos, incluía a personas de distintas universidades, públicas y privadas, con una mezcla de concepciones políticas y afectos incipientes. La incipiente comunidad virtual involuntariamente se posicionó como uno de los polos de influencia del movimiento y, de paso, convivir y compartir en un espacio digital de confianza.
Todos sabemos cómo pueden ser las dinámicas de comunicación digital. Un mensaje importante puede quedar sepultado en una tonelada de otros mensajes, chistes, basura y temas irrelevantes. Había buen ánimo en la verborrea colectiva cotidiana, pero esto provocó que pronto se crearan subdivisiones dentro de Cangrejos para no “llenar de spam” el feed del grupo. Así surgió el grupo de música, el de videojuegos, el de cine, el de futbol, etcétera.
#YoSoy132 veía sus mejores días disolverse en el golpeteo mediático, en los errores internos y externos, en las fallas individuales y colectivas, así como en las traiciones comunes en cualquier movimiento social. Quienes fuimos parte de ese parpadeo en la historia reciente del país dejamos de priorizar los espacios de comunicación sobre cuestiones políticas. Ya en 2015, en esa fraternidad, nació la iniciativa de crear un equipo de futbol para pasar el rato: Cangrejxs F.C.
Con Luis Fernando García guiando el proceso, se concretó la inscripción del primer cuadro cangrejil (Checka, Fede, Poncho, Daniel, Lalo, Benu, Ere, Chimpa y yo), en la primera y única cancha en la que hemos jugado torneos completos: la sede de Olympus Futbol 7 Félix Cuevas.
El campo deportivo tenía poco tiempo funcionando. Había un par de administradores llamados Hugo, uno que vivía en un estado de furia latente y otro de ojos somnolientos y voz pasmosa. Este último se encargaba de organizar los horarios de juego y se equivocaba en los roles una semana sí y la otra también, y en muchas ocasiones dejó sin rival a más de un equipo.
Hugo, el irascible, era quien se encargaba de las cuestiones disciplinarias (¡qué tino!), y con frecuencia aquello terminaba con un griterío en su oficina y con jugadores o equipos completos expulsados de la liga.
También te puede interesar leer: "El futbol que yo soñé".
El inicio de Cangrejxs F.C. no fue sencillo, bueno, tampoco su presente, pero eso ya sería análisis de un espacio mucho más amplio. Para 2015 muchos habíamos pasado poco más de una década sin practicar deporte de manera regular. Hace ya mucho tiempo que se habían disipado los sueños del debut profesional, la trayectoria en Europa, el campeonato mundial con la Selección Nacional y la carrera como comentarista deportivo luego del retiro.
También se sumaba el hecho de que la izquierda en México suele mirar mal al futbol por considerarlo alienante. Mucha gente que conocimos y con la que convivimos durante el movimiento estudiantil, grandes simpatizantes de las causas del pueblo, aún no le pierden el asco a uno de los pasatiempos más populares del siglo anterior y del actual.
Los días previos al primer juego de Cangrejxs F.C., aquel 17 de mayo de 2015, estuvieron dominados por la incertidumbre de si soportaríamos 40 minutos de juego intenso bajo el sol matinal del domingo. Nuestro primer rival, Estatuas (así se llamaban), presentó un reto que pudimos contener valerosamente con un 1-1 hasta el primer tiempo. En la segunda parte, todo se derrumbó y terminamos con un 5-1 a cuestas. Además, a la tensión del debut se sumó un incidente por demás penoso y que no fuimos capaces de procesar de manera correcta en su momento.
La mayoría asumió que no habría problema si Eréndira, la primera mujer en Cangrejxs F.C., participaba en ese juego. A pesar de contar con la anuencia del rival y la aprobación del árbitro, Hugo, el irascible, salió de su oficina para detener el partido, que ya estaba en desarrollo, y exigir que la compañera dejara el campo, pretextando, ridículamente, que la liga era varonil y que se trataba de un asunto de seguridad para ella.
También te puede interesar leer: "El Flaco, César Luis y Menotti".
Tan cancheros y tan dueños de todas las respuestas que nos sentíamos en 2012, y tres años después no logramos entender la profundidad y gravedad de lo que ocurrió en ese momento. Mala nuestra.
Aunque algunos integrantes del equipo pretenden que este espacio sea una suerte de respiro del jaloneo de lo político, pero la realidad nos ha enfrentado una y otra vez con crudeza. Como espacio de convivencia y competencia, Cangrejxs F.C. no ha quedado exento de lidiar con el machismo, el clasismo, la homofobia y la nociva idea del “ganar a como dé lugar” que impera social y particularmente en el futbol.
También hemos tenido que hacer autocrítica y reconocer errores en la manera en que percibimos el trabajo en equipo, el sacrificio por lo común, la corresponsabilidad y el modo de resolver conflictos con el otro. Muchas veces nos hemos gritado entre nosotros durante o al final de los juegos que se complicaron. Con todo, esas discusiones han quedado atrás después de dialogar la diferencia. Lo que sucede en la cancha se queda allí.
Han pasado casi nueve años y quienes formaron parte de la primera convocatoria del domingo 17 de mayo de 2015 han cambiado. Algunos se han ido por incompatibilidad de agenda o del momento que viven y otros han decidido hacerse a un lado temporalmente. También han llegado nuevos integrantes y se han adaptado sin mayor problema al ambiente del equipo.
He de confesar algo. Nunca creí que duraríamos tanto. Será que me tocó pertenecer a equipos que a los cinco o seis partidos sucumbían a la tentación de la violencia que reina en muchas canchas, provocando la expulsión del equipo entero.
Cuando formamos Cangrejxs F.C., fue una oportunidad de empezar algo con personas que ya en otro momento, unos años antes, habían puesto esfuerzo, emoción y tiempo en un movimiento social, con tal de dejar claro que el estado de las cosas debía cambiar.
Imaginé que si la congruencia y las convicciones sobre lo político, expresadas tiempo atrás, nos acompañaban en la modesta aventura de tener un equipo de futbol amateur, nada podía salir mal y sería divertido.
Hasta el momento puedo decir que no me equivoqué.
Fotografía de Nora Hinojo (Instagram @nora.hinojo).
Doce años después de un movimiento universitario que marcó a una generación, las causas y las ideologías los han dividido, pero el futbol continúa siendo una razón para encontrarse.
Diez de mayo de 2012. Son aproximadamente las cuatro de la tarde y el sol golpea mi cara mientras manejo. Suena el teléfono y aparece un número que no logro identificar. Me enredo con mis propias manos para poner el altavoz mientras avanzo sobre Periférico Norte, a la altura de Cuautitlán, esa región inhóspita, bronca y atemorizante del valle de México para quienes han pasado la vida sin cruzar la frontera de las colonias más instagrameables de la CDMX.
En la bocina de mi teléfono suena la voz de un profesor de la Universidad Iberoamericana (la Ibero), un priista de cepa, el de la clase de Análisis Político. Me saluda rápido y va directo al punto: “¿Cómo ves?, ¿cómo crees que se vayan a poner mañana las cosas en la universidad?, ¿sabes si hay gente que esté preparando alguna acción?”.
No recuerdo haberle dicho algo significativo aquel día. Si acaso me había enterado de algún grupo de estudiantes que pretendía protestar contra “la corrupción del Grupo Atlacomulco” y su candidato, Enrique Peña Nieto. Nada que pudiera encender alarmas o provocar la cancelación de la visita de quien meses después se convertiría en presidente de México.
Lo que sucedió el día posterior en la Ibero y durante los meses siguientes, hasta el 1 de diciembre de ese año, fue objeto de análisis variopintos y, por supuesto, de muchísimas columnas conspiranoicas. Ese día marcó un antes y un después, pues ocurrió algo que era altamente improbable en la vida de personas tan distintas por su origen, su edad, su clase social, su etapa vital, su universidad y por el lugar donde vivían: confluir en un movimiento estudiantil con miras a debilitar o frenar el inminente regreso del PRI a la presidencia en las próximas elecciones.
De un momento a otro, el círculo social de quienes participamos en la asamblea de la propia universidad, y en lo que después se llamaría #YoSoy132, se amplió de golpe. Pronto la rutina diaria se transformó por una avalancha de chats de WhatsApp y de Telegram, así como por grupos de discusión en Facebook. Había decenas y hasta cientos de personas que compartían el día a día del movimiento con noticias, convocatorias de vinculación con otras causas, paranoias, temores, análisis de prospectiva al vapor, rumores, acusaciones fundadas e infundadas, dramas internos de cada asamblea universitaria, antipatías y, por supuesto, memes al por mayor.
Trato de recordar el momento en que alguien de Más de 131, como se llamó la asamblea de la Ibero a la que pertenecía, me agregó a un grupo de ¿WhatsApp?, ¿Telegram? que tenía una denominación particular: Cangrejos. El nombre fue elegido en un intento por tomar medidas de seguridad para que pasara desapercibido ante una hipotética intervención de nuestras comunicaciones. Todavía estábamos lejos de que Pegasus se convirtiera en una práctica común
Este grupo, Cangrejos, incluía a personas de distintas universidades, públicas y privadas, con una mezcla de concepciones políticas y afectos incipientes. La incipiente comunidad virtual involuntariamente se posicionó como uno de los polos de influencia del movimiento y, de paso, convivir y compartir en un espacio digital de confianza.
Todos sabemos cómo pueden ser las dinámicas de comunicación digital. Un mensaje importante puede quedar sepultado en una tonelada de otros mensajes, chistes, basura y temas irrelevantes. Había buen ánimo en la verborrea colectiva cotidiana, pero esto provocó que pronto se crearan subdivisiones dentro de Cangrejos para no “llenar de spam” el feed del grupo. Así surgió el grupo de música, el de videojuegos, el de cine, el de futbol, etcétera.
#YoSoy132 veía sus mejores días disolverse en el golpeteo mediático, en los errores internos y externos, en las fallas individuales y colectivas, así como en las traiciones comunes en cualquier movimiento social. Quienes fuimos parte de ese parpadeo en la historia reciente del país dejamos de priorizar los espacios de comunicación sobre cuestiones políticas. Ya en 2015, en esa fraternidad, nació la iniciativa de crear un equipo de futbol para pasar el rato: Cangrejxs F.C.
Con Luis Fernando García guiando el proceso, se concretó la inscripción del primer cuadro cangrejil (Checka, Fede, Poncho, Daniel, Lalo, Benu, Ere, Chimpa y yo), en la primera y única cancha en la que hemos jugado torneos completos: la sede de Olympus Futbol 7 Félix Cuevas.
El campo deportivo tenía poco tiempo funcionando. Había un par de administradores llamados Hugo, uno que vivía en un estado de furia latente y otro de ojos somnolientos y voz pasmosa. Este último se encargaba de organizar los horarios de juego y se equivocaba en los roles una semana sí y la otra también, y en muchas ocasiones dejó sin rival a más de un equipo.
Hugo, el irascible, era quien se encargaba de las cuestiones disciplinarias (¡qué tino!), y con frecuencia aquello terminaba con un griterío en su oficina y con jugadores o equipos completos expulsados de la liga.
También te puede interesar leer: "El futbol que yo soñé".
El inicio de Cangrejxs F.C. no fue sencillo, bueno, tampoco su presente, pero eso ya sería análisis de un espacio mucho más amplio. Para 2015 muchos habíamos pasado poco más de una década sin practicar deporte de manera regular. Hace ya mucho tiempo que se habían disipado los sueños del debut profesional, la trayectoria en Europa, el campeonato mundial con la Selección Nacional y la carrera como comentarista deportivo luego del retiro.
También se sumaba el hecho de que la izquierda en México suele mirar mal al futbol por considerarlo alienante. Mucha gente que conocimos y con la que convivimos durante el movimiento estudiantil, grandes simpatizantes de las causas del pueblo, aún no le pierden el asco a uno de los pasatiempos más populares del siglo anterior y del actual.
Los días previos al primer juego de Cangrejxs F.C., aquel 17 de mayo de 2015, estuvieron dominados por la incertidumbre de si soportaríamos 40 minutos de juego intenso bajo el sol matinal del domingo. Nuestro primer rival, Estatuas (así se llamaban), presentó un reto que pudimos contener valerosamente con un 1-1 hasta el primer tiempo. En la segunda parte, todo se derrumbó y terminamos con un 5-1 a cuestas. Además, a la tensión del debut se sumó un incidente por demás penoso y que no fuimos capaces de procesar de manera correcta en su momento.
La mayoría asumió que no habría problema si Eréndira, la primera mujer en Cangrejxs F.C., participaba en ese juego. A pesar de contar con la anuencia del rival y la aprobación del árbitro, Hugo, el irascible, salió de su oficina para detener el partido, que ya estaba en desarrollo, y exigir que la compañera dejara el campo, pretextando, ridículamente, que la liga era varonil y que se trataba de un asunto de seguridad para ella.
También te puede interesar leer: "El Flaco, César Luis y Menotti".
Tan cancheros y tan dueños de todas las respuestas que nos sentíamos en 2012, y tres años después no logramos entender la profundidad y gravedad de lo que ocurrió en ese momento. Mala nuestra.
Aunque algunos integrantes del equipo pretenden que este espacio sea una suerte de respiro del jaloneo de lo político, pero la realidad nos ha enfrentado una y otra vez con crudeza. Como espacio de convivencia y competencia, Cangrejxs F.C. no ha quedado exento de lidiar con el machismo, el clasismo, la homofobia y la nociva idea del “ganar a como dé lugar” que impera social y particularmente en el futbol.
También hemos tenido que hacer autocrítica y reconocer errores en la manera en que percibimos el trabajo en equipo, el sacrificio por lo común, la corresponsabilidad y el modo de resolver conflictos con el otro. Muchas veces nos hemos gritado entre nosotros durante o al final de los juegos que se complicaron. Con todo, esas discusiones han quedado atrás después de dialogar la diferencia. Lo que sucede en la cancha se queda allí.
Han pasado casi nueve años y quienes formaron parte de la primera convocatoria del domingo 17 de mayo de 2015 han cambiado. Algunos se han ido por incompatibilidad de agenda o del momento que viven y otros han decidido hacerse a un lado temporalmente. También han llegado nuevos integrantes y se han adaptado sin mayor problema al ambiente del equipo.
He de confesar algo. Nunca creí que duraríamos tanto. Será que me tocó pertenecer a equipos que a los cinco o seis partidos sucumbían a la tentación de la violencia que reina en muchas canchas, provocando la expulsión del equipo entero.
Cuando formamos Cangrejxs F.C., fue una oportunidad de empezar algo con personas que ya en otro momento, unos años antes, habían puesto esfuerzo, emoción y tiempo en un movimiento social, con tal de dejar claro que el estado de las cosas debía cambiar.
Imaginé que si la congruencia y las convicciones sobre lo político, expresadas tiempo atrás, nos acompañaban en la modesta aventura de tener un equipo de futbol amateur, nada podía salir mal y sería divertido.
Hasta el momento puedo decir que no me equivoqué.
Doce años después de un movimiento universitario que marcó a una generación, las causas y las ideologías los han dividido, pero el futbol continúa siendo una razón para encontrarse.
Diez de mayo de 2012. Son aproximadamente las cuatro de la tarde y el sol golpea mi cara mientras manejo. Suena el teléfono y aparece un número que no logro identificar. Me enredo con mis propias manos para poner el altavoz mientras avanzo sobre Periférico Norte, a la altura de Cuautitlán, esa región inhóspita, bronca y atemorizante del valle de México para quienes han pasado la vida sin cruzar la frontera de las colonias más instagrameables de la CDMX.
En la bocina de mi teléfono suena la voz de un profesor de la Universidad Iberoamericana (la Ibero), un priista de cepa, el de la clase de Análisis Político. Me saluda rápido y va directo al punto: “¿Cómo ves?, ¿cómo crees que se vayan a poner mañana las cosas en la universidad?, ¿sabes si hay gente que esté preparando alguna acción?”.
No recuerdo haberle dicho algo significativo aquel día. Si acaso me había enterado de algún grupo de estudiantes que pretendía protestar contra “la corrupción del Grupo Atlacomulco” y su candidato, Enrique Peña Nieto. Nada que pudiera encender alarmas o provocar la cancelación de la visita de quien meses después se convertiría en presidente de México.
Lo que sucedió el día posterior en la Ibero y durante los meses siguientes, hasta el 1 de diciembre de ese año, fue objeto de análisis variopintos y, por supuesto, de muchísimas columnas conspiranoicas. Ese día marcó un antes y un después, pues ocurrió algo que era altamente improbable en la vida de personas tan distintas por su origen, su edad, su clase social, su etapa vital, su universidad y por el lugar donde vivían: confluir en un movimiento estudiantil con miras a debilitar o frenar el inminente regreso del PRI a la presidencia en las próximas elecciones.
De un momento a otro, el círculo social de quienes participamos en la asamblea de la propia universidad, y en lo que después se llamaría #YoSoy132, se amplió de golpe. Pronto la rutina diaria se transformó por una avalancha de chats de WhatsApp y de Telegram, así como por grupos de discusión en Facebook. Había decenas y hasta cientos de personas que compartían el día a día del movimiento con noticias, convocatorias de vinculación con otras causas, paranoias, temores, análisis de prospectiva al vapor, rumores, acusaciones fundadas e infundadas, dramas internos de cada asamblea universitaria, antipatías y, por supuesto, memes al por mayor.
Trato de recordar el momento en que alguien de Más de 131, como se llamó la asamblea de la Ibero a la que pertenecía, me agregó a un grupo de ¿WhatsApp?, ¿Telegram? que tenía una denominación particular: Cangrejos. El nombre fue elegido en un intento por tomar medidas de seguridad para que pasara desapercibido ante una hipotética intervención de nuestras comunicaciones. Todavía estábamos lejos de que Pegasus se convirtiera en una práctica común
Este grupo, Cangrejos, incluía a personas de distintas universidades, públicas y privadas, con una mezcla de concepciones políticas y afectos incipientes. La incipiente comunidad virtual involuntariamente se posicionó como uno de los polos de influencia del movimiento y, de paso, convivir y compartir en un espacio digital de confianza.
Todos sabemos cómo pueden ser las dinámicas de comunicación digital. Un mensaje importante puede quedar sepultado en una tonelada de otros mensajes, chistes, basura y temas irrelevantes. Había buen ánimo en la verborrea colectiva cotidiana, pero esto provocó que pronto se crearan subdivisiones dentro de Cangrejos para no “llenar de spam” el feed del grupo. Así surgió el grupo de música, el de videojuegos, el de cine, el de futbol, etcétera.
#YoSoy132 veía sus mejores días disolverse en el golpeteo mediático, en los errores internos y externos, en las fallas individuales y colectivas, así como en las traiciones comunes en cualquier movimiento social. Quienes fuimos parte de ese parpadeo en la historia reciente del país dejamos de priorizar los espacios de comunicación sobre cuestiones políticas. Ya en 2015, en esa fraternidad, nació la iniciativa de crear un equipo de futbol para pasar el rato: Cangrejxs F.C.
Con Luis Fernando García guiando el proceso, se concretó la inscripción del primer cuadro cangrejil (Checka, Fede, Poncho, Daniel, Lalo, Benu, Ere, Chimpa y yo), en la primera y única cancha en la que hemos jugado torneos completos: la sede de Olympus Futbol 7 Félix Cuevas.
El campo deportivo tenía poco tiempo funcionando. Había un par de administradores llamados Hugo, uno que vivía en un estado de furia latente y otro de ojos somnolientos y voz pasmosa. Este último se encargaba de organizar los horarios de juego y se equivocaba en los roles una semana sí y la otra también, y en muchas ocasiones dejó sin rival a más de un equipo.
Hugo, el irascible, era quien se encargaba de las cuestiones disciplinarias (¡qué tino!), y con frecuencia aquello terminaba con un griterío en su oficina y con jugadores o equipos completos expulsados de la liga.
También te puede interesar leer: "El futbol que yo soñé".
El inicio de Cangrejxs F.C. no fue sencillo, bueno, tampoco su presente, pero eso ya sería análisis de un espacio mucho más amplio. Para 2015 muchos habíamos pasado poco más de una década sin practicar deporte de manera regular. Hace ya mucho tiempo que se habían disipado los sueños del debut profesional, la trayectoria en Europa, el campeonato mundial con la Selección Nacional y la carrera como comentarista deportivo luego del retiro.
También se sumaba el hecho de que la izquierda en México suele mirar mal al futbol por considerarlo alienante. Mucha gente que conocimos y con la que convivimos durante el movimiento estudiantil, grandes simpatizantes de las causas del pueblo, aún no le pierden el asco a uno de los pasatiempos más populares del siglo anterior y del actual.
Los días previos al primer juego de Cangrejxs F.C., aquel 17 de mayo de 2015, estuvieron dominados por la incertidumbre de si soportaríamos 40 minutos de juego intenso bajo el sol matinal del domingo. Nuestro primer rival, Estatuas (así se llamaban), presentó un reto que pudimos contener valerosamente con un 1-1 hasta el primer tiempo. En la segunda parte, todo se derrumbó y terminamos con un 5-1 a cuestas. Además, a la tensión del debut se sumó un incidente por demás penoso y que no fuimos capaces de procesar de manera correcta en su momento.
La mayoría asumió que no habría problema si Eréndira, la primera mujer en Cangrejxs F.C., participaba en ese juego. A pesar de contar con la anuencia del rival y la aprobación del árbitro, Hugo, el irascible, salió de su oficina para detener el partido, que ya estaba en desarrollo, y exigir que la compañera dejara el campo, pretextando, ridículamente, que la liga era varonil y que se trataba de un asunto de seguridad para ella.
También te puede interesar leer: "El Flaco, César Luis y Menotti".
Tan cancheros y tan dueños de todas las respuestas que nos sentíamos en 2012, y tres años después no logramos entender la profundidad y gravedad de lo que ocurrió en ese momento. Mala nuestra.
Aunque algunos integrantes del equipo pretenden que este espacio sea una suerte de respiro del jaloneo de lo político, pero la realidad nos ha enfrentado una y otra vez con crudeza. Como espacio de convivencia y competencia, Cangrejxs F.C. no ha quedado exento de lidiar con el machismo, el clasismo, la homofobia y la nociva idea del “ganar a como dé lugar” que impera social y particularmente en el futbol.
También hemos tenido que hacer autocrítica y reconocer errores en la manera en que percibimos el trabajo en equipo, el sacrificio por lo común, la corresponsabilidad y el modo de resolver conflictos con el otro. Muchas veces nos hemos gritado entre nosotros durante o al final de los juegos que se complicaron. Con todo, esas discusiones han quedado atrás después de dialogar la diferencia. Lo que sucede en la cancha se queda allí.
Han pasado casi nueve años y quienes formaron parte de la primera convocatoria del domingo 17 de mayo de 2015 han cambiado. Algunos se han ido por incompatibilidad de agenda o del momento que viven y otros han decidido hacerse a un lado temporalmente. También han llegado nuevos integrantes y se han adaptado sin mayor problema al ambiente del equipo.
He de confesar algo. Nunca creí que duraríamos tanto. Será que me tocó pertenecer a equipos que a los cinco o seis partidos sucumbían a la tentación de la violencia que reina en muchas canchas, provocando la expulsión del equipo entero.
Cuando formamos Cangrejxs F.C., fue una oportunidad de empezar algo con personas que ya en otro momento, unos años antes, habían puesto esfuerzo, emoción y tiempo en un movimiento social, con tal de dejar claro que el estado de las cosas debía cambiar.
Imaginé que si la congruencia y las convicciones sobre lo político, expresadas tiempo atrás, nos acompañaban en la modesta aventura de tener un equipo de futbol amateur, nada podía salir mal y sería divertido.
Hasta el momento puedo decir que no me equivoqué.
Fotografía de Nora Hinojo (Instagram @nora.hinojo).
Diez de mayo de 2012. Son aproximadamente las cuatro de la tarde y el sol golpea mi cara mientras manejo. Suena el teléfono y aparece un número que no logro identificar. Me enredo con mis propias manos para poner el altavoz mientras avanzo sobre Periférico Norte, a la altura de Cuautitlán, esa región inhóspita, bronca y atemorizante del valle de México para quienes han pasado la vida sin cruzar la frontera de las colonias más instagrameables de la CDMX.
En la bocina de mi teléfono suena la voz de un profesor de la Universidad Iberoamericana (la Ibero), un priista de cepa, el de la clase de Análisis Político. Me saluda rápido y va directo al punto: “¿Cómo ves?, ¿cómo crees que se vayan a poner mañana las cosas en la universidad?, ¿sabes si hay gente que esté preparando alguna acción?”.
No recuerdo haberle dicho algo significativo aquel día. Si acaso me había enterado de algún grupo de estudiantes que pretendía protestar contra “la corrupción del Grupo Atlacomulco” y su candidato, Enrique Peña Nieto. Nada que pudiera encender alarmas o provocar la cancelación de la visita de quien meses después se convertiría en presidente de México.
Lo que sucedió el día posterior en la Ibero y durante los meses siguientes, hasta el 1 de diciembre de ese año, fue objeto de análisis variopintos y, por supuesto, de muchísimas columnas conspiranoicas. Ese día marcó un antes y un después, pues ocurrió algo que era altamente improbable en la vida de personas tan distintas por su origen, su edad, su clase social, su etapa vital, su universidad y por el lugar donde vivían: confluir en un movimiento estudiantil con miras a debilitar o frenar el inminente regreso del PRI a la presidencia en las próximas elecciones.
De un momento a otro, el círculo social de quienes participamos en la asamblea de la propia universidad, y en lo que después se llamaría #YoSoy132, se amplió de golpe. Pronto la rutina diaria se transformó por una avalancha de chats de WhatsApp y de Telegram, así como por grupos de discusión en Facebook. Había decenas y hasta cientos de personas que compartían el día a día del movimiento con noticias, convocatorias de vinculación con otras causas, paranoias, temores, análisis de prospectiva al vapor, rumores, acusaciones fundadas e infundadas, dramas internos de cada asamblea universitaria, antipatías y, por supuesto, memes al por mayor.
Trato de recordar el momento en que alguien de Más de 131, como se llamó la asamblea de la Ibero a la que pertenecía, me agregó a un grupo de ¿WhatsApp?, ¿Telegram? que tenía una denominación particular: Cangrejos. El nombre fue elegido en un intento por tomar medidas de seguridad para que pasara desapercibido ante una hipotética intervención de nuestras comunicaciones. Todavía estábamos lejos de que Pegasus se convirtiera en una práctica común
Este grupo, Cangrejos, incluía a personas de distintas universidades, públicas y privadas, con una mezcla de concepciones políticas y afectos incipientes. La incipiente comunidad virtual involuntariamente se posicionó como uno de los polos de influencia del movimiento y, de paso, convivir y compartir en un espacio digital de confianza.
Todos sabemos cómo pueden ser las dinámicas de comunicación digital. Un mensaje importante puede quedar sepultado en una tonelada de otros mensajes, chistes, basura y temas irrelevantes. Había buen ánimo en la verborrea colectiva cotidiana, pero esto provocó que pronto se crearan subdivisiones dentro de Cangrejos para no “llenar de spam” el feed del grupo. Así surgió el grupo de música, el de videojuegos, el de cine, el de futbol, etcétera.
#YoSoy132 veía sus mejores días disolverse en el golpeteo mediático, en los errores internos y externos, en las fallas individuales y colectivas, así como en las traiciones comunes en cualquier movimiento social. Quienes fuimos parte de ese parpadeo en la historia reciente del país dejamos de priorizar los espacios de comunicación sobre cuestiones políticas. Ya en 2015, en esa fraternidad, nació la iniciativa de crear un equipo de futbol para pasar el rato: Cangrejxs F.C.
Con Luis Fernando García guiando el proceso, se concretó la inscripción del primer cuadro cangrejil (Checka, Fede, Poncho, Daniel, Lalo, Benu, Ere, Chimpa y yo), en la primera y única cancha en la que hemos jugado torneos completos: la sede de Olympus Futbol 7 Félix Cuevas.
El campo deportivo tenía poco tiempo funcionando. Había un par de administradores llamados Hugo, uno que vivía en un estado de furia latente y otro de ojos somnolientos y voz pasmosa. Este último se encargaba de organizar los horarios de juego y se equivocaba en los roles una semana sí y la otra también, y en muchas ocasiones dejó sin rival a más de un equipo.
Hugo, el irascible, era quien se encargaba de las cuestiones disciplinarias (¡qué tino!), y con frecuencia aquello terminaba con un griterío en su oficina y con jugadores o equipos completos expulsados de la liga.
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El inicio de Cangrejxs F.C. no fue sencillo, bueno, tampoco su presente, pero eso ya sería análisis de un espacio mucho más amplio. Para 2015 muchos habíamos pasado poco más de una década sin practicar deporte de manera regular. Hace ya mucho tiempo que se habían disipado los sueños del debut profesional, la trayectoria en Europa, el campeonato mundial con la Selección Nacional y la carrera como comentarista deportivo luego del retiro.
También se sumaba el hecho de que la izquierda en México suele mirar mal al futbol por considerarlo alienante. Mucha gente que conocimos y con la que convivimos durante el movimiento estudiantil, grandes simpatizantes de las causas del pueblo, aún no le pierden el asco a uno de los pasatiempos más populares del siglo anterior y del actual.
Los días previos al primer juego de Cangrejxs F.C., aquel 17 de mayo de 2015, estuvieron dominados por la incertidumbre de si soportaríamos 40 minutos de juego intenso bajo el sol matinal del domingo. Nuestro primer rival, Estatuas (así se llamaban), presentó un reto que pudimos contener valerosamente con un 1-1 hasta el primer tiempo. En la segunda parte, todo se derrumbó y terminamos con un 5-1 a cuestas. Además, a la tensión del debut se sumó un incidente por demás penoso y que no fuimos capaces de procesar de manera correcta en su momento.
La mayoría asumió que no habría problema si Eréndira, la primera mujer en Cangrejxs F.C., participaba en ese juego. A pesar de contar con la anuencia del rival y la aprobación del árbitro, Hugo, el irascible, salió de su oficina para detener el partido, que ya estaba en desarrollo, y exigir que la compañera dejara el campo, pretextando, ridículamente, que la liga era varonil y que se trataba de un asunto de seguridad para ella.
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Tan cancheros y tan dueños de todas las respuestas que nos sentíamos en 2012, y tres años después no logramos entender la profundidad y gravedad de lo que ocurrió en ese momento. Mala nuestra.
Aunque algunos integrantes del equipo pretenden que este espacio sea una suerte de respiro del jaloneo de lo político, pero la realidad nos ha enfrentado una y otra vez con crudeza. Como espacio de convivencia y competencia, Cangrejxs F.C. no ha quedado exento de lidiar con el machismo, el clasismo, la homofobia y la nociva idea del “ganar a como dé lugar” que impera social y particularmente en el futbol.
También hemos tenido que hacer autocrítica y reconocer errores en la manera en que percibimos el trabajo en equipo, el sacrificio por lo común, la corresponsabilidad y el modo de resolver conflictos con el otro. Muchas veces nos hemos gritado entre nosotros durante o al final de los juegos que se complicaron. Con todo, esas discusiones han quedado atrás después de dialogar la diferencia. Lo que sucede en la cancha se queda allí.
Han pasado casi nueve años y quienes formaron parte de la primera convocatoria del domingo 17 de mayo de 2015 han cambiado. Algunos se han ido por incompatibilidad de agenda o del momento que viven y otros han decidido hacerse a un lado temporalmente. También han llegado nuevos integrantes y se han adaptado sin mayor problema al ambiente del equipo.
He de confesar algo. Nunca creí que duraríamos tanto. Será que me tocó pertenecer a equipos que a los cinco o seis partidos sucumbían a la tentación de la violencia que reina en muchas canchas, provocando la expulsión del equipo entero.
Cuando formamos Cangrejxs F.C., fue una oportunidad de empezar algo con personas que ya en otro momento, unos años antes, habían puesto esfuerzo, emoción y tiempo en un movimiento social, con tal de dejar claro que el estado de las cosas debía cambiar.
Imaginé que si la congruencia y las convicciones sobre lo político, expresadas tiempo atrás, nos acompañaban en la modesta aventura de tener un equipo de futbol amateur, nada podía salir mal y sería divertido.
Hasta el momento puedo decir que no me equivoqué.
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