Racismo y género en el mundo

Mapas corporales: racismo, género y discriminación

Con el apoyo de la editorial Lumen reproducimos un fragmento del libro Mapas corporales, de Eréndira Derbez y Claudia de la Garza. Este capítulo está dedicado al racismo, sus orígenes, sus implicaciones y los efectos negativos que ha tenido en los grupos más vulnerables. Una de sus autoras comparte el significado que ha tenido esta obra en su propia vida y la relación con su cuerpo.

Tiempo de lectura: 12 minutos

La tristeza me cruzó el cuerpo

El siguiente texto no es parte del libro de Mapas corporales (2023), no obstante, tiene todo que ver con el libro que recientemente publicamos Claudia de la Garza y yo. Podría decir que es una presentación o una introducción al libro. Narro cómo funciona mi proceso creativo y trato de compartir, en caso de que alguien resuene conmigo, porque la escritura no la hacemos las personas en cuartos propios cubiertos con un aura de intelectualidad, con una cortina que nos mantiene aisladas del resto del mundo. Una escribe donde puede, con lo que puede, con lo que tiene. A veces en servilletas de algún café, otras en el celular en el transporte público. En mi caso, las preguntas que marcan mis investigaciones usualmente ocurren mientras cuido niñas o cuando leo otros libros; y mis mejores respuestas aparecen cuando salgo a correr por la noche y el silencio y la oscuridad de la ciudad me permiten concentrarme en observar cómo pienso lo que pienso.

Hace un año tuve una crisis fuerte. No podía dormir ni comer, empecé a bajar de peso a un ritmo preocupante, perdí la menstruación, y tuve que usar medicamentos psiquiátricos que de algún modo, al dormirme,  podría decir que me salvaron la vida. Mis emociones y el vivir con una neurodivergencia cruzan mi cuerpo. La pesadez en los hombros, la hipersensibilidad a la luz, el dolor en la barriga, la intolerancia a los sonidos fuertes y a las multitudes. La diarrea nerviosa, el salpuillido, el dolor de piel.

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Había quienes me veían y me felicitaban. “Te ves muy bien, muy flaquita”, me dijo alguien en mi familia con buenas intenciones pero terriblemente errado. No estaba bien, estaba deprimida y con una gastritis insoportable. Vivo en un mundo que me felicita si bajo de peso, un mundo gordofóbico y misógino que me enseñó, quizás sin siquiera percatarse, a mantener mi hambre pequeña: mi hambre de comida, mi hambre de sueños, mi hambre de tener opiniones, mi hambre de ocupar el espacio, mi  hambre de hablar en voz alta, mi hambre de disentir y romper las reglas que creo son injustas.

Un cuerpo que no come es uno débil, uno que enferma, que está cansado y habla con voz baja. Pero para vivir se necesita comer, se necesita ocupar espacio. Crecí en un mundo que a través de la publicidad, el sistema médico, la escuela y la familia me enseñaron desde pequeñita a odiar mi cuerpo por no ser adecuado, como tampoco lo es mi mente.

Semanas y meses después, con la frialdad, la tenacidad y la disciplina que me caracterizan pude escribir e ilustrar este libro. Claudia y yo tardamos otros seis meses más en terminarlo. La paciencia y generosidad de nuestra editora, Fernanda Álvarez, una vez más rindió frutos. En estos meses escribí del cuerpo mientras sanaba el mio, mientras lo veía transformarse de nuevo. He recuperado mi fuerza física gracias a las horas incontables de caminata, trote y bici. Salir a correr de noche, pese al miedo y el acoso callejero intermitente es, junto con andar “de bajadita”, uno de los momentos más placenteros que tengo. Disfruto de nuevo hacer deporte, el sudor en mis caderas. Reconocerme fuerte, resistente y poderosa me satisface. Disfruto mi cuerpo.

Poco a poco, también, me regresó el apetito, aunque todavía me sigue costando un poco comer. Mi cuerpo es distinto. Tengo menos pelo en la cabeza, probablemente por los antidepresivos (prefiero quedarme calva que tener ganas de matarme, le decía de broma a mi psiquiatra. No le dio risa), menos pelo en el cuerpo (seguramente por los años de consumir anticonceptivos hormonales), caderas más anchas, algunas canas, más celulitis, menos granitos, un piercing en la nariz y un refuerzo de la vacuna para el papiloma humano, tres vacunas contra el covid 19 y la experiencia de un mes tomando antirretrovirales todas las noches. Múltiples exámenes de sangre y de fluidos vaginales. Ahora, que por fin le he perdido el miedo a llamar un poco más la atención, me pinto los labios de rojo de vez en cuando. Me gusta el tono, me recuerdan a mi mamá. Cada día me parezco más a ella físicamente y eso me gusta (nada en contra del gen Derbez, pero híjole lo preponderante).

Este libro, de algún modo, es una carta de amor a mi cuerpo, a mi mente, y también es una carta que regalo a quien se quiera acercar a leernos

Antes de meterme a bañar me miro al espejo, miro mis pezones, mi lunar entre mis pechos y observo la perla que cuelga sobre mi cuello y me gusto, me gusto muchísimo. Por primera vez en mi vida me gusta lo que miro. Se siente raro gustarse. Qué triste vivir en un mundo que nos ha dicho por años que no nos debemos gustar si no somos perfectas, como si la perfección existiera. La perfección es un fraude. Para hacer este libro también me tuve que desnudar y desnudar a otras personas, en el sentido literal de la palabra.

Al principio, al no poder costear modelos recurrí a un espejo. Esa que miran en varias de las ilustraciones soy más o menos yo, con otras dimensiones, a veces más grande y otras más pequeña. Otros cuerpos retratados fueron inspirados en fotografías encontradas en libros e internet. Algunos más fueron personas voluntarias a las que les agradezco enormemente la confianza. Es curioso representar la desnudez. Es muy común en la historia del arte encontrar retratos de mujeres que fueron amantes del pintor en turno, es raro al revés. Fueron varias las personas que tras ver las primeras ilustraciones me dejaron dibujarles, gracias por la confianza de dejarse mirar. Por habitar su desnudez frente a mis ojos.

Con el tiempo la felicidad también cruzó mi cuerpo, el placer de la comida deliciosa, el calor del sorbo del café mientras escribía el libro, las ideas que se me ocurrían mientras estiraba la espalda en alguna postura de yoga, las personas que me abrazaron por las noches, los suspiros.

Como nos lo recuerdan todo el tiempo las teóricas decoloniales y feministas, sentimos y pensamos. No son cosas separadas. Descartes puede descansar un rato junto con el resto de los señores europeos, está bien estudiarlos pero no son los únicos. Para las personas como yo, que vivimos en el espectro autista, que sentimos mucho y también pensamos con demasiada intensidad, este tipo de ejercicios: escribir intensamente sobre un tema, en este caso sobre los significados sociales que cruzan el cuerpo, es un reto profundamente placentero, nos ayuda a entender cosas de nosotras mismas. Este libro, de algún modo, es una carta de amor a mi cuerpo, a mi mente, y también es una carta que regalo a quien se quiera acercar a leernos.

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A su vez, quiero agradecer profundamente a mis amigues y mis comapeñeres trans cuya generosidad intelectual permea las paginas de Mapas corporales. En un mundo donde el odio se organiza para quitar derechos y limitar la vida de las personas, mis amigues trans me enseñan cómo la libertad se conquista, sus cuerpos son la poesía de la resistencia a las narrativas binarias que son coloniales, racistas, misóginas y, por si fuera poco, en su rigidez insípida, carente de imaginación, son profundamente aburridas.

Este libro es un recordatorio constante de que somos vulnerables. Es, precisamente, el fruto de esta vulnerabilidad y del dolor profundo que sentí en noviembre de 2022, junto con el amor de las personas solidarias que me cuidaron y me quieren y las quiero. Espero que les guste, que les sirva y ,sobre todo, que les ayude a acercarse a su cuerpo y a otros cuerpos desde el más intenso amor y el más profundo respeto.

 

MAPAS CORPORALES: racismo

 

Con los procesos de racialización se ha asumido que el cuerpo blanco es “neutro” y los otros cuerpos, los de las personas racializadas, son “anormales”. Esto provocó clasificaciones que implican jerarquías sociales. Es así como el racismo moldea nuestra sociedad; queramos verlo o no, está ahí y regula la vida de las personas. Posicionando a ciertas vidas como más importantes que otras. Limita oportunidades, acceso al trabajo, vivienda, salud e incluso al sistema de justicia. Alrededor del mundo el racismo es un problema arraigado en distintas sociedades y, si bien en algunas más que otras, o más evidente que en otras, es una constante. Y así como hablamos de un “doble rasero” en cuanto a las experiencias de las mujeres respecto a los hombres, lo mismo sucede en cuanto a las personas racializadas en comparación a las personas blancas.

Un caso emblemático de este problema es el de Caster Semenya, una corredora sudafricana a la que la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo hizo pasar por una serie de exámenes y pruebas invasivas para determinar si se le permitiría o no competir como mujer. Mientras tanto, comenzaron a surgir rumores sobre su cuerpo acompañados de lamentables comparaciones. La corredora italiana Elisa Cusma declaró: “Este tipo de personas no deberían correr con nosotras […]. Para mí ella no es una mujer. Ella es un hombre”.

Los resultados de tan invasivas pruebas se filtraron al público y con ello el rumor de que Semenya supuestamente tenía tres veces el nivel de testosterona de lo “normal” para las mujeres. Se empezó a discutir en los medios de comunicación la supuesta forma de los genitales de Semenya. Incluso la reconocida revista estadounidense Time, en 2009, publicó un artículo sobre Semenya titulado “¿Podría esta campeona mundial femenina ser un hombre?”1. Para 2018 la asociación decidió que las mujeres que producen ciertos niveles de testosterona, como es el caso de Semenya, no serían elegibles para competir en carreras de media distancia a menos que comenzaran tratamientos médicos para reducir sus niveles de testosterona.

Comenzó a circular, como conocimiento aparentemente científico, la idea de que existía una raza superior y esta era la blanca

Por otro lado, el nadador estadounidense Michael Phelps, el atleta olímpico más condecorado de la historia, tiene pulmones con el doble de capacidad que el atleta promedio. El resto de su cuerpo también es excepcional: por ejemplo, sus tobillos se pueden doblar 15% más que los de su competidor promedio. Phelps, al igual que Semenya, es anatómicamente extraordinario, pero en su caso, en vez de ser un castigo, es algo que se celebra como extraordinario.

La manera en la que se ha tratado la figura de la corredora demuestra cómo el racismo, la misoginia e incluso la discriminación por el país de origen de una persona se entrecruzan.

Hay varios ejemplos a lo largo de la historia que muestran cómo el cuerpo y la sexualidad de las mujeres han sido tratados por el discurso médico como anormales, del mismo modo que los cuerpos y la sexualidad de los hombres racializados han sido tratados desde un punto de vista patologizante. La raza y el género se cruzan reflejando e infligiendo a las mujeres racializadas. Tal es el caso de la llamada “Venus de Hottentot”. Su caso es emblemático ya que muestra lo cruel que pueden llegar a ser las acciones promovidas desde una mentalidad colonial y racista. Se trataba de una mujer khoekhoe que fue secuestrada y llevada a Europa en 1810 para ser exhibida como objeto exótico en las Ferias Universales (eventos símbolo de la modernidad y el “progreso”, donde se exhibían los descubrimientos e inventos tecno- lógicos, industriales y científicos más relevantes).

Esta mujer fue nombrada por les europees Sara Baartman, pero no se sabe su verdadero nombre ni nada de su vida antes de ser raptada: fue despojada de su propia historia. Su caso, además, muestra cómo discursos aparentemente científicos han promovido una visión de la sociedad racista y misógina. Su cuerpo fue estudiado como “espécimen” por el naturalista francés Georges Cuvier. Por si fuera poco, su cerebro y sus genitales se conservaron durante años en Francia y se exhibieron en el Musée de l’Homme de París hasta la década de 1970. 2

Esto recuerda a lo que describe Hortense J. Spillers: las mujeres negras no han sido tratadas como mujeres, sino como carne; no como un ser humano, sino como algo que se puede consumir, un “grado cero de conceptualización social”.3

Por si fuera poco, este vergonzoso caso de racismo institu- cional está lejos de ser una excepción en la historia reciente. Por mencionar algunos, en 1992, una persona pequeña que también era mujer negra fue exhibida en la Feria Estatal de Minnesota. Su presencia era anunciada como “Tiny Teesha, la princesa de la isla”4. Y hasta 1997 el cuerpo disecado de un hombre negro, llamado popularmente el Negro de Baño- las (Negre de Banyoles) estuvo expuesto en un museo catalán. Retirar el cuerpo de este hombre se logró tras una larga campaña impulsada por Alphonse Arcelín (1936-2009), un médico hatianoespañol, y no sin el rechazo de una buena parte de les habitantes de Bañolas y su ayuntamiento, que rehusaban se lle- varan a “su” negre.5

Racialización

El proceso de biologización es la construcción de diferencias supuestamente “naturales” entre el racializado y el conquistador. La patologización de las personas racializadas se volvió indispensable en las relaciones de poder coloniales porque estas necesitaban codificar como diferentes a unas personas con respecto a otras. Y esto tiene que ver con el sistema económico: la esclavitud sostenía las cadenas de producción.

La raza es un conjunto complejo de correlaciones que establecen lo que es “normal” y lo, supuestamente, “anormal”. Con el proceso de racialización se comenzó a circular, como conocimiento aparentemente científico, la idea de que existía una raza superior y esta era la blanca. Como lo señala María Lugo- nes, la invención de la raza ayudó a reposicionar las relaciones de superioridad e inferioridad establecidas a través de la domi- nación. Esta concibe a las personas a través de una ficción, en términos biológicos.6

Como lo explica la socióloga mexicana Mónica Moreno Figueroa, hablar de opresión y de racismo nos permite cuestionar la manera como está organizada nuestra sociedad, “cómo nos relacionamos y cómo nos confundimos sobre quiénes somos. Notar el racismo nos permite ver los procesos de deshumanización a los que nos hemos sometido para justificar las lógicas de normalización del maltrato social cotidiano y estructural”.7

Tal es el caso de los derechos sexuales y reproductivos en diferentes países modernos. Como ocurrió con la eugenesia del nazismo, los gobiernos de todo el mundo siguen siendo responsables de la violencia reproductiva y sexual. Por ejemplo, la esterilización forzada contra mujeres indígenas durante el siglo xx en América Latina y hacia mujeres negras, mexicanas y encarceladas en Estados Unidos, por mencionar solo algunos ejemplos de esta atroz práctica.8 Por lo tanto, cuando la consigna feminista “mi cuerpo mi decisión” se pronuncia, también se está haciendo referencia al derecho a decidir sobre tener une bebé en un mundo que se lo ha prohibido a las personas a las que se les han negado sus derechos reproductivos.

Existen datos muy concretos que muestran cómo el racismo permea los sistemas de justicia. En el caso de Estados Uni- dos, donde aún existe la pena de muerte, las cifras revelan que la mitad de las personas actualmente condenadas a esta pena son negras, según señala Innocence Project. Además, es más probable que se recurra a la pena de muerte en casos en los que muere una persona blanca, y les condenades por matar a personas blancas son ejecutades 17 veces más que les condenades por matar a personas negras. Asimismo, las personas inocentes negras tienen siete veces más probabilidades de ser condena- das injustamente por asesinato que las personas blancas inocentes. Sin embargo, se tarda más en exonerar a una persona negra inocente, y les condenades a muerte pasan una media de

13.8 años encarcelades injustamente antes de ser exonerades. Las personas negras suelen recibir condenas más duras cuan- do son acusadas de agresión sexual y en promedio pasan 4.5 años más en prisión que las personas blancas antes de ser exoneradas. Finalmente, como se señalan constantemente en las manifestaciones del movimiento Black Lives Matter, alrededor de un tercio de las personas desarmadas muertas a manos de la polia son negras.9

En el caso mexicano, así como sucede en muchos otros países, el racismo generalizado tiene consecuencias graves y cuantificables. Una de ellas es la detención de personas, supuestamente migrantes, como consecuencia de prácticas de perfilamiento racial.10 No hay criterios definidos para las autoridades migratorias para detener a las personas; sin embargo, se ejerce este tipo de acciones, de forma supuestamente aleatoria, en los aeropuertos y en las centrales de autobuses en todo México. Estas detenciones se basan en prejuicios y estereotipos de lo que les agentes deciden qué es o no es mexicano. Ha habido casos de personas detenidas y torturadas en Chiapas y trasladadas o incluso deportadas a Guatemala, que en realidad eran personas indígenas mexicanas, pero las autoridades simplemente decidieron que “no se veían mexicanas”.11

En México, el racismo se ejerce no solo contra las personas que migran, sino también en contra de les mismes nacionales, tal como lo señala el proyecto “Discriminación Étnico Racial en México” de El Colegio de México. El tono de piel tiene implicaciones en la percepción de la posición socioeconómica, lo que influye en las lógicas discriminatorias cotidianas. Las características asociadas a la pertenencia indígena socialmente son vinculadas a la pobreza, y la movilidad social depende estrechamente del fenotipo de una persona: es más fácil escalar socialmente para las personas con tonos de piel más claros si nacen en pobreza que para las personas con tono de piel más oscuro. De forma inversa, la persistencia en pobreza es mayor para los tonos de piel más oscuros.12 Por ello se habla de pigmentocracia para señalar las consecuencias que el tono de piel tiene en la desigualdad de oportunidades al crear jerarquías al interior de nuestra sociedad.

Por mucho tiempo se ha invisibilizado el racismo en nuestro país. Bajo el discurso de que todes somos mestices, se afirma que no hay diferencias, ignorando las múltiples experiencias de opresión, discriminación y exclusión que viven en nuestro país personas por ser morenas, por tener rasgos indígenas o hablar una lengua indígena o por ser afromexicanas.

 


 

  1. Sarah Siegel, “She’s Fast, They’re Furious: What Caster Semenya’s Story Teaches Us about Colo-nialism”, The Daily Californian, 3 de julio de 2022, https://dailycal.org/2020/07/03/shes-fast-they-re-furious-what-caster-semenyas-story-teaches-us-about-colonialism. Acceso junio, 2023.
  2. Mara Mattoscio, “What’s in a Face?: Sara Baartman, the (Post)Colonial Gaze and the Case of Vénus Noire (2010)”, Feminist Review, núm. 117 (2010): 56-78.
  3. Hortense J. Spillers, “Mama’s Baby, Papa’s Maybe: An American Grammar Book”, Diacritics 17, núm. 2 (verano de 1987): 64-81.
  4. Coco Fusco, “The Other History of Intercultural Performance”, The Drama Review 38, núm. 1 (primavera de 1994), 143-167.
  5. Teresa Amiguet, “El Negro de Banyoles: la exhibición de un ‘animal exótico’”, La Vanguardia, 22 de octubre de 2016, lavanguardia.com/hemeroteca/20161022/411000402862/negro-ban yoles-exhibicion-animal-exotico.html; E. M., “Obituarios. Alphonse Arcelín: El concejal benefac- tor del ‘Negro de Bañolas’”, El Mundo, 18 de septiembre de 2009, https://www.elmundo.es/el- mundo/2009/08/18/opinion/18887618.html. Acceso marzo, 2023.
  6. María Lugones, “Colonialidad y género”, Tabula Rasa, núm. 9 (julio-diciembre de 2008): 79.
  7. Mónica Moreno Figueroa, “Los límites de la discriminación racial”, Opinión 51, 21 de marzo de 2022, https://opinion51.com/monica-moreno-limites-discriminacion-racial/?r=r1xsw. Acceso junio, 2023.
  8. Pablo Uchoa, “Esterilización forzosa en Perú: ‘Me abrieron la barriga cuando aún no estaba dormida’”, bbc News, 1 de marzo de 2021, https://bbc.com/mundo/noticias-america-latina- 56243650; Alexandra Stern, “Forced Sterilization Policies in the US Targeted Minorities and Those with Disabilities – and Lasted into the 21st Century”, Institute for Healthcare Policy and Innovation, University of Michigan, 30 de septiembre de 2020, https://ihpi.umich.edu/news/ forced-sterilization-policies-us-targeted-minorities-and-those-disabilities-and-lasted-21st; Acce- so mayo, 2023. Achille Mbembe, “Necropolitics”, Public Culture 15, núm. 1 (invierno de 2003): 11-40.
  9. 9 Daniele Selby, “8 Facts You Should Know About Racial Injustice in the Criminal Legal System”, The Innocence Project, 5 de febrero de 2021, https://innocenceproject.org/facts-ra cial-discrimination-justice-system-wrongful-conviction-black-history-month/; Samuel Gross, Maurice Possley y Klara Stephens, “Race and Wrongful Convictions in the United States”, Na tional Registry of Exonerations/Newkirk Center for Science and Society/University of Califor nia Irvine, 7 de marzo de 2017, https://www.law.umich.edu/special/exoneration/Documents/ Race_and_Wrongful_Convictions.pdf. Acceso mayo, 2023.
  10. El perfilamiento racial es toda acción ejecutada por la policía o un cuerpo de seguridad contra una persona o un colectivo de personas, basada en sus características físicas (como el color de su piel, su origen étnico, su apariencia, etcétera), que pretende justificar una actua- ción sin existir siquiera un sustento legítimo. Por lo tanto se trata de una expresión discrimi- natoria que afecta a grupos de personas en específico. María Carrasco Pueyo, Guía práctica para elaborar informes sobre perfilamiento racial (Panamá: oacnudh, 2015), 5.
  11. 11 Ángeles Mariscal, “inm se disculpa con chiapanecos torturados para que dijeran ser de Gua- temala”, Pie de Página, 10 de noviembre de 2019, https://enelcamino.piedepagina.mx/inm-se-dis culpa-con-chiapanecos-torturados-para-que-dijeran-ser-de-guatemala/. Acceso abril, 2023.
  12. “El color de México”, El Colegio de México, f., colordepiel.colmex.mx. Acceso abril, 2023.
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