Tiempo de lectura: 5 minutosConfiesa entre sonrisas que lleva varias noches durmiendo tarde. No logra conciliar el sueño hasta las dos de la madrugada. Gibrán Zea vive desde hace dos años en Nápoles, en uno de los países más afectados por la pandemia. A través de la pantalla, su rostro denota una amabilidad un poco empalidecida por el encierro italiano de más de cinco semanas al que lleva sometido.
En el norte italiano donde se encuentra, se han registrado más de 21,647 fallecidos, concentrados en su mayoría en la región de Lombardía, al norte, donde Milán —centro financiero y artístico— y Venecia llegaron incluso a registrar más de 900 fallecimientos diarios. En marzo, Italia fue el país que registró una mayor cantidad de muertos por Covid-19, hasta que fue rebasada hace unas semanas por Estados Unidos, que lleva una cifra de 25,871. El primer ministro Giuseppe Conte aumentó las medidas sanitarias como limitar la movilidad y los desplazamientos entre localidades italianas, con consecuencias económicas que se antojan catastróficas. La Cámara de Comercio italiana y la Asociación de Hosteleros de Venecia estiman perdidas económicas que podrían superar los mil millones de dólares, entre junio y noviembre próximos.
Gibrán no es sólo uno de los miles habitantes de un país en cuarentena, sino que también es un esgrimista mexicano de 22 años, que representa a su país en una infinidad de competencias; estaba cerca de convertirse en competidor olímpico, antes de que la pandemia pospusiera todos los eventos deportivos (incluyendo las Olimpiadas) hasta nuevo aviso. La Federación Mexicana de Esgrima considera a Zea como el mejor sablista que hoy tiene México. No obstante, se encuentra atrapado en su casa, sin mucho prospecto o posibilidad de regresar, y con un futuro incierto para el deporte.
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En marzo, Italia fue el país que registró una mayor cantidad de muertos por Covid-19, hasta que fue rebasada hace unas semanas por Estados Unidos, que lleva una cifra de 25,871.
Casos confirmados de Covid-19 en provincias italianas por millón de residentes.
Zea se mudó hace cinco años a Europa con el fin de continuar su carrera con el sable. “Estuve tres años en Alemania, cerca de Stuttgart, y después del tercer año me mudé aquí a Nápoles” explica. “La diferencia entre Alemania e Italia es que a los italianos sí les dan el apoyo para hacerlo profesionalmente durante varios años, y hay ayudas no sólo del gobierno, sino del ejército y del carabinieri [cuerpo de gendarmería italiano equivalente a la policía]. Uno puede representarlos y adquiere una gran beca, que ayuda a continuar en este deporte. Yo busqué varios clubes por aquí y me encontré con deportistas de nivel altísimo y un entrenador apasionado”.
Gibrán comenzó en el deporte desde los siete, y poco a poco ganando competencias y posiciones en diferentes ciudades de Europa y América. Eventualmente fue reclutado por el CENARD (Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo), que lo llevó a competencias mundiales. Cuando agotó los recursos que México le podía ofrecer, Gibrán se mudó a Alemania.
Hoy a pesar de estar más a salvo que en ciudades como Milán (el epicentro de la pandemia en Italia), Nápoles lleva desde el 11 de marzo en cuarentena, donde prácticamente las únicas actividades comerciales disponibles son las farmacias y los supermercados. “No salgo”, expresa. “Una vez fui al gimnasio, mi entrenador me trajo las llaves de forma clandestina y salí por mi equipo, pero en realidad no salgo, salvo al súper o a la farmacia”. Lo que antes era una rutina de entrenamientos diarios, hoy se ha convertido en ver televisión y entrenar en su cuarto y en el balcón de su departamento donde, mientras unos salen a cantar o tocar música, él tiene combates imaginarios.
Como sucedió en todo el mundo, el acuartelamiento fue repentino y poco placentero. Gibrán regresaba de una competencia en Luxemburgo, cuando al día siguiente su entrenador —Alberto Coltorti, conocido coach de esgrima— anunció que los entrenamientos se cancelarían. “Me pareció extraño. En el camino de regreso, noté que el euro lo subieron a 24 pesos, de casi 20, en menos de una semana. Ahí me pregunté ‘¿qué está pasando?’. Fui al gimnasio, que aún estaba abierto, para saludar al entrenador y al preparador físico y estaban con un compañero de Finlandia, que también entrena en Nápoles, y resulta que él ya se iba a regresar porque la situación es insostenible. Al día siguiente cerraron todo, sólo quedaron abiertas las farmacias y los supermercados”.
Hoy a pesar de estar más a salvo que en ciudades como Milán (el epicentro de la pandemia en Italia), Nápoles lleva desde el 11 de marzo en cuarentena, donde prácticamente las únicas actividades comerciales disponibles son las farmacias y los supermercados.
Gibrán Zea no es sólo uno de los miles habitantes de un país en cuarentena, sino que también es un esgrimista mexicano de 22 años, que representa a su país en una infinidad de competencias.
Ese fue el momento en que se dio cuenta de que este problema se saldría de control. Se dirigió inmediatamente a hablar con su familia y ver si era posible un regreso. “Prácticamente vivo para entrenar y competir. En un momento todo se había cancelado. Seguían competencias importantes, en dos semanas estaba una copa en Budapest, tres días después me tenía que regresar a México para el campeonato nacional, que era el 2 de abril, y luego de dos semanas —si todo iba bien— debía irme a Panamá al preolímpico, que es la conferencia clasificatoria a juegos olímpicos”. Entre vuelos carísimos a México, y la incertidumbre de tener los entrenamientos detenidos, los italianos cerraron fronteras dejándole como única opción quedarse en Nápoles esta temporada sin volver a casa, sin entrenar y sin competir.
“Acepté que me iba a quedar aquí, con el tiempo sabré si hice bien o si hice mal. Este virus ha cambiado muchas cosas, y no puedes planear nada”, dice Zea. Te golpea todo esto. Lo trato de ver de una forma positiva, como un descanso y me lo tomo ligero para después regresar más duro, pero sinceramente como han empezado a cancelar todo y ya no sé cuándo regresaré a México. Ya no puedo volver”, dice Zea.
Admite que donde él se encuentra hay una crisis menos adversa que en otras regiones. Nápoles adoptó las medidas de distanciamiento al comenzar la cuarentena, sólo puede entrar un número limitado de personas al supermercado y la gente no realiza compras de pánico, lo cual evita un desabasto de recursos. “Ahora no recibo apoyos gubernamentales, o de alguna institución. Esto es tal vez un poco injusto, de hecho en el municipio me rechazaron a pesar de ser el número uno del ranking nacional mexicano. De ahí en fuera mi familia está vendiendo algunas cosas y rifándolas. Una tía está haciendo unas bolsas para apoyarme”.
La Secretaría de Relaciones Exteriores y el consulado mexicano en Italia están en contacto con Gibrán, como con muchos otros connacionales. En estos días se ha dado cuenta que mantener el contacto familiar es tan importante como mantener una salud física. Zea recuerda algo que casi no se menciona sobre este virus: la necesidad de fortalecer lazos sociales y familiares. En estos momentos, poca atención se le otorga a la necesidad de mantener vivos estos vínculos afectivos. Él trata de seguir conectado a la pantalla con sus seres queridos, a la distancia.