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¿La migración de México a otros países está aumentando?

¿La migración de México a otros países está aumentando?

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
Fotografía de Jose Luis Gonzalez / REUTERS.
18
.
05
.
22
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

Entre 2019 y 2021 se triplicaron los arrestos de mexicanos sin documentos en EUA. Si la tendencia continúa, se observarían cerca de 800 mil detenciones en 2022, es decir, 4.2 veces los de 2019.

¿Tiene futuro este país? Para miles de mexicanas y mexicanos pareciera que no y, por lo tanto, optan por la migración. Los acontecimientos de las últimas semanas, tristes y desesperanzadores, parecen darles la razón: sigue la violencia, la inflación no cede, la economía no levanta, los periodistas siguen siendo atacados, los políticos, siendo políticos, no discuten seriamente lo que ocurre en México, entre tantas cosas más. Tal vez la gota que derramó el vaso de este sentimiento haya sido la agresión cobarde contra un joven que comía unos tacos en la capital del país.

Ese acontecimiento me hizo recordar el libro reciente de Juvenal Acosta, La puerta del Círculo Polar Ártico, en el que Violeta, la protagonista, va caminando por las calles de la Ciudad de México a la mitad del día y de la nada un sujeto la golpea y la deja tirada en su propio charco de sangre. Se decide, entonces, por la migración: quiere vivir sin miedo y en un país con más certezas. Pero antes de hacerlo le grita a su agresor ¿por qué? Me pregunto cuántos en México nos hacemos esa pregunta sobre todo lo que sucede aquí y cuántos cuestionamos por qué no podemos vivir en un país con mayor certidumbre económica y laboral, y con más seguridad. Decepcionados, muchas y muchos mexicanos han tomado la decisión de migrar.

Los datos precisos sobre la migración de México a otros países no los tendremos hasta el Conteo de Población de 2025. Al respecto, las encuestas en hogares que se llevan a cabo en México o en Estados Unidos usan muestras estadísticas que difícilmente capturan con precisión los flujos de migración. Pero se puede usar la información que reporta Estados Unidos mes con mes sobre el número de detenciones de personas que cruzan su frontera sur sin los documentos requeridos. Es importante advertir que la estadística se refiere a las detenciones y no al número de personas arrestadas, ya que uno puede serlo varias veces.

En la gráfica 1 incluyo la evolución de estas detenciones al mes. Si bien Estados Unidos las reporta por país de origen, aquí sólo incluyo las de mexicanos en edad adulta. La pauta que han seguido es escalofriante: el número de detenciones en 2019 fue de 195,867 (alrededor de 16 mil al mes), en 2020 crecen a 327,551 y en 2021 explotan a 645,583 (casi 54 mil al mes). En otros términos, las de 2021 fueron 3.3 veces mayores que las de 2019, y las cifras para 2022 no son halagüeñas: si la migración de los primeros tres meses continua el resto del año, se observarían cerca de 800,000 detenciones, o casi 4.2 veces las de 2019.

Si bien la estadística se refiere al número de detenciones, sabemos que es una subestimación de toda la migración de México a otros países. Primero, porque nos falta contar a todas las personas que migraron legalmente tanto a Estados Unidos como a otros países. Segundo, porque también nos falta contar a quienes sí tenían documentos para entrar a otros países como turistas y decidieron quedarse. Con todo, lo esperable es que los flujos de migración tengan un comportamiento similar al de las detenciones en Estados Unidos. Así, se espera que el éxodo de mexicanas y mexicanos hacia el exterior en 2021 y 2022 supere en varias órdenes de magnitud a lo vivido durante la década anterior.

No es sorpresa, entonces, que las remesas hacia México alcancen montos nunca antes vistos. De acuerdo con datos del Banco de México, en 2012 se recibieron 22,438 millones de dólares, pero para 2021 el monto creció 2.3 veces, con 51,586 millones. Uno podría pensar que las remesas son positivas para el país, y lo son, pero también hay que contrastarlas con el costo que tienen: provienen de personas que dejaron de obtener un ingreso en México, de pagar impuestos, de inventar nuevas cosas, de quienes perdieron relaciones familiares y sociales, y se expusieron a los peligros del camino.

Hace unos años mi colega de El Colegio de México, Horacio Sobarzo, y yo tratamos de estimar los costos y beneficios de la migración para la economía del país. Dependen mucho de quiénes se van, de cuánto dinero envían o de cuántos ingresos habrían ganado de no haber migrado, por lo que concluimos que es muy difícil llegar a números exactos. Podemos decir esto: si el dinero que se envía como remesa es menor al ingreso que se podía generar en México, entonces la migración nos hace perder.

Me di a la tarea de buscar a algunos migrantes recientes (de 2021) para que me platicaran su historia y conocer de primera mano por qué están migrando y qué consecuencias puede tener esto para el país en el futuro. Todos los que entrevisté me contaron que la situación económica de los últimos años ha sido determinante. Por ejemplo, Jhoana de Yucatán, con veinticuatro años. Antes de migrar egresó de una normal y tenía una plaza temporal en una escuela rural. Me dice que las condiciones laborales durante la pandemia no fueron las ideales, la SEP no los pudo apoyar, no le reembolsaban los materiales y ella pensaba “que estos niños aprendan como sea, no me veo capaz de hacerlo”. Decidió migrar como niñera a Ohio a mediados de 2021 y le gustaría quedarse, pues las oportunidades económicas son mayores: “Es más fácil con lo que ganas acá comprarte un carro o una casa, y en México lo veo como a unos veinte años. No veo que pueda crecer tanto en México como acá, la diferencia en calidad de vida es muy grande”.

Un caso similar es el de Ana, originaria del estado de Tamaulipas. Tiene treinta años y una maestría en derecho fiscal. Ella misma dice que no le iba mal, pero llegó la pandemia y con los cambios de gobierno municipal, se quedó sin empleo. Por más que buscó no pudo conseguir uno. Sus deudas en la tarjeta de crédito empezaron a crecer y a volverse inmanejables, por lo que decidió dejar lo que tenía y migrar a inicios de este año a Texas para trabajar como mesera. Dice: “Lo que me gusta de acá es que te alcanza para todo, el trabajar te alcanza para vivir y para más, y a veces en México ni eso, trabajas para sobrevivir y ya”. En sus pocos meses de estancia ya pagó las deudas que tenía en nuestro país. Está decepcionada del mercado laboral que tenemos: “Gano lo mismo a la semana por ser mesera aquí que lo que allá en un mes. Es deprimente porque pensamos que estudiar era para que nos fuera mejor, y resulta, pues, que no…”

También entrevisté a un matrimonio, ambos están en sus treintas. Antes de migrar, Yazmín y Pablo, de Monterrey —ella es ingeniera química y él es contador público— trabajaron primero en el sector privado y en sus respectivas áreas de conocimiento. Al sentir que sus salarios y la calidad de vida que llevaban no era la que deseaban, decidieron dedicarse al cuidado y entrenamiento de perros. Como en los otros casos, la pandemia fue el detonante económico principal para migrar en 2021. Ahora viven en Chicago. Al principio fue complicado, trabajaron como barman, peluqueros de perros y después, por fin, pudieron conseguir trabajo entrenando perros. Dicen que es prácticamente imposible regresar a México porque en Estados Unidos pueden llegar a tener un ingreso diez veces mayor del que obtenían acá: “En México trabajas, trabajas y trabajas y no sale, y aquí trabajas y hay una recompensa en dinero y en comodidades”.

Finalmente, entrevisté a Paola, de 38 años y de la Ciudad de México. Está por migrar a Islandia en junio. Con una carrera técnica en diseño gráfico, trabajaba en una empresa de publicidad hasta que cerró hace dos años. Le gustaban los tatuajes, así que se dedicaba a tatuar de forma independiente, pero con la pandemia dejó de ser negocio. Además del choque económico, el encierro y la monotonía en estos dos años le afectaron emocionalmente, y eso la empujó de forma definitiva a buscar algo completamente nuevo. Le gustaría regresar en dos o tres años, pero también quiere tener la experiencia de vivir en otros lugares.

Los problemas que tenemos como país, principalmente económicos, de acuerdo con los comentarios anteriores, tienen consecuencias: acrecientan la migración. La gente decide con los pies: este éxodo reciente de mexicanas y mexicanos nos obliga a acelerar la discusión sobre cómo vamos a resolverlos o aminorarlos. Escucho los testimonios y no puedo dejar de pensar que a los migrantes les hemos fallado. ¿Qué tenemos que hacer para regresarles un futuro prometedor?

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Entre 2019 y 2021 se triplicaron los arrestos de mexicanos sin documentos en EUA. Si la tendencia continúa, se observarían cerca de 800 mil detenciones en 2022, es decir, 4.2 veces los de 2019.

¿Tiene futuro este país? Para miles de mexicanas y mexicanos pareciera que no y, por lo tanto, optan por la migración. Los acontecimientos de las últimas semanas, tristes y desesperanzadores, parecen darles la razón: sigue la violencia, la inflación no cede, la economía no levanta, los periodistas siguen siendo atacados, los políticos, siendo políticos, no discuten seriamente lo que ocurre en México, entre tantas cosas más. Tal vez la gota que derramó el vaso de este sentimiento haya sido la agresión cobarde contra un joven que comía unos tacos en la capital del país.

Ese acontecimiento me hizo recordar el libro reciente de Juvenal Acosta, La puerta del Círculo Polar Ártico, en el que Violeta, la protagonista, va caminando por las calles de la Ciudad de México a la mitad del día y de la nada un sujeto la golpea y la deja tirada en su propio charco de sangre. Se decide, entonces, por la migración: quiere vivir sin miedo y en un país con más certezas. Pero antes de hacerlo le grita a su agresor ¿por qué? Me pregunto cuántos en México nos hacemos esa pregunta sobre todo lo que sucede aquí y cuántos cuestionamos por qué no podemos vivir en un país con mayor certidumbre económica y laboral, y con más seguridad. Decepcionados, muchas y muchos mexicanos han tomado la decisión de migrar.

Los datos precisos sobre la migración de México a otros países no los tendremos hasta el Conteo de Población de 2025. Al respecto, las encuestas en hogares que se llevan a cabo en México o en Estados Unidos usan muestras estadísticas que difícilmente capturan con precisión los flujos de migración. Pero se puede usar la información que reporta Estados Unidos mes con mes sobre el número de detenciones de personas que cruzan su frontera sur sin los documentos requeridos. Es importante advertir que la estadística se refiere a las detenciones y no al número de personas arrestadas, ya que uno puede serlo varias veces.

En la gráfica 1 incluyo la evolución de estas detenciones al mes. Si bien Estados Unidos las reporta por país de origen, aquí sólo incluyo las de mexicanos en edad adulta. La pauta que han seguido es escalofriante: el número de detenciones en 2019 fue de 195,867 (alrededor de 16 mil al mes), en 2020 crecen a 327,551 y en 2021 explotan a 645,583 (casi 54 mil al mes). En otros términos, las de 2021 fueron 3.3 veces mayores que las de 2019, y las cifras para 2022 no son halagüeñas: si la migración de los primeros tres meses continua el resto del año, se observarían cerca de 800,000 detenciones, o casi 4.2 veces las de 2019.

Si bien la estadística se refiere al número de detenciones, sabemos que es una subestimación de toda la migración de México a otros países. Primero, porque nos falta contar a todas las personas que migraron legalmente tanto a Estados Unidos como a otros países. Segundo, porque también nos falta contar a quienes sí tenían documentos para entrar a otros países como turistas y decidieron quedarse. Con todo, lo esperable es que los flujos de migración tengan un comportamiento similar al de las detenciones en Estados Unidos. Así, se espera que el éxodo de mexicanas y mexicanos hacia el exterior en 2021 y 2022 supere en varias órdenes de magnitud a lo vivido durante la década anterior.

No es sorpresa, entonces, que las remesas hacia México alcancen montos nunca antes vistos. De acuerdo con datos del Banco de México, en 2012 se recibieron 22,438 millones de dólares, pero para 2021 el monto creció 2.3 veces, con 51,586 millones. Uno podría pensar que las remesas son positivas para el país, y lo son, pero también hay que contrastarlas con el costo que tienen: provienen de personas que dejaron de obtener un ingreso en México, de pagar impuestos, de inventar nuevas cosas, de quienes perdieron relaciones familiares y sociales, y se expusieron a los peligros del camino.

Hace unos años mi colega de El Colegio de México, Horacio Sobarzo, y yo tratamos de estimar los costos y beneficios de la migración para la economía del país. Dependen mucho de quiénes se van, de cuánto dinero envían o de cuántos ingresos habrían ganado de no haber migrado, por lo que concluimos que es muy difícil llegar a números exactos. Podemos decir esto: si el dinero que se envía como remesa es menor al ingreso que se podía generar en México, entonces la migración nos hace perder.

Me di a la tarea de buscar a algunos migrantes recientes (de 2021) para que me platicaran su historia y conocer de primera mano por qué están migrando y qué consecuencias puede tener esto para el país en el futuro. Todos los que entrevisté me contaron que la situación económica de los últimos años ha sido determinante. Por ejemplo, Jhoana de Yucatán, con veinticuatro años. Antes de migrar egresó de una normal y tenía una plaza temporal en una escuela rural. Me dice que las condiciones laborales durante la pandemia no fueron las ideales, la SEP no los pudo apoyar, no le reembolsaban los materiales y ella pensaba “que estos niños aprendan como sea, no me veo capaz de hacerlo”. Decidió migrar como niñera a Ohio a mediados de 2021 y le gustaría quedarse, pues las oportunidades económicas son mayores: “Es más fácil con lo que ganas acá comprarte un carro o una casa, y en México lo veo como a unos veinte años. No veo que pueda crecer tanto en México como acá, la diferencia en calidad de vida es muy grande”.

Un caso similar es el de Ana, originaria del estado de Tamaulipas. Tiene treinta años y una maestría en derecho fiscal. Ella misma dice que no le iba mal, pero llegó la pandemia y con los cambios de gobierno municipal, se quedó sin empleo. Por más que buscó no pudo conseguir uno. Sus deudas en la tarjeta de crédito empezaron a crecer y a volverse inmanejables, por lo que decidió dejar lo que tenía y migrar a inicios de este año a Texas para trabajar como mesera. Dice: “Lo que me gusta de acá es que te alcanza para todo, el trabajar te alcanza para vivir y para más, y a veces en México ni eso, trabajas para sobrevivir y ya”. En sus pocos meses de estancia ya pagó las deudas que tenía en nuestro país. Está decepcionada del mercado laboral que tenemos: “Gano lo mismo a la semana por ser mesera aquí que lo que allá en un mes. Es deprimente porque pensamos que estudiar era para que nos fuera mejor, y resulta, pues, que no…”

También entrevisté a un matrimonio, ambos están en sus treintas. Antes de migrar, Yazmín y Pablo, de Monterrey —ella es ingeniera química y él es contador público— trabajaron primero en el sector privado y en sus respectivas áreas de conocimiento. Al sentir que sus salarios y la calidad de vida que llevaban no era la que deseaban, decidieron dedicarse al cuidado y entrenamiento de perros. Como en los otros casos, la pandemia fue el detonante económico principal para migrar en 2021. Ahora viven en Chicago. Al principio fue complicado, trabajaron como barman, peluqueros de perros y después, por fin, pudieron conseguir trabajo entrenando perros. Dicen que es prácticamente imposible regresar a México porque en Estados Unidos pueden llegar a tener un ingreso diez veces mayor del que obtenían acá: “En México trabajas, trabajas y trabajas y no sale, y aquí trabajas y hay una recompensa en dinero y en comodidades”.

Finalmente, entrevisté a Paola, de 38 años y de la Ciudad de México. Está por migrar a Islandia en junio. Con una carrera técnica en diseño gráfico, trabajaba en una empresa de publicidad hasta que cerró hace dos años. Le gustaban los tatuajes, así que se dedicaba a tatuar de forma independiente, pero con la pandemia dejó de ser negocio. Además del choque económico, el encierro y la monotonía en estos dos años le afectaron emocionalmente, y eso la empujó de forma definitiva a buscar algo completamente nuevo. Le gustaría regresar en dos o tres años, pero también quiere tener la experiencia de vivir en otros lugares.

Los problemas que tenemos como país, principalmente económicos, de acuerdo con los comentarios anteriores, tienen consecuencias: acrecientan la migración. La gente decide con los pies: este éxodo reciente de mexicanas y mexicanos nos obliga a acelerar la discusión sobre cómo vamos a resolverlos o aminorarlos. Escucho los testimonios y no puedo dejar de pensar que a los migrantes les hemos fallado. ¿Qué tenemos que hacer para regresarles un futuro prometedor?

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Entre 2019 y 2021 se triplicaron los arrestos de mexicanos sin documentos en EUA. Si la tendencia continúa, se observarían cerca de 800 mil detenciones en 2022, es decir, 4.2 veces los de 2019.

¿Tiene futuro este país? Para miles de mexicanas y mexicanos pareciera que no y, por lo tanto, optan por la migración. Los acontecimientos de las últimas semanas, tristes y desesperanzadores, parecen darles la razón: sigue la violencia, la inflación no cede, la economía no levanta, los periodistas siguen siendo atacados, los políticos, siendo políticos, no discuten seriamente lo que ocurre en México, entre tantas cosas más. Tal vez la gota que derramó el vaso de este sentimiento haya sido la agresión cobarde contra un joven que comía unos tacos en la capital del país.

Ese acontecimiento me hizo recordar el libro reciente de Juvenal Acosta, La puerta del Círculo Polar Ártico, en el que Violeta, la protagonista, va caminando por las calles de la Ciudad de México a la mitad del día y de la nada un sujeto la golpea y la deja tirada en su propio charco de sangre. Se decide, entonces, por la migración: quiere vivir sin miedo y en un país con más certezas. Pero antes de hacerlo le grita a su agresor ¿por qué? Me pregunto cuántos en México nos hacemos esa pregunta sobre todo lo que sucede aquí y cuántos cuestionamos por qué no podemos vivir en un país con mayor certidumbre económica y laboral, y con más seguridad. Decepcionados, muchas y muchos mexicanos han tomado la decisión de migrar.

Los datos precisos sobre la migración de México a otros países no los tendremos hasta el Conteo de Población de 2025. Al respecto, las encuestas en hogares que se llevan a cabo en México o en Estados Unidos usan muestras estadísticas que difícilmente capturan con precisión los flujos de migración. Pero se puede usar la información que reporta Estados Unidos mes con mes sobre el número de detenciones de personas que cruzan su frontera sur sin los documentos requeridos. Es importante advertir que la estadística se refiere a las detenciones y no al número de personas arrestadas, ya que uno puede serlo varias veces.

En la gráfica 1 incluyo la evolución de estas detenciones al mes. Si bien Estados Unidos las reporta por país de origen, aquí sólo incluyo las de mexicanos en edad adulta. La pauta que han seguido es escalofriante: el número de detenciones en 2019 fue de 195,867 (alrededor de 16 mil al mes), en 2020 crecen a 327,551 y en 2021 explotan a 645,583 (casi 54 mil al mes). En otros términos, las de 2021 fueron 3.3 veces mayores que las de 2019, y las cifras para 2022 no son halagüeñas: si la migración de los primeros tres meses continua el resto del año, se observarían cerca de 800,000 detenciones, o casi 4.2 veces las de 2019.

Si bien la estadística se refiere al número de detenciones, sabemos que es una subestimación de toda la migración de México a otros países. Primero, porque nos falta contar a todas las personas que migraron legalmente tanto a Estados Unidos como a otros países. Segundo, porque también nos falta contar a quienes sí tenían documentos para entrar a otros países como turistas y decidieron quedarse. Con todo, lo esperable es que los flujos de migración tengan un comportamiento similar al de las detenciones en Estados Unidos. Así, se espera que el éxodo de mexicanas y mexicanos hacia el exterior en 2021 y 2022 supere en varias órdenes de magnitud a lo vivido durante la década anterior.

No es sorpresa, entonces, que las remesas hacia México alcancen montos nunca antes vistos. De acuerdo con datos del Banco de México, en 2012 se recibieron 22,438 millones de dólares, pero para 2021 el monto creció 2.3 veces, con 51,586 millones. Uno podría pensar que las remesas son positivas para el país, y lo son, pero también hay que contrastarlas con el costo que tienen: provienen de personas que dejaron de obtener un ingreso en México, de pagar impuestos, de inventar nuevas cosas, de quienes perdieron relaciones familiares y sociales, y se expusieron a los peligros del camino.

Hace unos años mi colega de El Colegio de México, Horacio Sobarzo, y yo tratamos de estimar los costos y beneficios de la migración para la economía del país. Dependen mucho de quiénes se van, de cuánto dinero envían o de cuántos ingresos habrían ganado de no haber migrado, por lo que concluimos que es muy difícil llegar a números exactos. Podemos decir esto: si el dinero que se envía como remesa es menor al ingreso que se podía generar en México, entonces la migración nos hace perder.

Me di a la tarea de buscar a algunos migrantes recientes (de 2021) para que me platicaran su historia y conocer de primera mano por qué están migrando y qué consecuencias puede tener esto para el país en el futuro. Todos los que entrevisté me contaron que la situación económica de los últimos años ha sido determinante. Por ejemplo, Jhoana de Yucatán, con veinticuatro años. Antes de migrar egresó de una normal y tenía una plaza temporal en una escuela rural. Me dice que las condiciones laborales durante la pandemia no fueron las ideales, la SEP no los pudo apoyar, no le reembolsaban los materiales y ella pensaba “que estos niños aprendan como sea, no me veo capaz de hacerlo”. Decidió migrar como niñera a Ohio a mediados de 2021 y le gustaría quedarse, pues las oportunidades económicas son mayores: “Es más fácil con lo que ganas acá comprarte un carro o una casa, y en México lo veo como a unos veinte años. No veo que pueda crecer tanto en México como acá, la diferencia en calidad de vida es muy grande”.

Un caso similar es el de Ana, originaria del estado de Tamaulipas. Tiene treinta años y una maestría en derecho fiscal. Ella misma dice que no le iba mal, pero llegó la pandemia y con los cambios de gobierno municipal, se quedó sin empleo. Por más que buscó no pudo conseguir uno. Sus deudas en la tarjeta de crédito empezaron a crecer y a volverse inmanejables, por lo que decidió dejar lo que tenía y migrar a inicios de este año a Texas para trabajar como mesera. Dice: “Lo que me gusta de acá es que te alcanza para todo, el trabajar te alcanza para vivir y para más, y a veces en México ni eso, trabajas para sobrevivir y ya”. En sus pocos meses de estancia ya pagó las deudas que tenía en nuestro país. Está decepcionada del mercado laboral que tenemos: “Gano lo mismo a la semana por ser mesera aquí que lo que allá en un mes. Es deprimente porque pensamos que estudiar era para que nos fuera mejor, y resulta, pues, que no…”

También entrevisté a un matrimonio, ambos están en sus treintas. Antes de migrar, Yazmín y Pablo, de Monterrey —ella es ingeniera química y él es contador público— trabajaron primero en el sector privado y en sus respectivas áreas de conocimiento. Al sentir que sus salarios y la calidad de vida que llevaban no era la que deseaban, decidieron dedicarse al cuidado y entrenamiento de perros. Como en los otros casos, la pandemia fue el detonante económico principal para migrar en 2021. Ahora viven en Chicago. Al principio fue complicado, trabajaron como barman, peluqueros de perros y después, por fin, pudieron conseguir trabajo entrenando perros. Dicen que es prácticamente imposible regresar a México porque en Estados Unidos pueden llegar a tener un ingreso diez veces mayor del que obtenían acá: “En México trabajas, trabajas y trabajas y no sale, y aquí trabajas y hay una recompensa en dinero y en comodidades”.

Finalmente, entrevisté a Paola, de 38 años y de la Ciudad de México. Está por migrar a Islandia en junio. Con una carrera técnica en diseño gráfico, trabajaba en una empresa de publicidad hasta que cerró hace dos años. Le gustaban los tatuajes, así que se dedicaba a tatuar de forma independiente, pero con la pandemia dejó de ser negocio. Además del choque económico, el encierro y la monotonía en estos dos años le afectaron emocionalmente, y eso la empujó de forma definitiva a buscar algo completamente nuevo. Le gustaría regresar en dos o tres años, pero también quiere tener la experiencia de vivir en otros lugares.

Los problemas que tenemos como país, principalmente económicos, de acuerdo con los comentarios anteriores, tienen consecuencias: acrecientan la migración. La gente decide con los pies: este éxodo reciente de mexicanas y mexicanos nos obliga a acelerar la discusión sobre cómo vamos a resolverlos o aminorarlos. Escucho los testimonios y no puedo dejar de pensar que a los migrantes les hemos fallado. ¿Qué tenemos que hacer para regresarles un futuro prometedor?

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¿Tiene futuro este país? Para miles de mexicanas y mexicanos pareciera que no y, por lo tanto, optan por la migración. Los acontecimientos de las últimas semanas, tristes y desesperanzadores, parecen darles la razón: sigue la violencia, la inflación no cede, la economía no levanta, los periodistas siguen siendo atacados, los políticos, siendo políticos, no discuten seriamente lo que ocurre en México, entre tantas cosas más. Tal vez la gota que derramó el vaso de este sentimiento haya sido la agresión cobarde contra un joven que comía unos tacos en la capital del país.

Ese acontecimiento me hizo recordar el libro reciente de Juvenal Acosta, La puerta del Círculo Polar Ártico, en el que Violeta, la protagonista, va caminando por las calles de la Ciudad de México a la mitad del día y de la nada un sujeto la golpea y la deja tirada en su propio charco de sangre. Se decide, entonces, por la migración: quiere vivir sin miedo y en un país con más certezas. Pero antes de hacerlo le grita a su agresor ¿por qué? Me pregunto cuántos en México nos hacemos esa pregunta sobre todo lo que sucede aquí y cuántos cuestionamos por qué no podemos vivir en un país con mayor certidumbre económica y laboral, y con más seguridad. Decepcionados, muchas y muchos mexicanos han tomado la decisión de migrar.

Los datos precisos sobre la migración de México a otros países no los tendremos hasta el Conteo de Población de 2025. Al respecto, las encuestas en hogares que se llevan a cabo en México o en Estados Unidos usan muestras estadísticas que difícilmente capturan con precisión los flujos de migración. Pero se puede usar la información que reporta Estados Unidos mes con mes sobre el número de detenciones de personas que cruzan su frontera sur sin los documentos requeridos. Es importante advertir que la estadística se refiere a las detenciones y no al número de personas arrestadas, ya que uno puede serlo varias veces.

En la gráfica 1 incluyo la evolución de estas detenciones al mes. Si bien Estados Unidos las reporta por país de origen, aquí sólo incluyo las de mexicanos en edad adulta. La pauta que han seguido es escalofriante: el número de detenciones en 2019 fue de 195,867 (alrededor de 16 mil al mes), en 2020 crecen a 327,551 y en 2021 explotan a 645,583 (casi 54 mil al mes). En otros términos, las de 2021 fueron 3.3 veces mayores que las de 2019, y las cifras para 2022 no son halagüeñas: si la migración de los primeros tres meses continua el resto del año, se observarían cerca de 800,000 detenciones, o casi 4.2 veces las de 2019.

Si bien la estadística se refiere al número de detenciones, sabemos que es una subestimación de toda la migración de México a otros países. Primero, porque nos falta contar a todas las personas que migraron legalmente tanto a Estados Unidos como a otros países. Segundo, porque también nos falta contar a quienes sí tenían documentos para entrar a otros países como turistas y decidieron quedarse. Con todo, lo esperable es que los flujos de migración tengan un comportamiento similar al de las detenciones en Estados Unidos. Así, se espera que el éxodo de mexicanas y mexicanos hacia el exterior en 2021 y 2022 supere en varias órdenes de magnitud a lo vivido durante la década anterior.

No es sorpresa, entonces, que las remesas hacia México alcancen montos nunca antes vistos. De acuerdo con datos del Banco de México, en 2012 se recibieron 22,438 millones de dólares, pero para 2021 el monto creció 2.3 veces, con 51,586 millones. Uno podría pensar que las remesas son positivas para el país, y lo son, pero también hay que contrastarlas con el costo que tienen: provienen de personas que dejaron de obtener un ingreso en México, de pagar impuestos, de inventar nuevas cosas, de quienes perdieron relaciones familiares y sociales, y se expusieron a los peligros del camino.

Hace unos años mi colega de El Colegio de México, Horacio Sobarzo, y yo tratamos de estimar los costos y beneficios de la migración para la economía del país. Dependen mucho de quiénes se van, de cuánto dinero envían o de cuántos ingresos habrían ganado de no haber migrado, por lo que concluimos que es muy difícil llegar a números exactos. Podemos decir esto: si el dinero que se envía como remesa es menor al ingreso que se podía generar en México, entonces la migración nos hace perder.

Me di a la tarea de buscar a algunos migrantes recientes (de 2021) para que me platicaran su historia y conocer de primera mano por qué están migrando y qué consecuencias puede tener esto para el país en el futuro. Todos los que entrevisté me contaron que la situación económica de los últimos años ha sido determinante. Por ejemplo, Jhoana de Yucatán, con veinticuatro años. Antes de migrar egresó de una normal y tenía una plaza temporal en una escuela rural. Me dice que las condiciones laborales durante la pandemia no fueron las ideales, la SEP no los pudo apoyar, no le reembolsaban los materiales y ella pensaba “que estos niños aprendan como sea, no me veo capaz de hacerlo”. Decidió migrar como niñera a Ohio a mediados de 2021 y le gustaría quedarse, pues las oportunidades económicas son mayores: “Es más fácil con lo que ganas acá comprarte un carro o una casa, y en México lo veo como a unos veinte años. No veo que pueda crecer tanto en México como acá, la diferencia en calidad de vida es muy grande”.

Un caso similar es el de Ana, originaria del estado de Tamaulipas. Tiene treinta años y una maestría en derecho fiscal. Ella misma dice que no le iba mal, pero llegó la pandemia y con los cambios de gobierno municipal, se quedó sin empleo. Por más que buscó no pudo conseguir uno. Sus deudas en la tarjeta de crédito empezaron a crecer y a volverse inmanejables, por lo que decidió dejar lo que tenía y migrar a inicios de este año a Texas para trabajar como mesera. Dice: “Lo que me gusta de acá es que te alcanza para todo, el trabajar te alcanza para vivir y para más, y a veces en México ni eso, trabajas para sobrevivir y ya”. En sus pocos meses de estancia ya pagó las deudas que tenía en nuestro país. Está decepcionada del mercado laboral que tenemos: “Gano lo mismo a la semana por ser mesera aquí que lo que allá en un mes. Es deprimente porque pensamos que estudiar era para que nos fuera mejor, y resulta, pues, que no…”

También entrevisté a un matrimonio, ambos están en sus treintas. Antes de migrar, Yazmín y Pablo, de Monterrey —ella es ingeniera química y él es contador público— trabajaron primero en el sector privado y en sus respectivas áreas de conocimiento. Al sentir que sus salarios y la calidad de vida que llevaban no era la que deseaban, decidieron dedicarse al cuidado y entrenamiento de perros. Como en los otros casos, la pandemia fue el detonante económico principal para migrar en 2021. Ahora viven en Chicago. Al principio fue complicado, trabajaron como barman, peluqueros de perros y después, por fin, pudieron conseguir trabajo entrenando perros. Dicen que es prácticamente imposible regresar a México porque en Estados Unidos pueden llegar a tener un ingreso diez veces mayor del que obtenían acá: “En México trabajas, trabajas y trabajas y no sale, y aquí trabajas y hay una recompensa en dinero y en comodidades”.

Finalmente, entrevisté a Paola, de 38 años y de la Ciudad de México. Está por migrar a Islandia en junio. Con una carrera técnica en diseño gráfico, trabajaba en una empresa de publicidad hasta que cerró hace dos años. Le gustaban los tatuajes, así que se dedicaba a tatuar de forma independiente, pero con la pandemia dejó de ser negocio. Además del choque económico, el encierro y la monotonía en estos dos años le afectaron emocionalmente, y eso la empujó de forma definitiva a buscar algo completamente nuevo. Le gustaría regresar en dos o tres años, pero también quiere tener la experiencia de vivir en otros lugares.

Los problemas que tenemos como país, principalmente económicos, de acuerdo con los comentarios anteriores, tienen consecuencias: acrecientan la migración. La gente decide con los pies: este éxodo reciente de mexicanas y mexicanos nos obliga a acelerar la discusión sobre cómo vamos a resolverlos o aminorarlos. Escucho los testimonios y no puedo dejar de pensar que a los migrantes les hemos fallado. ¿Qué tenemos que hacer para regresarles un futuro prometedor?

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Fotografía de Jose Luis Gonzalez / REUTERS.

¿La migración de México a otros países está aumentando?

¿La migración de México a otros países está aumentando?

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Entre 2019 y 2021 se triplicaron los arrestos de mexicanos sin documentos en EUA. Si la tendencia continúa, se observarían cerca de 800 mil detenciones en 2022, es decir, 4.2 veces los de 2019.

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¿Tiene futuro este país? Para miles de mexicanas y mexicanos pareciera que no y, por lo tanto, optan por la migración. Los acontecimientos de las últimas semanas, tristes y desesperanzadores, parecen darles la razón: sigue la violencia, la inflación no cede, la economía no levanta, los periodistas siguen siendo atacados, los políticos, siendo políticos, no discuten seriamente lo que ocurre en México, entre tantas cosas más. Tal vez la gota que derramó el vaso de este sentimiento haya sido la agresión cobarde contra un joven que comía unos tacos en la capital del país.

Ese acontecimiento me hizo recordar el libro reciente de Juvenal Acosta, La puerta del Círculo Polar Ártico, en el que Violeta, la protagonista, va caminando por las calles de la Ciudad de México a la mitad del día y de la nada un sujeto la golpea y la deja tirada en su propio charco de sangre. Se decide, entonces, por la migración: quiere vivir sin miedo y en un país con más certezas. Pero antes de hacerlo le grita a su agresor ¿por qué? Me pregunto cuántos en México nos hacemos esa pregunta sobre todo lo que sucede aquí y cuántos cuestionamos por qué no podemos vivir en un país con mayor certidumbre económica y laboral, y con más seguridad. Decepcionados, muchas y muchos mexicanos han tomado la decisión de migrar.

Los datos precisos sobre la migración de México a otros países no los tendremos hasta el Conteo de Población de 2025. Al respecto, las encuestas en hogares que se llevan a cabo en México o en Estados Unidos usan muestras estadísticas que difícilmente capturan con precisión los flujos de migración. Pero se puede usar la información que reporta Estados Unidos mes con mes sobre el número de detenciones de personas que cruzan su frontera sur sin los documentos requeridos. Es importante advertir que la estadística se refiere a las detenciones y no al número de personas arrestadas, ya que uno puede serlo varias veces.

En la gráfica 1 incluyo la evolución de estas detenciones al mes. Si bien Estados Unidos las reporta por país de origen, aquí sólo incluyo las de mexicanos en edad adulta. La pauta que han seguido es escalofriante: el número de detenciones en 2019 fue de 195,867 (alrededor de 16 mil al mes), en 2020 crecen a 327,551 y en 2021 explotan a 645,583 (casi 54 mil al mes). En otros términos, las de 2021 fueron 3.3 veces mayores que las de 2019, y las cifras para 2022 no son halagüeñas: si la migración de los primeros tres meses continua el resto del año, se observarían cerca de 800,000 detenciones, o casi 4.2 veces las de 2019.

Si bien la estadística se refiere al número de detenciones, sabemos que es una subestimación de toda la migración de México a otros países. Primero, porque nos falta contar a todas las personas que migraron legalmente tanto a Estados Unidos como a otros países. Segundo, porque también nos falta contar a quienes sí tenían documentos para entrar a otros países como turistas y decidieron quedarse. Con todo, lo esperable es que los flujos de migración tengan un comportamiento similar al de las detenciones en Estados Unidos. Así, se espera que el éxodo de mexicanas y mexicanos hacia el exterior en 2021 y 2022 supere en varias órdenes de magnitud a lo vivido durante la década anterior.

No es sorpresa, entonces, que las remesas hacia México alcancen montos nunca antes vistos. De acuerdo con datos del Banco de México, en 2012 se recibieron 22,438 millones de dólares, pero para 2021 el monto creció 2.3 veces, con 51,586 millones. Uno podría pensar que las remesas son positivas para el país, y lo son, pero también hay que contrastarlas con el costo que tienen: provienen de personas que dejaron de obtener un ingreso en México, de pagar impuestos, de inventar nuevas cosas, de quienes perdieron relaciones familiares y sociales, y se expusieron a los peligros del camino.

Hace unos años mi colega de El Colegio de México, Horacio Sobarzo, y yo tratamos de estimar los costos y beneficios de la migración para la economía del país. Dependen mucho de quiénes se van, de cuánto dinero envían o de cuántos ingresos habrían ganado de no haber migrado, por lo que concluimos que es muy difícil llegar a números exactos. Podemos decir esto: si el dinero que se envía como remesa es menor al ingreso que se podía generar en México, entonces la migración nos hace perder.

Me di a la tarea de buscar a algunos migrantes recientes (de 2021) para que me platicaran su historia y conocer de primera mano por qué están migrando y qué consecuencias puede tener esto para el país en el futuro. Todos los que entrevisté me contaron que la situación económica de los últimos años ha sido determinante. Por ejemplo, Jhoana de Yucatán, con veinticuatro años. Antes de migrar egresó de una normal y tenía una plaza temporal en una escuela rural. Me dice que las condiciones laborales durante la pandemia no fueron las ideales, la SEP no los pudo apoyar, no le reembolsaban los materiales y ella pensaba “que estos niños aprendan como sea, no me veo capaz de hacerlo”. Decidió migrar como niñera a Ohio a mediados de 2021 y le gustaría quedarse, pues las oportunidades económicas son mayores: “Es más fácil con lo que ganas acá comprarte un carro o una casa, y en México lo veo como a unos veinte años. No veo que pueda crecer tanto en México como acá, la diferencia en calidad de vida es muy grande”.

Un caso similar es el de Ana, originaria del estado de Tamaulipas. Tiene treinta años y una maestría en derecho fiscal. Ella misma dice que no le iba mal, pero llegó la pandemia y con los cambios de gobierno municipal, se quedó sin empleo. Por más que buscó no pudo conseguir uno. Sus deudas en la tarjeta de crédito empezaron a crecer y a volverse inmanejables, por lo que decidió dejar lo que tenía y migrar a inicios de este año a Texas para trabajar como mesera. Dice: “Lo que me gusta de acá es que te alcanza para todo, el trabajar te alcanza para vivir y para más, y a veces en México ni eso, trabajas para sobrevivir y ya”. En sus pocos meses de estancia ya pagó las deudas que tenía en nuestro país. Está decepcionada del mercado laboral que tenemos: “Gano lo mismo a la semana por ser mesera aquí que lo que allá en un mes. Es deprimente porque pensamos que estudiar era para que nos fuera mejor, y resulta, pues, que no…”

También entrevisté a un matrimonio, ambos están en sus treintas. Antes de migrar, Yazmín y Pablo, de Monterrey —ella es ingeniera química y él es contador público— trabajaron primero en el sector privado y en sus respectivas áreas de conocimiento. Al sentir que sus salarios y la calidad de vida que llevaban no era la que deseaban, decidieron dedicarse al cuidado y entrenamiento de perros. Como en los otros casos, la pandemia fue el detonante económico principal para migrar en 2021. Ahora viven en Chicago. Al principio fue complicado, trabajaron como barman, peluqueros de perros y después, por fin, pudieron conseguir trabajo entrenando perros. Dicen que es prácticamente imposible regresar a México porque en Estados Unidos pueden llegar a tener un ingreso diez veces mayor del que obtenían acá: “En México trabajas, trabajas y trabajas y no sale, y aquí trabajas y hay una recompensa en dinero y en comodidades”.

Finalmente, entrevisté a Paola, de 38 años y de la Ciudad de México. Está por migrar a Islandia en junio. Con una carrera técnica en diseño gráfico, trabajaba en una empresa de publicidad hasta que cerró hace dos años. Le gustaban los tatuajes, así que se dedicaba a tatuar de forma independiente, pero con la pandemia dejó de ser negocio. Además del choque económico, el encierro y la monotonía en estos dos años le afectaron emocionalmente, y eso la empujó de forma definitiva a buscar algo completamente nuevo. Le gustaría regresar en dos o tres años, pero también quiere tener la experiencia de vivir en otros lugares.

Los problemas que tenemos como país, principalmente económicos, de acuerdo con los comentarios anteriores, tienen consecuencias: acrecientan la migración. La gente decide con los pies: este éxodo reciente de mexicanas y mexicanos nos obliga a acelerar la discusión sobre cómo vamos a resolverlos o aminorarlos. Escucho los testimonios y no puedo dejar de pensar que a los migrantes les hemos fallado. ¿Qué tenemos que hacer para regresarles un futuro prometedor?

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