Postal de la semana: El día que la gente dejó de comprar periódicos

Postal de la semana: El día que que la gente dejó de comprar periódicos

«Todo este trabajo por nada. Así son las cosas para la gente común. Quienes tienen dinero se pueden quedar encerrados en casa, pero quienes vendemos periódicos tenemos que salir a trabajar, no hay alternativa. Al miedo hay que ponerlo en espera».

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Los puestos de periódicos en México son emblemas de barrio. Su presencia en las esquinas de la ciudad ofrece la oportunidad de tomarse una pausa, comprar un cigarro suelto, unos chicles, o matar el tiempo entre citas y recorridos. Además, claro, todavía venden noticias. En muchos sentidos son dinosaurios que se las han arreglado para sobrevivir en la era digital y a través de ellos se sostiene la cada vez menos frecuente transacción de monedas a cambio de tinta sobre papel. ¿Qué está pasando en el mundo hoy? En ocasiones, la persona que atiende el puesto tiene su propia perspectiva de los sucesos del día. Te cuenta las noticias desde su punto de vista, como en una columna de opinión, o como lo hacía un sabio en torno a un pozo de fuego en tiempos ancestrales. Un vendedor de periódicos transporta la noticia también de forma oral, como un secreto envuelto en mitos y fantasías. Pero en estos tiempos de Covid-19 se ha vuelto especialmente difícil vender. La gente evita tocar objetos que se cruza en la calle a un grado tal, que ya es casi un tabú. Esta semana conocí a Michael, propietario y vendedor en un puesto sobre Insurgentes, entre la glorieta y Reforma. Porta orgulloso un overol con la insignia de la «Unión de vendedores de revistas». En su puesto tiene el Reforma, La Jornada, algunos adornos y una colección de espejos. En la parte interior de la puerta cuelgan revistas que, de tan viejas, se han cubierto de hollín. No estoy seguro de si se trata de su colección personal, o ¿será que aún están a la venta? Me recuerdan la escena de una película sobre el Apocalipsis, en la que se muestra cómo era el mundo de antes, a comparación de actual, tan oscuro y andrajoso. Sin embargo, una modelo me sonríe desde la portada de una revista, ¿o será que más bien está gritando? Es difícil saberlo. Compro un cigarro y le pregunto al vendedor cómo va el negocio. «No hay negocio», responde. «Todo este trabajo por nada. Así son las cosas para la gente común. Quienes tienen dinero se pueden quedar encerrados en casa, pero quienes vendemos periódicos tenemos que salir a trabajar, no hay alternativa. Al miedo hay que ponerlo en espera. Pero estoy seguro que alguien hará mucho dinero con este virus y su historia». Luego le pone la tapa a una botella de agua de la que estaba tomando. «Digamos que esta botella es el mundo, contenido como un zoológico. Estamos todos atrapados». Luego la mueve un poco y el agua se transforma en un océano agitado. «El virus que hay aquí adentro está conectado a todo lo demás, pero entonces, ¿por qué no se están cayendo los pájaros del cielo? Es que el virus es muy específico, muy preciso, está hecho por la mano del hombre y hecho para humanos«. Luego destapa la botella, toma un trago y se me queda mirando fijamente. Pienso que aún si el mundo se detuviera hoy, Michael continuaría contando las noticias a su manera, de todas formas, su mundo se detuvo ya el día que la gente dejó de comprar periódicos.

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