El incendio en el campo Ku: otro más de Pemex

Un incendio más en Pemex

El accidente ocurrido en el campo Ku, en la sonda de Campeche, se suma a otros que han sucedido en los últimos años. Pemex arrastra un problema de falta de mantenimiento que pone en riesgo su patrimonio, sus operaciones, su personal y el medio ambiente.

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Hoy, 2 de julio, se suscitó un incendio en las instalaciones marítimas del campo Ku de Petróleos Mexicanos, uno de los tres gigantes que componen el activo Ku-Maloob-Zaap (KMZ) que se encuentra frente a las costas de Campeche. De acuerdo con un comunicado regional de la empresa, el incendio ocurrió a 150 metros de la plataforma KU-C a las 5:15 horas. Con la ayuda de tres embarcaciones contraincendios y el cierre de las válvulas de interconexión del ducto, a las 10:45 horas se eliminó la fuga de gas que provocaba el fuego.

El activo KMZ es crucial para la industria petrolera de México. En 2009 reemplazó al supergigante Akal, del activo Cantarell, como el principal productor de crudo en el país (ver Gráfica 1). Para mediados de 2019, KMZ ya contribuía con más del 46% de la producción nacional. Aunque actualmente Ku es el campo que menos produce de los tres (Maloob y Zaap son los dos restantes), en 2011 llegó a producir más o menos lo mismo que Akal y fue el primer campo en desarrollarse del complejo KMZ.

El campo Ku, del complejo Ku-Maloob-Zaap, ubicado en Campeche, sufrió un incendio. Pemex presenta problemas de mantenimiento.

Es difícil pensar que incidentes como el de hoy ocurran simplemente por azar. Según los especialistas a los que consulté para este texto, se requieren condiciones operativas inadecuadas para que esto suceda. En particular, incendios como éste no se explican sin un mantenimiento deficiente, que implica, entre otras cosas, una omisión en el reemplazo oportuno del equipo desgastado.

Ya hay una lista de acontecimientos de este tipo. El 20 de abril de este año ocurrió un incendio en el complejo petroquímico de Pajaritos, en Veracruz, debido a un problema en una línea de gas de alta presión; ese accidente ocurrió exactamente cinco años después de que en el mismo complejo murieran 32 personas en otro incendio. En la refinería de Minatitlán, también en Veracruz, se incendió un tanque de almacenamiento el 7 de abril de 2021, lo que dejó siete personas heridas. No mucho antes, el 31 de diciembre de 2020, hubo un derrame de petróleo y otro incendio en la terminal marítima de Dos Bocas. La terminal había sido observada por la Auditoría Superior de la Federación (ASF) en 2018 por varias deficiencias, omisiones y pagos indebidos, precisamente en términos de mantenimiento, por casi 53 millones de pesos.

Los problemas de mantenimiento en las instalaciones de Pemex Exploración y Producción se constatan en la Auditoría Superior de la Federación de 2019. La empresa presenta algunos pagos fuera de norma que suman un poco más de siete millones de pesos en un contrato de compra de aceites y lubricantes, insumos básicos para la operación; debían estar incluidos, pero se cobraron aparte. Pemex también omitió la penalización de un contratista por retraso en el cumplimiento de trabajos que pagó por diez millones y medio de pesos; los trabajos tenían que ver con el mantenimiento de las “instalaciones costa fuera, de la región marina”. Más grave es la falta de justificación para el uso de plataformas semisumergibles en trabajos de mantenimiento (que se usan más comúnmente en operaciones de perforación de pozos), cuando se podrían haber utilizado barcos de posicionamiento dinámico que, de acuerdo con la ASF, habrían ahorrado alrededor de 191 millones de pesos, por lo que se emitió una Promoción de Responsabilidad Administrativa Sancionatoria.

 

La falta de mantenimiento es particularmente grave en las refinerías de Pemex. La ASF lo advirtió acerca de la refinería de Cadereyta, en Nuevo León, donde se encontró un gasto de 128 millones de pesos sin aclaración y, encima, se pospuso en dos ocasiones el mantenimiento, como quedó establecido en un reportaje de El Universal. En el caso de las refinerías de Tula, en Hidalgo, y Salina Cruz, en Oaxaca, la misma ASF determinó que “Pemex Transformación Industrial no justificó ni documentó la revisión y la evaluación de las condiciones de riesgo para determinar la cancelación o el diferimiento de once reparaciones mayores de la Refinería Tula, y tampoco lo hizo en las quince reparaciones de la Refinería Salina Cruz”. Además, se encontraron erogaciones sin explicar por 164 millones de pesos en la planta de hidrógeno de la refinería de Tula.

Los incendios y los derrames no sólo tienen consecuencias ambientales, también representan peligros para el personal de Pemex que trabaja en estos sitios. Al respecto, las condiciones en las que los trabajadores descansan –amontonados en comedores y dormitorios compartidos– han sido inadecuadas y, por lo tanto, han facilitado la propagación del covid-19, provocando que, hasta febrero de este año, un total de 472 empleados y 13 contratados fallecieran.

Los accidentes –como el de hoy y los que menciono en este texto–, los riesgos ambientales y la ineficiencia en la producción son –todos– consecuencias acumuladas durante muchos años. Podemos constatarlo: no hay un cambio de tendencia. Tan es así que la pregunta obligada vuelve, una vez más, a las prioridades del gobierno federal: si Pemex tiene semejante necesidad de recursos e inversiones para modernizarse, ¿por qué la gran apuesta es construir una nueva refinería?, ¿por qué se está comprando una más en Texas, mientras ocurre un incendio en plena sonda de Campeche?

 

Mi agradecimiento a la Universidad de Yale y su Fox International Fellowship por contribuir a la realización de este trabajo.

 

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