El albañil de ruinas arqueológicas a la espera de volver a Kulubá

El albañil de ruinas arqueológicas a la espera de volver a Kulubá

Santos Cruz Sierra es albañil de ruinas arqueológicas y la pandemia lo dejó desempleado hace meses. Ha pasado buena parte del año esperando la llamada de un arqueólogo con la noticia de que puede volver a Kulubá, ciudad maya en la que dejó cosas pendientes.

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Desde que Santos Cruz Sierra regresó a casa, a finales de marzo, se ha dedicado a buscar trabajo. Ya no importa si es de construcción, en el campo o de limpieza.Con que nos dé para salir, con eso, porque el dinero ya se acabó”, la voz áspera de Santos, de 67 años, es interrumpida por su propia risa, ronca y contagiosa que, a pesar de lo que narra, deja una sensación de ligereza.

En Oxkutzcab, municipio al sur del estado de Yucatán, lugar donde vive Santos y su familia, la cotidianidad se ha alborotado por la pandemia y la industria de la construcción es de las más afectadas. Aquí se consigue chamba para construir gracias a las remesas”, comenta el albañil maya. Te buscan pa’ ponerles una barda, agregarles un cuarto o un piso, para hacer cualquier arreglo. Pero ahora los familiares que se fueron pal otro lado se quedaron sin trabajo y usan el dinero que enviaban para poder sobrevivir allá”. El trabajo para él y para muchos otros se frenó de tajo.

La crisis se siente en todo el pueblo y arreció con el diluvio de junio pasado, provocado por la tormenta tropical Cristóbal”. La lluvia de cinco días se llevó árboles, bardas, carros, muebles, ganado y años de trabajo. Tras la tormenta, el deslave derrumbó parte de  los cerros hacia las colonias centrales de Oxkutzcab. “El agua llega hasta los hombros de las personas e incluso hay a quienes les llega hasta el cuello”, señaló el diario La Verdad, en su edición del 4 de junio.

La familia Cruz salió bien librada de esta inundación histórica. Su casa y su parcela se encuentran en la zona alta del pueblo y aunque sí se les echó a perder la cosecha y murieron algunas plantas, el agua siguió corriendo cerro abajo. Su propiedad no se dañó, pero el trabajo escaseó aún más y el poco dinero que quedaba se terminó.

La presión fue subiendo conforme pasaron los días, y la pandemia —tan restrictiva en Yucatán— no terminaba. Seguimos buscando qué hacer. Hay que conservar la fe y la paciencia. Aguantar hasta que se vaya la enfermedad y la llamada del arqueólogo llegue”.

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