Huitzizilapan: Oda a los guardianes del bosque otomí

Oda a los guardianes del bosque

El pueblo otomí de Huitzizilapan defiende a capa y espada un bosque atrapado entre Toluca y la Ciudad de México.

Tiempo de lectura: 7 minutos

Mientras en gran parte del territorio nacional el PRI lo perdía casi todo, en el pueblo de Huitzizilapan, del municipio de Lerma en el Estado de México, la elección del 1 de julio de 2018 no generó demasiada expectativa, pues todo apuntaba a que Jaime Cervantes, el presidente municipal por PRI, se reelegiría sin demasiada competencia para un periodo adicional de tres años. La reforma político-electoral de 2014 trajo la reelección de regreso, tanto a nivel federal para legisladores, como a nivel local, en congresos y presidencias municipales.

El pueblo otomí de Huitzizilapan está compuesto por doce barrios que se rigen por el sistema de usos y costumbres, y tienen con la presidencia municipal una relación distante, que en realidad preferirían no tener. De parte del gobierno municipal les llega, muy de vez en cuando, material para construir alguna escuela, que ellos levantan con mano de obra propia; o la noticia de que les construirán otra cancha de basquetbol que ni necesitan, ni solicitaron, pero que les venden como una gran idea, pues esta vez será techada. Eso, cuando son “buenas noticias”, pero de cuando en cuando les llegan también amenazas en forma de obras públicas que traerán “progreso”, una palabra que han aprendido a temer porque suele usarse para disfrazar proyectos que ponen peligro lo que más cuidan: la tierra, los árboles, el aire y el agua.

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El pueblo otomí de Huitzizilapan tiene entre 12 mil y 15 mil habitantes.

El panteón de Huitzizilpan tiene un nombre en otomí, que el gobierno quiso renombrar en español, como una forma de reclamar control sobre su operación. El pueblo demandó que por respeto a sus usos y costumbres, el panteón conservara su nombre y organización tradicional. “Si lo que quieren es un panteón de pueblo indígena, les voy a mandar vasijas, en vez de material de construcción”, fue la respuesta del secretario del ayuntamiento, según recuerda José Antonio Lara, abogado del Centro de Derechos Humanos Zeferino Ladrillero. “La declaración es un botón de muestra de la carga de racismo y desprecio que hay en el gobierno municipal hacia estas comunidades”, dice Lara en entrevista telefónica.

“Huitzizilapan es un bastión de la defensa del agua, el territorio y la cultura, y son un hueso muy duro de roer si se tratan de meter a sus tierras”, afirma. Para ellos eso del progreso no significa nada. Lo único que quieren y defienden a capa y espada es que los dejen en paz. Que les permitan organizarse política y económicamente como lo han hecho desde hace siglos, bajo las reglas comunitarias que los han colocado como un emblema de la lucha indígena a nivel nacional. Pero Huitzizilapan no la tiene fácil, está atrapado en el estado más corrupto de todos (hoy uno de los pocos bastiones priistas que quedan), y entre dos monstruos urbanos que avanzan como torbellinos: Toluca y la Ciudad de México. Además, el suyo es un territorio privilegiado: el espléndido bosque Otomí-Mexica con sus valiosas cuencas de agua, que comparten con Xochicuautla, Santa Cruz Ayotuxco y Tlalmimilolpan y que hasta el momento han logrado proteger, pero está en constante riesgo de desaparecer.

En Huitzizilapan los otomíes son dueños, no sólo de sus casas y los terrenos donde están construidas, sino este inmenso bosque, que está cerca de las 2,800 hectáreas, y que el gobierno ha reconocido siempre, aunque a regañadientes, como territorio de pueblos originarios. Si está vivo, es solamente por eso. De no estar bajo el resguardo de los indígenas, seguramente habría dejado de existir hace mucho tiempo. También son dueños del agua, que llevan a sus casas con infraestructura propia, y para su adecuado manejo han creado instituciones especiales.

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