Los Kempes: el montaje de una banda de secuestradores – Gatopardo

Libertad robada. El montaje de una banda de secuestradores

Sin órdenes de aprehensión ni apego a los derechos humanos, hace 18 años detuvieron a seis hombres inocentes bajo la acusación de secuestro, delitos contra la salud y delincuencia organizada. Su detención se presentó como un éxito de la procuración de justicia en México. En un sistema judicial fallido, su suerte estaba echada. La batalla judicial de los presuntos Kempes sigue en curso. Sus familiares ya no solo claman por la libertad, sino porque se haga justicia.

 

 

Seis hombres con trabajos y vidas comunes comparten una misma historia: un funcionario, un empleado de la Comisión Nacional del Agua, un asesor de afores y tarjetas de crédito, un demostrador en un supermercado y dos actores en ciernes que se ganan la vida como extras en la televisión. La policía del estado de Tlaxcala, en México, los detiene a todos ellos, acusados de conformar una banda de secuestradores.

Aunque fiel a los hechos, este inicio es insuficiente. Si siguiéramos el registro de los periódicos, esta historia comenzaría el 16 de agosto de 2002: “La Unidad Especializada en Delincuencia Organizada, en coordinación con autoridades estatales, capturó en el Estado de México a seis integrantes de la banda de secuestradores ‘Los Kempes’, a los cuales se les atribuyen al menos dos plagios que cotizaron en 12 millones de pesos cada uno”, publicó el diario Reforma —y los medios que cubrieron el caso—, una historia que presentaron como un triunfo de la procuración de justicia en México. Pero se dejaron de lado “detalles” cruciales, como que ninguno de los acusados estuvo en Tlaxcala durante los secuestros o que su residencia y actividades no tenían nexo alguno con la entidad federativa que los acusaba.

Para los diarios, fue un caso resuelto: la policía logra atrapar a “los malos”. Pero este principio es falso, más cercano a la ficción que al periodismo, porque las autoridades obtuvieron las pruebas con las que sustentaron el caso mediante tortura y falsificaciones o, directamente, las fabricaron. Para contar la historia de estos seis hombres, José María, Sergio, Jorge, Hugo, Ricardo y Oswaldo, a quienes el gobierno les destrozó la vida, al detenerlos sin órdenes de aprehensión ni apego a sus derechos humanos, debemos empezar por el origen de los hechos.

Es el 13 de agosto de 2002. Oswaldo Rodríguez sale de su casa a las ocho de la mañana, como todos los días, en compañía de su novia Miriam. Caminan rumbo al metro Tecnológico (hoy, estación Ecatepec) para ir a sus respectivas obligaciones. Oswaldo tiene 21 años; por las mañanas, estudia la preparatoria en un colegio privado y, por las tardes, trabaja en el área de ventas de una empresa telefónica para pagarse los estudios. La colegiatura le cuesta bastante y eso provoca que interrumpa constantemente su formación. Ha pasado la mayor parte de su vida en San Cristóbal Ecatepec, un municipio del Estado de México, al norte de la Ciudad de México, donde vive junto con su padre, Sergio, y su madre, Martha. Pero esa mañana, al llegar a la estación, cuatro individuos vestidos de civil los detienen y les piden sus documentos, argumentando que son policías y que se trata de una revisión de rutina. Uno de los hombres somete a Oswaldo, con pistola en mano, y lo amenaza.

—¡Te andábamos buscando! ¡Dile a esta hija de puta que se vaya o se la carga la chingada! —gritan, lo sacan de la estación y lo suben a un Tsuru blanco.

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