Tultepec: entre la tradición y la tragedia

Tultepec: entre la tradición y la tragedia

La pirotecnia es una tradición y un negocio de más de cien años que se enfrenta a las cifras de muertos y heridos causados por las frecuentes explosiones.

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El municipio de Tultepec en Estado de México podría parecer la estampa de cualquier otro pueblo del país. Ahí en su plaza central, donde se eleva una iglesia y un palacio municipal, algunos adolescentes aún con el uniforme de la escuela se sientan en bancas frente al kiosko para ver pasar la tarde. Durante estos días en que las camionetas del ejército y la policía catean casas y negocios en busca de pólvora, la gente es cuidadosa de hablar sobre la tradición, la tragedia y la principal actividad económica de Tultepec: la pirotecnia.

La mañana del 5 de julio explotó un taller de pólvora ubicado en La Saucera —un polvorin— ubicado a diez minutos del centro histórico de Tultepec. Un fuerte olor a pólvora y una nube gris que podía verse por todas partes del pueblo, llamaron la atención de bomberos, policías y locales que con su celular intentaron captar el acontecimiento. Mientras los bomberos del municipio vecino buscaban heridos y dirigían sus mangueras a las bodegas, dos explosiones más sorprendieron a los presentes y a los curiosos. La Secretaría de Seguridad del Estado de México (SSEM) reportó 24 muertos y 49 lesionados.  Fue la sexta vez en este año que Tultepec se enfrentaba al luto de la pólvora y a sus consecuencias.

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Durante la feria de Tultepec las personas celebran entre toros pirotécnicos. Fotografías de Munuel Velasquez / Getty Images

Don Gustavo, que se dedica a bolear zapatos en el parque del centro, dice en un murmullo que “para conseguir cohete, hay que ir a la calle Cinco de Mayo”, pero advierte mientras hojea el periódico sin verlo que “después de lo que pasó en La Saucera está muy complicado que los coheteros quieran vender o dar información”. Sobre la angosta calle Cinco de Mayo —como la mayoría de las calles de Tultepec— los lugares que Don Gustavo señaló como tiendas de pirotecnia tienen las puertas cerradas y las cortinas abajo, analizando tal vez su futuro en el negocio, que en todo Tultepec genera cerca de 300 millones de pesos anuales.

Israel llegó a la pirotecnia hace diez años, pero no es una tradición desconocida para él. Su padre, su abuelo y más tarde sus cuñados vendieron fuegos artificiales y efectos de luces para bodas y fiestas de quinceaños. Con la mirada seria y una risa casual, Israel que apenas cumplió 30, explica que “eso no solucionaba su necesidad económica, pero lo ayudaba bastante”. Incluso su madre, que guardaba costales de pólvora debajo de la cama, sigue vendiendo bolsas plásticas llenas de cohetones que fabrica mientras ve televisión y que sella con la flama de una vela.

Israel recuerda que quizá su primer acercamiento con la pirotecnia fue haber ido cargado en los de hombros de su padre a la fiesta de San Juan de Dios cuando tenía 5 años; ese día —el 8 de marzo— todos los barrios y colonias de Tultepec bajan hacia la iglesia principal “para agradecerle al santo patrono de los coheteros que les preste vida para seguir chambeando.”   En tiempos recientes, la fiesta que tiene más de cien años, exhibe la creatividad de los participantes, que ya no fabrican solo toros, si no enormes figuras de minotauro y otras igual de grandes con la forma de personajes de caricatura como Coyote y el Correcaminos. También queman castillos y hacen un show donde los fuegos artificiales explotan al ritmo de la música. Israel cuenta que en la fiesta pasada los vecinos del barrio La Piedad gastaron cerca de 30 mil pesos para hacer un toro de ocho metros de altura. Más alto que muchas de las casas que hay en Tultepec.

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