El viaje de escribir: Franz, García Marinozzi y Nooteboom
Escritores como Cees Nooteboom, Gastón García Marinozzi y Carlos Franz hablan sobre los viajes que cambiaron sus vidas.
Desde los tiempos de Odiseo en busca de la anhelada Ítaca, el viaje ha sido uno de los motores más importantes de la literatura. Un recurso mil veces utilizado y revisitado, pero que no por eso ha dejado de ofrecer miradas provocadoras. El viaje es el pretexto, por ejemplo, con el que Claudia Piñeiro arranca su más reciente novela Una suerte pequeña (Alfaguara), cuando su personaje María Elena va volando de regreso a su natal Argentina. El viaje se vuelve a visitar en Formas de evasión de Felipe Restrepo (Seix Barral), su primera novela, en la búsqueda de Víctor Umaña quien gusta de desaparecer sin dejar rastro. Será que el viaje es una coincidencia, acaso sorprendente, entre muchos trabajos de ficción.
Así lo charlaron Carlos Franz y Gastón García Marinozzi, quienes compartieron juntos el podio la tarde el jueves en el Teatro de la Ciudad, durante el primer día de actividades del Hay Festival Querétaro. Franz, ganador de la II Bienal de Novela Mario Vargas Llosa y miembro de la Academia Chilena de la Lengua, escribe en Si te vieras con mis ojos (Alfaguara) un triángulo amoroso en Chile a finales del siglo XIX, con protagonistas basados en personajes reales de la Historia Universal. “Es una novela que tiene un aspecto de novela de desarraigo, de aventura. El protagonista es un pintor viajero que va registrando cosas nuevas de su vida mientras viaja”, dijo en una conversación con Pablo Duarte. “Escribir es un juego entretenido, tiene sus reglas, pero sobre todo, se requiere serle fiel a la historia”.
El escritor y periodista argentino radicado en México, Gastón García Marinozzi, se ha aventurado en un viaje que combina el periodismo con la road novel en su primera incursión en la ficción. Viaje al fin de la memoria es una novela protagonizada por periodistas dedicados a la investigación, “aventureros que salen a la vida”. Su protagonista “es un periodista mexicano nacido en Argentina, que el 11 de septiembre tiene que ir a cubrir Nueva York, y se va en coche puesto que no ha encontrado vuelos”, dice. Es una novela que narra el viaje terrenal de la infancia al presente, una especie de aventura que va a dos vías, “uno, el del pasado, y el otro, lo que se va encontrar en Nueva York”. Para García Marinozzi, hablar del 11 de septiembre era importante, pues fue el primer suceso icónico del siglo XXI.
Para el holandés Cees Noteboom, sin embargo, el viaje ha sido determinante en su producción periodística y literaria. No hubiera escrito tantos libros de viajes, si no hubiera viajado por América Latina. Nooteboom lleva viajando desde los 17 años y no ha parado. “La primera vez que salí de Europa fue en 1957 y me enamoré de una chica de Surinam, al otro lado del mundo, que tenía 18 años y su papá era dueño de una compañía de navieros. Viajar fue el comienzo de mi vida profesional, he escrito muchos libros de viajes, pero también novelas y poesía”, dice.
Nooteboom es un eterno candidato al Premio Nobel, pues su nombre suena año con año, aunque su obra ha sido dominada por el ensayo y los libros de viajes. En su novela El caballero ha muerto (Siruela) contó la historia de un escritor que viaja a una isla mediterránea para reencontrar el sentido de su inspiración y se encuentra con un grupo de extravagantes artistas y un amor borrascoso.
“Mi método de viaje es ir sin plan, hacer autostops, porque nunca sabes si llegarás a la meta, si te gustarán los desvíos. Yo escribí de España, quince años de viajes por España, y la viajé así, sin plan”, dijo mientras lo entrevistaba Xavier Ayén en el Teatro de la Ciudad. Ayén aseguró que Nooteboom hacía la crónica mucho antes que se pusiera de moda en América Latina, convirtiéndose en un pionero del género. “No hay diferencia para mí entre escribir como escritor o periodista de viajes. En 1968, tras los sucesos de París, escribí todo lo que vi, luego lo publicaron como reportaje. Los verdaderos reporteros escriben de cosas verdaderas. Yo preferí escribir detrás de la multitud, cosas pequeñas, que los demás no quieren ver o no pueden”, dice.
A sus 83, y tras innumerables viajes, Nooteboom dice que está transcribiendo sus viejos diarios de viajes escritos a mano. Lleva como trescientos mil caracteres. Los publicará póstumamente porque “son demasiados enemigos para tenerlos ahora”, remató.
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