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Daniel Buren se hizo famoso por intervenir espacios con franjas de colores. Ahora, en México, realizó una obra pública permanente afuera de un complejo comercial.

En los años sesenta se desarrolló una lucha aguerrida contra los valores tradicionales del arte: muchos buscaban desmaterializarlo hasta reducirlo a sus elementos más fundamentales, a su idea, echando por tierra muchos valores, especialmente asociados con la pintura, como la estética, la técnica o su misticismo.Por eso resulta interesante que Daniel Buren, artista francés nacido en Bolonia-Billancourt en 1938, hubiera elegido precisamente la pintura como su estrategia para derribar a la pintura misma. Su trabajo consta de franjas verticales de 8.7 centímetros de grosor, una pintura atípica que no se permite ser explicada por el lenguaje del arte mismo. Debido a que el objetivo de Buren es rebasar a la pintura misma, por eso sus franjas —pintadas manualmente sobre lienzo— muy pronto cedieron ante otros medios como pósteres, pendones o banderas fabricadas industrialmente, hasta grandes murales que le permiten intervenir distintos espacios dentro y fuera de un museo o galería, como ha trabajado ininterrumpidamente desde entonces.

“A pesar de que Daniel empezó pintando, después él mismo se dio cuenta de que no era un medio que le fuera suficiente para llegar a las conclusiones que le interesaban”, dice Mauricio Galguera, director de la Galería Hilario Galguera, representante de la obra del artista en el país. Aceptó esta entrevista a propósito del más reciente proyecto de Buren en México, una instalación permanente titulada De la rotonda a la fuente. 5 colores para México, trabajo in situ. México 2018. Homenaje al arquitecto Manuel Tolsá. Se trata de una estructura circular de diez metros de alto en la que, además de sus características franjas, utilizó otros motivos visuales como una serie de ventanales rectangulares rojos, amarillos, azules, naranjas y verdes.Lo interesante de esta obra es la idea del “trabajo in situ”, un concepto que ha guiado a Buren desde el inicio de su carrera. Según él, al insertar elementos tan inocuos como sus franjas, el espectador cuestiona su presencia en el espacio y se pregunta: ¿qué es esto?, ¿por qué está aquí?, con lo que se vuelve consciente de sus contextos políticos o institucionales. ¿Por qué esto es arte?, ¿lo sería si estuviera en otro lado?..., se pregunta el espectador como parte de reconocer a fondo las características de cada sitio, entre ellas su arquitectura.[caption id="attachment_212348" align="aligncenter" width="715"]

Daniel Buren CDMX, pabellón

Photo-souvenir. De la rotonda a la fuente. 5 colores para México, trabajo in situ (2018). Artz Pedregal, Ciudad de México[/caption]

“Los proyectos que Buren realizaba en los sesenta hablaban de una idea muy política de la democratización del arte, de nuevas metodologías para llevarlo más allá del museo y expandir la noción de arte que tiene el público en los espacios en los que vive”, comenta Galguera en entrevista. “Hoy sus piezas tienen una enorme referencia a lo arquitectónico. Lo que me pareció interesante en esta pieza son las proporciones de la obra, el número de ventanas, la dimensión de cada columna y los trabes que hacen un eco y tienen una relación armoniosa con el espacio que rodea.”

Emplazada en una fuente, la instalación se transforma dependiendo la hora: en el día funciona como un reloj solar que despliega una estela de colores sobre el agua; en la noche, acompañada de iluminación artificial, relumbra como un candelabro cuyo reflejo nunca se está quieto. Buren partió desde una particular admiración por la arquitectura mexicana, según explica Galguera: “Él es un artista con una enorme devoción por los arquitectos del pasado que tuvieron una noción histórica, una responsabilidad en la creación de espacios para el Estado. Él vino a este país en los años cincuenta y uno de los mayores shocks que se llevó fue ver cómo los muralistas habían tenido la capacidad de activar espacios arquitectónicos con fines políticos y sociales, tal como él hace a través de su obra”.

***

También te puede interesar:

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Ciencia y arte como ventanas para ver el mundo

El ojo extraterrestre

***

Ahí radica la importancia de la Ciudad de México, una urbe que vive su arquitectura en un diálogo constante entre pasado y presente en el que Buren busca insertarse. Hay que considerar la locación de esta obra: la entrada principal del complejo comercial e inmobiliario Artz Pedregal, desarrollado por Sordo Madaleno Arquitectos, inaugurado el pasado mes de marzo.

Enclavado al sur de la ciudad, este proyecto representa un doble reto: crear un espacio propicio para experimentar el arte en un lugar como una plaza comercial y, principalmente, formar un nuevo público en una zona alejada de las grandes obras de arte público.

[caption id="attachment_212353" align="aligncenter" width="715"]

Daniel Buren CDMX, La fuente a los arcos para un doble fris

Photo-souvenir. La fuente a los arcos para un doble fris, trabajo in situ (2010-2014). Hospicio Cabañas, Guadalajara, Jalisco[/caption]

“Creo que es común que en México se espere que las obras, sobre todo de artistas de esta trayectoria, estén en espacios premeditados para el arte, legitimados de forma institucional. Creo que hay una parte de responsabilidad del coleccionista de adquirir piezas para compartirlas, para que cualquiera las viva, para que la experiencia de ir a un espacio comercial cambie y pueda enriquecerla con una obra de arte importante. Creo que ese es el primer paso para generar un nuevo público”, concluye Galguera sobre el verdadero y último propósito de obras como ésta: transformar el espacio a su alrededor en todos los sentidos.

[caption id="attachment_212354" align="aligncenter" width="334"]

Daniel Buren, La capilla, a todos colores, recortada, trabajo in situ

Photo-souvenir. La capilla, a todos colores, recortada, trabajo in situ (2010-2014). Hospicio Cabañas, Guadalajara, Jalisco[/caption]

De la rotonda a la fuente. 5 colores paraMéxico, trabajo in situ. México 2018. Homenaje al arquitecto Manuel Tolsá

Artz Pedregal

Anillo Periférico 3720, Jardines del Pedregal, Ciudad de México

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Daniel Buren se hizo famoso por intervenir espacios con franjas de colores. Ahora, en México, realizó una obra pública permanente afuera de un complejo comercial.

En los años sesenta se desarrolló una lucha aguerrida contra los valores tradicionales del arte: muchos buscaban desmaterializarlo hasta reducirlo a sus elementos más fundamentales, a su idea, echando por tierra muchos valores, especialmente asociados con la pintura, como la estética, la técnica o su misticismo.Por eso resulta interesante que Daniel Buren, artista francés nacido en Bolonia-Billancourt en 1938, hubiera elegido precisamente la pintura como su estrategia para derribar a la pintura misma. Su trabajo consta de franjas verticales de 8.7 centímetros de grosor, una pintura atípica que no se permite ser explicada por el lenguaje del arte mismo. Debido a que el objetivo de Buren es rebasar a la pintura misma, por eso sus franjas —pintadas manualmente sobre lienzo— muy pronto cedieron ante otros medios como pósteres, pendones o banderas fabricadas industrialmente, hasta grandes murales que le permiten intervenir distintos espacios dentro y fuera de un museo o galería, como ha trabajado ininterrumpidamente desde entonces.

“A pesar de que Daniel empezó pintando, después él mismo se dio cuenta de que no era un medio que le fuera suficiente para llegar a las conclusiones que le interesaban”, dice Mauricio Galguera, director de la Galería Hilario Galguera, representante de la obra del artista en el país. Aceptó esta entrevista a propósito del más reciente proyecto de Buren en México, una instalación permanente titulada De la rotonda a la fuente. 5 colores para México, trabajo in situ. México 2018. Homenaje al arquitecto Manuel Tolsá. Se trata de una estructura circular de diez metros de alto en la que, además de sus características franjas, utilizó otros motivos visuales como una serie de ventanales rectangulares rojos, amarillos, azules, naranjas y verdes.Lo interesante de esta obra es la idea del “trabajo in situ”, un concepto que ha guiado a Buren desde el inicio de su carrera. Según él, al insertar elementos tan inocuos como sus franjas, el espectador cuestiona su presencia en el espacio y se pregunta: ¿qué es esto?, ¿por qué está aquí?, con lo que se vuelve consciente de sus contextos políticos o institucionales. ¿Por qué esto es arte?, ¿lo sería si estuviera en otro lado?..., se pregunta el espectador como parte de reconocer a fondo las características de cada sitio, entre ellas su arquitectura.[caption id="attachment_212348" align="aligncenter" width="715"]

Daniel Buren CDMX, pabellón

Photo-souvenir. De la rotonda a la fuente. 5 colores para México, trabajo in situ (2018). Artz Pedregal, Ciudad de México[/caption]

“Los proyectos que Buren realizaba en los sesenta hablaban de una idea muy política de la democratización del arte, de nuevas metodologías para llevarlo más allá del museo y expandir la noción de arte que tiene el público en los espacios en los que vive”, comenta Galguera en entrevista. “Hoy sus piezas tienen una enorme referencia a lo arquitectónico. Lo que me pareció interesante en esta pieza son las proporciones de la obra, el número de ventanas, la dimensión de cada columna y los trabes que hacen un eco y tienen una relación armoniosa con el espacio que rodea.”

Emplazada en una fuente, la instalación se transforma dependiendo la hora: en el día funciona como un reloj solar que despliega una estela de colores sobre el agua; en la noche, acompañada de iluminación artificial, relumbra como un candelabro cuyo reflejo nunca se está quieto. Buren partió desde una particular admiración por la arquitectura mexicana, según explica Galguera: “Él es un artista con una enorme devoción por los arquitectos del pasado que tuvieron una noción histórica, una responsabilidad en la creación de espacios para el Estado. Él vino a este país en los años cincuenta y uno de los mayores shocks que se llevó fue ver cómo los muralistas habían tenido la capacidad de activar espacios arquitectónicos con fines políticos y sociales, tal como él hace a través de su obra”.

***

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Enclavado al sur de la ciudad, este proyecto representa un doble reto: crear un espacio propicio para experimentar el arte en un lugar como una plaza comercial y, principalmente, formar un nuevo público en una zona alejada de las grandes obras de arte público.

[caption id="attachment_212353" align="aligncenter" width="715"]

Daniel Buren CDMX, La fuente a los arcos para un doble fris

Photo-souvenir. La fuente a los arcos para un doble fris, trabajo in situ (2010-2014). Hospicio Cabañas, Guadalajara, Jalisco[/caption]

“Creo que es común que en México se espere que las obras, sobre todo de artistas de esta trayectoria, estén en espacios premeditados para el arte, legitimados de forma institucional. Creo que hay una parte de responsabilidad del coleccionista de adquirir piezas para compartirlas, para que cualquiera las viva, para que la experiencia de ir a un espacio comercial cambie y pueda enriquecerla con una obra de arte importante. Creo que ese es el primer paso para generar un nuevo público”, concluye Galguera sobre el verdadero y último propósito de obras como ésta: transformar el espacio a su alrededor en todos los sentidos.

[caption id="attachment_212354" align="aligncenter" width="334"]

Daniel Buren, La capilla, a todos colores, recortada, trabajo in situ

Photo-souvenir. La capilla, a todos colores, recortada, trabajo in situ (2010-2014). Hospicio Cabañas, Guadalajara, Jalisco[/caption]

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Daniel Buren se hizo famoso por intervenir espacios con franjas de colores. Ahora, en México, realizó una obra pública permanente afuera de un complejo comercial.

En los años sesenta se desarrolló una lucha aguerrida contra los valores tradicionales del arte: muchos buscaban desmaterializarlo hasta reducirlo a sus elementos más fundamentales, a su idea, echando por tierra muchos valores, especialmente asociados con la pintura, como la estética, la técnica o su misticismo.Por eso resulta interesante que Daniel Buren, artista francés nacido en Bolonia-Billancourt en 1938, hubiera elegido precisamente la pintura como su estrategia para derribar a la pintura misma. Su trabajo consta de franjas verticales de 8.7 centímetros de grosor, una pintura atípica que no se permite ser explicada por el lenguaje del arte mismo. Debido a que el objetivo de Buren es rebasar a la pintura misma, por eso sus franjas —pintadas manualmente sobre lienzo— muy pronto cedieron ante otros medios como pósteres, pendones o banderas fabricadas industrialmente, hasta grandes murales que le permiten intervenir distintos espacios dentro y fuera de un museo o galería, como ha trabajado ininterrumpidamente desde entonces.

“A pesar de que Daniel empezó pintando, después él mismo se dio cuenta de que no era un medio que le fuera suficiente para llegar a las conclusiones que le interesaban”, dice Mauricio Galguera, director de la Galería Hilario Galguera, representante de la obra del artista en el país. Aceptó esta entrevista a propósito del más reciente proyecto de Buren en México, una instalación permanente titulada De la rotonda a la fuente. 5 colores para México, trabajo in situ. México 2018. Homenaje al arquitecto Manuel Tolsá. Se trata de una estructura circular de diez metros de alto en la que, además de sus características franjas, utilizó otros motivos visuales como una serie de ventanales rectangulares rojos, amarillos, azules, naranjas y verdes.Lo interesante de esta obra es la idea del “trabajo in situ”, un concepto que ha guiado a Buren desde el inicio de su carrera. Según él, al insertar elementos tan inocuos como sus franjas, el espectador cuestiona su presencia en el espacio y se pregunta: ¿qué es esto?, ¿por qué está aquí?, con lo que se vuelve consciente de sus contextos políticos o institucionales. ¿Por qué esto es arte?, ¿lo sería si estuviera en otro lado?..., se pregunta el espectador como parte de reconocer a fondo las características de cada sitio, entre ellas su arquitectura.[caption id="attachment_212348" align="aligncenter" width="715"]

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“Los proyectos que Buren realizaba en los sesenta hablaban de una idea muy política de la democratización del arte, de nuevas metodologías para llevarlo más allá del museo y expandir la noción de arte que tiene el público en los espacios en los que vive”, comenta Galguera en entrevista. “Hoy sus piezas tienen una enorme referencia a lo arquitectónico. Lo que me pareció interesante en esta pieza son las proporciones de la obra, el número de ventanas, la dimensión de cada columna y los trabes que hacen un eco y tienen una relación armoniosa con el espacio que rodea.”

Emplazada en una fuente, la instalación se transforma dependiendo la hora: en el día funciona como un reloj solar que despliega una estela de colores sobre el agua; en la noche, acompañada de iluminación artificial, relumbra como un candelabro cuyo reflejo nunca se está quieto. Buren partió desde una particular admiración por la arquitectura mexicana, según explica Galguera: “Él es un artista con una enorme devoción por los arquitectos del pasado que tuvieron una noción histórica, una responsabilidad en la creación de espacios para el Estado. Él vino a este país en los años cincuenta y uno de los mayores shocks que se llevó fue ver cómo los muralistas habían tenido la capacidad de activar espacios arquitectónicos con fines políticos y sociales, tal como él hace a través de su obra”.

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Ahí radica la importancia de la Ciudad de México, una urbe que vive su arquitectura en un diálogo constante entre pasado y presente en el que Buren busca insertarse. Hay que considerar la locación de esta obra: la entrada principal del complejo comercial e inmobiliario Artz Pedregal, desarrollado por Sordo Madaleno Arquitectos, inaugurado el pasado mes de marzo.

Enclavado al sur de la ciudad, este proyecto representa un doble reto: crear un espacio propicio para experimentar el arte en un lugar como una plaza comercial y, principalmente, formar un nuevo público en una zona alejada de las grandes obras de arte público.

[caption id="attachment_212353" align="aligncenter" width="715"]

Daniel Buren CDMX, La fuente a los arcos para un doble fris

Photo-souvenir. La fuente a los arcos para un doble fris, trabajo in situ (2010-2014). Hospicio Cabañas, Guadalajara, Jalisco[/caption]

“Creo que es común que en México se espere que las obras, sobre todo de artistas de esta trayectoria, estén en espacios premeditados para el arte, legitimados de forma institucional. Creo que hay una parte de responsabilidad del coleccionista de adquirir piezas para compartirlas, para que cualquiera las viva, para que la experiencia de ir a un espacio comercial cambie y pueda enriquecerla con una obra de arte importante. Creo que ese es el primer paso para generar un nuevo público”, concluye Galguera sobre el verdadero y último propósito de obras como ésta: transformar el espacio a su alrededor en todos los sentidos.

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Daniel Buren se hizo famoso por intervenir espacios con franjas de colores. Ahora, en México, realizó una obra pública permanente afuera de un complejo comercial.

En los años sesenta se desarrolló una lucha aguerrida contra los valores tradicionales del arte: muchos buscaban desmaterializarlo hasta reducirlo a sus elementos más fundamentales, a su idea, echando por tierra muchos valores, especialmente asociados con la pintura, como la estética, la técnica o su misticismo.Por eso resulta interesante que Daniel Buren, artista francés nacido en Bolonia-Billancourt en 1938, hubiera elegido precisamente la pintura como su estrategia para derribar a la pintura misma. Su trabajo consta de franjas verticales de 8.7 centímetros de grosor, una pintura atípica que no se permite ser explicada por el lenguaje del arte mismo. Debido a que el objetivo de Buren es rebasar a la pintura misma, por eso sus franjas —pintadas manualmente sobre lienzo— muy pronto cedieron ante otros medios como pósteres, pendones o banderas fabricadas industrialmente, hasta grandes murales que le permiten intervenir distintos espacios dentro y fuera de un museo o galería, como ha trabajado ininterrumpidamente desde entonces.

“A pesar de que Daniel empezó pintando, después él mismo se dio cuenta de que no era un medio que le fuera suficiente para llegar a las conclusiones que le interesaban”, dice Mauricio Galguera, director de la Galería Hilario Galguera, representante de la obra del artista en el país. Aceptó esta entrevista a propósito del más reciente proyecto de Buren en México, una instalación permanente titulada De la rotonda a la fuente. 5 colores para México, trabajo in situ. México 2018. Homenaje al arquitecto Manuel Tolsá. Se trata de una estructura circular de diez metros de alto en la que, además de sus características franjas, utilizó otros motivos visuales como una serie de ventanales rectangulares rojos, amarillos, azules, naranjas y verdes.Lo interesante de esta obra es la idea del “trabajo in situ”, un concepto que ha guiado a Buren desde el inicio de su carrera. Según él, al insertar elementos tan inocuos como sus franjas, el espectador cuestiona su presencia en el espacio y se pregunta: ¿qué es esto?, ¿por qué está aquí?, con lo que se vuelve consciente de sus contextos políticos o institucionales. ¿Por qué esto es arte?, ¿lo sería si estuviera en otro lado?..., se pregunta el espectador como parte de reconocer a fondo las características de cada sitio, entre ellas su arquitectura.[caption id="attachment_212348" align="aligncenter" width="715"]

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“Los proyectos que Buren realizaba en los sesenta hablaban de una idea muy política de la democratización del arte, de nuevas metodologías para llevarlo más allá del museo y expandir la noción de arte que tiene el público en los espacios en los que vive”, comenta Galguera en entrevista. “Hoy sus piezas tienen una enorme referencia a lo arquitectónico. Lo que me pareció interesante en esta pieza son las proporciones de la obra, el número de ventanas, la dimensión de cada columna y los trabes que hacen un eco y tienen una relación armoniosa con el espacio que rodea.”

Emplazada en una fuente, la instalación se transforma dependiendo la hora: en el día funciona como un reloj solar que despliega una estela de colores sobre el agua; en la noche, acompañada de iluminación artificial, relumbra como un candelabro cuyo reflejo nunca se está quieto. Buren partió desde una particular admiración por la arquitectura mexicana, según explica Galguera: “Él es un artista con una enorme devoción por los arquitectos del pasado que tuvieron una noción histórica, una responsabilidad en la creación de espacios para el Estado. Él vino a este país en los años cincuenta y uno de los mayores shocks que se llevó fue ver cómo los muralistas habían tenido la capacidad de activar espacios arquitectónicos con fines políticos y sociales, tal como él hace a través de su obra”.

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Enclavado al sur de la ciudad, este proyecto representa un doble reto: crear un espacio propicio para experimentar el arte en un lugar como una plaza comercial y, principalmente, formar un nuevo público en una zona alejada de las grandes obras de arte público.

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“Creo que es común que en México se espere que las obras, sobre todo de artistas de esta trayectoria, estén en espacios premeditados para el arte, legitimados de forma institucional. Creo que hay una parte de responsabilidad del coleccionista de adquirir piezas para compartirlas, para que cualquiera las viva, para que la experiencia de ir a un espacio comercial cambie y pueda enriquecerla con una obra de arte importante. Creo que ese es el primer paso para generar un nuevo público”, concluye Galguera sobre el verdadero y último propósito de obras como ésta: transformar el espacio a su alrededor en todos los sentidos.

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Daniel Buren, La capilla, a todos colores, recortada, trabajo in situ

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En los años sesenta se desarrolló una lucha aguerrida contra los valores tradicionales del arte: muchos buscaban desmaterializarlo hasta reducirlo a sus elementos más fundamentales, a su idea, echando por tierra muchos valores, especialmente asociados con la pintura, como la estética, la técnica o su misticismo.Por eso resulta interesante que Daniel Buren, artista francés nacido en Bolonia-Billancourt en 1938, hubiera elegido precisamente la pintura como su estrategia para derribar a la pintura misma. Su trabajo consta de franjas verticales de 8.7 centímetros de grosor, una pintura atípica que no se permite ser explicada por el lenguaje del arte mismo. Debido a que el objetivo de Buren es rebasar a la pintura misma, por eso sus franjas —pintadas manualmente sobre lienzo— muy pronto cedieron ante otros medios como pósteres, pendones o banderas fabricadas industrialmente, hasta grandes murales que le permiten intervenir distintos espacios dentro y fuera de un museo o galería, como ha trabajado ininterrumpidamente desde entonces.

“A pesar de que Daniel empezó pintando, después él mismo se dio cuenta de que no era un medio que le fuera suficiente para llegar a las conclusiones que le interesaban”, dice Mauricio Galguera, director de la Galería Hilario Galguera, representante de la obra del artista en el país. Aceptó esta entrevista a propósito del más reciente proyecto de Buren en México, una instalación permanente titulada De la rotonda a la fuente. 5 colores para México, trabajo in situ. México 2018. Homenaje al arquitecto Manuel Tolsá. Se trata de una estructura circular de diez metros de alto en la que, además de sus características franjas, utilizó otros motivos visuales como una serie de ventanales rectangulares rojos, amarillos, azules, naranjas y verdes.Lo interesante de esta obra es la idea del “trabajo in situ”, un concepto que ha guiado a Buren desde el inicio de su carrera. Según él, al insertar elementos tan inocuos como sus franjas, el espectador cuestiona su presencia en el espacio y se pregunta: ¿qué es esto?, ¿por qué está aquí?, con lo que se vuelve consciente de sus contextos políticos o institucionales. ¿Por qué esto es arte?, ¿lo sería si estuviera en otro lado?..., se pregunta el espectador como parte de reconocer a fondo las características de cada sitio, entre ellas su arquitectura.[caption id="attachment_212348" align="aligncenter" width="715"]

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“Los proyectos que Buren realizaba en los sesenta hablaban de una idea muy política de la democratización del arte, de nuevas metodologías para llevarlo más allá del museo y expandir la noción de arte que tiene el público en los espacios en los que vive”, comenta Galguera en entrevista. “Hoy sus piezas tienen una enorme referencia a lo arquitectónico. Lo que me pareció interesante en esta pieza son las proporciones de la obra, el número de ventanas, la dimensión de cada columna y los trabes que hacen un eco y tienen una relación armoniosa con el espacio que rodea.”

Emplazada en una fuente, la instalación se transforma dependiendo la hora: en el día funciona como un reloj solar que despliega una estela de colores sobre el agua; en la noche, acompañada de iluminación artificial, relumbra como un candelabro cuyo reflejo nunca se está quieto. Buren partió desde una particular admiración por la arquitectura mexicana, según explica Galguera: “Él es un artista con una enorme devoción por los arquitectos del pasado que tuvieron una noción histórica, una responsabilidad en la creación de espacios para el Estado. Él vino a este país en los años cincuenta y uno de los mayores shocks que se llevó fue ver cómo los muralistas habían tenido la capacidad de activar espacios arquitectónicos con fines políticos y sociales, tal como él hace a través de su obra”.

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Enclavado al sur de la ciudad, este proyecto representa un doble reto: crear un espacio propicio para experimentar el arte en un lugar como una plaza comercial y, principalmente, formar un nuevo público en una zona alejada de las grandes obras de arte público.

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En los años sesenta se desarrolló una lucha aguerrida contra los valores tradicionales del arte: muchos buscaban desmaterializarlo hasta reducirlo a sus elementos más fundamentales, a su idea, echando por tierra muchos valores, especialmente asociados con la pintura, como la estética, la técnica o su misticismo.Por eso resulta interesante que Daniel Buren, artista francés nacido en Bolonia-Billancourt en 1938, hubiera elegido precisamente la pintura como su estrategia para derribar a la pintura misma. Su trabajo consta de franjas verticales de 8.7 centímetros de grosor, una pintura atípica que no se permite ser explicada por el lenguaje del arte mismo. Debido a que el objetivo de Buren es rebasar a la pintura misma, por eso sus franjas —pintadas manualmente sobre lienzo— muy pronto cedieron ante otros medios como pósteres, pendones o banderas fabricadas industrialmente, hasta grandes murales que le permiten intervenir distintos espacios dentro y fuera de un museo o galería, como ha trabajado ininterrumpidamente desde entonces.

“A pesar de que Daniel empezó pintando, después él mismo se dio cuenta de que no era un medio que le fuera suficiente para llegar a las conclusiones que le interesaban”, dice Mauricio Galguera, director de la Galería Hilario Galguera, representante de la obra del artista en el país. Aceptó esta entrevista a propósito del más reciente proyecto de Buren en México, una instalación permanente titulada De la rotonda a la fuente. 5 colores para México, trabajo in situ. México 2018. Homenaje al arquitecto Manuel Tolsá. Se trata de una estructura circular de diez metros de alto en la que, además de sus características franjas, utilizó otros motivos visuales como una serie de ventanales rectangulares rojos, amarillos, azules, naranjas y verdes.Lo interesante de esta obra es la idea del “trabajo in situ”, un concepto que ha guiado a Buren desde el inicio de su carrera. Según él, al insertar elementos tan inocuos como sus franjas, el espectador cuestiona su presencia en el espacio y se pregunta: ¿qué es esto?, ¿por qué está aquí?, con lo que se vuelve consciente de sus contextos políticos o institucionales. ¿Por qué esto es arte?, ¿lo sería si estuviera en otro lado?..., se pregunta el espectador como parte de reconocer a fondo las características de cada sitio, entre ellas su arquitectura.[caption id="attachment_212348" align="aligncenter" width="715"]

Daniel Buren CDMX, pabellón

Photo-souvenir. De la rotonda a la fuente. 5 colores para México, trabajo in situ (2018). Artz Pedregal, Ciudad de México[/caption]

“Los proyectos que Buren realizaba en los sesenta hablaban de una idea muy política de la democratización del arte, de nuevas metodologías para llevarlo más allá del museo y expandir la noción de arte que tiene el público en los espacios en los que vive”, comenta Galguera en entrevista. “Hoy sus piezas tienen una enorme referencia a lo arquitectónico. Lo que me pareció interesante en esta pieza son las proporciones de la obra, el número de ventanas, la dimensión de cada columna y los trabes que hacen un eco y tienen una relación armoniosa con el espacio que rodea.”

Emplazada en una fuente, la instalación se transforma dependiendo la hora: en el día funciona como un reloj solar que despliega una estela de colores sobre el agua; en la noche, acompañada de iluminación artificial, relumbra como un candelabro cuyo reflejo nunca se está quieto. Buren partió desde una particular admiración por la arquitectura mexicana, según explica Galguera: “Él es un artista con una enorme devoción por los arquitectos del pasado que tuvieron una noción histórica, una responsabilidad en la creación de espacios para el Estado. Él vino a este país en los años cincuenta y uno de los mayores shocks que se llevó fue ver cómo los muralistas habían tenido la capacidad de activar espacios arquitectónicos con fines políticos y sociales, tal como él hace a través de su obra”.

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Ahí radica la importancia de la Ciudad de México, una urbe que vive su arquitectura en un diálogo constante entre pasado y presente en el que Buren busca insertarse. Hay que considerar la locación de esta obra: la entrada principal del complejo comercial e inmobiliario Artz Pedregal, desarrollado por Sordo Madaleno Arquitectos, inaugurado el pasado mes de marzo.

Enclavado al sur de la ciudad, este proyecto representa un doble reto: crear un espacio propicio para experimentar el arte en un lugar como una plaza comercial y, principalmente, formar un nuevo público en una zona alejada de las grandes obras de arte público.

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Daniel Buren CDMX, La fuente a los arcos para un doble fris

Photo-souvenir. La fuente a los arcos para un doble fris, trabajo in situ (2010-2014). Hospicio Cabañas, Guadalajara, Jalisco[/caption]

“Creo que es común que en México se espere que las obras, sobre todo de artistas de esta trayectoria, estén en espacios premeditados para el arte, legitimados de forma institucional. Creo que hay una parte de responsabilidad del coleccionista de adquirir piezas para compartirlas, para que cualquiera las viva, para que la experiencia de ir a un espacio comercial cambie y pueda enriquecerla con una obra de arte importante. Creo que ese es el primer paso para generar un nuevo público”, concluye Galguera sobre el verdadero y último propósito de obras como ésta: transformar el espacio a su alrededor en todos los sentidos.

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Daniel Buren, La capilla, a todos colores, recortada, trabajo in situ

Photo-souvenir. La capilla, a todos colores, recortada, trabajo in situ (2010-2014). Hospicio Cabañas, Guadalajara, Jalisco[/caption]

De la rotonda a la fuente. 5 colores paraMéxico, trabajo in situ. México 2018. Homenaje al arquitecto Manuel Tolsá

Artz Pedregal

Anillo Periférico 3720, Jardines del Pedregal, Ciudad de México

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