Jorge Volpi y las ficciones que nos hacen humanos

Las ficciones que nos hacen humanos

Del origen del universo a la adicción a las redes sociales, la historia del ser humano está sumergida en la ficción. El escritor de más de 20 obras habla del que considera su libro más importante: La invención de todas las cosas: Una historia de la ficción publicado en la editorial Alfaguara.

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Vivimos sorprendidos por los aportes diarios de la tecnología: televisiones, relojes, teléfonos, computadoras y demás objetos inteligentes que invaden nuestras vidas. El humano es una especie que, a lo largo de su existencia, se ha valido de la técnica para fabricar herramientas de piedra, metal o plástico, creando objetos tan filosos, cómodos o divertidos que, pensamos, este es el talento más poderoso del sapiens; pero hay otro invento, otra arma que no viene de la técnica, ni es tangible, aunque siempre está en nuestras vidas un fenómeno que surge en la imaginación y que ahí permanece: nuestra capacidad de inventar historias. Sobre esto es el más reciente libro La invención de todas las cosas de Jorge Volpi (Ciudad de México, 1968), con el subtítulo Breve historia de la ficción, en el que va del big bang a los feminismos y poscolonialismos, pasando por Cervantes, Shakespeare, Nietzsche y Dostoievski; por tan solo citar unos cuantos autores, en este exhaustivo e iluminador recorrido por la ficción.

Adán Ramírez Serret (ARS): Me emociona leer La invención de todas las cosas, pues ahí planteas que nuestro mundo está construido más que por la razón o la técnica, por la invención de ficciones. 

Jorge Volpi (JV): Exacto, sí. Los seres humanos para enfrentarse a la realidad, una realidad que, desde mi perspectiva, en efecto existe, no tenemos otra salida que construir ficciones: modelos de esa realidad. Completamos la realidad y la variamos, es la única manera en cómo podemos enfrentarnos a ella. Este libro, en efecto, intenta explorar todas las distintas variedades de ficciones que los seres humanos hemos creado a lo largo de la historia para darle sentido y orden a nuestra propia existencia, a la de los otros y al universo.

ARS: Pienso en aquello que decía Borges: que somos la invención, la persona que se dice “yo soy yo” cada mañana. 

JV: Exactamente, el yo me parecería ser ya una invención de nuestro cerebro para tener la sensación de que alguien está teniendo el control de nuestras decisiones y de nuestra vida, aunque no sea así, pues la mayor parte de las decisiones que tomamos a diario las toma nuestro “cerebro rápido”, como le dice Daniel Kahneman, antes de que el yo ni siquiera se dé cuenta. Tomamos solo unas cuantas decisiones al día de manera consciente, cuando tenemos el tiempo y la disposición para poder decidirlas de manera clara y reflexiva. El yo se construye a partir de una idea de identidad basada en que siempre somos los mismos, no importa cuánto tiempo pase de que el niño que fuimos sea coherente con el adolescente y el adulto que somos ahora; y eso, también, no deja de ser una ficción, una fantasía; pero necesaria para poder convivir en sociedad. Y las identidades individuales son así, las colectivas también, y a partir de ahí, una vez que los seres humanos aprendimos a crear ficciones, ya no dejamos de hacerlo en ningún momento.

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ARS: En Imparables (Montena, 2022) Yuval Noaḥ Harari cuenta, de manera breve, la prehistoria de la humanidad. Dice que hay un superpoder de la especie, pues en algún momento, hace 70 000 años, se comenzaron a crear ficciones y que eso nos hizo poder agruparnos en miles, cientos y en millones de personas. En el presente creemos en una misma historia y esa es la gran capacidad humana, el superpoder. ¿Tú reflexionas cosas parecidas en este libro? 

JV: Sí, en efecto, Harari habla de que somos homofictus, hombre ficción, seres humanos ficción y que eso es lo que nos da esta característica, y coincido en eso. Pero no creo que en un momento preciso, de pronto, los seres humanos crearon estos relatos; más bien me parece que de manera natural el cerebro humano es al mismo tiempo narrativo y que está preocupado todo el tiempo por el futuro a partir de modelos del pasado. Si combinamos las dos cosas, seguramente las ficciones no es que aparecieran hace 70 000, probablemente mucho más tiempo atrás, y ni siquiera solamente en nuestra especie, pues tenemos ejemplos claros de ficciones de Neandertales en muchas cuevas prehistóricas, donde algunas de las pinturas rupestres fueron hechas por ellos; pero, sin duda, esa capacidad de hacer ficciones sí es una suerte de superpoder evolutivo, es lo que nos ha permitido, a fin de cuentas, ser la especie dominante en el planeta.


ARS: En cuanto a la materia con la que está escrito el libro, el lenguaje, una vez leí que el mismo verbo “ser” involucra un nivel narrativo, que los verbos per se tienen un impulso fabulador; es decir, cuando hablamos, queramos o no, estamos contando siempre algo. 

JV: Exacto, la mayor parte de los lingüistas contemporáneos se dan cuenta de que el lenguaje humano no parece hecho particularmente para transmitir información, como siempre creímos, sino más bien para ordenar los sucesos en el tiempo. Todas las lenguas tienen, sobre todo, marcadores temporales para distinguir periodos, lo que significa que la principal función del lenguaje humano parece ser contar, relatar historias, y es probable que eso derive también de nuestros ancestros primates; entonces, el lenguaje es, sobre todo, una especie de herramienta para asegurar un cierto estatus en el grupo, de tal forma que quienes cuentan historias terminan convirtiéndose en los gobernantes, en los sacerdotes o en los chamanes y, en el caso de las mujeres, también en las brujas o en las sibilas. 

ARS: En este libro a la manera de Dante que baja al infierno y escoge a Virgilio para que sea su guía, tú escoges a dos personajes: a Felice y al bicho de Kafka, ¿por qué ellos, qué utilidad te dan? 

JV: Sí, bueno, esta es una historia de la ficción con ocho largos capítulos que son ensayos y que son no ficción, como sería la historia de la música, de la literatura, de la pintura… Son cronológicos, con algunos saltos, pero esencialmente sí, son narrativos, pues al hacer una historia de la ficción me parecía que tenía que tener este libro un poco de ficción también y, en efecto, entonces quería que hubiera estos diálogos un poco a la manera de Platón, un poco también a la manera de los diálogos de Douglas Hofstadter en Gödel, Escher, Bach, en donde podía venir comentando aspectos de este mismo libro, entre capítulo y capítulo, y me parece que esta historia, la de Kafka con Felice y con el bicho, ejemplificaba muy bien las relaciones entre realidad y ficción. Kafka se despierta un día y cuando lo hace, en su cama, en esa duermevela, tiene la idea de alguien que amanece convertido en un bicho; luego, le escribe una carta Felice para contarle esta historia y a partir de ahí es interesante qué significa que alguien se convierta en bicho. Eso es realmente lo que está diciendo: ¿acaso que hay una transformación física?, o sea, ¿es real el bicho? o ¿es solo que se siente como bicho? o ¿es que los otros lo perciben como bicho? Y ¿cuál es la relación entre Felice y Kafka a partir de ahí, en esta idea de si es Kafka, entonces, más bien, el que se siente como bicho? Y eso me parecía que era una buena historia narrativa. Entonces estos dos personajes dialogan a lo largo del libro en torno a esos temas vinculados entre ficción y realidad.

ARS: Has escrito muchísimo: ensayos, cuentos, novelas, teatro… Dentro de tu propia narrativa, me parece que no siempre utilizas el mismo sombrero o la misma pluma: son diferentes las búsquedas en Oscuro bosque oscuro (Almadía, 2009) que las de En busca de Klingsor (Seix Barral, 2000) o Una novela criminal (Alfaguara, 2018). En estos capítulos de La invención de todas las cosas, ¿quién es el narrador de ese libro?, ¿se relaciona con tus libros anteriores? 

JV: Bueno, el narrador de este libro es extraño, es una mezcla entre yo mismo y el bicho de la Metamorfosis de Kafka, o yo convertido en ese bicho, o ese bicho de Kafka que me hace identificarme con él y, en cualquier caso, pues sí es un narrador en el fondo en primera persona que le narra a alguien en segunda persona todo este texto, probablemente podría ser el bicho a Felice o podría ser yo a mi hija. 

ARS: Con esto me vienen a la mente ejemplos literarios particulares: uno es el Quijote que en su prólogo le habla una segunda persona, “Desocupado lector”; el segundo es Las flores del mal que le dice: “Hipócrita lector, mi semejante”, y me parece que tú también, Jorge, juegas con esta segunda persona, con esa cuarta pared. 

JV: Claro, la otra ficción es imaginar que el otro está fuera, que el otro tiene conciencia, que el otro te responde y que un libro no está escrito nunca en solitario, sino que siempre se escribe rodeado de fantasmas 

ARS: Me parece que no es una metaficción, no se ve a la persona escribiendo, sino una especie de metaliteratura que tiene esa cualidad extraordinaria de poder verse en el espejo y contemplarse, ¿hay algo de esto en La invención de todas las cosas?

JV: Pues sí, tiene mucho que ver con los bucles, tiene mucho que ver con Borges, tiene mucho que ver con la recurrencia. 

ARS: Hay todo un género de autores que escriben sobre la propia literatura como George Steiner, Alfonso Reyes, Octavio Paz; también textos de algunos críticos literarios como Harold Bloom, en los cuales es muy placentero leer sobre literatura, ¿qué tanto pertenece La invención de todas las cosas a esta familia?

JV: Ojalá sea así. He intentado que sea un libro que, además de lo más profundo y riguroso, también sea divertido y entretenido; no solo para hablar de literatura, sino para hablar de todo tipo de ficciones: sociales, políticas, amorosas, religiosas…, ya que todas esas van construyendo justamente lo que somos los humanos. 

ARS: Comienzas hablando aquí del big bang, un relato sustentado por científicos, pero que al final es una ficción…

JV: Pues sí, es nuestra ficción científica esencial para tratar de imaginar de dónde surgen todas las cosas; que ficción, por cierto, en este sentido, no quiere decir mentira, quiere decir también un modelo que funciona mientras otro modelo no lo desmienta y esa es justamente la forma como se construye la ciencia: a partir de hipótesis, de relatos que luego se van comprobando hasta que aparezca un dato que no cuadre, que una observación ya no resulte verdadera; entonces es cuando haya que sustituirla por otra, y esa ha sido la forma como se ha ido construyendo el pensamiento científico racional, que es una de las grandes invenciones humanas.

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ARS: Si pensamos en cómo se divulga el conocimiento, el big bang, por ejemplo, se sustenta desde lugares específicos que le dan una validez: una universidad, una enciclopedia, una biblioteca, un Estado…, pero en el presente están las fake news, sustentadas por las redes, la cuales son una herramienta que difunde historias y muchas de ellas no tienen ninguna fuente fidedigna; sin embargo, están por todos lados.

JV: Creo que sí es un cambio drástico en la humanidad que no se había tenido nunca. Empezó con los medios masivos, empieza con la radio y la televisión, pero se ha exacerbado al extremo. Ahora está en nosotros y particularmente en los jóvenes que están conectados todo el día a estos teléfonos celulares que en realidad son computadoras de bolsillo, que nos convierten un poco en ciborgs en los que estamos sometidos todo el día a ficciones, y de esas ficciones buena cantidad son mentiras. Y también están produciendo ficciones de nosotros mismos a través de redes sociales, de videos de TikTok o de YouTube, siempre en tiempo real y con un público. Claro, esto es absolutamente novedoso y por eso hay tal vez este desconcierto de nuestra época y esta angustia y esta ansiedad en las relaciones entre realidad y ficción, verdad y mentira, porque nunca habíamos estado tan sometidos y durante tanto tiempo en el día a todas estas ficciones. 

ARS: Hiciste una puntualización: una ficción no es necesariamente mentira. 

JV: Una mentira siempre es ficción porque una mentira, por supuesto, crea ficciones; pero las ficciones no necesariamente son mentiras, las ficciones también crean estas verdades no absolutas, pero parciales, en las que sustentamos nuestro conocimiento de lo real.

ARS: Me interesa mucho hacerte una pregunta sobre la traducción de un género literario que, me parece, podría ahondar un poco sobre la discusión ficción-mentira, la traducción usual al español de Non Fiction Novel es “Novela de no ficción” a lo que algunos traductores españoles han dado la interpretación de “Novela con realidad”, pero en inglés, Fiction (ficción) quiere decir “novela” y en español “ficción” quiere decir “algo inventado”. 

JV: No lo había pensado últimamente, pero tienes algo de razón: en inglés “ficción” suele sonar simplemente a un relato y en español lo relacionamos más con la mentira. En cualquier caso, en este libro tiene ese otro sentido que es el de modelo de la realidad y es al que yo me refiero cuando hablamos de ficciones. 

ARS: En algún momento planteas que este recorrido erudito puede ser una nueva forma de enseñar, ¿tiene también un carácter didáctico? 

JV: Sí, no estoy en absoluto reñido con eso; al contrario, me gustaría que tuviera una parte pedagógica. Los lectores que más querría que tuviera este libro son jóvenes de preparatoria, de la universidad…, que se convirtiera casi en libro de texto; además de, por supuesto, cualquier lector. Es un libro muy extenso, pero que puede leerse por capítulos, saltando de un lado a otro, si te interesa una época puedes ir solo a ella; si te interesa un tema en particular, puedes ir solo a él, esperando que sea lo más también divertido, ameno y didáctico posible en el mejor sentido del término.

ARS: Hace poco leí “Bolaño epidemia”, un texto tuyo sobre Roberto Bolaño en el cual dices que es el último autor latinoamericano que se puede entender como tal, y pienso en varios autores como Pitol, Piglia, Vila-Matas… quienes no escriben una literatura sobre la realidad tangible, sino que su obra se fundamenta en ficciones literarias sobre Borges, Paz, Parra… La ficción crea ficción, la realidad se va permeando, contagiando y volviéndose parte de la ficción.

JV: Ha sucedido en muchos momentos de la historia, ya desde la antigüedad, y en los ejemplos que estás diciendo, tan modernos, de literatura latinoamericana; también, por supuesto, ha pasado que una vez que uno crea ficciones entonces se crean ficciones de las ficciones; ficciones de las ficciones de las ficciones y, de repente, ya no se sabe dónde quedó efectivamente lo real porque lo real —insistimos, yo sí creo en ella, no soy idealista—, lo real está ahí, pero no tenemos acceso a esa realidad más que a través de estas ficciones.

ARS: Doy clases de literatura a niños y me gusta leerles el inicio de la Biblia, de las Metamorfosis de Ovidio y el de los Mitos nórdicos de Neil Gaiman; es muy interesante que todos narran al principio un caos, una oscuridad que el relato intenta ordenar.

JV: Tienes toda la razón, por eso este libro, por ejemplo, es sobre el origen de la ficción y el segundo es sobre las ficciones del origen que, efectivamente, nacen justamente de lo que asumimos que es el caos, que, a veces, en ciertos mitos, es interpretado como la violencia de los elementos; a veces, simplemente, como el ruido; a veces, como las peleas constantes de ciertos dioses o de ciertos elementos, y a partir de ahí se necesita un cierto orden. 

ARS: En 1994 Harold Bloom publicó El canon occidental que es una selección de lo que se “debe” leer y como tal, polémica. ¿Qué tanto hay de canónico en La invención de todas las cosas? 

JV: Es uno de los peligros siempre, o sea, cuando uno hace una historia así, es mucho más lo que queda fuera que lo que queda dentro. Y, por supuesto, es muy difícil, eso lo dice el propio libro, escapar a la propia perspectiva: a las ficciones que te han modelado. Entonces, a mí, por supuesto, me han modelado, sobre todo, como a casi todos quienes habitamos esta parte del mundo, ficciones de esa tradición ficcional a la que llamaríamos occidental. Aquí no he querido circunscribirme a ella solamente, también hay momentos en que aparece Oriente u otros lugares; pero es cierto que es difícil escapar al sesgo que a ti mismo te ha formado ficcionalmente. Entonces, yo no intento en ninguna medida crear un canon, pero cuando se hace un libro así, se seleccionan unas pocas cosas y quedan la mayoría afuera. 

ARS: Dices que este libro es una especie de despedida, lo escribes después de una carrera muy prolífica, donde has escrito casi de todo, con la excepción de poesía, aunque Las elegidas y Oscuro bosque oscuro están en verso… 

JV: Sí, pero no son poemas, y ese es exactamente el género que no me he atrevido a escribir.

ARS: ¿La invención de todas las cosas es un parteaguas creativamente?

JV: Sí, para mí es uno de los libros más importantes que he escrito porque resume casi todo lo que he podido reflexionar, pensar, intuir en torno a estos temas que me han preocupado desde hace 30 años que escribo ficciones. Sobre todo, desde hace 15 que publiqué Leer la mente (Alfaguara, 2011). Sé que es muy arrogante la idea de un escritor que piensa que hay cierres en su carrera o en sus etapas, pero, bueno, simplemente sí es un libro muy importante para mí; es el libro más largo que he escrito, no creo que vaya a escribir otro de esta longitud. Entonces sí es el resumen, la condensación de muchos años de estar en estos temas que me apasionan.

La invención de todas cosas. Una historia de la ficción (Alfaguara, 2024) se publica este noviembre. Un libro de cabecera para discutir y conocer el imaginario de buena parte de la cultura universal.

Jorge Volpi sigue los pasos de grandes autores que crean una obra sólida y así, con La invención de todas las cosas pone sobre la mesa un ensayo que puede ser una poética en la que se refleja su narrativa y en la cual acaso se concluyan todas sus búsquedas para llegar a un clímax, o quizá de este libro surjan una serie de reflexiones que inviten a regresar a sus obras más importantes; pero ahora esta historia de la ficción, como una herramienta nueva y exhaustiva, nos ayuda a observar en abstracto las ficciones que nos construyen como humanos.

 


ADÁN RAMÍREZ SERRET (Oaxaca, 1982) es licenciado en letras por la UAM y maestro por la UNAM. Ha colaborado como crítico literario con Denise Maerker, Pamela Cerdeira, Enrique Acevedo… y en medios como El País, Nexos, Chilango… Conduce con Julieta García el Balneario Literario en el IMER. Ha traducido Drácula de Bram Stoker y Los seis días del Cóndor de James Grady (FCE, 2020). Publicó el libro de relatos Olor a lluvia (Mito, 2022).


 

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