El enigma de Dicker
Joël Dicker se consagra como uno de los autores europeos más ingeniosos de la actualidad.
Durante los dos días de noviembre que pasó en Guadalajara, Joël Dicker demostró que se ha convertido en un fenómeno internacional. El suizo paseó por los pasillos de la fil y se asombró de ver a los cientos de fanáticos que lo detenían para pedirle una foto o una firma. En 2012 publicó su segunda novela, La verdad sobre el caso Harry Quebert, que se convirtió en un éxito rotundo: fue traducida a 33 idiomas y ganó varios premios, entre ellos el Grand Prix du Roman de l’Académie Française. Antes de cumplir treinta años, Dicker era una estrella del firmamento literario.
El narrador suizo regresó a Guadalajara para presentar su nueva obra, La desaparición de Stephanie Mailer (Alfaguara, 2018) que, en pocos meses, también se ha convertido en un best seller. Dicker, sin embargo, no es el tipo de autor que repite fórmulas en busca de ventas. De hecho, para esta nueva novela llevó al extremo su escritura. Se trata de un libro extensísimo, de casi setecientas páginas en su edición en español, en el que cohabitan treinta personajes. Sus historias se entrelazan y se confunden en saltos temporales y geográficos. El detonante de la trama es, justamente, el asesinato de una joven periodista que investigaba un crimen archivado. La muerte de Mailer desencadena una investigación en la que dos policías descubren un misterio sorprendente.
Como sus novelas anteriores, esta historia está ubicada en una pequeña población del este de Estados Unidos. “Me gusta mucho ese país y me siento muy cómodo situando mis tramas en ese escenario. Pero el lugar donde ocurre la novela es ficcional. Si quisiera hacer lo mismo en Suiza —esto es inventar un lugar cerca de Ginebra, por ejemplo—, me sentiría incapaz. Conozco demasiado bien la realidad suiza para hacer algo así”.
Orphea, el pueblo de millonarios estadounidenses, es el escenario perfecto para un misterio, como ocurre en los clásicos de Agatha Christie. Sin embargo, Dicker se aleja de los estándares clásicos del género policial. No quería que su novela se agotara con la resolución de la trama y el eventual castigo de los culpables. En La desaparición de Stephanie Mailer —sin dañar los detalles sobre su final— esto no ocurre. Hay otro tipo de construcción: “La idea central sobre la que concebí esta novela es la de la reparación. Es la descripción del camino que deben tomar cada uno de estos personajes para encontrar la reparación. En ese sentido, la resolución de la intriga policiaca no es el objetivo: lo que más me interesaba era la transformación que tienen estos personajes a lo largo de la narración”. Al final no hay culpa: los personajes reconocen su pasado y aceptan su identidad.
Dicker ha cambiado muchos paradigmas sobre lo que significa ser un escritor. De hecho, también es embajador de Piaget, la marca de alta relojería suiza. Entiende que la vieja idea de un intelectual encerrado en su estudio ya no funciona. Está presente en redes sociales y constantemente interactúa con sus lectores. Ha creado, además, un mundo novelesco que lo convierte en uno de los autores más originales de su generación.
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