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¿Cómo es que un niño se convierte en Legionario de Cristo?

¿Cómo es que un niño se convierte en Legionario de Cristo?

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
09
.
11
.
19
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

El documental de Zita Erffa retrata la historia de su hermano menor en la congregación.

Fue en el año 2014 cuando la Legión de Cristo concluía la intervención a la que el Vaticano la había sometido, y pidió perdón públicamente por los actos cometidos por su fundador, envuelta en uno de los escándalos de pederastia más cataclísmicos de los últimos tiempos. El mexicano Marcial Maciel, acusado de abusar sexualmente de seminaristas y menores de edad, falleció en el destierro dejando un imperio calculado al momento de su muerte (2008) en más de 20 mil millones de euros y una congregación —nacida con la convicción de formar a los líderes de la cristiandad— fracturada en reputación e imagen.

En ese mismo año, Zita Erffa, una chica mexico-alemana se lanzaba a realizar su ópera prima, Lo mejor que puedes hacer con tu vida (2018), un documental personal sobre la historia de su familia y su relación con la Legión. Una historia de cómo su hermano menor, Lázló, llevaba ocho años dentro de la congregación, moviéndose entre distintos claustros de Estados Unidos, Alemania y Roma, lo que provocó un doloroso distanciamiento entre ellos, llamadas telefónicas a cuanta gotas; así como cartas y correos electrónicos que sus superiores abrían y revisaban antes de entregar a su destinatario. ¿Cómo podía ella mostrar esa búsqueda por recuperar a su hermano, y despojarse de un enojo atravesado?, fue una pregunta determinante que la llevó a filmar. El documental se estrenó en la Berlinale de 2018, así como en los festivales de Guadalajara y Cartagena de Indias. Este noviembre se estrena en salas de cine de la Ciudad de México, como Cine Tonalá, Le Cinèma IFAL y la Cineteca Nacional.

Lo mejor que puedes hacer con tu vida (2018)

“Yo pensaba que a mi hermano le habían lavado el cerebro, que lo habían hipnotizado para hacerlo sacerdote, era una metáfora en la cabeza. El siempre había dicho que no sería sacerdote y, sin embargo, se metió. Yo tenía este obstáculo en mi vida y no me dejaba vivir plenamente. Es una película de muchas capas, que muestra cómo viven los Legionarios, cómo está mi hermano y cómo estoy yo. Es una película un poco egoísta, en ese sentido”, dice Erffa en entrevista.

Cuando empezó a planear el guión, se encontraba de intercambio en México estudiando cine documental en el CCC (Centro de Capacitación Cinematográfica), dándole una pausa a su formación como guionista en Alemania. “Mi idea inicial era hacer una película sobre mundos interiores, pero se fue transformando en la historia de un chico que se hace sacerdote. Y que al final resulta ser mi hermano”, dice. Con la idea de entender lo que había detrás de la ruptura, Erffa recopiló una serie de fotografías y videos caseros, material de archivo que junto con monólogos en off recrea esa intimidad que se rompió.

“Estaban de moda entre las clases altas de Alemania, estos campamentos en casas de cacería a las que nos llevaban de niños. Obviamente eran súper divertidos, jugabas todo el día y había una hora de clase de religión. La primera vez que fuimos, yo tenía 11 años y Lázló 10, él iba con los legionarios y yo, por ser mujer, con las Consagradas”. Hijos de diplomáticos, toda su infancia se dividió entre mudanzas, por lo que volver cada año a un campamento era una manera de estabilidad y de reencontrarse con viejos amigos. “Este documental me ayudó a entender cómo todas esas mudanzas contribuyeron a que mi hermano se hubiera ido”, dice la realizadora.

Legionario de cristo

Durante nueve días, Erffa visitó el claustro donde se encontraba Lázló, en Cheshire, Connecticut, dentro de una edificación de los años sesenta que le recordaba a las películas de Wes Anderson. Rodeados de ventanales por todos lados, ventanas hasta en las puertas de los dormitorios, su cámara sigue el modo de vida de su hermano y de más de ochenta hombres vestidos de sotana; todo el tiempo con rostros fijos, afables y sonrientes, aunque de pronto, ante la cámara, dejan escapar dejos de su juventud. Una congregación que, como bien lo reafirma la cinta, ha reunido a religiosos que provienen de familias influyentes, gente “elegida” para que difunda “la palabra de Dios”. La cámara los sigue cuando rezan, comen en silencio, toman clases de canto, clases de etiqueta y de religión, y cuando vuelven a rezar. Erffa los entrevista y deja a los novicios soltarse ante la cámara, mientras hace una crítica sutil al hermetismo con el que aún se mantienen.

¿Cómo viven sus familias este distanciamiento?, Lo mejor que puedes hacer con tu vida es un testimonio. “Ellos han construido una cárcel para si mismos. Es mi visión. Les están diciendo todo el tiempo qué hacer y qué cosas están prohibidas. Cada media hora tienen cosas qué hacer. Para mi es una cárcel, aunque Lázló no lo ve así, él se siente libre. Ellos piensan que la obediencia los hace libres, obedecen todo el tiempo que no tienen espacio para pensar en ellos mismos. Así lo he llegado a entender y, si no, ¿cómo entenderlo?”, concluye Erffa.



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El documental de Zita Erffa retrata la historia de su hermano menor en la congregación.

Fue en el año 2014 cuando la Legión de Cristo concluía la intervención a la que el Vaticano la había sometido, y pidió perdón públicamente por los actos cometidos por su fundador, envuelta en uno de los escándalos de pederastia más cataclísmicos de los últimos tiempos. El mexicano Marcial Maciel, acusado de abusar sexualmente de seminaristas y menores de edad, falleció en el destierro dejando un imperio calculado al momento de su muerte (2008) en más de 20 mil millones de euros y una congregación —nacida con la convicción de formar a los líderes de la cristiandad— fracturada en reputación e imagen.

En ese mismo año, Zita Erffa, una chica mexico-alemana se lanzaba a realizar su ópera prima, Lo mejor que puedes hacer con tu vida (2018), un documental personal sobre la historia de su familia y su relación con la Legión. Una historia de cómo su hermano menor, Lázló, llevaba ocho años dentro de la congregación, moviéndose entre distintos claustros de Estados Unidos, Alemania y Roma, lo que provocó un doloroso distanciamiento entre ellos, llamadas telefónicas a cuanta gotas; así como cartas y correos electrónicos que sus superiores abrían y revisaban antes de entregar a su destinatario. ¿Cómo podía ella mostrar esa búsqueda por recuperar a su hermano, y despojarse de un enojo atravesado?, fue una pregunta determinante que la llevó a filmar. El documental se estrenó en la Berlinale de 2018, así como en los festivales de Guadalajara y Cartagena de Indias. Este noviembre se estrena en salas de cine de la Ciudad de México, como Cine Tonalá, Le Cinèma IFAL y la Cineteca Nacional.

Lo mejor que puedes hacer con tu vida (2018)

“Yo pensaba que a mi hermano le habían lavado el cerebro, que lo habían hipnotizado para hacerlo sacerdote, era una metáfora en la cabeza. El siempre había dicho que no sería sacerdote y, sin embargo, se metió. Yo tenía este obstáculo en mi vida y no me dejaba vivir plenamente. Es una película de muchas capas, que muestra cómo viven los Legionarios, cómo está mi hermano y cómo estoy yo. Es una película un poco egoísta, en ese sentido”, dice Erffa en entrevista.

Cuando empezó a planear el guión, se encontraba de intercambio en México estudiando cine documental en el CCC (Centro de Capacitación Cinematográfica), dándole una pausa a su formación como guionista en Alemania. “Mi idea inicial era hacer una película sobre mundos interiores, pero se fue transformando en la historia de un chico que se hace sacerdote. Y que al final resulta ser mi hermano”, dice. Con la idea de entender lo que había detrás de la ruptura, Erffa recopiló una serie de fotografías y videos caseros, material de archivo que junto con monólogos en off recrea esa intimidad que se rompió.

“Estaban de moda entre las clases altas de Alemania, estos campamentos en casas de cacería a las que nos llevaban de niños. Obviamente eran súper divertidos, jugabas todo el día y había una hora de clase de religión. La primera vez que fuimos, yo tenía 11 años y Lázló 10, él iba con los legionarios y yo, por ser mujer, con las Consagradas”. Hijos de diplomáticos, toda su infancia se dividió entre mudanzas, por lo que volver cada año a un campamento era una manera de estabilidad y de reencontrarse con viejos amigos. “Este documental me ayudó a entender cómo todas esas mudanzas contribuyeron a que mi hermano se hubiera ido”, dice la realizadora.

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Durante nueve días, Erffa visitó el claustro donde se encontraba Lázló, en Cheshire, Connecticut, dentro de una edificación de los años sesenta que le recordaba a las películas de Wes Anderson. Rodeados de ventanales por todos lados, ventanas hasta en las puertas de los dormitorios, su cámara sigue el modo de vida de su hermano y de más de ochenta hombres vestidos de sotana; todo el tiempo con rostros fijos, afables y sonrientes, aunque de pronto, ante la cámara, dejan escapar dejos de su juventud. Una congregación que, como bien lo reafirma la cinta, ha reunido a religiosos que provienen de familias influyentes, gente “elegida” para que difunda “la palabra de Dios”. La cámara los sigue cuando rezan, comen en silencio, toman clases de canto, clases de etiqueta y de religión, y cuando vuelven a rezar. Erffa los entrevista y deja a los novicios soltarse ante la cámara, mientras hace una crítica sutil al hermetismo con el que aún se mantienen.

¿Cómo viven sus familias este distanciamiento?, Lo mejor que puedes hacer con tu vida es un testimonio. “Ellos han construido una cárcel para si mismos. Es mi visión. Les están diciendo todo el tiempo qué hacer y qué cosas están prohibidas. Cada media hora tienen cosas qué hacer. Para mi es una cárcel, aunque Lázló no lo ve así, él se siente libre. Ellos piensan que la obediencia los hace libres, obedecen todo el tiempo que no tienen espacio para pensar en ellos mismos. Así lo he llegado a entender y, si no, ¿cómo entenderlo?”, concluye Erffa.



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Fue en el año 2014 cuando la Legión de Cristo concluía la intervención a la que el Vaticano la había sometido, y pidió perdón públicamente por los actos cometidos por su fundador, envuelta en uno de los escándalos de pederastia más cataclísmicos de los últimos tiempos. El mexicano Marcial Maciel, acusado de abusar sexualmente de seminaristas y menores de edad, falleció en el destierro dejando un imperio calculado al momento de su muerte (2008) en más de 20 mil millones de euros y una congregación —nacida con la convicción de formar a los líderes de la cristiandad— fracturada en reputación e imagen.

En ese mismo año, Zita Erffa, una chica mexico-alemana se lanzaba a realizar su ópera prima, Lo mejor que puedes hacer con tu vida (2018), un documental personal sobre la historia de su familia y su relación con la Legión. Una historia de cómo su hermano menor, Lázló, llevaba ocho años dentro de la congregación, moviéndose entre distintos claustros de Estados Unidos, Alemania y Roma, lo que provocó un doloroso distanciamiento entre ellos, llamadas telefónicas a cuanta gotas; así como cartas y correos electrónicos que sus superiores abrían y revisaban antes de entregar a su destinatario. ¿Cómo podía ella mostrar esa búsqueda por recuperar a su hermano, y despojarse de un enojo atravesado?, fue una pregunta determinante que la llevó a filmar. El documental se estrenó en la Berlinale de 2018, así como en los festivales de Guadalajara y Cartagena de Indias. Este noviembre se estrena en salas de cine de la Ciudad de México, como Cine Tonalá, Le Cinèma IFAL y la Cineteca Nacional.

Lo mejor que puedes hacer con tu vida (2018)

“Yo pensaba que a mi hermano le habían lavado el cerebro, que lo habían hipnotizado para hacerlo sacerdote, era una metáfora en la cabeza. El siempre había dicho que no sería sacerdote y, sin embargo, se metió. Yo tenía este obstáculo en mi vida y no me dejaba vivir plenamente. Es una película de muchas capas, que muestra cómo viven los Legionarios, cómo está mi hermano y cómo estoy yo. Es una película un poco egoísta, en ese sentido”, dice Erffa en entrevista.

Cuando empezó a planear el guión, se encontraba de intercambio en México estudiando cine documental en el CCC (Centro de Capacitación Cinematográfica), dándole una pausa a su formación como guionista en Alemania. “Mi idea inicial era hacer una película sobre mundos interiores, pero se fue transformando en la historia de un chico que se hace sacerdote. Y que al final resulta ser mi hermano”, dice. Con la idea de entender lo que había detrás de la ruptura, Erffa recopiló una serie de fotografías y videos caseros, material de archivo que junto con monólogos en off recrea esa intimidad que se rompió.

“Estaban de moda entre las clases altas de Alemania, estos campamentos en casas de cacería a las que nos llevaban de niños. Obviamente eran súper divertidos, jugabas todo el día y había una hora de clase de religión. La primera vez que fuimos, yo tenía 11 años y Lázló 10, él iba con los legionarios y yo, por ser mujer, con las Consagradas”. Hijos de diplomáticos, toda su infancia se dividió entre mudanzas, por lo que volver cada año a un campamento era una manera de estabilidad y de reencontrarse con viejos amigos. “Este documental me ayudó a entender cómo todas esas mudanzas contribuyeron a que mi hermano se hubiera ido”, dice la realizadora.

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Durante nueve días, Erffa visitó el claustro donde se encontraba Lázló, en Cheshire, Connecticut, dentro de una edificación de los años sesenta que le recordaba a las películas de Wes Anderson. Rodeados de ventanales por todos lados, ventanas hasta en las puertas de los dormitorios, su cámara sigue el modo de vida de su hermano y de más de ochenta hombres vestidos de sotana; todo el tiempo con rostros fijos, afables y sonrientes, aunque de pronto, ante la cámara, dejan escapar dejos de su juventud. Una congregación que, como bien lo reafirma la cinta, ha reunido a religiosos que provienen de familias influyentes, gente “elegida” para que difunda “la palabra de Dios”. La cámara los sigue cuando rezan, comen en silencio, toman clases de canto, clases de etiqueta y de religión, y cuando vuelven a rezar. Erffa los entrevista y deja a los novicios soltarse ante la cámara, mientras hace una crítica sutil al hermetismo con el que aún se mantienen.

¿Cómo viven sus familias este distanciamiento?, Lo mejor que puedes hacer con tu vida es un testimonio. “Ellos han construido una cárcel para si mismos. Es mi visión. Les están diciendo todo el tiempo qué hacer y qué cosas están prohibidas. Cada media hora tienen cosas qué hacer. Para mi es una cárcel, aunque Lázló no lo ve así, él se siente libre. Ellos piensan que la obediencia los hace libres, obedecen todo el tiempo que no tienen espacio para pensar en ellos mismos. Así lo he llegado a entender y, si no, ¿cómo entenderlo?”, concluye Erffa.



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Fue en el año 2014 cuando la Legión de Cristo concluía la intervención a la que el Vaticano la había sometido, y pidió perdón públicamente por los actos cometidos por su fundador, envuelta en uno de los escándalos de pederastia más cataclísmicos de los últimos tiempos. El mexicano Marcial Maciel, acusado de abusar sexualmente de seminaristas y menores de edad, falleció en el destierro dejando un imperio calculado al momento de su muerte (2008) en más de 20 mil millones de euros y una congregación —nacida con la convicción de formar a los líderes de la cristiandad— fracturada en reputación e imagen.

En ese mismo año, Zita Erffa, una chica mexico-alemana se lanzaba a realizar su ópera prima, Lo mejor que puedes hacer con tu vida (2018), un documental personal sobre la historia de su familia y su relación con la Legión. Una historia de cómo su hermano menor, Lázló, llevaba ocho años dentro de la congregación, moviéndose entre distintos claustros de Estados Unidos, Alemania y Roma, lo que provocó un doloroso distanciamiento entre ellos, llamadas telefónicas a cuanta gotas; así como cartas y correos electrónicos que sus superiores abrían y revisaban antes de entregar a su destinatario. ¿Cómo podía ella mostrar esa búsqueda por recuperar a su hermano, y despojarse de un enojo atravesado?, fue una pregunta determinante que la llevó a filmar. El documental se estrenó en la Berlinale de 2018, así como en los festivales de Guadalajara y Cartagena de Indias. Este noviembre se estrena en salas de cine de la Ciudad de México, como Cine Tonalá, Le Cinèma IFAL y la Cineteca Nacional.

Lo mejor que puedes hacer con tu vida (2018)

“Yo pensaba que a mi hermano le habían lavado el cerebro, que lo habían hipnotizado para hacerlo sacerdote, era una metáfora en la cabeza. El siempre había dicho que no sería sacerdote y, sin embargo, se metió. Yo tenía este obstáculo en mi vida y no me dejaba vivir plenamente. Es una película de muchas capas, que muestra cómo viven los Legionarios, cómo está mi hermano y cómo estoy yo. Es una película un poco egoísta, en ese sentido”, dice Erffa en entrevista.

Cuando empezó a planear el guión, se encontraba de intercambio en México estudiando cine documental en el CCC (Centro de Capacitación Cinematográfica), dándole una pausa a su formación como guionista en Alemania. “Mi idea inicial era hacer una película sobre mundos interiores, pero se fue transformando en la historia de un chico que se hace sacerdote. Y que al final resulta ser mi hermano”, dice. Con la idea de entender lo que había detrás de la ruptura, Erffa recopiló una serie de fotografías y videos caseros, material de archivo que junto con monólogos en off recrea esa intimidad que se rompió.

“Estaban de moda entre las clases altas de Alemania, estos campamentos en casas de cacería a las que nos llevaban de niños. Obviamente eran súper divertidos, jugabas todo el día y había una hora de clase de religión. La primera vez que fuimos, yo tenía 11 años y Lázló 10, él iba con los legionarios y yo, por ser mujer, con las Consagradas”. Hijos de diplomáticos, toda su infancia se dividió entre mudanzas, por lo que volver cada año a un campamento era una manera de estabilidad y de reencontrarse con viejos amigos. “Este documental me ayudó a entender cómo todas esas mudanzas contribuyeron a que mi hermano se hubiera ido”, dice la realizadora.

Legionario de cristo

Durante nueve días, Erffa visitó el claustro donde se encontraba Lázló, en Cheshire, Connecticut, dentro de una edificación de los años sesenta que le recordaba a las películas de Wes Anderson. Rodeados de ventanales por todos lados, ventanas hasta en las puertas de los dormitorios, su cámara sigue el modo de vida de su hermano y de más de ochenta hombres vestidos de sotana; todo el tiempo con rostros fijos, afables y sonrientes, aunque de pronto, ante la cámara, dejan escapar dejos de su juventud. Una congregación que, como bien lo reafirma la cinta, ha reunido a religiosos que provienen de familias influyentes, gente “elegida” para que difunda “la palabra de Dios”. La cámara los sigue cuando rezan, comen en silencio, toman clases de canto, clases de etiqueta y de religión, y cuando vuelven a rezar. Erffa los entrevista y deja a los novicios soltarse ante la cámara, mientras hace una crítica sutil al hermetismo con el que aún se mantienen.

¿Cómo viven sus familias este distanciamiento?, Lo mejor que puedes hacer con tu vida es un testimonio. “Ellos han construido una cárcel para si mismos. Es mi visión. Les están diciendo todo el tiempo qué hacer y qué cosas están prohibidas. Cada media hora tienen cosas qué hacer. Para mi es una cárcel, aunque Lázló no lo ve así, él se siente libre. Ellos piensan que la obediencia los hace libres, obedecen todo el tiempo que no tienen espacio para pensar en ellos mismos. Así lo he llegado a entender y, si no, ¿cómo entenderlo?”, concluye Erffa.



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Fue en el año 2014 cuando la Legión de Cristo concluía la intervención a la que el Vaticano la había sometido, y pidió perdón públicamente por los actos cometidos por su fundador, envuelta en uno de los escándalos de pederastia más cataclísmicos de los últimos tiempos. El mexicano Marcial Maciel, acusado de abusar sexualmente de seminaristas y menores de edad, falleció en el destierro dejando un imperio calculado al momento de su muerte (2008) en más de 20 mil millones de euros y una congregación —nacida con la convicción de formar a los líderes de la cristiandad— fracturada en reputación e imagen.

En ese mismo año, Zita Erffa, una chica mexico-alemana se lanzaba a realizar su ópera prima, Lo mejor que puedes hacer con tu vida (2018), un documental personal sobre la historia de su familia y su relación con la Legión. Una historia de cómo su hermano menor, Lázló, llevaba ocho años dentro de la congregación, moviéndose entre distintos claustros de Estados Unidos, Alemania y Roma, lo que provocó un doloroso distanciamiento entre ellos, llamadas telefónicas a cuanta gotas; así como cartas y correos electrónicos que sus superiores abrían y revisaban antes de entregar a su destinatario. ¿Cómo podía ella mostrar esa búsqueda por recuperar a su hermano, y despojarse de un enojo atravesado?, fue una pregunta determinante que la llevó a filmar. El documental se estrenó en la Berlinale de 2018, así como en los festivales de Guadalajara y Cartagena de Indias. Este noviembre se estrena en salas de cine de la Ciudad de México, como Cine Tonalá, Le Cinèma IFAL y la Cineteca Nacional.

Lo mejor que puedes hacer con tu vida (2018)

“Yo pensaba que a mi hermano le habían lavado el cerebro, que lo habían hipnotizado para hacerlo sacerdote, era una metáfora en la cabeza. El siempre había dicho que no sería sacerdote y, sin embargo, se metió. Yo tenía este obstáculo en mi vida y no me dejaba vivir plenamente. Es una película de muchas capas, que muestra cómo viven los Legionarios, cómo está mi hermano y cómo estoy yo. Es una película un poco egoísta, en ese sentido”, dice Erffa en entrevista.

Cuando empezó a planear el guión, se encontraba de intercambio en México estudiando cine documental en el CCC (Centro de Capacitación Cinematográfica), dándole una pausa a su formación como guionista en Alemania. “Mi idea inicial era hacer una película sobre mundos interiores, pero se fue transformando en la historia de un chico que se hace sacerdote. Y que al final resulta ser mi hermano”, dice. Con la idea de entender lo que había detrás de la ruptura, Erffa recopiló una serie de fotografías y videos caseros, material de archivo que junto con monólogos en off recrea esa intimidad que se rompió.

“Estaban de moda entre las clases altas de Alemania, estos campamentos en casas de cacería a las que nos llevaban de niños. Obviamente eran súper divertidos, jugabas todo el día y había una hora de clase de religión. La primera vez que fuimos, yo tenía 11 años y Lázló 10, él iba con los legionarios y yo, por ser mujer, con las Consagradas”. Hijos de diplomáticos, toda su infancia se dividió entre mudanzas, por lo que volver cada año a un campamento era una manera de estabilidad y de reencontrarse con viejos amigos. “Este documental me ayudó a entender cómo todas esas mudanzas contribuyeron a que mi hermano se hubiera ido”, dice la realizadora.

Legionario de cristo

Durante nueve días, Erffa visitó el claustro donde se encontraba Lázló, en Cheshire, Connecticut, dentro de una edificación de los años sesenta que le recordaba a las películas de Wes Anderson. Rodeados de ventanales por todos lados, ventanas hasta en las puertas de los dormitorios, su cámara sigue el modo de vida de su hermano y de más de ochenta hombres vestidos de sotana; todo el tiempo con rostros fijos, afables y sonrientes, aunque de pronto, ante la cámara, dejan escapar dejos de su juventud. Una congregación que, como bien lo reafirma la cinta, ha reunido a religiosos que provienen de familias influyentes, gente “elegida” para que difunda “la palabra de Dios”. La cámara los sigue cuando rezan, comen en silencio, toman clases de canto, clases de etiqueta y de religión, y cuando vuelven a rezar. Erffa los entrevista y deja a los novicios soltarse ante la cámara, mientras hace una crítica sutil al hermetismo con el que aún se mantienen.

¿Cómo viven sus familias este distanciamiento?, Lo mejor que puedes hacer con tu vida es un testimonio. “Ellos han construido una cárcel para si mismos. Es mi visión. Les están diciendo todo el tiempo qué hacer y qué cosas están prohibidas. Cada media hora tienen cosas qué hacer. Para mi es una cárcel, aunque Lázló no lo ve así, él se siente libre. Ellos piensan que la obediencia los hace libres, obedecen todo el tiempo que no tienen espacio para pensar en ellos mismos. Así lo he llegado a entender y, si no, ¿cómo entenderlo?”, concluye Erffa.



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“Estaban de moda entre las clases altas de Alemania, estos campamentos en casas de cacería a las que nos llevaban de niños. Obviamente eran súper divertidos, jugabas todo el día y había una hora de clase de religión. La primera vez que fuimos, yo tenía 11 años y Lázló 10, él iba con los legionarios y yo, por ser mujer, con las Consagradas”. Hijos de diplomáticos, toda su infancia se dividió entre mudanzas, por lo que volver cada año a un campamento era una manera de estabilidad y de reencontrarse con viejos amigos. “Este documental me ayudó a entender cómo todas esas mudanzas contribuyeron a que mi hermano se hubiera ido”, dice la realizadora.

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Durante nueve días, Erffa visitó el claustro donde se encontraba Lázló, en Cheshire, Connecticut, dentro de una edificación de los años sesenta que le recordaba a las películas de Wes Anderson. Rodeados de ventanales por todos lados, ventanas hasta en las puertas de los dormitorios, su cámara sigue el modo de vida de su hermano y de más de ochenta hombres vestidos de sotana; todo el tiempo con rostros fijos, afables y sonrientes, aunque de pronto, ante la cámara, dejan escapar dejos de su juventud. Una congregación que, como bien lo reafirma la cinta, ha reunido a religiosos que provienen de familias influyentes, gente “elegida” para que difunda “la palabra de Dios”. La cámara los sigue cuando rezan, comen en silencio, toman clases de canto, clases de etiqueta y de religión, y cuando vuelven a rezar. Erffa los entrevista y deja a los novicios soltarse ante la cámara, mientras hace una crítica sutil al hermetismo con el que aún se mantienen.

¿Cómo viven sus familias este distanciamiento?, Lo mejor que puedes hacer con tu vida es un testimonio. “Ellos han construido una cárcel para si mismos. Es mi visión. Les están diciendo todo el tiempo qué hacer y qué cosas están prohibidas. Cada media hora tienen cosas qué hacer. Para mi es una cárcel, aunque Lázló no lo ve así, él se siente libre. Ellos piensan que la obediencia los hace libres, obedecen todo el tiempo que no tienen espacio para pensar en ellos mismos. Así lo he llegado a entender y, si no, ¿cómo entenderlo?”, concluye Erffa.



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