Mariam Kamara y David Adjaye: Nueva arquitectura africana - Gatopardo

Nueva arquitectura africana

El británico-ghanés David Adjaye, uno de los arquitectos más prolíficos, y Mariam Kamara, fundadora del despacho Atelier Masomi en su natal Niamey, son dos arquitectos que construyen un futuro radical desde el lenguaje de una nueva arquitectura en su continente.

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La complicidad que hay entre Mariam Kamara y David Adjaye se percibe enseguida. Cuando alguien les lanza una pregunta, se miran y complementan las respuestas, intercambian observaciones incisivas y hablan con esa energía que se siente urgente. Ésta es una conversación entre periodistas y arquitectos, en un salón de eventos de un hotel que podría estar en cualquier sitio. Pero estamos en el extremo sur de África, en Cape Town, invitados al Rolex Arts Weekend, una celebración del último ciclo del programa Rolex Mentor and Protégé Arts Initiative. Esta iniciativa filantrópica de promoción cultural ha reunido a artistas mundiales para fungir como mentores de un grupo de jóvenes creativos de todo el globo. Este año, en la categoría de arquitectura, la pareja mentor/protegido la conforman dos de las figuras más representativas de la nueva arquitectura africana.

El británico-ghanés David Adjaye es uno de los arquitectos contemporáneos más prolíficos. Su obra incluye residencias experimentales para artistas e innovadores centros comunitarios en Londres, así como grandes proyectos públicos como el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana, en Washington D.C., o su más reciente encargo para la Catedral Nacional de Ghana, en Acra. Adjaye decidió trabajar codo a codo con Mariam Kamara, fundadora del joven despacho Atelier Masomi, en su natal Niamey, capital de la República de Níger, un país del oeste subsahariano que también es uno de los más pobres del continente. Desde el inicio de su práctica, Kamara se ha enfocado en hacer una arquitectura para las personas, sin dejar de lado la responsabilidad ambiental, la técnica local y las identidades vernáculas.

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Mariam Kamara, protegida del programa filantrópico de Rolex, trabaja en su despacho de arquitectura Atelier Masomi, en Niamey, Níger. Fotografía de Rolex/Tomas Chēnē.

¿Cómo dignifican los usuarios los espacios que habitan? ¿Cómo puede la arquitectura ser una herramienta positiva de cambio y mejorar la calidad de vida de todos? ¿Cómo se construye desde África y para África? Éstos son algunos de los puntos de encuentro entre Adjaye y Kamara que se evidencian en el proyecto presentado al final de la mentoría, un centro cultural para Niamey. Un edificio que rompe con inercias de la arquitectura continental del siglo pasado: la de la lógica colonialista de una ciudad segregada, la de la precarización del espacio público, la de la importación de formas constructivas abstraídas del entorno, la de la primacía del desarrollismo por encima del bienestar.  “Apenas nos estamos dando cuenta del impacto negativo de la construcción,” afirma Adjaye. “En el pasado construimos ciudades como locos, porque nunca entendimos todo el daño que estábamos haciendo al ambiente. Hoy sabemos que estamos violentando el planeta. Para mí, la nueva generación de arquitectos es una especie de guerreros radicales de lo sostenible.”

El ambicioso proyecto de Kamara podría servir como hoja de ruta para sentar las bases de una nueva arquitectura radical. Además de proveer a comunidades históricamente marginadas con acceso a infraestructura cultural (una biblioteca pública, teatro, sala de conciertos) el edificio integra espacios abiertos sombreados y rincones para encontrarse, pero también sistemas que se adaptan a condiciones climáticas extremas, recuperando y reinventando tradiciones de construcción. Además, busca ser un símbolo de orgullo, identidad y pertenencia.

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David Adjaye y Mariam Kamara, trabajan en su proyecto de mentoría para Rolex, en Atelier Masomi, Niamey, Níger. Fotografía de Rolex/Tomas Chēnē.

“Cada vez que arranco un proyecto hago talleres con la comunidad antes de empezar a diseñar”, cuenta Kamara. “Así trato de entender y conocer a los usuarios y saber a lo que aspiran. Para este proyecto, los primeros que vieron la propuesta fueron un grupo de jóvenes preparatorianos de la zona. Estaba más nerviosa presentándoselo a ellos que a las autoridades, porque si no les gustaba, tendría que empezar de cero. Nos sorprendió lo que los jóvenes pedían: querían naturaleza, jardines, espacios tranquilos para caminar y descansar. No les importaba el estilo ni la forma.”

En su diseño, Kamara retoma técnicas y formas ancestrales locales, como la construcción a partir de tierra cruda, y les inyecta sensibilidad ambiental y técnica contemporáneas, además de osadía formal. Según Adjaye, este edificio hoy sólo podría construirse en África, donde la urgencia puede afrontarse con osadía y posibilidades radicales: “Ésta es una lección para el mundo. Una nueva oportunidad para repensar lo que se hizo en el siglo XXxx de una forma distinta. Creo que el valor indiscutible del proyecto de Mariam reside en que logra explotar, en el mejor sentido de la palabra, la posibilidad de empujar los límites de lo que se puede hacer. En lugar de importar e instalar aires acondicionados, diseña chimeneas de ventilación, escudos solares, crea tecnología vernácula que le da carácter radical. El continente nunca tuvo esa oportunidad de construir sus propias respuestas, por lo menos desde el principio de la colonización. La oportunidad de África ahora es que, conforme crece, pueda crear un modelo distinto, a medida”.

Kamara no rehúye la responsabilidad de construir en un contexto precario. “No podemos seguir contribuyendo a la contaminación o la desigualdad a través del entorno construido. Ignorarlo es irresponsable. Para mí es mejor trabajar directamente con un artesano o constructor y entender cómo podemos resolver temas con recursos locales. Creo que eso es lo que nos reconecta con lo mejor de la arquitectura de siempre.”

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