Yo te la canto: una fiesta de rap por el trabajo digno

Yo te la canto: una fiesta por el trabajo digno

Para la juventud contemporánea el trabajo no es un fin, es un medio que les permitirá hacer lo que verdaderamente les gusta y les alimenta el espíritu; pero aunque no se crean eso de que «si amas tu trabajo no trabajarás un solo día en tu vida», sí quieren trabajos dignos que respeten sus derechos laborales. En el Festival Yo te la Canto pudieron rapear en coro todas sus exigencias.

Tiempo de lectura: 7 minutos

El freestyle está por terminar. Julie Lobsta y Zeiba Kuicani —dos de las tres raperas sobre el escenario— mueven el cuerpo siguiendo el ritmo de un beat lento que acompaña a las palabras de Luna Roots. Luna empuña el micrófono hacia arriba, con los ojos cerrados, y canta:

Soy la memoria de la gente que trabaja todo el día / desde la periferia, mira / voy caminando a mi trabajo / el tiempo de transporte no está contemplado en mi salario / quiero muchos escenarios / quiero vivir de mi cuaderno, pero no puedo.

Algo queda en el aire cuando se tira una buena barra, algo que se contagia. “¡Uhhhh…! ¡Uhhhh…!”, grita el público y las manos se elevan en el aire como si rebotaran un balón. Suena un scratch de DJ Ruido y continúa con la última pista.

Luna usa una camisa de basquetbol que le llega a las rodillas, tiene unas dreadlocks largas de color café rojizo y un amuleto de tejido Wixárika en el pecho. Mira a Julie como diciendo “vas, te toca”. Julie viste una playera blanca larguísima, su cabello lacio y negro está peinado en dos trenzas y en las orejas trae arracadas doradas. Es el turno de Julie en el 4 x 4, una modalidad de competencia en el rap que consta de 4 barras o versos. Pero esta no es una competencia ni se trata de ver quién es más hábil con la palabra. Estamos en el primer Festival Yo te la canto, una fiesta que gira en torno al trabajo digno de las personas jóvenes. Al fondo, en un mural, se lee una de las tantas pintas que dejó el público después de un taller de stencil: “El trabajo sexual también es trabajo”.

Suena otro scratch. El boom-bap retumba en las bocinas. Julie se prende. Sonríe. Cae en el ritmo como si montara una ola.

Sólo quiero volar / no quiero trabajar / quiero que esta vida sea un freestyle / quiero un salario digno / poder llegar a casa / y que hoy no me esperen con hambre ni migajas.

Un trabajo digno

Antes de ser rapera, cuando estudiaba la carrera de Estudios Latinoamericanos, Luna Roots vendía Boings congelados y artesanías en la universidad. Hoy, a sus 28 años, vive de su música, su poesía, los talleres que imparte y su trabajo como periodista freelance. Sus letras hablan sobre la libertad, la comunidad y la ternura en los barrios; pero también sobre el amor entre mujeres y la importancia de la fiesta dentro de un sistema que no nos deja descansar.

Nada en ella parece una coincidencia. Incluso su cabello, formado como raíces que nacen de su pensamiento, tiene una razón de ser.

“Yo no trabajaría en una oficina donde no pueda expresarme así. Tener el cabello de esta forma es un posicionamiento político; tiene que ver con la negritud, con el territorio afro del que proviene mi abuela y con que muchas veces se ha invisibilizado esta raíz afro”, dice Luna.

Últimamente sus creaciones musicales han girado en torno al trabajo. Ella y Julie Lobsta son voceras de la Alianza Jóvenes con Trabajo Digno, una red conformada por más de 50 organizaciones cuya agenda es el derecho al trabajo de la juventud. Se creó en 2019 y desde entonces ha buscado incidir en la política pública para mejorar las condiciones de trabajo de los jóvenes en México.

Una de las cosas más notorias de esta organización es su apuesta por el arte como algo inherente a la expresión de la juventud. Luna y Julie están al frente de los eventos de rap que se han organizado. El trabajo musical de ambas es distinto, pero en este proyecto sus líricas se juntan para exponer sus propias reflexiones en torno al trabajo y las dificultades que enfrentan por ser mujeres jóvenes que crecieron en la periferia de la Ciudad de México.

Hay varias similitudes que unen las historias de estas raperas. La primera es que crecieron en el mismo lugar: Cuautepec de Madero, en el Estado de México. Ambas vivían cerca del Reclusorio Norte, en un paisaje rodeado de cerros, casas irregulares y el cablebús pasando por encima de las azoteas; ambas nacieron a mediados de los noventa y se conocieron en la adolescencia. Desarrollaron su carrera musical de forma paralela, pero con distintas búsquedas. Ya han compartido escenario en eventos de rap y desde hace tiempo querían escribir una rola juntas, pero nunca lo habían hecho hasta ahora que la Alianza Jóvenes con Trabajo Digno las juntó.

Para ambas, un trabajo digno sería aquel que les permita tener tiempo para desarrollar sus proyectos, tiempo para ellas y para su diversión. Julie Lobsta imagina que con un trabajo así podría mudarse de casa de sus padres, pagar clases de canto, viajar e invertir en su proyecto musical. A sus 27 años, tiene tres trabajos: es fotógrafa, community manager y rapera. Con su música ha logrado obtener ingresos económicos, pero no siempre fue así. Empezó en el mundo laboral a los 17 años trabajando de mesera. Recuerda ese momento como una de las peores experiencias. Terminó intoxicada con los alimentos que preparaba en su trabajo y endeudada con su tratamiento médico porque no contaba con seguridad social.

En México, para la mayoría de los jóvenes, la “chamba” es un asunto temido y satirizado. Los reels en Tik Tok de “Mi primera chamba” dan cuenta de ello: la torpeza con la que se inicia dentro del mundo laboral, los trabajos con jornadas de más de ocho horas y con un salario muchas veces por debajo del mínimo establecido por la ley.

La definición de “joven” es variable. Según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) las personas jóvenes son aquellas que están entre los 12 y 29 años de edad. Esta población representa el 30% del total del país.

Para la Alianza, las personas jóvenes son aquellas que tienen entre 15 y 29 años. Su trabajo se enfoca, en particular, en una población de jóvenes que se encuentran en situación de pobreza, exclusión y precariedad (jóvenes con pocos estudios, sin trabajo o con trabajos mal pagados y sin seguridad social); es decir, 17.4 millones de personas en México. Para este grupo poblacional la Alianza acuñó el término “Jóvenes oportunidad”. Su intención es generarles oportunidades de inclusión social, educativa y de trabajo en condiciones dignas.

Desde su creación en 2019, la Alianza ha buscado mejorar el programa Jóvenes Construyendo el Futuro, un programa del gobierno de México que emplea y da seguridad social a jóvenes de entre 18 y 29 años que no trabajan ni estudian. También buscan mejorar el Sistema Nacional de Cuidados, promoviendo la creación de estancias infantiles que no estén restringidas para personas con empleos formales y buscando que regresen las escuelas de tiempo completo. Esto último con la finalidad de mejorar las condiciones de trabajo para las mujeres jóvenes ya que, según datos de la Alianza, 8 de cada 10 personas sin trabajo y fuera de la escuela son mujeres.

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De pie: Luna Roots y Julie Lobsta. Sentados y sentadas, las y los Jóvenes Oportunidad, de izquierda a derecha: Moisés García, Javi Martínez, Atenea Rodríguez, David De la Cruz, Alma Renata Vargas Colín, Paola Camila Alós, Angie Barrera.

El arte es un trabajo

Cuando se piensa en “el trabajo”, uno se imagina a una persona uniformada, trasladándose a su oficina y cumpliendo sus horas de jornada. Pero para Luna Roots no es así. Lo que ella considera su trabajo es el proceso creativo:

“El proceso creativo también es trabajo. O sea, el hecho de que para escribir un poema, para escribir una canción necesitas a veces salir a contemplar, necesitas a veces sentarte en el escritorio a pensar, a llenar la hoja en blanco. Estar frente a la hoja en blanco no es sencillo”.

Luna se imagina la vida que tuvieron sus padres: dos migrantes de Oaxaca y Puebla viviendo en la Ciudad de México para mantener a sus familias. Piensa en sus infancias interrumpidas por el apremio del dinero y también piensa en lo distinto que es el país en el que le tocó crecer. Algo que se entiende en el hecho, por ejemplo, de que su mamá está jubilada después de haber trabajado muchos años como secretaria, pero que actualmente jubilarse no parece una opción real, y dedicarle su tiempo a un “trabajo convencional”, con jornadas de ocho horas, más el tiempo de traslado del trabajo a casa, no es opción para ella; no quiere renunciar a su quehacer como artista, quiere “sentarse a escribir sin hambre y sin sueño”.

Ante este panorama adverso y distinto al de sus padres, Luna considera que hay que pensar el trabajo de otra manera.

“Muchas cosas también de las que yo he hecho han sido trabajos colaborativos de banda que me dice: “Oye, me gusta lo que haces, mira, yo hago esto. ¿Qué te parece si hacemos una colaboración? Yo te hago el video”. Y es como, “claro, sí, hagámoslo”. Porque también el trabajo es colectivo. El trabajo puede ser comunitario. Como que el trabajo hay que pensarlo fuera de este sistema capitalista, como de este cubículo individual en el que tú vas, cumples tus horas, te pagan, vas a tu casa y ya es tu dinero.”

Por su parte, Julie Lobsta ha decidido ser freelance porque eso le permite ser dueña de su tiempo y mantener su estilo de vida, aunque eso implique tener tres trabajos sin acceso a seguridad social. Su principal ingreso proviene de la fotografía y aunque quisiera que le paguen por su música, no le gustaría depender económicamente de ella ni verla como un trabajo, para así tener la libertad de hacerla como quiera y de forma independiente.

Julie simpatiza con cierta expresión del rap que considera esclavizante trabajar por un mal sueldo y que reivindica, ante todo, ser dueña de tu tiempo.

“Se trata de esta contracultura de ‘muerte al trabajo´. O sea, como literal muerte a todo: muerte al Estado, muerte incluso a estas estructuras de mercado y laborales. Como de preguntarse: “Wey, ¿por qué yo me tendría que esclavizar sabiendo que no hay condiciones dignas, si te pagan muy poco por nueve horas de trabajo, si no suben los salarios? Es como esta vida de vato loco, de morro callejero, de decir: “Wey, yo no quiero trabajar”. Prefiero quedarme a hacer rolas de rap y ver que una pegue. O sea, intentar que una rola pegue. Es la mentalidad de muchos raperos y raperas en la actualidad”.

Hagamos una rola juntas

Querían que fuera una canción personal, una rola que tuviera su propia historia de vida y que refleje su postura ante la realidad del trabajo. DJ Ruido les hizo varios beats. Eligieron uno con un chingo de scratches, algo muy noventero, con un boom-bap que retumba en los audífonos. “Escribamos ocho barras”, dijo Luna. En solo una tarde escribieron todas las rimas y las embonaron sin dificultad. Para Julie fue algo natural que saliera tan fácil porque se conocen desde hace tiempo. Ella propuso el coro:

Yo te la canto por si no ves

Yo te la canto por si no lo crees

Miles de jóvenes estamos resistiendo

Trabajando día a día para construir un sueño.

En el video ambas rapean en las calles de la Ciudad de México. La Plaza de las Tres Culturas, algunos puentes peatonales, los edificios gigantes de Tlaltelolco y la Alameda Central son los escenarios de esta canción, cuyo propósito -además de ser el tema publicitario de la campaña de la alianza- es ser cantada el 3 de agosto en el próximo Festival Yo te la canto. Ese día la rola será un performance en el que se busca que una persona funcionaria del nuevo gobierno de México escuche las demandas de la Alianza a través de su música.

 


TONAS LIMA. Iztapalapa, 1999. Escritor y periodista. Su trabajo parte del interés en las historias de la gente, de sus conflictos y deseos. Desde 2021 escribe sobre boxeo. Fue becario de la segunda generación de la Unidad de Investigaciones Periodistas de la UNAM. Miembro de la 7ma generación de la Red LATAM. Residente del programa Simbiosis de la Revista Gatopardo y la Walter Cronkite School of Journalism and Mass Communication de Arizona State University, escribió una crónica sobre la lucha del boxeo amateur en Yucatán.


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