Todos los días se piden “favorcitos” en las oficinas que siempre involucran más y más trabajo. ¿Son órdenes enmascaradas, solicitudes desmedidas u oportunidades para solidarizarse con los compañeros y los jefes? Sirva el lente microscópico de este ensayo para insistir en el pensamiento crítico de la actividad a la que más tiempo le dedicamos cuando estamos despiertos: trabajar y trabajar.
Su mente era un hervidero de creatividad. Un hervidero que tapó la dictadura argentina. H. G. Oesterheld fue autor del fenomenal cómic El Eternauta y su trama —lo haya querido él o no— tiene una resonancia siniestra con su propia desaparición, a manos de los militares. Planeta acaba de reeditar la historieta que aquí se reseña.
Las jornadas extendidas de trabajo y la exigencia de dedicarle la mayor atención y esfuerzo causan un agotamiento peculiar: uno que embota la mente; una extenuación que empobrece no solamente la vida, sino la capacidad de descansar. Colonizar el tiempo dedicado a dormir es la frontera final del capitalismo.
Casai descubrió que entre la tradicional hotelera en México y las alternativas de alojamiento en departamentos temporales hay una enorme posibilidad: dar lo mejor de ambos mundos.
Rutopía es el puente entre la inagotable e inigualable oferta ecoturística mexicana y todas las personas deseosas de explorar nuevos modos de viajar.
Cualquier trabajo ya era extenuante y tiránico antes del confinamiento. Las plataformas, aplicaciones y algoritmos que nos permitieron seguir haciéndolo, pese al coronavirus, no merecen nuestro entusiasmo acrítico; merecen, por lo menos, estas notas de advertencia escritas en el escaso tiempo libre que el trabajo nos permite.