Si no rescatamos al ajolote, desaparecerá de Xochimilco en 10 años

Si no rescatamos a los ajolotes, desaparecerán de Xochimilco en 10 años

Ante las omisiones de distintos niveles de gobierno, un grupo de científicos de la UNAM pide donaciones (desde doscientos pesos) para restaurar el hábitat de los ajolotes en Xochimilco. En 1998 se calculó que había seis mil por kilómetro cuadrado en los canales de Xochimilco; en 2014 su población se redujo a solo 36 en la misma área.

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El ajolote o monstruo de agua, ese pequeño anfibio al que los aztecas compararon con el dios Xólotl, hermano de Quetzalcóalt, lucha por sobrevivir en un ambiente que amenaza su existencia desde hace ya varios años. El investigador Luis Zambrano González, quien ha dedicado gran parte de su vida a la conservación de estas especies, advierte que si no hacemos algo hoy para preservar su hábitat natural en Xochimilco, podrían desaparecer en diez años.

El furor por los ajolotes ha crecido tanto últimamente que los encontramos representados hasta en los billetes de cincuenta pesos mexicanos, pero mientras aparecen en cómics, como pokemones o en películas, el ajolote endémico de Xochimilco está rodeado de amenazas constantes como la expansión urbana, la contaminación del agua, la introducción de peces exóticos en su hábitat, como la tilapia y la carpa, además de un riesgo que afecta prácticamente a todas las especies del planeta: el cambio climático.

Esto ha sido documentado ampliamente por Zambrano González, titular del Laboratorio de Restauración Ecológica de la UNAM, quien se ha encargado desde hace dos décadas a impulsar programas de conservación del ajolote y de restauración de su hábitat. Gracias a este y otros esfuerzos se ha logrado preservar su existencia, aunque aún falta mucho por hacer, pues su población ha caído drásticamente. De acuerdo con Zambrano, en 1998 la investigadora Virgina Grague calculó la presencia de seis mil ajolotes por kilómetro cuadrado en los canales de Xochimilco; para 2004 eran mil; en 2008 eran cien y en 2014 —año en que se levantó el último censo de la UNAM— su población se redujo a solo 36 por kilómetro cuadrado. “Es posible que su número haya bajado todavía más”, aclara Zambrano, “los 48 refugios que tenemos actualmente están siendo sus últimos bastiones”.

Fotografía: Laboratorio de Restauración Ecológica UNAM.

Los investigadores de la UNAM se resisten a que en el futuro solo podamos ver ajolotes en un acuario o en una pecera, donde algunos coleccionistas ya los depositan. Para evitarlo, el proyecto más reciente encabezado por el Laboratorio de Restauración Ecológica busca que todas las personas se involucren en su rescate. Se trata del Adoptaxolotl, una campaña de recaudación fondos que irán directamente a la rehabilitación de su hábitat, a la conservación de la vida silvestre local y como apoyo a las actividades agrícolas chinamperas de Xochimilco.

La idea es que con una donación mínima de doscientos pesos “invites a cenar a un ajolote” y así se financien los insumos de mantenimiento de su hábitat o que por mil pesos pesos “ayudes a tunear” los refugios de los anfibios. Zambrano reconoce que para mantener los programas de conservación se requerirían entre veinte y treinta millones de pesos anuales, una cifra “insignificante”, dice, si se la compara, por ejemplo, con los 693 millones de pesos que el gobierno capitalino invirtió en 2019 para construir el Puente Vehicular Periférico-Cuemanco en una parte del humedal de Xochimilco. “Con esa cantidad tendríamos no menos de trescientos o cuatrocientos refugios para los ajolotes y habríamos restaurado Xochimilco en términos agrícolas”, lamenta.

Zambrano admite que la pelea por los recursos para estos programas de conservación ha sido uno de sus grandes dolores de cabeza. Recuerda que en 2017 la UNAM firmó un convenio por un millón de pesos con las autoridades de la alcaldía de Xochimilco, pero fue cancelado de último momento… sin ninguna explicación. Ahora están a la espera de un nuevo acuerdo para que el Laboratorio de Restauración pueda llevar a cabo otro censo de la población de ajolotes: “Necesitamos actualizar el último censo no solo para saber cuántos tenemos, sino para saber si hemos estado haciendo las cosas bien y qué podríamos mejorar, pero sin estos recursos no será posible.”

El ajolote es importante porque dentro de su hábitat es el encargado de comerse a otros insectos y de este modo ayuda a equilibrar el ambiente, manteniendo el agua limpia y cristalina. A medida que estos anfibios han ido desapareciendo poco a poco, los canales se han ido enverdeciendo. “El ajolote, además, es el depredador punta en la cadena alimenticia del lago. Sin este animal, el sistema se derrumbaría”, por eso rescatar su hábitat “es tan importante o más importante que el animal mismo”, continúa Zambrano.

En México habitan diecisiete especies de ajolotes distribuidas entre el noreste y el centro, de las cuales dieciséis son endémicas (es decir, únicas de nuestro país), pero quince se encuentran enlistadas dentro de la NOM-059- Semarnat-2010 en alguna categoría de riesgo. El ajolote de Xochimilco, Ambystoma mexicanum, es el único en peligro de extinción.

El ajolote de Xochimilco

Fotografía: Laboratorio de Restauración Ecológica UNAM.

Los programas de restauración que ha impulsado la UNAM involucran sobre todo a los chinamperos de Xochimilco, pues el rescate del ajolote empieza por la restauración de su hábitat y no fuera de él. “Pensar que podemos cuidarlos y conservarlos en peceras es un error. Es como los osos polares, tienen que estar en el círculo Ártico, no en un zoológico”, dice Zambrano, “hay personas que se encargan de reproducir estas especies y los tienen en peceras para después hacer negocio con ellas o son utilizadas como atracción turística”. Zambrano busca que esta campaña nos haga conscientes de que debemos actuar ante las omisiones de las autoridades: “La gente tiene que darse cuenta de que la conservación cuesta, sobre todo cuando el gobierno no está funcionando”.

El principal proyecto liderado por Zambrano en Xochimilco es la Chinampa Refugio. A través de esta iniciativa se restauran las chinampas, sin pesticidas ni fertilizantes, y se instalan filtros para mejorar la calidad del agua. Es en estas zonas donde el ajolote encuentra alimento y refugio y puede reproducirse junto a otras especies que dependen de él.

La tarea es relativamente sencilla. Horacio Mena González, investigador del Instituto de Biología de la UNAM, lo explica así: se abren zanjas, se ponen compuertas de madera, se rehabilita y reproduce el ecosistema original del ajolote. Además, se colocan otras compuertas con filtros naturales que limpian el agua. “La idea es evitar la entrada de las especies exóticas que depredan los nidos y crías” de estos animales.

Las autoridades de Xochimilco también han emprendido algunos otros proyectos que consisten en controlar la presencia de los peces carpa y tilapia, dos de las principales especies que amenazan al ajolote. Estas especies fueron introducidas en los canales desde la década de los ochenta para aumentar la producción de alimentos en la zona, sin embargo, resultó perjudicial, pues no solo se comen los huevos de los ajolotes, sino que compiten por el mismo alimento y su población es mucho mayor. El último censo que hizo la UNAM sobre la presencia de carpas y tilapias contabilizó unas novecientas toneladas en el lago. “Si realmente quisiéramos acabar con ellas, tendríamos que eliminar una tonelada por día, lo que nos llevaría unos tres años”, explica Zambrano.

El científico termina con una advertencia sobre el futuro del medio ambiente: “Si no logramos rescatar a una de las especies endémicas más importantes del país, sabiendo cómo y teniendo las herramientas para hacerlo… si fracasamos en esto, fracasaremos también en otras tareas de la lucha contra la crisis ambiental. Si nos vale un pepino y todo el mundo sigue en la fiesta en Xochimilco, estaremos perdiendo una de las principales acciones para frenar la desaparición de los ajolotes”.

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