En entrevista telefónica con Gatopardo, Restrepo explicó: “Adoptamos la palabra convención, no foro ni seminario, porque no es un encuentro para repetir las agendas que ya nos sabemos. Es para pactar. Feministas colombianas: estas dos mujeres necesitan nuestro apoyo, fuerza y movilización, para que en sus pactos políticos cada una tenga posibilidades y garantías de ganar, no de ser pensadas como segundas, y para que desde la centroizquierda disputen el poder al partido de gobierno, que lleva años con un proyecto de desigualdad y muerte”.
A más de un año de las elecciones y sin un panorama del todo definido, Ángela María Robledo está en la Coalición de la Esperanza, de política de centro, y Francia Márquez Mina se lanzará como independiente desde el movimiento Soy Porque Somos, aunque ninguna descarta alianzas.
Dos pendones colgaban del techo: “Juntas por la democracia, la igualdad y la justicia” y “Las feministas colombianas afirmamos nuestra vocación de poder para gobernar el país”.
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A la Convención Nacional Feminista asistieron mujeres indígenas, afrodescendientes, raizales, mestizas, blancas, de organizaciones populares y comunitarias, académicas, estudiantes, jóvenes, campesinas, urbanas, diversas sexuales. Dieciséis de ellas, por sorteo, tomaron la palabra:
—Se trata de llevar al poder una voz que represente realmente a la mujer, que sea consciente de lo que vivimos y que no llegue allá y se olvide de quién la llevó. Deposito mi confianza —dijo Paola Caicedo, de Quibdó, en Chocó.
—En la Ruta consideramos que las mujeres estamos listas hace rato para gobernar. Tenemos que llegar a los Concejos, al Congreso, a las Asambleas, mínimo en un 50% —dijo Marina Gallego, integrante de la Ruta Pacífica de las Mujeres, aliada de la Convención.
—Soy una mujer que lucha y ha dado siempre lo mejor de sí por un pueblo. Considero que en manos de las mujeres está el futuro de Colombia —dijo Yolanda Cabezas Landázuri, de Barbacoas, en Nariño.
La vocera de las mujeres feministas convocadas, Bibiana Peñaranda, no pudo ir a Honda. Ella vive en la ciudad de Buenaventura –el principal puerto marítimo del Pacífico colombiano– y es integrante de la Fundación Akina Zaji Sauda, tres “vocablos africanos” que se traducen al español como “conexión de mujeres negras”. Esa fundación hace parte de la Red Mariposas de Alas Nuevas, que trabaja con mujeres desplazadas y víctimas de violencia sexual.
En entrevista con Gatopardo, Peñaranda señaló: “A las que lleguen a la Presidencia les pedimos que reconozcan la inequidad en la política [y] abrir camino para que podamos entrar a la contienda, no como relleno sino como sujetas políticas; que reconozcan la diversidad, esas cuotas paritarias no pueden ser homogéneas”.
Peñaranda se refiere a la acción afirmativa que introdujo la Ley de Cuotas en el año 2000, la cual dispone que mínimo el 30% de los altos cargos públicos debe ejercerse por mujeres. “En Colombia hay mujeres afrodescendientes, palenqueras, raizales, indígenas, gitanas, mestizas y blancas, todas con narrativas y agendas”, continuó la entrevista, pidiendo pluralidad entre las mujeres gobernantes.
Una sensación de hartazgo ante el estado del país atravesó las casi cuatro horas de la Convención.
—Estamos cansadas de ser cuotas en los gobiernos politiqueros. Queremos pensar un gobierno feminista, construir planes y programas desde una concepción feminista. No somos parte de las cuotas, somos la política —dijo Adriana Benjumea, la directora de Humanas Colombia, una organización con sede en Bogotá y presencia en otras regiones, cuando tomó la palabra, sentada a la mesa principal.
Benjumea también es vocera de las organizaciones aliadas y parte de la Comisión Política de la Convención. En entrevista con Gatopardo, recordó que la idea surgió el año pasado y dijo que ha sido un proceso “interesante, bonito, arduo y difícil”, no bajo el prejuicio de que el trabajo entre mujeres es difícil, sino porque pasaron horas pensando cómo hacerlo mejor, cómo lograr una inclusión real de la diversidad de mujeres y feminismos.
La pandemia complicó la organización, pero ante la urgencia de pactar con Francia Márquez Mina y Ángela María Robledo, de darles fuerza y confianza para que planten sus candidaturas en las coaliciones en las que decidan participar, entendieron que tenían que convocarlas ya.
En la mesa, junto a Marta Restrepo y Adriana Benjumea, también estaban Heidi Ximena Córdoba, del departamento de Chocó, en el Pacífico colombiano, una mujer afrodescendiente, campesina y víctima del conflicto armado; y Magaly Belalcázar Ortega, del departamento de Caquetá, al sur del país, campesina y defensora de derechos humanos, territoriales y ambientales. Más adelante, las acompañó Luz Christopher Britton, trabajadora social de la isla de San Andrés.
Es un momento decisivo para el país, concordaron las voceras de la Convención Restrepo, Peñaranda y Benjumea.
“Es decisivo porque las derechas en la presidencia y en los parlamentos, donde son mayoría, pueden echar por tierra las conquistas sociales que hemos alcanzado. Si esas personas continúan en el Estado, nuestro proyecto es inviable. […] Se viene una agenda remasterizada de las derechas que quieren mostrar a los feminismos como enemigos de la familia, a las personas diversas como enemigas de las niñas y niños y a las ideas progresistas como enemigas de los valores tradicionales, que no pretenden más que conservar el estado de cosas desigual”, dijo Restrepo.
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La Convención Nacional Feminista rebasa la meta electoral de apoyar las candidaturas presidenciales de dos mujeres. Durante la sesión, se mencionaron los problemas estructurales de Colombia.
—Estoy aquí porque mi tierra, la Amazonia, desde hace siglos viene siendo ultrajada, siendo violada, siendo saqueada por el patriarcado —dijo Neruda Díaz Martínez, de Florencia, en Caquetá.
También Peñaranda, en entrevista, habló de otros compromisos que las candidatas deben asumir: “Que reconozcan que hay una economía de mercado y una guerra que lapida y afecta mayormente a mujeres y niñas. Estamos en un escenario en el que el Acuerdo de Paz no se respeta, en el que proliferan los grupos armados, en el que la matanza de líderes y lideresas no cesa, en el que la pandemia potenció las violencias hacia las mujeres”.
“Ya no estamos enganchados y enganchadas en el discurso de la guerra. Durante años ningún gobierno avanzó en políticas sociales porque todo era culpa del conflicto armado. Esa excusa no está más y el gobierno tiene que responder por la implementación del Acuerdo de Paz. Estamos cansados y cansadas. Si no empezamos hoy a transformar la forma de hacer política, seguramente no tendremos más tiempo. Tiene que ser ahora”, dijo Benjumea.
Antes de la reunión, por redes sociales ya había circulado la invitación para asistir y adherirse al manifiesto que plantea seis puntos: robustecer el Estado como cuidador de la ciudadanía, buscar el reconocimiento y la redistribución justa del trabajo reproductivo y de cuidado, rechazar medidas que vayan en contra de la vida o de la naturaleza, oponerse a la agenda antiderechos, abanderar el antirracismo, la paridad y la descentralización del poder y consolidar una paz estable, duradera y transformadora. El 5 de abril había dos mil adhesiones.
Ese día las candidatas pasaron dos veces ante el público. Primero, con las manos en alto y entrelazadas, a una rueda de prensa y, después, cada una dio un discurso breve, con los que cerró la Convención.
Una de ellas, Francia Márquez Mina, ganadora del Goldman Prize por su labor como lideresa ambiental por la defensa de los ríos, la tierra y la comunidad ante la minería ilegal, nació en la vereda de Yolombó, en el departamento del Cauca, al suroccidente del país, en un territorio ancestral que junto a su comunidad aprendió a amar y proteger desde chica.
–Me convocó a estar aquí la rebeldía que me caracteriza como mujer afrodescendiente. Me invita a estar aquí el dolor de las mujeres que hoy están saliendo desterradas por la política de la muerte, por la guerra que el patriarcado, los hombres blancos que nos gobiernan, insisten en mantener. […] Vamos a reescribir la historia de este país, una historia que se piense con nosotras, con los pueblos, con los de abajo, una historia que se piense desde la raíz.
Las participantes aplaudieron varias veces. Un aplauso comprometido, de confianza. Un aplauso que se repitió cuando Márquez Mina dijo que si hay juntanza con otros pactos o coaliciones, será desde la diferencia y la diversidad, no para ser parte del montón; cuando dijo que no se trata de que una mujer llegue a la presidencia, sino de que sea una mujer dispuesta a cambiar las situaciones de injusticia; cuando dijo: “No se puede ser feminista si no se es antirracista”, y cuando Robledo invitó a ganarles a los líderes de la Coalición de la Esperanza, de centro, y del Pacto Histórico, de izquierda.
En medio de cánticos de “¡Presidentas! ¡Presidentas!” y “Alerta que camina / la lucha feminista por América Latina”, con el pañuelo verde atado a la muñeca, habló Ángela María Robledo, psicóloga y referente del feminismo en Colombia. Es representante a la Cámara desde 2010 y fue candidata a vicepresidenta en las elecciones de 2018, junto al hoy senador Gustavo Petro, a cuyo movimiento renunció en enero de este año aduciendo falta de espacio político.
–Era imposible no estar aquí. Como feminista, como pacifista, como mujer que ha vivido tantas adversidades sentía que tenía que estar aquí con esta aspiración, pero también para acompañar un proceso de largo aliento. Nos hemos preparado, hemos estudiado, hemos trabajado, nos hemos rebelado, hemos desobedecido y estamos aquí para decir que queremos vivir en un país en democracia, en paz, que cuide la vida en todas sus expresiones.
“Ya no depende de nosotras, sino de ellas”, dijo Restrepo en entrevista. “Una vez que los pactos aclaren cómo van a constituir sus listas o qué van a hacer, pues nosotras miramos qué pasa”.
Por ahora, Angela María Robledo y Francia Márquez Mina están investidas.