Pedro Casas Alatriste, ¿por qué quieres gritar?
Especial patrio
México está inmerso en una crisis de muchas caras, y sí, tenemos muchas razones para gritar, pero no precisamente en tono de celebración. Con el pretexto de lo que solemos llamar “mes patrio” decidimos abrir un espacio para el análisis y el debate en torno a los problemas más profundos de nuestro país y atrevernos a plantear estrategias como sociedad civil para solucionarlos.
Se trata de dejar de lado el típico «grito de Independencia» y utilizar la voz, en cambio, para imaginar maneras de enmendar el rumbo.
Estas son las voces de ciudadanos de distintas edades, profesiones e ideologías que decidieron sumarse a esta intención, esperando que no se quede solo en eso.
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¿Cuáles son los tres problemas que más te preocupan de México?
Definitivamente el problema más complejo y profundo de nuestro México es el sistema educativo. De este se desprenden muchos otros como la inseguridad y la delincuencia, la corrupción, la falta de movilidad social y las desigualdades económicas, la precaria productividad, la falta de crecimiento económico, y la gestación de un campo fértil para populismos y políticos oportunistas. El sistema educativo en México está subyugado por sindicatos e intereses perversos de ciertos grupos de poder. Esto genera que las prioridades sean la supervivencia de estos entes controladores, en vez de una urgente reforma a los mecanismos de enseñanza, a los maestros y al contenido educativo.
Por otro lado, la corrupción es uno de los mayores cánceres de nuestra sociedad; inhibe la inversión, el crecimiento económico, la generación de empleos, y bloquea la existencia de un estado de derecho pleno. La gran ironía de este problema radica en la sencillez de su solución. En el momento en que todos, o al menos una mayoría simple de los mexicanos, decidamos no participar más en actos de corrupción, el mecanismo muere. Todo es cuestión de equilibrios, el ser humano por naturaleza se comporta con base en lo que ve. Cuando una mayoría de nosotros no permita ni acceda a actos de corrupción, el equilibrio social se nivelaría hacia ese extremo. De modo contrario, si todo opera bajo este régimen, la ley de “el que no tranza no avanza” será la que imperará.
Por último, a México recientemente lo atacó un mal silencioso que pocos han internalizado. Hoy nuestro país sufre de la pauperización del debate público. Todas las mañanas nos enfrentamos a que los temas de discusión nacional los dictamina una sola persona y el léxico sobre el cuál se analizan, también. La complejidad argumentativa se ha reducido a “chairo”, “fifí”, “fuchi”, “conservadores”, y un pequeñísimo etcétera. Históricamente, las dictaduras comienzan por la eliminación de la discusión en la arena pública, y de la creación de enemigos comunes. Tristemente en México, ahí estamos. Si no defendemos la libertad de pensamiento y expresión, podríamos en unos años añadir a esta lista de problemas algunos todavía peores.
¿Qué le pedirías a las autoridades para solucionarlos?
Para solucionar el problema de la educación, lo primero que les pediría a las autoridades sería hacer frente tajante a los sindicatos de maestros. Es inaceptable que el sistema educativo esté a merced de trabajadores ineficientes, con plazas vitalicias y heredadas, además de sus liderazgos políticos utilizados con fines electorales. A la par, es necesario reformar la currícula para hacer frente a las necesidades presentes y futuras de un sistema social y económico cambiante. Por último, los mecanismos y las instalaciones de enseñanza deben de recibir inversión sustancial. Valdría la pena discutir la participación de la inversión privada en el sistema. Analizarlo desde una óptica pragmática y de crisis como la que vivimos actualmente, tratando de dejar atrás argumentos ideológicos.
Para combatir la corrupción al Estado les exigiría el respeto a las leyes y al estado de derecho. Reforzar el sistema judicial y asegurar el cumplimiento de la ley por parte de agentes públicos y privados. La corrupción es un juego de dos, ya sean públicos o privados. Por parte de la ciudadanía debemos comprometernos a no participar en actos de corrupción, pero acompañado de esto, debe de haber un compromiso de las autoridades por hacer respetar las leyes.
Por último, la exigencia a las autoridades para generar un debate público de calidad sería que se comportaran como verdaderos representantes de todos los mexicanos. Los discursos polarizantes y de odio no suman, únicamente restan. Todos entendemos las bien justificadas frustraciones y rencores hacia ciertos segmentos y grupos sociales, no obstante, silenciarlos no es la opción correcta. El diálogo, el debate y las discusiones profundas son las que fortalecen a una sociedad. Si aspiramos a vivir en una democracia funcional y plural, las opiniones de todos deben de ser escuchadas y respetadas. El papel de las autoridades no es favorecer a un grupo u otro, es liderar y administrar un país en su conjunto.
¿Cómo evalúas la participación de la sociedad civil en la búsqueda de soluciones para estos problemas? ¿Qué tenemos que hacer como ciudadanos para enmendar el rumbo?
En los últimos años el papel de la sociedad civil en México se ha fortalecido en sobremanera y esto ha sido fundamental en el combate a muchos de estos problemas. Sin embargo, hoy en día su existencia está en riesgo.
Ante la amenaza de un nuevo gobierno, abiertamente en contra de la sociedad civil y sus “intereses perversos”, la ciudadanía debe estar unida, debe ser resiliente y fuerte. Los obstáculos únicamente van a incrementar en los años por venir.
Considero que el ciudadano de a pie debe presentar propuestas innovadoras, incrementar su participación política, buscar espacios reales de expresión y ser un constante observador y cuestionador de las acciones del gobierno.
-Pedro Casas Alatriste L., economista
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