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La Asociación Nacional del Rifle y el descontrol de armas en EU

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Estados Unidos tiene el mayor número de armas de fuego de propiedad privada en el mundo.

Patrick Crusius de 21 años condujo nueve horas desde Allen, un suburbio al norte de Dallas, hasta una tienda Walmart ubicada en El Paso, Texas, cerca de la frontera entre México y Estados Unidos. Llegó al lugar poco después de las 10:00 horas. Vestía una camiseta negra, un pantalón marrón y protectores auditivos. En sus manos portaba un rifle de asalto. Decenas de familias, mexicanas y estadounidenses, se encontraban en el lugar y sin dudarlo, el joven abrió fuego contra la multitud. ¿Su objetivo? “Matar tantos mexicanos como fuera posible”, según dijo al ser detenido momentos después de cometer uno de los mayores crímenes contra la comunidad hispana en la historia de Estados Unidos. La mañana del 3 de agosto, marcó un antes y un después para El Paso, una ciudad de más de 600,000 habitantes, el 85% de ellos de origen hispano. Ese día 22 personas perdieron la vida tras el ataque, otras 26 resultaron heridas, algunas de ellas de gravedad. Al lunes siguiente, la cifra de muertos se elevó a 24, ocho de ellos mexicanos. Momentos previos al tiroteo, Patrick Crusius publicó un desconcertante documento en la plataforma 8chan, un “manifiesto” en el que justificaba que el ataque como una respuesta a la "invasión hispana de Texas". En consecuencia, el fiscal de distrito Jaime Esparza indicó que la policía tratará el caso como "terrorismo doméstico" y buscarán la pena de muerte para Crusius. “El ataque pone de manifiesto la continua amenaza que suponen los extremistas domésticos violentos”, señaló en un comunicado el Buró Federal de Investigaciones estadounidense. Un mes antes del ataque en El Paso, el FBI reconoció que este tipo de violencia está en aumento en el país y que la mayor parte está motivada por alguna forma de ideología supremacista blanca. La ola de críticas al presidente Donald Trump no tardó en llegar, dentro y fuera de Estados Unidos ligaron los motivos del ataque al discurso racista con el que el mandatario ha logrado un creciente clima de división. En muchas ocasiones, durante conferencias de prensa o incluso a través de su cuenta de Twitter, el presidente Trump ha calificado la entrada de migrantes como “una invasión”. Minutos después de darse a conocer el ataque racista, el Presidente condenó las acciones Patrick Crusius. Su esposa Melania Trump y su hija Ivanka, también lo hicieron. Sin embargo, los reclamos y señalamientos en su contra no cesaron. Un par de días después Trump dio un controvertido mensaje frente a medios de comunicación, en el responsabilizó a los videojuegos y las enfermedades mentales, de ser una de las principales causas de los tiroteos en Estados Unidos. Segundos después el Presidente condenó el racismo, la intolerancia y el supremacismo blanco, “estas ideologías siniestras deben ser derrotadas. El odio no tiene lugar en Estados Unidos. El odio deforma la mente, devasta el corazón y devora el alma", dijo. Aquel fin de semana, 31 personas perdieron la vida a causa de ataques masivos con armas de fuego, a las víctimas de El Paso se sumaron horas más tarde los fallecidos por un ataque similar en Dayton, Ohio. La creciente indignación de los estadounidenses los llevó a rechazar las visitas protocolarias que el presidente Donald Trump realizó tres días después a las ciudades afectadas. En ambas fue recibido en medio de protestas en las que además de rechazar su discurso, le exigieron reformas al control de armas en el país. Lamentablemente, esto se ha convertido en una rutina en Estados Unidos.

Aquel fin de semana, 31 personas perdieron la vida a causa de ataques masivos con armas de fuego, a las víctimas de El Paso se sumaron horas más tarde los fallecidos por un ataque similar en Dayton, Ohio.

La NRA dio 30 millones a la campaña de Trump

Después de cada tiroteo el debate sobre el control de armas se enciende, en ocasiones se llegan a presentar algunos proyectos de ley sobre el tema, pero los opositores se defienden bajo la lógica del libre mercado y el debate se detiene. El conflicto entre republicanos y demócratas impide que el Congreso apruebe alguna iniciativa, pero pasan los meses, otro tiroteo ocurre y el ciclo se repite. En este debate hay un actor clave que, en efecto, pesa lo suficiente para impedir que se pongan en marcha regulaciones más fuertes sobre el control de armas en Estados Unidos: la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés). La NRA, fundada en 1871 por William Conant y George Wood, se describe a sí misma como la “asociación por los derechos civiles más antigua de Estados Unidos” y escudada en la Segunda Enmienda estadounidense, asegura proteger el derecho de los ciudadanos de Estados Unidos a poseer o portar armas. Sin embargo, está muy lejos de ser una asociación de interés público, pues en realidad opera como un lobby que protege los intereses de las compañías de armas. Actualmente, Estados Unidos ocupa el primer lugar en cuanto a armas de fuego de propiedad privada en el mundo. Para 2017, el número de armas de fuego de propiedad civil fue de 120.5 armas por cada 100 residentes, lo que significa que había más armas de fuego que personas. Y es que en realidad, comparar un arma de fuego en Estados Unidos es realmente muy sencillo. En comparación de otros países de primer mundo, los requisitos que debe cumplir un ciudadano para tener y portar armas de fuego son muy laxos. En países como Holanda, Suiza, Canadá, Noruega, Nueva Zelanda y Australia, el interesado está obligado a informar los motivos por los que quiere tenerla, además de que inmediatamente entran a un registro de control federal. Una vez que ha sido aprobado, el interesado debe contar con una licencia para portar armas. En Estados Unidos solo basta ejercer el derecho a tenerlas. Sin embargo, es verdad que ante el incremento de tiroteos masivos, una gran cantidad de ciudadanos defiende la iniciativa de revisión de antecedentes como filtro principal para portar armas, incluso Trump mencionó la posibilidad de implementarlo tras el tiroteo en El Paso, pero la Asociación Nacional del Rifle se ha posicionado como una de las principales contrapartes.

En este debate hay un actor clave que, en efecto, pesa lo suficiente para impedir que se pongan en marcha regulaciones más fuertes sobre el control de armas en Estados Unidos: la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés). La razón fundamental de que la Asociación Nacional del Rifle tenga un peso importante en la toma de decisiones sobre el control de armas se debe a que la NRA es uno de los principales patrocinadores de las campañas políticas de candidatos republicanos. De acuerdo con datos del Center for Responsive Politics, la NRA invirtió 50 millones de dólares en la campaña electoral de 2016, incluyendo a seis candidatos republicanos al Senado y a Trump. El actual presidente recibió alrededor de 30 millones de la Asociación del Rifle. A pesar de esto, la Asociación Nacional del Rifle dice rechazar el partidismo e insiste en que su objetivo es preservar la Segunda Enmienda. Sin embargo, el peso que ha logrado en la política estadounidense influye mucho en el aumento de sus ingresos por donaciones de afiliados, pues a pesar de que nunca ha revelado cuánto dinero recibe, el Centro de Políticas de Violencia estima que de 2005 a 2013 recibió entre 20 y 60 millones anuales. Estos ingresos provienen de compañías a través de su programa de socios corporativos, en los cuales hay proyectos como “Empower the People” (Empoderando a la gente) o “Love at First Shot” (Amor al primer disparo). Existe incluso un selecto grupo llamado “Anillo de Oro de la Libertad” al que los miembros son invitados cuando sus contribuciones rebasan el millón. Si partimos de que en Estados Unidos hay más armas que habitantes, sobra decir que en ese país se producen suficientes armas para la exportación. Miles de ellas cruzan la frontera hacia México, convirtiéndose también en un elemento clave de la tremenda crisis de violencia que se vive en nuestro país. La NRA defiende su producto y bloqueará mientras pueda el debate de control de armas, así que esta en los gobiernos y la sociedad civil encontrar la fórmula para detener la ola de sangre.

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Patrick Crusius de 21 años condujo nueve horas desde Allen, un suburbio al norte de Dallas, hasta una tienda Walmart ubicada en El Paso, Texas, cerca de la frontera entre México y Estados Unidos. Llegó al lugar poco después de las 10:00 horas. Vestía una camiseta negra, un pantalón marrón y protectores auditivos. En sus manos portaba un rifle de asalto. Decenas de familias, mexicanas y estadounidenses, se encontraban en el lugar y sin dudarlo, el joven abrió fuego contra la multitud. ¿Su objetivo? “Matar tantos mexicanos como fuera posible”, según dijo al ser detenido momentos después de cometer uno de los mayores crímenes contra la comunidad hispana en la historia de Estados Unidos. La mañana del 3 de agosto, marcó un antes y un después para El Paso, una ciudad de más de 600,000 habitantes, el 85% de ellos de origen hispano. Ese día 22 personas perdieron la vida tras el ataque, otras 26 resultaron heridas, algunas de ellas de gravedad. Al lunes siguiente, la cifra de muertos se elevó a 24, ocho de ellos mexicanos. Momentos previos al tiroteo, Patrick Crusius publicó un desconcertante documento en la plataforma 8chan, un “manifiesto” en el que justificaba que el ataque como una respuesta a la "invasión hispana de Texas". En consecuencia, el fiscal de distrito Jaime Esparza indicó que la policía tratará el caso como "terrorismo doméstico" y buscarán la pena de muerte para Crusius. “El ataque pone de manifiesto la continua amenaza que suponen los extremistas domésticos violentos”, señaló en un comunicado el Buró Federal de Investigaciones estadounidense. Un mes antes del ataque en El Paso, el FBI reconoció que este tipo de violencia está en aumento en el país y que la mayor parte está motivada por alguna forma de ideología supremacista blanca. La ola de críticas al presidente Donald Trump no tardó en llegar, dentro y fuera de Estados Unidos ligaron los motivos del ataque al discurso racista con el que el mandatario ha logrado un creciente clima de división. En muchas ocasiones, durante conferencias de prensa o incluso a través de su cuenta de Twitter, el presidente Trump ha calificado la entrada de migrantes como “una invasión”. Minutos después de darse a conocer el ataque racista, el Presidente condenó las acciones Patrick Crusius. Su esposa Melania Trump y su hija Ivanka, también lo hicieron. Sin embargo, los reclamos y señalamientos en su contra no cesaron. Un par de días después Trump dio un controvertido mensaje frente a medios de comunicación, en el responsabilizó a los videojuegos y las enfermedades mentales, de ser una de las principales causas de los tiroteos en Estados Unidos. Segundos después el Presidente condenó el racismo, la intolerancia y el supremacismo blanco, “estas ideologías siniestras deben ser derrotadas. El odio no tiene lugar en Estados Unidos. El odio deforma la mente, devasta el corazón y devora el alma", dijo. Aquel fin de semana, 31 personas perdieron la vida a causa de ataques masivos con armas de fuego, a las víctimas de El Paso se sumaron horas más tarde los fallecidos por un ataque similar en Dayton, Ohio. La creciente indignación de los estadounidenses los llevó a rechazar las visitas protocolarias que el presidente Donald Trump realizó tres días después a las ciudades afectadas. En ambas fue recibido en medio de protestas en las que además de rechazar su discurso, le exigieron reformas al control de armas en el país. Lamentablemente, esto se ha convertido en una rutina en Estados Unidos.

Aquel fin de semana, 31 personas perdieron la vida a causa de ataques masivos con armas de fuego, a las víctimas de El Paso se sumaron horas más tarde los fallecidos por un ataque similar en Dayton, Ohio.

La NRA dio 30 millones a la campaña de Trump

Después de cada tiroteo el debate sobre el control de armas se enciende, en ocasiones se llegan a presentar algunos proyectos de ley sobre el tema, pero los opositores se defienden bajo la lógica del libre mercado y el debate se detiene. El conflicto entre republicanos y demócratas impide que el Congreso apruebe alguna iniciativa, pero pasan los meses, otro tiroteo ocurre y el ciclo se repite. En este debate hay un actor clave que, en efecto, pesa lo suficiente para impedir que se pongan en marcha regulaciones más fuertes sobre el control de armas en Estados Unidos: la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés). La NRA, fundada en 1871 por William Conant y George Wood, se describe a sí misma como la “asociación por los derechos civiles más antigua de Estados Unidos” y escudada en la Segunda Enmienda estadounidense, asegura proteger el derecho de los ciudadanos de Estados Unidos a poseer o portar armas. Sin embargo, está muy lejos de ser una asociación de interés público, pues en realidad opera como un lobby que protege los intereses de las compañías de armas. Actualmente, Estados Unidos ocupa el primer lugar en cuanto a armas de fuego de propiedad privada en el mundo. Para 2017, el número de armas de fuego de propiedad civil fue de 120.5 armas por cada 100 residentes, lo que significa que había más armas de fuego que personas. Y es que en realidad, comparar un arma de fuego en Estados Unidos es realmente muy sencillo. En comparación de otros países de primer mundo, los requisitos que debe cumplir un ciudadano para tener y portar armas de fuego son muy laxos. En países como Holanda, Suiza, Canadá, Noruega, Nueva Zelanda y Australia, el interesado está obligado a informar los motivos por los que quiere tenerla, además de que inmediatamente entran a un registro de control federal. Una vez que ha sido aprobado, el interesado debe contar con una licencia para portar armas. En Estados Unidos solo basta ejercer el derecho a tenerlas. Sin embargo, es verdad que ante el incremento de tiroteos masivos, una gran cantidad de ciudadanos defiende la iniciativa de revisión de antecedentes como filtro principal para portar armas, incluso Trump mencionó la posibilidad de implementarlo tras el tiroteo en El Paso, pero la Asociación Nacional del Rifle se ha posicionado como una de las principales contrapartes.

En este debate hay un actor clave que, en efecto, pesa lo suficiente para impedir que se pongan en marcha regulaciones más fuertes sobre el control de armas en Estados Unidos: la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés). La razón fundamental de que la Asociación Nacional del Rifle tenga un peso importante en la toma de decisiones sobre el control de armas se debe a que la NRA es uno de los principales patrocinadores de las campañas políticas de candidatos republicanos. De acuerdo con datos del Center for Responsive Politics, la NRA invirtió 50 millones de dólares en la campaña electoral de 2016, incluyendo a seis candidatos republicanos al Senado y a Trump. El actual presidente recibió alrededor de 30 millones de la Asociación del Rifle. A pesar de esto, la Asociación Nacional del Rifle dice rechazar el partidismo e insiste en que su objetivo es preservar la Segunda Enmienda. Sin embargo, el peso que ha logrado en la política estadounidense influye mucho en el aumento de sus ingresos por donaciones de afiliados, pues a pesar de que nunca ha revelado cuánto dinero recibe, el Centro de Políticas de Violencia estima que de 2005 a 2013 recibió entre 20 y 60 millones anuales. Estos ingresos provienen de compañías a través de su programa de socios corporativos, en los cuales hay proyectos como “Empower the People” (Empoderando a la gente) o “Love at First Shot” (Amor al primer disparo). Existe incluso un selecto grupo llamado “Anillo de Oro de la Libertad” al que los miembros son invitados cuando sus contribuciones rebasan el millón. Si partimos de que en Estados Unidos hay más armas que habitantes, sobra decir que en ese país se producen suficientes armas para la exportación. Miles de ellas cruzan la frontera hacia México, convirtiéndose también en un elemento clave de la tremenda crisis de violencia que se vive en nuestro país. La NRA defiende su producto y bloqueará mientras pueda el debate de control de armas, así que esta en los gobiernos y la sociedad civil encontrar la fórmula para detener la ola de sangre.

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Patrick Crusius de 21 años condujo nueve horas desde Allen, un suburbio al norte de Dallas, hasta una tienda Walmart ubicada en El Paso, Texas, cerca de la frontera entre México y Estados Unidos. Llegó al lugar poco después de las 10:00 horas. Vestía una camiseta negra, un pantalón marrón y protectores auditivos. En sus manos portaba un rifle de asalto. Decenas de familias, mexicanas y estadounidenses, se encontraban en el lugar y sin dudarlo, el joven abrió fuego contra la multitud. ¿Su objetivo? “Matar tantos mexicanos como fuera posible”, según dijo al ser detenido momentos después de cometer uno de los mayores crímenes contra la comunidad hispana en la historia de Estados Unidos. La mañana del 3 de agosto, marcó un antes y un después para El Paso, una ciudad de más de 600,000 habitantes, el 85% de ellos de origen hispano. Ese día 22 personas perdieron la vida tras el ataque, otras 26 resultaron heridas, algunas de ellas de gravedad. Al lunes siguiente, la cifra de muertos se elevó a 24, ocho de ellos mexicanos. Momentos previos al tiroteo, Patrick Crusius publicó un desconcertante documento en la plataforma 8chan, un “manifiesto” en el que justificaba que el ataque como una respuesta a la "invasión hispana de Texas". En consecuencia, el fiscal de distrito Jaime Esparza indicó que la policía tratará el caso como "terrorismo doméstico" y buscarán la pena de muerte para Crusius. “El ataque pone de manifiesto la continua amenaza que suponen los extremistas domésticos violentos”, señaló en un comunicado el Buró Federal de Investigaciones estadounidense. Un mes antes del ataque en El Paso, el FBI reconoció que este tipo de violencia está en aumento en el país y que la mayor parte está motivada por alguna forma de ideología supremacista blanca. La ola de críticas al presidente Donald Trump no tardó en llegar, dentro y fuera de Estados Unidos ligaron los motivos del ataque al discurso racista con el que el mandatario ha logrado un creciente clima de división. En muchas ocasiones, durante conferencias de prensa o incluso a través de su cuenta de Twitter, el presidente Trump ha calificado la entrada de migrantes como “una invasión”. Minutos después de darse a conocer el ataque racista, el Presidente condenó las acciones Patrick Crusius. Su esposa Melania Trump y su hija Ivanka, también lo hicieron. Sin embargo, los reclamos y señalamientos en su contra no cesaron. Un par de días después Trump dio un controvertido mensaje frente a medios de comunicación, en el responsabilizó a los videojuegos y las enfermedades mentales, de ser una de las principales causas de los tiroteos en Estados Unidos. Segundos después el Presidente condenó el racismo, la intolerancia y el supremacismo blanco, “estas ideologías siniestras deben ser derrotadas. El odio no tiene lugar en Estados Unidos. El odio deforma la mente, devasta el corazón y devora el alma", dijo. Aquel fin de semana, 31 personas perdieron la vida a causa de ataques masivos con armas de fuego, a las víctimas de El Paso se sumaron horas más tarde los fallecidos por un ataque similar en Dayton, Ohio. La creciente indignación de los estadounidenses los llevó a rechazar las visitas protocolarias que el presidente Donald Trump realizó tres días después a las ciudades afectadas. En ambas fue recibido en medio de protestas en las que además de rechazar su discurso, le exigieron reformas al control de armas en el país. Lamentablemente, esto se ha convertido en una rutina en Estados Unidos.

Aquel fin de semana, 31 personas perdieron la vida a causa de ataques masivos con armas de fuego, a las víctimas de El Paso se sumaron horas más tarde los fallecidos por un ataque similar en Dayton, Ohio.

La NRA dio 30 millones a la campaña de Trump

Después de cada tiroteo el debate sobre el control de armas se enciende, en ocasiones se llegan a presentar algunos proyectos de ley sobre el tema, pero los opositores se defienden bajo la lógica del libre mercado y el debate se detiene. El conflicto entre republicanos y demócratas impide que el Congreso apruebe alguna iniciativa, pero pasan los meses, otro tiroteo ocurre y el ciclo se repite. En este debate hay un actor clave que, en efecto, pesa lo suficiente para impedir que se pongan en marcha regulaciones más fuertes sobre el control de armas en Estados Unidos: la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés). La NRA, fundada en 1871 por William Conant y George Wood, se describe a sí misma como la “asociación por los derechos civiles más antigua de Estados Unidos” y escudada en la Segunda Enmienda estadounidense, asegura proteger el derecho de los ciudadanos de Estados Unidos a poseer o portar armas. Sin embargo, está muy lejos de ser una asociación de interés público, pues en realidad opera como un lobby que protege los intereses de las compañías de armas. Actualmente, Estados Unidos ocupa el primer lugar en cuanto a armas de fuego de propiedad privada en el mundo. Para 2017, el número de armas de fuego de propiedad civil fue de 120.5 armas por cada 100 residentes, lo que significa que había más armas de fuego que personas. Y es que en realidad, comparar un arma de fuego en Estados Unidos es realmente muy sencillo. En comparación de otros países de primer mundo, los requisitos que debe cumplir un ciudadano para tener y portar armas de fuego son muy laxos. En países como Holanda, Suiza, Canadá, Noruega, Nueva Zelanda y Australia, el interesado está obligado a informar los motivos por los que quiere tenerla, además de que inmediatamente entran a un registro de control federal. Una vez que ha sido aprobado, el interesado debe contar con una licencia para portar armas. En Estados Unidos solo basta ejercer el derecho a tenerlas. Sin embargo, es verdad que ante el incremento de tiroteos masivos, una gran cantidad de ciudadanos defiende la iniciativa de revisión de antecedentes como filtro principal para portar armas, incluso Trump mencionó la posibilidad de implementarlo tras el tiroteo en El Paso, pero la Asociación Nacional del Rifle se ha posicionado como una de las principales contrapartes.

En este debate hay un actor clave que, en efecto, pesa lo suficiente para impedir que se pongan en marcha regulaciones más fuertes sobre el control de armas en Estados Unidos: la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés). La razón fundamental de que la Asociación Nacional del Rifle tenga un peso importante en la toma de decisiones sobre el control de armas se debe a que la NRA es uno de los principales patrocinadores de las campañas políticas de candidatos republicanos. De acuerdo con datos del Center for Responsive Politics, la NRA invirtió 50 millones de dólares en la campaña electoral de 2016, incluyendo a seis candidatos republicanos al Senado y a Trump. El actual presidente recibió alrededor de 30 millones de la Asociación del Rifle. A pesar de esto, la Asociación Nacional del Rifle dice rechazar el partidismo e insiste en que su objetivo es preservar la Segunda Enmienda. Sin embargo, el peso que ha logrado en la política estadounidense influye mucho en el aumento de sus ingresos por donaciones de afiliados, pues a pesar de que nunca ha revelado cuánto dinero recibe, el Centro de Políticas de Violencia estima que de 2005 a 2013 recibió entre 20 y 60 millones anuales. Estos ingresos provienen de compañías a través de su programa de socios corporativos, en los cuales hay proyectos como “Empower the People” (Empoderando a la gente) o “Love at First Shot” (Amor al primer disparo). Existe incluso un selecto grupo llamado “Anillo de Oro de la Libertad” al que los miembros son invitados cuando sus contribuciones rebasan el millón. Si partimos de que en Estados Unidos hay más armas que habitantes, sobra decir que en ese país se producen suficientes armas para la exportación. Miles de ellas cruzan la frontera hacia México, convirtiéndose también en un elemento clave de la tremenda crisis de violencia que se vive en nuestro país. La NRA defiende su producto y bloqueará mientras pueda el debate de control de armas, así que esta en los gobiernos y la sociedad civil encontrar la fórmula para detener la ola de sangre.

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Patrick Crusius de 21 años condujo nueve horas desde Allen, un suburbio al norte de Dallas, hasta una tienda Walmart ubicada en El Paso, Texas, cerca de la frontera entre México y Estados Unidos. Llegó al lugar poco después de las 10:00 horas. Vestía una camiseta negra, un pantalón marrón y protectores auditivos. En sus manos portaba un rifle de asalto. Decenas de familias, mexicanas y estadounidenses, se encontraban en el lugar y sin dudarlo, el joven abrió fuego contra la multitud. ¿Su objetivo? “Matar tantos mexicanos como fuera posible”, según dijo al ser detenido momentos después de cometer uno de los mayores crímenes contra la comunidad hispana en la historia de Estados Unidos. La mañana del 3 de agosto, marcó un antes y un después para El Paso, una ciudad de más de 600,000 habitantes, el 85% de ellos de origen hispano. Ese día 22 personas perdieron la vida tras el ataque, otras 26 resultaron heridas, algunas de ellas de gravedad. Al lunes siguiente, la cifra de muertos se elevó a 24, ocho de ellos mexicanos. Momentos previos al tiroteo, Patrick Crusius publicó un desconcertante documento en la plataforma 8chan, un “manifiesto” en el que justificaba que el ataque como una respuesta a la "invasión hispana de Texas". En consecuencia, el fiscal de distrito Jaime Esparza indicó que la policía tratará el caso como "terrorismo doméstico" y buscarán la pena de muerte para Crusius. “El ataque pone de manifiesto la continua amenaza que suponen los extremistas domésticos violentos”, señaló en un comunicado el Buró Federal de Investigaciones estadounidense. Un mes antes del ataque en El Paso, el FBI reconoció que este tipo de violencia está en aumento en el país y que la mayor parte está motivada por alguna forma de ideología supremacista blanca. La ola de críticas al presidente Donald Trump no tardó en llegar, dentro y fuera de Estados Unidos ligaron los motivos del ataque al discurso racista con el que el mandatario ha logrado un creciente clima de división. En muchas ocasiones, durante conferencias de prensa o incluso a través de su cuenta de Twitter, el presidente Trump ha calificado la entrada de migrantes como “una invasión”. Minutos después de darse a conocer el ataque racista, el Presidente condenó las acciones Patrick Crusius. Su esposa Melania Trump y su hija Ivanka, también lo hicieron. Sin embargo, los reclamos y señalamientos en su contra no cesaron. Un par de días después Trump dio un controvertido mensaje frente a medios de comunicación, en el responsabilizó a los videojuegos y las enfermedades mentales, de ser una de las principales causas de los tiroteos en Estados Unidos. Segundos después el Presidente condenó el racismo, la intolerancia y el supremacismo blanco, “estas ideologías siniestras deben ser derrotadas. El odio no tiene lugar en Estados Unidos. El odio deforma la mente, devasta el corazón y devora el alma", dijo. Aquel fin de semana, 31 personas perdieron la vida a causa de ataques masivos con armas de fuego, a las víctimas de El Paso se sumaron horas más tarde los fallecidos por un ataque similar en Dayton, Ohio. La creciente indignación de los estadounidenses los llevó a rechazar las visitas protocolarias que el presidente Donald Trump realizó tres días después a las ciudades afectadas. En ambas fue recibido en medio de protestas en las que además de rechazar su discurso, le exigieron reformas al control de armas en el país. Lamentablemente, esto se ha convertido en una rutina en Estados Unidos.

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Después de cada tiroteo el debate sobre el control de armas se enciende, en ocasiones se llegan a presentar algunos proyectos de ley sobre el tema, pero los opositores se defienden bajo la lógica del libre mercado y el debate se detiene. El conflicto entre republicanos y demócratas impide que el Congreso apruebe alguna iniciativa, pero pasan los meses, otro tiroteo ocurre y el ciclo se repite. En este debate hay un actor clave que, en efecto, pesa lo suficiente para impedir que se pongan en marcha regulaciones más fuertes sobre el control de armas en Estados Unidos: la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés). La NRA, fundada en 1871 por William Conant y George Wood, se describe a sí misma como la “asociación por los derechos civiles más antigua de Estados Unidos” y escudada en la Segunda Enmienda estadounidense, asegura proteger el derecho de los ciudadanos de Estados Unidos a poseer o portar armas. Sin embargo, está muy lejos de ser una asociación de interés público, pues en realidad opera como un lobby que protege los intereses de las compañías de armas. Actualmente, Estados Unidos ocupa el primer lugar en cuanto a armas de fuego de propiedad privada en el mundo. Para 2017, el número de armas de fuego de propiedad civil fue de 120.5 armas por cada 100 residentes, lo que significa que había más armas de fuego que personas. Y es que en realidad, comparar un arma de fuego en Estados Unidos es realmente muy sencillo. En comparación de otros países de primer mundo, los requisitos que debe cumplir un ciudadano para tener y portar armas de fuego son muy laxos. En países como Holanda, Suiza, Canadá, Noruega, Nueva Zelanda y Australia, el interesado está obligado a informar los motivos por los que quiere tenerla, además de que inmediatamente entran a un registro de control federal. Una vez que ha sido aprobado, el interesado debe contar con una licencia para portar armas. En Estados Unidos solo basta ejercer el derecho a tenerlas. Sin embargo, es verdad que ante el incremento de tiroteos masivos, una gran cantidad de ciudadanos defiende la iniciativa de revisión de antecedentes como filtro principal para portar armas, incluso Trump mencionó la posibilidad de implementarlo tras el tiroteo en El Paso, pero la Asociación Nacional del Rifle se ha posicionado como una de las principales contrapartes.

En este debate hay un actor clave que, en efecto, pesa lo suficiente para impedir que se pongan en marcha regulaciones más fuertes sobre el control de armas en Estados Unidos: la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés). La razón fundamental de que la Asociación Nacional del Rifle tenga un peso importante en la toma de decisiones sobre el control de armas se debe a que la NRA es uno de los principales patrocinadores de las campañas políticas de candidatos republicanos. De acuerdo con datos del Center for Responsive Politics, la NRA invirtió 50 millones de dólares en la campaña electoral de 2016, incluyendo a seis candidatos republicanos al Senado y a Trump. El actual presidente recibió alrededor de 30 millones de la Asociación del Rifle. A pesar de esto, la Asociación Nacional del Rifle dice rechazar el partidismo e insiste en que su objetivo es preservar la Segunda Enmienda. Sin embargo, el peso que ha logrado en la política estadounidense influye mucho en el aumento de sus ingresos por donaciones de afiliados, pues a pesar de que nunca ha revelado cuánto dinero recibe, el Centro de Políticas de Violencia estima que de 2005 a 2013 recibió entre 20 y 60 millones anuales. Estos ingresos provienen de compañías a través de su programa de socios corporativos, en los cuales hay proyectos como “Empower the People” (Empoderando a la gente) o “Love at First Shot” (Amor al primer disparo). Existe incluso un selecto grupo llamado “Anillo de Oro de la Libertad” al que los miembros son invitados cuando sus contribuciones rebasan el millón. Si partimos de que en Estados Unidos hay más armas que habitantes, sobra decir que en ese país se producen suficientes armas para la exportación. Miles de ellas cruzan la frontera hacia México, convirtiéndose también en un elemento clave de la tremenda crisis de violencia que se vive en nuestro país. La NRA defiende su producto y bloqueará mientras pueda el debate de control de armas, así que esta en los gobiernos y la sociedad civil encontrar la fórmula para detener la ola de sangre.

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Estados Unidos tiene el mayor número de armas de fuego de propiedad privada en el mundo.

Patrick Crusius de 21 años condujo nueve horas desde Allen, un suburbio al norte de Dallas, hasta una tienda Walmart ubicada en El Paso, Texas, cerca de la frontera entre México y Estados Unidos. Llegó al lugar poco después de las 10:00 horas. Vestía una camiseta negra, un pantalón marrón y protectores auditivos. En sus manos portaba un rifle de asalto. Decenas de familias, mexicanas y estadounidenses, se encontraban en el lugar y sin dudarlo, el joven abrió fuego contra la multitud. ¿Su objetivo? “Matar tantos mexicanos como fuera posible”, según dijo al ser detenido momentos después de cometer uno de los mayores crímenes contra la comunidad hispana en la historia de Estados Unidos. La mañana del 3 de agosto, marcó un antes y un después para El Paso, una ciudad de más de 600,000 habitantes, el 85% de ellos de origen hispano. Ese día 22 personas perdieron la vida tras el ataque, otras 26 resultaron heridas, algunas de ellas de gravedad. Al lunes siguiente, la cifra de muertos se elevó a 24, ocho de ellos mexicanos. Momentos previos al tiroteo, Patrick Crusius publicó un desconcertante documento en la plataforma 8chan, un “manifiesto” en el que justificaba que el ataque como una respuesta a la "invasión hispana de Texas". En consecuencia, el fiscal de distrito Jaime Esparza indicó que la policía tratará el caso como "terrorismo doméstico" y buscarán la pena de muerte para Crusius. “El ataque pone de manifiesto la continua amenaza que suponen los extremistas domésticos violentos”, señaló en un comunicado el Buró Federal de Investigaciones estadounidense. Un mes antes del ataque en El Paso, el FBI reconoció que este tipo de violencia está en aumento en el país y que la mayor parte está motivada por alguna forma de ideología supremacista blanca. La ola de críticas al presidente Donald Trump no tardó en llegar, dentro y fuera de Estados Unidos ligaron los motivos del ataque al discurso racista con el que el mandatario ha logrado un creciente clima de división. En muchas ocasiones, durante conferencias de prensa o incluso a través de su cuenta de Twitter, el presidente Trump ha calificado la entrada de migrantes como “una invasión”. Minutos después de darse a conocer el ataque racista, el Presidente condenó las acciones Patrick Crusius. Su esposa Melania Trump y su hija Ivanka, también lo hicieron. Sin embargo, los reclamos y señalamientos en su contra no cesaron. Un par de días después Trump dio un controvertido mensaje frente a medios de comunicación, en el responsabilizó a los videojuegos y las enfermedades mentales, de ser una de las principales causas de los tiroteos en Estados Unidos. Segundos después el Presidente condenó el racismo, la intolerancia y el supremacismo blanco, “estas ideologías siniestras deben ser derrotadas. El odio no tiene lugar en Estados Unidos. El odio deforma la mente, devasta el corazón y devora el alma", dijo. Aquel fin de semana, 31 personas perdieron la vida a causa de ataques masivos con armas de fuego, a las víctimas de El Paso se sumaron horas más tarde los fallecidos por un ataque similar en Dayton, Ohio. La creciente indignación de los estadounidenses los llevó a rechazar las visitas protocolarias que el presidente Donald Trump realizó tres días después a las ciudades afectadas. En ambas fue recibido en medio de protestas en las que además de rechazar su discurso, le exigieron reformas al control de armas en el país. Lamentablemente, esto se ha convertido en una rutina en Estados Unidos.

Aquel fin de semana, 31 personas perdieron la vida a causa de ataques masivos con armas de fuego, a las víctimas de El Paso se sumaron horas más tarde los fallecidos por un ataque similar en Dayton, Ohio.

La NRA dio 30 millones a la campaña de Trump

Después de cada tiroteo el debate sobre el control de armas se enciende, en ocasiones se llegan a presentar algunos proyectos de ley sobre el tema, pero los opositores se defienden bajo la lógica del libre mercado y el debate se detiene. El conflicto entre republicanos y demócratas impide que el Congreso apruebe alguna iniciativa, pero pasan los meses, otro tiroteo ocurre y el ciclo se repite. En este debate hay un actor clave que, en efecto, pesa lo suficiente para impedir que se pongan en marcha regulaciones más fuertes sobre el control de armas en Estados Unidos: la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés). La NRA, fundada en 1871 por William Conant y George Wood, se describe a sí misma como la “asociación por los derechos civiles más antigua de Estados Unidos” y escudada en la Segunda Enmienda estadounidense, asegura proteger el derecho de los ciudadanos de Estados Unidos a poseer o portar armas. Sin embargo, está muy lejos de ser una asociación de interés público, pues en realidad opera como un lobby que protege los intereses de las compañías de armas. Actualmente, Estados Unidos ocupa el primer lugar en cuanto a armas de fuego de propiedad privada en el mundo. Para 2017, el número de armas de fuego de propiedad civil fue de 120.5 armas por cada 100 residentes, lo que significa que había más armas de fuego que personas. Y es que en realidad, comparar un arma de fuego en Estados Unidos es realmente muy sencillo. En comparación de otros países de primer mundo, los requisitos que debe cumplir un ciudadano para tener y portar armas de fuego son muy laxos. En países como Holanda, Suiza, Canadá, Noruega, Nueva Zelanda y Australia, el interesado está obligado a informar los motivos por los que quiere tenerla, además de que inmediatamente entran a un registro de control federal. Una vez que ha sido aprobado, el interesado debe contar con una licencia para portar armas. En Estados Unidos solo basta ejercer el derecho a tenerlas. Sin embargo, es verdad que ante el incremento de tiroteos masivos, una gran cantidad de ciudadanos defiende la iniciativa de revisión de antecedentes como filtro principal para portar armas, incluso Trump mencionó la posibilidad de implementarlo tras el tiroteo en El Paso, pero la Asociación Nacional del Rifle se ha posicionado como una de las principales contrapartes.

En este debate hay un actor clave que, en efecto, pesa lo suficiente para impedir que se pongan en marcha regulaciones más fuertes sobre el control de armas en Estados Unidos: la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés). La razón fundamental de que la Asociación Nacional del Rifle tenga un peso importante en la toma de decisiones sobre el control de armas se debe a que la NRA es uno de los principales patrocinadores de las campañas políticas de candidatos republicanos. De acuerdo con datos del Center for Responsive Politics, la NRA invirtió 50 millones de dólares en la campaña electoral de 2016, incluyendo a seis candidatos republicanos al Senado y a Trump. El actual presidente recibió alrededor de 30 millones de la Asociación del Rifle. A pesar de esto, la Asociación Nacional del Rifle dice rechazar el partidismo e insiste en que su objetivo es preservar la Segunda Enmienda. Sin embargo, el peso que ha logrado en la política estadounidense influye mucho en el aumento de sus ingresos por donaciones de afiliados, pues a pesar de que nunca ha revelado cuánto dinero recibe, el Centro de Políticas de Violencia estima que de 2005 a 2013 recibió entre 20 y 60 millones anuales. Estos ingresos provienen de compañías a través de su programa de socios corporativos, en los cuales hay proyectos como “Empower the People” (Empoderando a la gente) o “Love at First Shot” (Amor al primer disparo). Existe incluso un selecto grupo llamado “Anillo de Oro de la Libertad” al que los miembros son invitados cuando sus contribuciones rebasan el millón. Si partimos de que en Estados Unidos hay más armas que habitantes, sobra decir que en ese país se producen suficientes armas para la exportación. Miles de ellas cruzan la frontera hacia México, convirtiéndose también en un elemento clave de la tremenda crisis de violencia que se vive en nuestro país. La NRA defiende su producto y bloqueará mientras pueda el debate de control de armas, así que esta en los gobiernos y la sociedad civil encontrar la fórmula para detener la ola de sangre.

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La Asociación Nacional del Rifle y el descontrol de armas en EU

La Asociación Nacional del Rifle y el descontrol de armas en EU

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Estados Unidos tiene el mayor número de armas de fuego de propiedad privada en el mundo.

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Patrick Crusius de 21 años condujo nueve horas desde Allen, un suburbio al norte de Dallas, hasta una tienda Walmart ubicada en El Paso, Texas, cerca de la frontera entre México y Estados Unidos. Llegó al lugar poco después de las 10:00 horas. Vestía una camiseta negra, un pantalón marrón y protectores auditivos. En sus manos portaba un rifle de asalto. Decenas de familias, mexicanas y estadounidenses, se encontraban en el lugar y sin dudarlo, el joven abrió fuego contra la multitud. ¿Su objetivo? “Matar tantos mexicanos como fuera posible”, según dijo al ser detenido momentos después de cometer uno de los mayores crímenes contra la comunidad hispana en la historia de Estados Unidos. La mañana del 3 de agosto, marcó un antes y un después para El Paso, una ciudad de más de 600,000 habitantes, el 85% de ellos de origen hispano. Ese día 22 personas perdieron la vida tras el ataque, otras 26 resultaron heridas, algunas de ellas de gravedad. Al lunes siguiente, la cifra de muertos se elevó a 24, ocho de ellos mexicanos. Momentos previos al tiroteo, Patrick Crusius publicó un desconcertante documento en la plataforma 8chan, un “manifiesto” en el que justificaba que el ataque como una respuesta a la "invasión hispana de Texas". En consecuencia, el fiscal de distrito Jaime Esparza indicó que la policía tratará el caso como "terrorismo doméstico" y buscarán la pena de muerte para Crusius. “El ataque pone de manifiesto la continua amenaza que suponen los extremistas domésticos violentos”, señaló en un comunicado el Buró Federal de Investigaciones estadounidense. Un mes antes del ataque en El Paso, el FBI reconoció que este tipo de violencia está en aumento en el país y que la mayor parte está motivada por alguna forma de ideología supremacista blanca. La ola de críticas al presidente Donald Trump no tardó en llegar, dentro y fuera de Estados Unidos ligaron los motivos del ataque al discurso racista con el que el mandatario ha logrado un creciente clima de división. En muchas ocasiones, durante conferencias de prensa o incluso a través de su cuenta de Twitter, el presidente Trump ha calificado la entrada de migrantes como “una invasión”. Minutos después de darse a conocer el ataque racista, el Presidente condenó las acciones Patrick Crusius. Su esposa Melania Trump y su hija Ivanka, también lo hicieron. Sin embargo, los reclamos y señalamientos en su contra no cesaron. Un par de días después Trump dio un controvertido mensaje frente a medios de comunicación, en el responsabilizó a los videojuegos y las enfermedades mentales, de ser una de las principales causas de los tiroteos en Estados Unidos. Segundos después el Presidente condenó el racismo, la intolerancia y el supremacismo blanco, “estas ideologías siniestras deben ser derrotadas. El odio no tiene lugar en Estados Unidos. El odio deforma la mente, devasta el corazón y devora el alma", dijo. Aquel fin de semana, 31 personas perdieron la vida a causa de ataques masivos con armas de fuego, a las víctimas de El Paso se sumaron horas más tarde los fallecidos por un ataque similar en Dayton, Ohio. La creciente indignación de los estadounidenses los llevó a rechazar las visitas protocolarias que el presidente Donald Trump realizó tres días después a las ciudades afectadas. En ambas fue recibido en medio de protestas en las que además de rechazar su discurso, le exigieron reformas al control de armas en el país. Lamentablemente, esto se ha convertido en una rutina en Estados Unidos.

Aquel fin de semana, 31 personas perdieron la vida a causa de ataques masivos con armas de fuego, a las víctimas de El Paso se sumaron horas más tarde los fallecidos por un ataque similar en Dayton, Ohio.

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Después de cada tiroteo el debate sobre el control de armas se enciende, en ocasiones se llegan a presentar algunos proyectos de ley sobre el tema, pero los opositores se defienden bajo la lógica del libre mercado y el debate se detiene. El conflicto entre republicanos y demócratas impide que el Congreso apruebe alguna iniciativa, pero pasan los meses, otro tiroteo ocurre y el ciclo se repite. En este debate hay un actor clave que, en efecto, pesa lo suficiente para impedir que se pongan en marcha regulaciones más fuertes sobre el control de armas en Estados Unidos: la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés). La NRA, fundada en 1871 por William Conant y George Wood, se describe a sí misma como la “asociación por los derechos civiles más antigua de Estados Unidos” y escudada en la Segunda Enmienda estadounidense, asegura proteger el derecho de los ciudadanos de Estados Unidos a poseer o portar armas. Sin embargo, está muy lejos de ser una asociación de interés público, pues en realidad opera como un lobby que protege los intereses de las compañías de armas. Actualmente, Estados Unidos ocupa el primer lugar en cuanto a armas de fuego de propiedad privada en el mundo. Para 2017, el número de armas de fuego de propiedad civil fue de 120.5 armas por cada 100 residentes, lo que significa que había más armas de fuego que personas. Y es que en realidad, comparar un arma de fuego en Estados Unidos es realmente muy sencillo. En comparación de otros países de primer mundo, los requisitos que debe cumplir un ciudadano para tener y portar armas de fuego son muy laxos. En países como Holanda, Suiza, Canadá, Noruega, Nueva Zelanda y Australia, el interesado está obligado a informar los motivos por los que quiere tenerla, además de que inmediatamente entran a un registro de control federal. Una vez que ha sido aprobado, el interesado debe contar con una licencia para portar armas. En Estados Unidos solo basta ejercer el derecho a tenerlas. Sin embargo, es verdad que ante el incremento de tiroteos masivos, una gran cantidad de ciudadanos defiende la iniciativa de revisión de antecedentes como filtro principal para portar armas, incluso Trump mencionó la posibilidad de implementarlo tras el tiroteo en El Paso, pero la Asociación Nacional del Rifle se ha posicionado como una de las principales contrapartes.

En este debate hay un actor clave que, en efecto, pesa lo suficiente para impedir que se pongan en marcha regulaciones más fuertes sobre el control de armas en Estados Unidos: la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés). La razón fundamental de que la Asociación Nacional del Rifle tenga un peso importante en la toma de decisiones sobre el control de armas se debe a que la NRA es uno de los principales patrocinadores de las campañas políticas de candidatos republicanos. De acuerdo con datos del Center for Responsive Politics, la NRA invirtió 50 millones de dólares en la campaña electoral de 2016, incluyendo a seis candidatos republicanos al Senado y a Trump. El actual presidente recibió alrededor de 30 millones de la Asociación del Rifle. A pesar de esto, la Asociación Nacional del Rifle dice rechazar el partidismo e insiste en que su objetivo es preservar la Segunda Enmienda. Sin embargo, el peso que ha logrado en la política estadounidense influye mucho en el aumento de sus ingresos por donaciones de afiliados, pues a pesar de que nunca ha revelado cuánto dinero recibe, el Centro de Políticas de Violencia estima que de 2005 a 2013 recibió entre 20 y 60 millones anuales. Estos ingresos provienen de compañías a través de su programa de socios corporativos, en los cuales hay proyectos como “Empower the People” (Empoderando a la gente) o “Love at First Shot” (Amor al primer disparo). Existe incluso un selecto grupo llamado “Anillo de Oro de la Libertad” al que los miembros son invitados cuando sus contribuciones rebasan el millón. Si partimos de que en Estados Unidos hay más armas que habitantes, sobra decir que en ese país se producen suficientes armas para la exportación. Miles de ellas cruzan la frontera hacia México, convirtiéndose también en un elemento clave de la tremenda crisis de violencia que se vive en nuestro país. La NRA defiende su producto y bloqueará mientras pueda el debate de control de armas, así que esta en los gobiernos y la sociedad civil encontrar la fórmula para detener la ola de sangre.

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