Lo que viví en ese momento es una experiencia conocida, particularmente por las mujeres. Se llama gaslighting. Es un término —primo del mansplaining— que se ha popularizado en los últimos años, y su nombre viene de la obra de teatro Gas Light de los años treinta y del tipo de manipulación que en la obra realizaba un esposo hacia su esposa.
El gaslighting es una forma de manipulación psicológica en la que una persona siembra abiertamente semillas de duda en un individuo objetivo o en un grupo, haciéndolos dudar de su propia memoria, percepción o juicio. Para desestabilizar a la víctima y deslegitimar sus creencias, quien gaslightea utiliza recursos como la negación, la distracción, la contradicción, y la desinformación para lograr su objetivo.
Hugo López-Gatell, quien hasta hace unos meses se había ganado el corazón de muchas mexicanas que lo celebraron en incontables memes por su claridad comunicativa y por alguna vez mostrar conciencia de género en sus conferencias, ahora echa mano de este recurso catalogado como violencia de género por hombres hacia mujeres. Pero no es la primera vez. Ejemplos anteriores de su gaslighting incluyen aquel episodio en el que aseguró que una fuerza moral protegía al presidente de contraer coronavirus; o cuando utilizó argumentos falaces tomados de la psiquiatría para descalificar como enfermos mentales a quienes lo criticaron por su demora en revelar los casos estimados que arroja su modelo epidemiológico; o aquella vez en que para evitar contestar a la pregunta de una senadora panista, abusó de su autoridad científica para argumentar que la senadora carecía de “funciones mentales superiores” (por esta última se tuvo que disculpar).
Fast-forward a este mes: Ante la ausencia de picos y una epidemia que sigue creciendo, parece que, para no gaslightear tan abiertamente a la población, el 5 de julio el subsecretario anunció de plano que cambiaría las gráficas con las que reportaba los casos activos por entidad federativa, para mostrar otras que, dijo, serían más informativas. Entonces en la Ciudad de México, los casos seguían en aumento: de poco más de 9,000 casos activos y sospechosos (al 27 de junio) pasó a cerca de 11,000 cuatro días después, antes de que cambiaran los reportes. El video de esta conferencia, por cierto, fue removido de los canales oficiales.
Nuevas gráficas, adiós al problema
Parece que el cambio fue para eliminar aquellas gráficas que nos preocupaban y reemplazarlas por otras que muestran tendencias a la baja. Ahora las autoridades presentan tendencias nacionales de casos activos en vez de reportarlos separados por estado (vaya, gracias, ahora hay que ir a averiguar a otro lado cómo va nuestra región); con unos porcentajes que no son claros a qué se refieren, pero parecen ser el porcentaje de casos activos con respecto al de acumulados.
Pero la adición más importante es ésta: una nueva gráfica titulada “Porcentaje de cambio diario de casos estimados y tendencia”.
Veamos el ejemplo que López-Gatell presentó en la conferencia matutina del martes 21 julio. Empezó leyéndonos la mente: “algunas personas se inquietan y se preguntan: ‘¿Cómo es posible que nos digan que la epidemia se está reduciendo cuando el número de casos que vemos cada día es mayor?’”. Sí, eso es lo que nos estábamos preguntando.
“No hay ninguna contradicción al respecto. Efectivamente, los casos de ayer eran menos que los que habrá hoy, todavía, pero el porcentaje de cambio de un día para otro es menor, y esto es la velocidad a la que crece la epidemia. Desde luego, como la epidemia ha ido creciendo, representa un número cada vez mayor de casos, pero el porcentaje de cambio lo que nos habla es de esa velocidad de cambio, de esa aceleración de la epidemia.” Sí, eso fue lo que dijo. Y esta es la gráfica que usó para sustentarlo:
Si quieres saber las razones por las cuales este porcentaje de cambio con respecto al día anterior no es un indicador suficiente para decir que la pandemia va a la baja, puedes leer esta explicación, muy completa, del matemático Arturo Erdely. Pero yo simplemente voy a apelar al sentido común. Lo siguiente que dijo el subsecretario no es gaslighting y sí se puede ver en la gráfica:
“Lo que vemos en la gráfica es que cuando inició la epidemia, en el lado izquierdo de la gráfica, teníamos 26% de cambio de un día para otro, en promedio, y luego se fue reduciendo y en abril bajó a cerca del 12%, en mayo estuvo alrededor de 10 u 8%, en junio estuvo alrededor de 6 a 7%, en julio de 5 a 6% y finalmente en este momento —a casi terminar julio— estamos viendo que estamos a 1.2%. Llegará el momento en que tengamos cero por ciento de crecimiento de la epidemia.”
Lo que sí es gaslighting es el argumento que construyó a partir de su observación sobre esta nueva gráfica: que si el porcentaje de cambio va a la baja, entonces la epidemia también. Si eso fuera cierto, entonces desde que inició la pandemia en marzo, ésta va a la baja. ¿Tiene eso sentido?
Por supuesto que no. Si la epidemia iba a la baja desde marzo, ¿entonces cuál era la preocupación? ¿Qué hay de especial en esa gráfica el día del pico de López-Gatell, el 7 de mayo, por cierto, si ya había bajado muchísimo el nivel de esta curva para entonces? ¡Habernos puesto esta gráfica antes, la epidemia iba a la baja desde que empezó!
Afortunadamente, aunque la Secretaría de Salud nos haya cambiado las gráficas, los datos todavía siguen disponibles para el escrutinio público. Éstas son las gráficas que nuestras autoridades prefieren que no veamos. Tomadas de Our World in Data, una plataforma de la Universidad de Oxford, en ellas me permití comparar la evolución de la pandemia en México con las curvas de Estados Unidos (uno de los países que peor ha manejado la pandemia) y Alemania (un país occidental reconocido por haberla manejado muy bien). Puedes hacer el ejercicio de cambiar los países y compararlos en la parte superior de la página.
Todas las curvas de México han ido al alza desde que empezó la pandemia y hasta la fecha. No hay ningún pico en ellas, a diferencia de las gráficas de Estados Unidos y Alemania.
Estados Unidos logró contener los contagios tras un pico muy claro, pero luego tuvo una segunda ola. El caso de Alemania en esa misma gráfica muestra un pico que sigue yendo a la baja, sin segundas olas. Y en esta otra gráfica se ve cómo no dejó que creciera la epidemia, y que a pesar del enorme número de pruebas que han realizado, los alemanes ahora tienen menos casos acumulados que México. De hecho, hicieron tantas pruebas que su tasa de letalidad era pequeñísima, pues estaba diluida entre un enorme número de casos, y en las gráficas es claro que aún con las poquísimas pruebas que ha hecho México, Alemania tiene menos casos activos diarios que nosotros entre sus 83 millones de ciudadanos.
Precisamente por el bajo número de pruebas que hace México en comparación con el resto del mundo (73 pruebas diarias por cada millón de habitantes vs. 906 de Alemania o 2,351 de Estados Unidos) es que debemos fijarnos en la tendencia de las curvas más que en los números absolutos, que siempre serán menores aquí que en otros países. Excepto en un rubro: el número de muertes. A pesar de que México ha hecho menos pruebas que casi cualquier país del mundo, el número de muertes por coronavirus registradas diariamente es mucho mayor que el de Alemania y está casi a la par de Estados Unidos (un país con alrededor del triple de población que la nuestra), con casi 600 muertes diarias.
El subsecretario López-Gatell nos ha dicho que los mexicanos están muriendo en números alarmantes por ser obesos, diabéticos e hipertensos. Y también ha dicho que la epidemia se detendrá cuando haya inmunidad de rebaño (cuando se contagie más de 65% de la población, dijo esta semana) pues apostaron a controlar la pandemia con medidas de mitigación y no de contención. Las personas que se han contagiado “podrán entonces contribuir más adelante con los que se sigan incrementando a esta inmunidad de rebaño que se quiere lograr en un futuro próximo”, dijo recientemente Alomía.
Si las autoridades ya sabían que llevamos décadas siendo uno de los países con mayores índices de obesidad del mundo, y que estudios preliminares indican que la obesidad es quizás el factor más importante —después de la edad— que incrementa el riesgo de padecer los efectos graves de la COVID-19, ¿entonces por qué recurrieron a una estrategia de mitigación en vez implementar medidas más estrictas para contener la pandemia?
Es una pregunta importante. Porque si la inmunidad de rebaño ocurre cuando se ha contagiado más de 65% de la población, y 75% de los mexicanos adultos tienen sobrepeso y obesidad, ¿tiene sentido apostarle a la inmunidad de rebaño para prevenir la mayor cantidad de muertes posibles por la enfermedad?
La próxima vez que sientas que no tiene sentido lo que estás viendo en la conferencia vespertina sobre la epidemia, es porque probablemente no tiene sentido. Amiga, date cuenta.