Los damnificados del 19S. El camino de los sobrevivientes - Gatopardo

Sobrevivir al 19S. El camino de los damnificados del sismo

El terremoto del 19 de septiembre de 2017 marcó a los habitantes de la Ciudad de México. A tres años del sismo, cinco mil familias han vuelto a sus hogares. Pero no todos lo han hecho. Efraín García apenas sobrevive con un taxi que trabaja. Luego de vivir en un albergue, y sin pertenencia alguna, tiene todavía la ilusión de algún día volver a tener un hogar.

Tiempo de lectura: 14 minutos

La voz de Efraín García ya no se quiebra cuando le preguntan qué sintió al ver colapsado su departamento, y el edificio vuelto polvo. Preguntas como: “¿Dónde está viviendo ahora?” tienen una respuesta difícil de soltar. “Psicológicamente ya lo superé”, afirma este hombre de 65 años. Sin embargo, a tres años del sismo de septiembre de 2017, no ha recuperado su casa y sigue vistiendo ajeno, la ropa que le donan. En plena pandemia de la Covid-19, y a pesar de ser un hombre con diabetes, fue desalojado del albergue del gobierno de la Ciudad de México donde vivió por casi tres años. En el aniversario de la tragedia, el rumbo de su vida sigue incierto.

Ahora está sentado en una banca de madera frente al edificio 1C del Multifamiliar de Tlalpan, al sur de la ciudad, el que fuera su hogar por 27 años. Las paredes de los inmuebles son tan blancas que deslumbran a esta hora, las 11 de la mañana. Pocas personas caminan por las áreas comunes del complejo habitacional; algunos jóvenes, todavía en pijama, pasean a sus perros. Todo transcurre en calma. Mientras, Efraín batalla para acomodarse el cubrebocas verde que usa, que no sólo esconde las piezas que faltan en su dentadura, sino también su barba cana.

En silencio levanta la vista y observa donde estuvo el departamento en el que crecieron sus hijos. Ahora hay un inmueble que le es extraño. Su hogar ya no está. Él tampoco.

***

Fue por las noticias que se enteró del sismo de 7.1 grados que azotó la Ciudad de México en punto de las 13:14 horas, un martes 19 de septiembre. Ese día, cuenta Efraín, se encontraba en el municipio de Nicolás Romero, Estado de México, a donde había ido a visitar a su pareja sentimental. Recuerda que no sintieron el cimbrar de la Tierra y en la televisión vio imágenes de lo que había sucedido: edificios que colapsaron, personas con crisis nerviosas, hombres y mujeres que se lanzaban a los escombros en busca de personas con vida. El puño arriba que urgía silencio. “Era como una película, yo no podía creer que eso fuera de verdad”, dice.

Por su mente nunca pasó que su hogar hubiera colapsado, pensaba que era una construcción fuerte. “Los edificios estaban macizos, tenían sus buenos castillos”, dice, así que, a sugerencia de su pareja, se quedó un día más en Nicolás Romero. “Dijeron en la tele que no había luz en muchos lados y que mejor no saliéramos para que no estorbáramos a las ambulancias que andaban ayudando”. En la ciudad cundía la incertidumbre, el miedo y el caos. Cientos de personas caminaban por las calles y avenidas en busca de opciones para volver a sus casas. Padres de familia corrían a los colegios de sus hijos: polvo, vidrios rotos y llanto los acompañaron en su camino. No había señal para comunicarse por celular, las personas que buscaban a sus seres queridos lo hacían desde teléfonos fijos y, ante la espera, contenían el aliento.

En todo ese tiempo, Efraín nunca supo lo que había sucedido en su edificio.

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