Flota pesquera China amenaza los mares de América Latina

La flota de hierro. Barcos pesqueros chinos amenazan los mares del sur

Ni la pandemia pudo detener a los buques chinos y sus prácticas pesqueras insostenibles. Una incontable flota de hierro acecha América Latina, con barcos que faenan por los mares de Ecuador, Perú, Chile, Argentina y Uruguay. El ecosistema de las Galápagos, por ejemplo, es uno de los focos rojos por la pesca ilegal.

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La flota pesquera de China, que hace 35 años dejó de faenar en sus costas sobreexplotadas, retorna cada año a los caladeros de América Latina. Las distintas fuerzas navales de los países ribereños se convierten en centinelas de los mares y cada vez reportan la presencia de más barcos chinos, más horas de pesca, y más agresividad. El objetivo ha sido mantenerlos fuera de las 200 millas de mar que cada país gobierna, pero no siempre lo consiguen.

Este año, pese a que la pandemia restringió todos los movimientos en la tierra, los pesqueros chinos llegaron puntualmente al Atlántico sur y estuvieron faenando en el límite del mar territorial argentino, entre enero y mayo. Luego, atravesaron el Estrecho de Magallanes, rumbo al Pacífico sur, y recorrieron las costas de Chile y Perú hasta llegar a una franja de mar sin dueño, entre el espacio marítimo de Ecuador y las islas Galápagos. Un total de 350 embarcaciones soltaron sus amarras en este lugar, según la embajada china en Ecuador, y faenaron entre junio y agosto. Los conservacionistas, como suele ocurrir cada año, expresaron recelo ante la posibilidad de que estos barcos pudieran pescar en el mar de las Galápagos, que es un refugio para la vida silvestre del océano, un laboratorio natural que permitió a Charles Darwin desarrollar su teoría sobre la evolución y selección natural de las especies en el siglo XIX. La Armada de Ecuador se mantuvo vigilante, pero la inquietud creció cuando se informó que casi la mitad de los barcos chinos había apagado el sistema de identificación automática (el AIS, por sus siglas en inglés) lo que impidió conocer todos sus movimientos. A eso se sumó la desaparición de Esperanza, un tiburón ballena que llevaba un dispositivo de rastreo satelital desde noviembre pasado y que es una especie protegida. Su rastro se perdió en el lugar donde estaba operando la flota china, y en los últimos pulsos que emitió el dispositivo se registró una velocidad mayor, más propia de una embarcación que del desplazamiento del animal, lo que sugiere que fue capturado.

Ecuador expresó su malestar y consiguió un aliado inesperado: el secretario del Departamento de Estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo, que expresó su apoyo al país andino en Twitter: “Es hora de que China detenga sus prácticas pesqueras insostenibles, el incumplimiento de las reglas y la degradación ambiental deliberada de los océanos. Apoyamos al Ecuador y pedimos a Beijing que deje de participar en la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada”, escribió el político estadounidense el 2 de agosto. Ecuador, después de este trino, se envalentonó. Hubo plantones en Quito y Guayaquil con el lema #SOSGalápagos, la Armada desempolvó sus discursos de soberanía, el gobierno de Lenín Moreno encargó buscar la solución a conservacionistas reconocidos, la diplomacia promovió reuniones con los países vecinos… pero China zanjó la polémica con un comunicado en el que aseguró es “un país pesquero responsable” y que sus barcos están operando fuera de la Zona Económica Exclusiva de Galápagos.

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