Volver del destierro: Las brujas en Ghana - Gatopardo

Volver del destierro. Las brujas en Ghana

La mayoría de las mujeres en Ghana, en África Occidental, no tienen voz ni tienen poder. Les tienen miedo. Desde hace diez años el gobierno lucha a contracorriente por cerrar los campos de concentración a donde las envían acusadas de practicar brujería. Hoy más de 300 mujeres siguen aisladas, desterradas y despojadas de sus propiedades. Las mujeres de Ghana viven en los márgenes de los márgenes sociales.

Tiempo de lectura: 20 minutos

En un lugar muy lejano está la casa de una bruja. Sus paredes de adobe gris no tienen ventanas y su tejado es de chapa. En el patio hay tres gallinas y un cabritillo. Adentro están la bruja, que se llama Sana Siblzm, y su hermana Ayi, que hace casi veinticinco años la sacó del campamento donde había sido enviada por hacer magia negra. Sentados frente a ellas, en un suelo de tierra y dos alfombras desvaídas, estamos nosotros y Mustapha tomando notas.

—Tener una hermana que ha sido acusada de brujería es una marca en la familia—dice Ayi, unos cincuenta años, pañuelo perlado y vestido con estampado de lunares—. Por suerte, la sangre es más fuerte que nada.

Habla en Dagbani, una de las cerca de 80 lenguas de Ghana, usada principalmente en el norte del país. En los últimos años una maldición pesa sobre esta zona, y aparentemente no tiene que ver con que sea la más pobre —dos de cada tres ghaneses en situación de extrema pobreza viven en alguna de las tres regiones septentrionales, aunque en ellas habite menos de la quinta parte de la población total—. Este es el único lugar del mundo donde mujeres a las que, tras suceder una desgracia sin explicación aparente en su comunidad, acusan de ser brujas y terminan desterradas, viviendo en campamentos situados en los márgenes de aldeas pobres. En los márgenes de los márgenes.

Cárceles al aire libre para algunos, refugios seguros para otros, estos lugares —un puñado de chozas con tejado de paja, sin electricidad ni agua corriente, en medio de ninguna parte y fuera del control gubernamental— han sido, desde principios del siglo XX, el único hogar posible para miles de personas. Ayi cuenta cómo sacó a su hermana, unos veinte años mayor que ella, de uno de esos campos en 1996. Tras suplicarle al tindana —el sacerdote custodio del lugar— que la dejara marcharse, el hombre hizo una última prueba para comprobar si Sana ya se había purgado de magia oscura.

—Le cortó el pescuezo a un pollo y lo dejó caminar mientras se desangraba. Como el animal cayó muerto bocarriba, el tindana nos dijo que podía irse: ya no seguía siendo una bruja.

Después recogió a su hermana en un taxi y se la llevó lejos a empezar una nueva vida.

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