Manuel Felguérez: el origen de lo moderno mexicano - Gatopardo

Manuel Felguérez o el origen de lo moderno

Manuel Felguérez fue un grande de la plástica mexicana. Fue escultor, pintor, escenógrafo y miembro de la vanguardia mexicana conocida como la Generación de la Ruptura. Su muerte abre la puerta para examinar las tensiones y el legado de un grupo de artistas que comenzó a producir obra al tiempo que el país transitaba a la modernización del siglo XX.

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En una conversación inédita que sostuvo con el curador de arte contemporáneo Cuauhtémoc Medina [1], Manuel Felguérez le contó que había incursionado en el muralismo no por el lado ideológico, “no en su parte formal ni estética, pero sí en su capacidad de hacerme existir dentro de una sociedad”. Felguérez produjo alrededor de cuarenta murales en 10 años y ciertamente le abrieron muchas puertas. También realizó una buena cantidad de arte público. Sin embargo, aún muchos no identifican que tal o cual escultura se trata de un trabajo suyo, porque seguimos pensando que el único arte público es el de los muralistas mexicanos.

Por eso, si vamos a la calle de Reforma de la Ciudad de México, específicamente al patio del Museo de Antropología, encontraremos que la celosía que rodea las ventanas del patio interior es de Felguérez. El arquitecto del museo, Pedro Ramírez Vázquez, lo invitó a participar en el proyecto luego de que su mural en el Cine Diana causara conmoción en el mundo del arte. Ramírez Vázquez quería rodear la parte alta del edificio con una celosía que hiciera alusión al arte maya. Entonces Felguérez diseñó unas serpientes geométricas que parecen ascender y descender del patio. Entonces tenía 31 años.

También es suya la barda del mismo museo que parece hecha de máscaras de hierro. Las máscaras se pueden ver como cráneos. Es un tzompantli geométrico de más de 400 metros de largo, Muro de calaveras, una pieza muy posterior que comenzó en 2009 y se completó en 2014, cuando el artista rondaba los 80 años.

A unas cuadras de allí está el mural Teorema Inmóvil. Se trata de una pieza de metal de 28 toneladas para conmemorar los 50 años del Auditorio Nacional. Además de los volúmenes y la geometría del objeto, impresiona el gesto porque parece estar colgado del muro. Un desafío para los ingenieros. “Por eso se llama teorema y su apellido es inmóvil”, dijo el artista a La Jornada poco después de la inauguración en septiembre de 2002.

De camino al centro de la ciudad, todavía sobre la avenida Reforma, dentro del jardín de esculturas del Museo de Arte Moderno, se puede ver El barco México 68, una escultura oval de lámina con figuras geométricas, que Felguérez originalmente concibió para la ruta de la amistad de las Olimpiadas de México 1968; pero debido al ambiente político y las protestas estudiantiles, muchos artistas decidieron no participar con alguna instancia gubernamental. En un principio, la obra no quería ser una escultura, sino un mural para colocarlo en un edificio de la Villa Olímpica. Terminó en este museo, y fue restaurada para celebrar los 90 años del autor.

En el otro extremo de Reforma, en la esquina con Avenida Juárez está la Fuente de la República, esa masa de agua rodeada por una estructura que tiene dos círculos de color chillante, y la Puerta 1808, una estructura de acero negro que da entrada a uno de los ejes históricos más importantes del país. Y si el lector quiere rematar su recorrido con una obra pública más de Felguérez, lo puede hacer en el patio de la Secretaría de Educación Pública, donde está Ecuación en Acero, inaugurada como parte de los festejos del Bicentenario, un mural y escultura a la vez que comparte espacio paradójicamente con los muralistas que la generación de Felguérez ignoró, la de Rivera, Orozco y Siquieros.

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