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Luego de cuatro años de recorrido por diversas comunidades mapuches a un lado y otro de la cordillera de los Andes, este es un trabajo periodístico de Pablo E. Piovano. Un ensayo que indaga en la cotidianeidad de estas comunidades, al tiempo que busca visibilizar los “conflictos” que ocurren en los territorios donde se está viviendo el despertar y levantamiento de un pueblo. Un despertar que está íntimamente relacionado con la defensa de la tierra, el agua y la vida.
Mapuche, nombre del pueblo originario que habita la Patagonia en América del Sur, significa “gente de la tierra”. La nación que resistió la invasión española en el siglo XVI y la conformación de los estados de Chile y Argentina, que a finales del XVII cometieron un genocidio aún no reconocido por la historia oficial de ninguno de los dos países. Actualmente, las comunidades mapuches se levantan a un lado y otro de los Andes —la cadena montañosa continental más larga del planeta— para defender el agua y la tierra ante el avance de las industrias petrolera, forestal, hidroeléctrica y minera.
A diferencia de otros pueblos originarios, los mapuches profundizan un proceso inédito de recuperación cultural y territorial en una de las zonas más vírgenes y con mayores reservorios de agua y biodiversidad del continente. Esta búsqueda nació en los años noventa, cuando se configuró la Coordinadora Arauco-Malleco, una organización separatista, con la intención de formar una alianza nacional por la reivindicación mapuche. Probablemente exista una similitud y una inspiración en los objetivos del movimiento zapatista de México.
La dictadura de Augusto Pinochet, en Chile, había obligado a las comunidades a reducir las porciones de tierra donde desarrollaban sus costumbres, un periodo que propició, además, que toda una generación olvidara su lengua y su espiritualidad para sobrevivir. Con los años, a pesar de la militarización y de los asesinatos a los comuneros, los pueblos han decidido continuar el proceso de recuperación de los territorios ancestrales.
En la Patagonia argentina, los mapuches enfrentan los desastres socioambientales que genera la segunda reserva de gas no convencional más grande del mundo, Vaca Muerta, como contaminación de tierra, agua y aire, emanación de gases de efecto invernadero, enfermedades, sequía, sismos o desechos radiactivos. En Chile enfrentan la sobreexplotación de miles de hectáreas donde vivían familias que fueron expulsadas de sus tierras, donde las plantaciones de pinos y eucaliptos arrasaron con el bosque nativo, en beneficio de las empresas de celulosa. A ambos lados de la cordillera, el proceso mapuche de recuperación se ha convertido en uno de los asuntos más complejos para los estados, sobre todo en Chile, donde sucesivos gobiernos optaron por la militarización del territorio y una persecución política, judicial y mediática a líderes mapuches como Jones Huala, Héctor Llaitul, Víctor Queipul y Machi Millaray.
Desde hace más de cuatro años, a un ritmo pausado, sin el frenesí del periodismo, el fotógrafo argentino Pablo E. Piovano recorrió esta región para capturar la vida cotidiana, el proceso de recuperación cultural y territorial y los conflictos que ocurren en estas tierras. Pudo ser aceptado dentro de las comunidades, entrar a sus ceremonias sagradas y en su intimidad, lo que llevó muchas “idas y vueltas”, dice. Un extranjero siempre representa un peligro natural para ellos, pero el lente de Piovano logra el retrato fiel de un pueblo persistente, que nunca se rinde, ni en las peores condiciones. “Y esa característica es central en muchas de sus conquistas”.
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Este fotoensayo sobre los mapuches se publicó en nuestra revista impresa "Cuando la Tierra habla".
Luego de cuatro años de recorrido por diversas comunidades mapuches a un lado y otro de la cordillera de los Andes, este es un trabajo periodístico de Pablo E. Piovano. Un ensayo que indaga en la cotidianeidad de estas comunidades, al tiempo que busca visibilizar los “conflictos” que ocurren en los territorios donde se está viviendo el despertar y levantamiento de un pueblo. Un despertar que está íntimamente relacionado con la defensa de la tierra, el agua y la vida.
Mapuche, nombre del pueblo originario que habita la Patagonia en América del Sur, significa “gente de la tierra”. La nación que resistió la invasión española en el siglo XVI y la conformación de los estados de Chile y Argentina, que a finales del XVII cometieron un genocidio aún no reconocido por la historia oficial de ninguno de los dos países. Actualmente, las comunidades mapuches se levantan a un lado y otro de los Andes —la cadena montañosa continental más larga del planeta— para defender el agua y la tierra ante el avance de las industrias petrolera, forestal, hidroeléctrica y minera.
A diferencia de otros pueblos originarios, los mapuches profundizan un proceso inédito de recuperación cultural y territorial en una de las zonas más vírgenes y con mayores reservorios de agua y biodiversidad del continente. Esta búsqueda nació en los años noventa, cuando se configuró la Coordinadora Arauco-Malleco, una organización separatista, con la intención de formar una alianza nacional por la reivindicación mapuche. Probablemente exista una similitud y una inspiración en los objetivos del movimiento zapatista de México.
La dictadura de Augusto Pinochet, en Chile, había obligado a las comunidades a reducir las porciones de tierra donde desarrollaban sus costumbres, un periodo que propició, además, que toda una generación olvidara su lengua y su espiritualidad para sobrevivir. Con los años, a pesar de la militarización y de los asesinatos a los comuneros, los pueblos han decidido continuar el proceso de recuperación de los territorios ancestrales.
En la Patagonia argentina, los mapuches enfrentan los desastres socioambientales que genera la segunda reserva de gas no convencional más grande del mundo, Vaca Muerta, como contaminación de tierra, agua y aire, emanación de gases de efecto invernadero, enfermedades, sequía, sismos o desechos radiactivos. En Chile enfrentan la sobreexplotación de miles de hectáreas donde vivían familias que fueron expulsadas de sus tierras, donde las plantaciones de pinos y eucaliptos arrasaron con el bosque nativo, en beneficio de las empresas de celulosa. A ambos lados de la cordillera, el proceso mapuche de recuperación se ha convertido en uno de los asuntos más complejos para los estados, sobre todo en Chile, donde sucesivos gobiernos optaron por la militarización del territorio y una persecución política, judicial y mediática a líderes mapuches como Jones Huala, Héctor Llaitul, Víctor Queipul y Machi Millaray.
Desde hace más de cuatro años, a un ritmo pausado, sin el frenesí del periodismo, el fotógrafo argentino Pablo E. Piovano recorrió esta región para capturar la vida cotidiana, el proceso de recuperación cultural y territorial y los conflictos que ocurren en estas tierras. Pudo ser aceptado dentro de las comunidades, entrar a sus ceremonias sagradas y en su intimidad, lo que llevó muchas “idas y vueltas”, dice. Un extranjero siempre representa un peligro natural para ellos, pero el lente de Piovano logra el retrato fiel de un pueblo persistente, que nunca se rinde, ni en las peores condiciones. “Y esa característica es central en muchas de sus conquistas”.
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Luego de cuatro años de recorrido por diversas comunidades mapuches a un lado y otro de la cordillera de los Andes, este es un trabajo periodístico de Pablo E. Piovano. Un ensayo que indaga en la cotidianeidad de estas comunidades, al tiempo que busca visibilizar los “conflictos” que ocurren en los territorios donde se está viviendo el despertar y levantamiento de un pueblo. Un despertar que está íntimamente relacionado con la defensa de la tierra, el agua y la vida.
Mapuche, nombre del pueblo originario que habita la Patagonia en América del Sur, significa “gente de la tierra”. La nación que resistió la invasión española en el siglo XVI y la conformación de los estados de Chile y Argentina, que a finales del XVII cometieron un genocidio aún no reconocido por la historia oficial de ninguno de los dos países. Actualmente, las comunidades mapuches se levantan a un lado y otro de los Andes —la cadena montañosa continental más larga del planeta— para defender el agua y la tierra ante el avance de las industrias petrolera, forestal, hidroeléctrica y minera.
A diferencia de otros pueblos originarios, los mapuches profundizan un proceso inédito de recuperación cultural y territorial en una de las zonas más vírgenes y con mayores reservorios de agua y biodiversidad del continente. Esta búsqueda nació en los años noventa, cuando se configuró la Coordinadora Arauco-Malleco, una organización separatista, con la intención de formar una alianza nacional por la reivindicación mapuche. Probablemente exista una similitud y una inspiración en los objetivos del movimiento zapatista de México.
La dictadura de Augusto Pinochet, en Chile, había obligado a las comunidades a reducir las porciones de tierra donde desarrollaban sus costumbres, un periodo que propició, además, que toda una generación olvidara su lengua y su espiritualidad para sobrevivir. Con los años, a pesar de la militarización y de los asesinatos a los comuneros, los pueblos han decidido continuar el proceso de recuperación de los territorios ancestrales.
En la Patagonia argentina, los mapuches enfrentan los desastres socioambientales que genera la segunda reserva de gas no convencional más grande del mundo, Vaca Muerta, como contaminación de tierra, agua y aire, emanación de gases de efecto invernadero, enfermedades, sequía, sismos o desechos radiactivos. En Chile enfrentan la sobreexplotación de miles de hectáreas donde vivían familias que fueron expulsadas de sus tierras, donde las plantaciones de pinos y eucaliptos arrasaron con el bosque nativo, en beneficio de las empresas de celulosa. A ambos lados de la cordillera, el proceso mapuche de recuperación se ha convertido en uno de los asuntos más complejos para los estados, sobre todo en Chile, donde sucesivos gobiernos optaron por la militarización del territorio y una persecución política, judicial y mediática a líderes mapuches como Jones Huala, Héctor Llaitul, Víctor Queipul y Machi Millaray.
Desde hace más de cuatro años, a un ritmo pausado, sin el frenesí del periodismo, el fotógrafo argentino Pablo E. Piovano recorrió esta región para capturar la vida cotidiana, el proceso de recuperación cultural y territorial y los conflictos que ocurren en estas tierras. Pudo ser aceptado dentro de las comunidades, entrar a sus ceremonias sagradas y en su intimidad, lo que llevó muchas “idas y vueltas”, dice. Un extranjero siempre representa un peligro natural para ellos, pero el lente de Piovano logra el retrato fiel de un pueblo persistente, que nunca se rinde, ni en las peores condiciones. “Y esa característica es central en muchas de sus conquistas”.
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Luego de cuatro años de recorrido por diversas comunidades mapuches a un lado y otro de la cordillera de los Andes, este es un trabajo periodístico de Pablo E. Piovano. Un ensayo que indaga en la cotidianeidad de estas comunidades, al tiempo que busca visibilizar los “conflictos” que ocurren en los territorios donde se está viviendo el despertar y levantamiento de un pueblo. Un despertar que está íntimamente relacionado con la defensa de la tierra, el agua y la vida.
Mapuche, nombre del pueblo originario que habita la Patagonia en América del Sur, significa “gente de la tierra”. La nación que resistió la invasión española en el siglo XVI y la conformación de los estados de Chile y Argentina, que a finales del XVII cometieron un genocidio aún no reconocido por la historia oficial de ninguno de los dos países. Actualmente, las comunidades mapuches se levantan a un lado y otro de los Andes —la cadena montañosa continental más larga del planeta— para defender el agua y la tierra ante el avance de las industrias petrolera, forestal, hidroeléctrica y minera.
A diferencia de otros pueblos originarios, los mapuches profundizan un proceso inédito de recuperación cultural y territorial en una de las zonas más vírgenes y con mayores reservorios de agua y biodiversidad del continente. Esta búsqueda nació en los años noventa, cuando se configuró la Coordinadora Arauco-Malleco, una organización separatista, con la intención de formar una alianza nacional por la reivindicación mapuche. Probablemente exista una similitud y una inspiración en los objetivos del movimiento zapatista de México.
La dictadura de Augusto Pinochet, en Chile, había obligado a las comunidades a reducir las porciones de tierra donde desarrollaban sus costumbres, un periodo que propició, además, que toda una generación olvidara su lengua y su espiritualidad para sobrevivir. Con los años, a pesar de la militarización y de los asesinatos a los comuneros, los pueblos han decidido continuar el proceso de recuperación de los territorios ancestrales.
En la Patagonia argentina, los mapuches enfrentan los desastres socioambientales que genera la segunda reserva de gas no convencional más grande del mundo, Vaca Muerta, como contaminación de tierra, agua y aire, emanación de gases de efecto invernadero, enfermedades, sequía, sismos o desechos radiactivos. En Chile enfrentan la sobreexplotación de miles de hectáreas donde vivían familias que fueron expulsadas de sus tierras, donde las plantaciones de pinos y eucaliptos arrasaron con el bosque nativo, en beneficio de las empresas de celulosa. A ambos lados de la cordillera, el proceso mapuche de recuperación se ha convertido en uno de los asuntos más complejos para los estados, sobre todo en Chile, donde sucesivos gobiernos optaron por la militarización del territorio y una persecución política, judicial y mediática a líderes mapuches como Jones Huala, Héctor Llaitul, Víctor Queipul y Machi Millaray.
Desde hace más de cuatro años, a un ritmo pausado, sin el frenesí del periodismo, el fotógrafo argentino Pablo E. Piovano recorrió esta región para capturar la vida cotidiana, el proceso de recuperación cultural y territorial y los conflictos que ocurren en estas tierras. Pudo ser aceptado dentro de las comunidades, entrar a sus ceremonias sagradas y en su intimidad, lo que llevó muchas “idas y vueltas”, dice. Un extranjero siempre representa un peligro natural para ellos, pero el lente de Piovano logra el retrato fiel de un pueblo persistente, que nunca se rinde, ni en las peores condiciones. “Y esa característica es central en muchas de sus conquistas”.
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Luego de cuatro años de recorrido por diversas comunidades mapuches a un lado y otro de la cordillera de los Andes, este es un trabajo periodístico de Pablo E. Piovano. Un ensayo que indaga en la cotidianeidad de estas comunidades, al tiempo que busca visibilizar los “conflictos” que ocurren en los territorios donde se está viviendo el despertar y levantamiento de un pueblo. Un despertar que está íntimamente relacionado con la defensa de la tierra, el agua y la vida.
Mapuche, nombre del pueblo originario que habita la Patagonia en América del Sur, significa “gente de la tierra”. La nación que resistió la invasión española en el siglo XVI y la conformación de los estados de Chile y Argentina, que a finales del XVII cometieron un genocidio aún no reconocido por la historia oficial de ninguno de los dos países. Actualmente, las comunidades mapuches se levantan a un lado y otro de los Andes —la cadena montañosa continental más larga del planeta— para defender el agua y la tierra ante el avance de las industrias petrolera, forestal, hidroeléctrica y minera.
A diferencia de otros pueblos originarios, los mapuches profundizan un proceso inédito de recuperación cultural y territorial en una de las zonas más vírgenes y con mayores reservorios de agua y biodiversidad del continente. Esta búsqueda nació en los años noventa, cuando se configuró la Coordinadora Arauco-Malleco, una organización separatista, con la intención de formar una alianza nacional por la reivindicación mapuche. Probablemente exista una similitud y una inspiración en los objetivos del movimiento zapatista de México.
La dictadura de Augusto Pinochet, en Chile, había obligado a las comunidades a reducir las porciones de tierra donde desarrollaban sus costumbres, un periodo que propició, además, que toda una generación olvidara su lengua y su espiritualidad para sobrevivir. Con los años, a pesar de la militarización y de los asesinatos a los comuneros, los pueblos han decidido continuar el proceso de recuperación de los territorios ancestrales.
En la Patagonia argentina, los mapuches enfrentan los desastres socioambientales que genera la segunda reserva de gas no convencional más grande del mundo, Vaca Muerta, como contaminación de tierra, agua y aire, emanación de gases de efecto invernadero, enfermedades, sequía, sismos o desechos radiactivos. En Chile enfrentan la sobreexplotación de miles de hectáreas donde vivían familias que fueron expulsadas de sus tierras, donde las plantaciones de pinos y eucaliptos arrasaron con el bosque nativo, en beneficio de las empresas de celulosa. A ambos lados de la cordillera, el proceso mapuche de recuperación se ha convertido en uno de los asuntos más complejos para los estados, sobre todo en Chile, donde sucesivos gobiernos optaron por la militarización del territorio y una persecución política, judicial y mediática a líderes mapuches como Jones Huala, Héctor Llaitul, Víctor Queipul y Machi Millaray.
Desde hace más de cuatro años, a un ritmo pausado, sin el frenesí del periodismo, el fotógrafo argentino Pablo E. Piovano recorrió esta región para capturar la vida cotidiana, el proceso de recuperación cultural y territorial y los conflictos que ocurren en estas tierras. Pudo ser aceptado dentro de las comunidades, entrar a sus ceremonias sagradas y en su intimidad, lo que llevó muchas “idas y vueltas”, dice. Un extranjero siempre representa un peligro natural para ellos, pero el lente de Piovano logra el retrato fiel de un pueblo persistente, que nunca se rinde, ni en las peores condiciones. “Y esa característica es central en muchas de sus conquistas”.
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