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Los niños perdidos

Los niños perdidos

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16
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Tiempo de Lectura: 00 min

Alexandro Aldrete y su segundo largometraje, “Mañana psicotrópica”, llegan a Distrital.

Las drogas como catalizador de la amistad entre dos jóvenes están al centro de Mañana psicotrópica, segundo largometraje del mexicano Alexandro Aldrete (Oliendo a perro, 2011), quien presentó su cinta a los medios como parte del Festival Distrital. Esta película relata la historia de Lito (Marcelo Galán), un joven de 19 años que tras un intento de suicidio viaja de Monterrey a Querétaro para visitar a su primo Koko (Esteban Vela). Ahí, Lito, Koko y un grupo de amigos buscan vender drogas para costear un viaje de fin de semana a Michoacán. Entre sustancias psicotrópicas y carreteras se crea un lazo que refuerza su amistad; mientras Lito parece encontrar poco a poco el camino a la reconciliación.

Sin querer simular sensaciones psicotrópicas, la cámara busca y embellece detalles aparentemente insignificantes, como una telaraña, las figuras formadas en la corteza de un árbol o un cuerpo danzante al teñirse de luces decorativas. El color está siempre presente y es un elemento fundamental en la estética de la cinta. “El enfoque era muy sencillo, manejar bien el color, el que fuera una película colorida”, explica el director en rueda prensa. “Estos güeyes andan en hongos, tiene que haber color. Su realidad no es esta cosa nostálgica, eso lo vemos nosotros como adultos, para ellos la cosa era la fiesta. Visualmente, buscábamos las oportunidades para que la película fuera bella”.

Podría pensarse que al tratarse de una historia donde las drogas son esenciales, la propuesta sería hiperfragmentar la unidad narrativa para desorientar al espectador como lo harían las sustancias, pero las drogas son sólo un pretexto para contar una historia de amistad. Su estructura narrativa es lineal, aunque sus personajes —excepto  Lito— no sufren cambios significativos; permanecen estáticos, hacen de la película el retrato de una anécdota, una aventura de adolescentes.

Con una intención similar a la de su fotografía, el diseño sonoro de Mañana psicotrópica sumerge al espectador en la estridencia de lo que ve y escucha. El sonido de los grillos o el del agua correr se agudizan hasta convertirla en ruido, que choca con los planos detalles del filme. “Nosotros jugamos con los sonidos que no son de ahí, ya no tan realistas que se mezclan con los demás”, apunta Aldrete. La  selección musical fue motivada por los gustos del director, que van desde Chopin hasta The Wookies, ampliando la diversidad de las atmósferas de la cinta.

A pesar de no tener una posición de poder, Lito es el indiscutible centro de Mañana psicotrópica: las vidas de los demás no necesitan profundidad, pues están ahí como motivación para que el muchacho encuentre una razón para vivir. “El reto fue mantener a este vato como protagonista cuando todos los demás van a ser más cool, más atractivos. No es un personaje dominante. Hubo ese trabajo con él”. El personaje de Marcelo Galán se deja llevar por sus amigos, quienes cumplen con roles clásicos de los grupos de amigos en la adolescencia: el divertido, la ingenua, la confundida, el irresponsable y el que te acepta sin recriminar nada. Sus personalidades fueron completadas a partir de los actores que los interpretaron: “Los personajes secundarios tenían rasgos muy distintivos, pero también al encontrar a los chavos, tomamos lo que traían. Fue un trabajo muy intuitivo”.

Mañana psicotrópica no busca encasillar el consumo de drogas en ninguna dirección, más bien las trata con naturalidad, como parte de la vida de estos chicos, a veces para su recreación, a veces como medio para entenderse a sí mismos. “A todos los que les gustan las drogas los marca la experiencia con ellas, algunos para bien, muchos también para mal. Mi experiencia fue muy buena, fue de mucha amistad. Quiero recrear este universo que yo conozco”, concluye el director.

Mañana psicotrópica se presenta como parte de Distrital. Para conocer la programación de este festival, da clic aquí.

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Alexandro Aldrete y su segundo largometraje, “Mañana psicotrópica”, llegan a Distrital.

Las drogas como catalizador de la amistad entre dos jóvenes están al centro de Mañana psicotrópica, segundo largometraje del mexicano Alexandro Aldrete (Oliendo a perro, 2011), quien presentó su cinta a los medios como parte del Festival Distrital. Esta película relata la historia de Lito (Marcelo Galán), un joven de 19 años que tras un intento de suicidio viaja de Monterrey a Querétaro para visitar a su primo Koko (Esteban Vela). Ahí, Lito, Koko y un grupo de amigos buscan vender drogas para costear un viaje de fin de semana a Michoacán. Entre sustancias psicotrópicas y carreteras se crea un lazo que refuerza su amistad; mientras Lito parece encontrar poco a poco el camino a la reconciliación.

Sin querer simular sensaciones psicotrópicas, la cámara busca y embellece detalles aparentemente insignificantes, como una telaraña, las figuras formadas en la corteza de un árbol o un cuerpo danzante al teñirse de luces decorativas. El color está siempre presente y es un elemento fundamental en la estética de la cinta. “El enfoque era muy sencillo, manejar bien el color, el que fuera una película colorida”, explica el director en rueda prensa. “Estos güeyes andan en hongos, tiene que haber color. Su realidad no es esta cosa nostálgica, eso lo vemos nosotros como adultos, para ellos la cosa era la fiesta. Visualmente, buscábamos las oportunidades para que la película fuera bella”.

Podría pensarse que al tratarse de una historia donde las drogas son esenciales, la propuesta sería hiperfragmentar la unidad narrativa para desorientar al espectador como lo harían las sustancias, pero las drogas son sólo un pretexto para contar una historia de amistad. Su estructura narrativa es lineal, aunque sus personajes —excepto  Lito— no sufren cambios significativos; permanecen estáticos, hacen de la película el retrato de una anécdota, una aventura de adolescentes.

Con una intención similar a la de su fotografía, el diseño sonoro de Mañana psicotrópica sumerge al espectador en la estridencia de lo que ve y escucha. El sonido de los grillos o el del agua correr se agudizan hasta convertirla en ruido, que choca con los planos detalles del filme. “Nosotros jugamos con los sonidos que no son de ahí, ya no tan realistas que se mezclan con los demás”, apunta Aldrete. La  selección musical fue motivada por los gustos del director, que van desde Chopin hasta The Wookies, ampliando la diversidad de las atmósferas de la cinta.

A pesar de no tener una posición de poder, Lito es el indiscutible centro de Mañana psicotrópica: las vidas de los demás no necesitan profundidad, pues están ahí como motivación para que el muchacho encuentre una razón para vivir. “El reto fue mantener a este vato como protagonista cuando todos los demás van a ser más cool, más atractivos. No es un personaje dominante. Hubo ese trabajo con él”. El personaje de Marcelo Galán se deja llevar por sus amigos, quienes cumplen con roles clásicos de los grupos de amigos en la adolescencia: el divertido, la ingenua, la confundida, el irresponsable y el que te acepta sin recriminar nada. Sus personalidades fueron completadas a partir de los actores que los interpretaron: “Los personajes secundarios tenían rasgos muy distintivos, pero también al encontrar a los chavos, tomamos lo que traían. Fue un trabajo muy intuitivo”.

Mañana psicotrópica no busca encasillar el consumo de drogas en ninguna dirección, más bien las trata con naturalidad, como parte de la vida de estos chicos, a veces para su recreación, a veces como medio para entenderse a sí mismos. “A todos los que les gustan las drogas los marca la experiencia con ellas, algunos para bien, muchos también para mal. Mi experiencia fue muy buena, fue de mucha amistad. Quiero recrear este universo que yo conozco”, concluye el director.

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Sin querer simular sensaciones psicotrópicas, la cámara busca y embellece detalles aparentemente insignificantes, como una telaraña, las figuras formadas en la corteza de un árbol o un cuerpo danzante al teñirse de luces decorativas. El color está siempre presente y es un elemento fundamental en la estética de la cinta. “El enfoque era muy sencillo, manejar bien el color, el que fuera una película colorida”, explica el director en rueda prensa. “Estos güeyes andan en hongos, tiene que haber color. Su realidad no es esta cosa nostálgica, eso lo vemos nosotros como adultos, para ellos la cosa era la fiesta. Visualmente, buscábamos las oportunidades para que la película fuera bella”.

Podría pensarse que al tratarse de una historia donde las drogas son esenciales, la propuesta sería hiperfragmentar la unidad narrativa para desorientar al espectador como lo harían las sustancias, pero las drogas son sólo un pretexto para contar una historia de amistad. Su estructura narrativa es lineal, aunque sus personajes —excepto  Lito— no sufren cambios significativos; permanecen estáticos, hacen de la película el retrato de una anécdota, una aventura de adolescentes.

Con una intención similar a la de su fotografía, el diseño sonoro de Mañana psicotrópica sumerge al espectador en la estridencia de lo que ve y escucha. El sonido de los grillos o el del agua correr se agudizan hasta convertirla en ruido, que choca con los planos detalles del filme. “Nosotros jugamos con los sonidos que no son de ahí, ya no tan realistas que se mezclan con los demás”, apunta Aldrete. La  selección musical fue motivada por los gustos del director, que van desde Chopin hasta The Wookies, ampliando la diversidad de las atmósferas de la cinta.

A pesar de no tener una posición de poder, Lito es el indiscutible centro de Mañana psicotrópica: las vidas de los demás no necesitan profundidad, pues están ahí como motivación para que el muchacho encuentre una razón para vivir. “El reto fue mantener a este vato como protagonista cuando todos los demás van a ser más cool, más atractivos. No es un personaje dominante. Hubo ese trabajo con él”. El personaje de Marcelo Galán se deja llevar por sus amigos, quienes cumplen con roles clásicos de los grupos de amigos en la adolescencia: el divertido, la ingenua, la confundida, el irresponsable y el que te acepta sin recriminar nada. Sus personalidades fueron completadas a partir de los actores que los interpretaron: “Los personajes secundarios tenían rasgos muy distintivos, pero también al encontrar a los chavos, tomamos lo que traían. Fue un trabajo muy intuitivo”.

Mañana psicotrópica no busca encasillar el consumo de drogas en ninguna dirección, más bien las trata con naturalidad, como parte de la vida de estos chicos, a veces para su recreación, a veces como medio para entenderse a sí mismos. “A todos los que les gustan las drogas los marca la experiencia con ellas, algunos para bien, muchos también para mal. Mi experiencia fue muy buena, fue de mucha amistad. Quiero recrear este universo que yo conozco”, concluye el director.

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Sin querer simular sensaciones psicotrópicas, la cámara busca y embellece detalles aparentemente insignificantes, como una telaraña, las figuras formadas en la corteza de un árbol o un cuerpo danzante al teñirse de luces decorativas. El color está siempre presente y es un elemento fundamental en la estética de la cinta. “El enfoque era muy sencillo, manejar bien el color, el que fuera una película colorida”, explica el director en rueda prensa. “Estos güeyes andan en hongos, tiene que haber color. Su realidad no es esta cosa nostálgica, eso lo vemos nosotros como adultos, para ellos la cosa era la fiesta. Visualmente, buscábamos las oportunidades para que la película fuera bella”.

Podría pensarse que al tratarse de una historia donde las drogas son esenciales, la propuesta sería hiperfragmentar la unidad narrativa para desorientar al espectador como lo harían las sustancias, pero las drogas son sólo un pretexto para contar una historia de amistad. Su estructura narrativa es lineal, aunque sus personajes —excepto  Lito— no sufren cambios significativos; permanecen estáticos, hacen de la película el retrato de una anécdota, una aventura de adolescentes.

Con una intención similar a la de su fotografía, el diseño sonoro de Mañana psicotrópica sumerge al espectador en la estridencia de lo que ve y escucha. El sonido de los grillos o el del agua correr se agudizan hasta convertirla en ruido, que choca con los planos detalles del filme. “Nosotros jugamos con los sonidos que no son de ahí, ya no tan realistas que se mezclan con los demás”, apunta Aldrete. La  selección musical fue motivada por los gustos del director, que van desde Chopin hasta The Wookies, ampliando la diversidad de las atmósferas de la cinta.

A pesar de no tener una posición de poder, Lito es el indiscutible centro de Mañana psicotrópica: las vidas de los demás no necesitan profundidad, pues están ahí como motivación para que el muchacho encuentre una razón para vivir. “El reto fue mantener a este vato como protagonista cuando todos los demás van a ser más cool, más atractivos. No es un personaje dominante. Hubo ese trabajo con él”. El personaje de Marcelo Galán se deja llevar por sus amigos, quienes cumplen con roles clásicos de los grupos de amigos en la adolescencia: el divertido, la ingenua, la confundida, el irresponsable y el que te acepta sin recriminar nada. Sus personalidades fueron completadas a partir de los actores que los interpretaron: “Los personajes secundarios tenían rasgos muy distintivos, pero también al encontrar a los chavos, tomamos lo que traían. Fue un trabajo muy intuitivo”.

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Sin querer simular sensaciones psicotrópicas, la cámara busca y embellece detalles aparentemente insignificantes, como una telaraña, las figuras formadas en la corteza de un árbol o un cuerpo danzante al teñirse de luces decorativas. El color está siempre presente y es un elemento fundamental en la estética de la cinta. “El enfoque era muy sencillo, manejar bien el color, el que fuera una película colorida”, explica el director en rueda prensa. “Estos güeyes andan en hongos, tiene que haber color. Su realidad no es esta cosa nostálgica, eso lo vemos nosotros como adultos, para ellos la cosa era la fiesta. Visualmente, buscábamos las oportunidades para que la película fuera bella”.

Podría pensarse que al tratarse de una historia donde las drogas son esenciales, la propuesta sería hiperfragmentar la unidad narrativa para desorientar al espectador como lo harían las sustancias, pero las drogas son sólo un pretexto para contar una historia de amistad. Su estructura narrativa es lineal, aunque sus personajes —excepto  Lito— no sufren cambios significativos; permanecen estáticos, hacen de la película el retrato de una anécdota, una aventura de adolescentes.

Con una intención similar a la de su fotografía, el diseño sonoro de Mañana psicotrópica sumerge al espectador en la estridencia de lo que ve y escucha. El sonido de los grillos o el del agua correr se agudizan hasta convertirla en ruido, que choca con los planos detalles del filme. “Nosotros jugamos con los sonidos que no son de ahí, ya no tan realistas que se mezclan con los demás”, apunta Aldrete. La  selección musical fue motivada por los gustos del director, que van desde Chopin hasta The Wookies, ampliando la diversidad de las atmósferas de la cinta.

A pesar de no tener una posición de poder, Lito es el indiscutible centro de Mañana psicotrópica: las vidas de los demás no necesitan profundidad, pues están ahí como motivación para que el muchacho encuentre una razón para vivir. “El reto fue mantener a este vato como protagonista cuando todos los demás van a ser más cool, más atractivos. No es un personaje dominante. Hubo ese trabajo con él”. El personaje de Marcelo Galán se deja llevar por sus amigos, quienes cumplen con roles clásicos de los grupos de amigos en la adolescencia: el divertido, la ingenua, la confundida, el irresponsable y el que te acepta sin recriminar nada. Sus personalidades fueron completadas a partir de los actores que los interpretaron: “Los personajes secundarios tenían rasgos muy distintivos, pero también al encontrar a los chavos, tomamos lo que traían. Fue un trabajo muy intuitivo”.

Mañana psicotrópica no busca encasillar el consumo de drogas en ninguna dirección, más bien las trata con naturalidad, como parte de la vida de estos chicos, a veces para su recreación, a veces como medio para entenderse a sí mismos. “A todos los que les gustan las drogas los marca la experiencia con ellas, algunos para bien, muchos también para mal. Mi experiencia fue muy buena, fue de mucha amistad. Quiero recrear este universo que yo conozco”, concluye el director.

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Sin querer simular sensaciones psicotrópicas, la cámara busca y embellece detalles aparentemente insignificantes, como una telaraña, las figuras formadas en la corteza de un árbol o un cuerpo danzante al teñirse de luces decorativas. El color está siempre presente y es un elemento fundamental en la estética de la cinta. “El enfoque era muy sencillo, manejar bien el color, el que fuera una película colorida”, explica el director en rueda prensa. “Estos güeyes andan en hongos, tiene que haber color. Su realidad no es esta cosa nostálgica, eso lo vemos nosotros como adultos, para ellos la cosa era la fiesta. Visualmente, buscábamos las oportunidades para que la película fuera bella”.

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A pesar de no tener una posición de poder, Lito es el indiscutible centro de Mañana psicotrópica: las vidas de los demás no necesitan profundidad, pues están ahí como motivación para que el muchacho encuentre una razón para vivir. “El reto fue mantener a este vato como protagonista cuando todos los demás van a ser más cool, más atractivos. No es un personaje dominante. Hubo ese trabajo con él”. El personaje de Marcelo Galán se deja llevar por sus amigos, quienes cumplen con roles clásicos de los grupos de amigos en la adolescencia: el divertido, la ingenua, la confundida, el irresponsable y el que te acepta sin recriminar nada. Sus personalidades fueron completadas a partir de los actores que los interpretaron: “Los personajes secundarios tenían rasgos muy distintivos, pero también al encontrar a los chavos, tomamos lo que traían. Fue un trabajo muy intuitivo”.

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