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El baile de los 41

El baile de los 41

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Ilustración de
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.
06
.
19
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Una fiesta travesti reprimida por el gobierno de Porfirio Díaz en 1901

Durante más de un siglo el número 41 fue estigmatizado en México. No había un batallón 41 del Ejército y muchos edificios omitían esta cifra en la numeración. El porqué de este mito se remonta al Porfiriato, cuando un baile que se celebró el 17 de noviembre de 1901 fue reprimido por gendarmes al descubrir que la mitad de los varones asistentes vestían como mujeres. El festejo al que asistieron 42 hombres sucedió en una casa sobre la calle que hoy se conoce como Ezequiel Montes en la colonia Tabacalera en la Ciudad de México. Cuando la gendarmería se percató del ruido a las tres de la mañana, tocaron a la puerta para solicitar la licencia con la que debían contar para hacer ese baile. Fue entonces cuando vieron las inusuales vestimentas de los invitados y comenzaron las detenciones. De acuerdo con Gilberto Urbina Martínez, historiador y académico de la Facultad de Estudios Superiores en Acatlán de la UNAM, la mayoría de los asistentes eran denominados "pollos" o "lagartijos", un término que se usaba para nombrar a los "mirreyes" de entonces: jóvenes de clase media y alta. El evento, además de llamar la atención por la peculiar etiqueta de vestimenta, también lo hizo porque el nombre del yerno del dictador Porfirio Díaz, Ignacio de la Torre y Mier, se mencionaba con frecuencia en los reportes. Varias versiones apuntan a que había 42 asistentes, pero que un gendarme, al ver que se trataba del esposo de la hija del dictador, Amanda Díaz, lo dejó huir. Luego del arresto, los 41 hombres restantes fueron trasladados a la comisaría de la demarcación y posteriormente a la cárcel de Belém, cerca de lo que hoy se conoce como Chapultepec y Balderas.

el baile de los 41 maricones guadalupe posadas

Algunos hombres lograron pagar su fianza y salir en libertad, pero los que no, recibieron el escarmiento correspondiente a una sociedad donde ser homosexual o vestirse como el estereotipo del género opuesto, era completamente reprobable. A todos ellos los llevaron al Puerto de Veracruz y de ahí a Puerto Progreso en Yucatán para realizar labores de cocina y limpieza para un batallón local. "Algo que la historia no ha determinado es si los 41 eran o no homosexuales, pues el hecho de que se vistieran como mujeres no lo confirma. Posiblemente, y es una conjetura mía, podríamos catalogarlos como trasvestis, no tanto como homosexuales”, opina Gilberto Urbina. El suceso, conocido como "El baile de los 41" tomó relevancia a través de publicaciones de la época como en el Hijo del Ahuizote, El Popular y un volante que publica el artista José Guadalupe Posada con un grabado que plasma a 41 hombres bailando. La mitad de ellos porta vestidos, como los que usaban las mujeres en el Porfiriato. "Era una forma de exhibir estos comportamientos que tenían que ser reprobables en una sociedad condicionada por una moral católica, pese a la secularización", comenta el historiador y profesor de historia. Días después del Baile de los 41, el periódico El Mundo Ilustrado que pertenecía a Rafael Reyes Spíndola, publicó una serie de artículos hablando de la familia como el pilar fundamental de la sociedad mexicana. "El hecho sirvió de pretexto al gobierno para subrayar que estos comportamientos eran reprobables y había que hacer escarmentar no sólo a estos personajes, sino dar un mensaje a la sociedad de que ser homosexual sería castigado moralmente", afirma Gilberto Urbina. En su momento el Baile de los 41 no trascendió lo suficiente como para detonar una comunidad. Aunque la homosexualidad no se consideraba un delito, pero estaba muy lejos de ser aceptada. Salvador Novo, por ejemplo, reprimía en la vida pública su vida homosexual, aunque su círculo social cercano estaba consciente de su orientación. Novo, considerado un respetable intelectual de la época, fue varias veces nombrado "Nalgador Sobo", en reportes de la prensa. En 1906 se publicó la novela "Los cuarenta y uno" escrita por Eduardo Castrejón. Según Gilberto Urbina, el libro disimula la presencia del yerno de Porfirio Díaz en el Baile de los 41. Incluso insinúa que el asistente número 42 era una mujer que acompañaba a alguno de los hombres presentes en el baile. El evento es, sin duda alguna, un antecedente importante de la comunidad LGBT en la Ciudad de México, que muchos años después sigue luchando por igualdad y respeto a sus derechos.

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Durante más de un siglo el número 41 fue estigmatizado en México. No había un batallón 41 del Ejército y muchos edificios omitían esta cifra en la numeración. El porqué de este mito se remonta al Porfiriato, cuando un baile que se celebró el 17 de noviembre de 1901 fue reprimido por gendarmes al descubrir que la mitad de los varones asistentes vestían como mujeres. El festejo al que asistieron 42 hombres sucedió en una casa sobre la calle que hoy se conoce como Ezequiel Montes en la colonia Tabacalera en la Ciudad de México. Cuando la gendarmería se percató del ruido a las tres de la mañana, tocaron a la puerta para solicitar la licencia con la que debían contar para hacer ese baile. Fue entonces cuando vieron las inusuales vestimentas de los invitados y comenzaron las detenciones. De acuerdo con Gilberto Urbina Martínez, historiador y académico de la Facultad de Estudios Superiores en Acatlán de la UNAM, la mayoría de los asistentes eran denominados "pollos" o "lagartijos", un término que se usaba para nombrar a los "mirreyes" de entonces: jóvenes de clase media y alta. El evento, además de llamar la atención por la peculiar etiqueta de vestimenta, también lo hizo porque el nombre del yerno del dictador Porfirio Díaz, Ignacio de la Torre y Mier, se mencionaba con frecuencia en los reportes. Varias versiones apuntan a que había 42 asistentes, pero que un gendarme, al ver que se trataba del esposo de la hija del dictador, Amanda Díaz, lo dejó huir. Luego del arresto, los 41 hombres restantes fueron trasladados a la comisaría de la demarcación y posteriormente a la cárcel de Belém, cerca de lo que hoy se conoce como Chapultepec y Balderas.

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Algunos hombres lograron pagar su fianza y salir en libertad, pero los que no, recibieron el escarmiento correspondiente a una sociedad donde ser homosexual o vestirse como el estereotipo del género opuesto, era completamente reprobable. A todos ellos los llevaron al Puerto de Veracruz y de ahí a Puerto Progreso en Yucatán para realizar labores de cocina y limpieza para un batallón local. "Algo que la historia no ha determinado es si los 41 eran o no homosexuales, pues el hecho de que se vistieran como mujeres no lo confirma. Posiblemente, y es una conjetura mía, podríamos catalogarlos como trasvestis, no tanto como homosexuales”, opina Gilberto Urbina. El suceso, conocido como "El baile de los 41" tomó relevancia a través de publicaciones de la época como en el Hijo del Ahuizote, El Popular y un volante que publica el artista José Guadalupe Posada con un grabado que plasma a 41 hombres bailando. La mitad de ellos porta vestidos, como los que usaban las mujeres en el Porfiriato. "Era una forma de exhibir estos comportamientos que tenían que ser reprobables en una sociedad condicionada por una moral católica, pese a la secularización", comenta el historiador y profesor de historia. Días después del Baile de los 41, el periódico El Mundo Ilustrado que pertenecía a Rafael Reyes Spíndola, publicó una serie de artículos hablando de la familia como el pilar fundamental de la sociedad mexicana. "El hecho sirvió de pretexto al gobierno para subrayar que estos comportamientos eran reprobables y había que hacer escarmentar no sólo a estos personajes, sino dar un mensaje a la sociedad de que ser homosexual sería castigado moralmente", afirma Gilberto Urbina. En su momento el Baile de los 41 no trascendió lo suficiente como para detonar una comunidad. Aunque la homosexualidad no se consideraba un delito, pero estaba muy lejos de ser aceptada. Salvador Novo, por ejemplo, reprimía en la vida pública su vida homosexual, aunque su círculo social cercano estaba consciente de su orientación. Novo, considerado un respetable intelectual de la época, fue varias veces nombrado "Nalgador Sobo", en reportes de la prensa. En 1906 se publicó la novela "Los cuarenta y uno" escrita por Eduardo Castrejón. Según Gilberto Urbina, el libro disimula la presencia del yerno de Porfirio Díaz en el Baile de los 41. Incluso insinúa que el asistente número 42 era una mujer que acompañaba a alguno de los hombres presentes en el baile. El evento es, sin duda alguna, un antecedente importante de la comunidad LGBT en la Ciudad de México, que muchos años después sigue luchando por igualdad y respeto a sus derechos.

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Durante más de un siglo el número 41 fue estigmatizado en México. No había un batallón 41 del Ejército y muchos edificios omitían esta cifra en la numeración. El porqué de este mito se remonta al Porfiriato, cuando un baile que se celebró el 17 de noviembre de 1901 fue reprimido por gendarmes al descubrir que la mitad de los varones asistentes vestían como mujeres. El festejo al que asistieron 42 hombres sucedió en una casa sobre la calle que hoy se conoce como Ezequiel Montes en la colonia Tabacalera en la Ciudad de México. Cuando la gendarmería se percató del ruido a las tres de la mañana, tocaron a la puerta para solicitar la licencia con la que debían contar para hacer ese baile. Fue entonces cuando vieron las inusuales vestimentas de los invitados y comenzaron las detenciones. De acuerdo con Gilberto Urbina Martínez, historiador y académico de la Facultad de Estudios Superiores en Acatlán de la UNAM, la mayoría de los asistentes eran denominados "pollos" o "lagartijos", un término que se usaba para nombrar a los "mirreyes" de entonces: jóvenes de clase media y alta. El evento, además de llamar la atención por la peculiar etiqueta de vestimenta, también lo hizo porque el nombre del yerno del dictador Porfirio Díaz, Ignacio de la Torre y Mier, se mencionaba con frecuencia en los reportes. Varias versiones apuntan a que había 42 asistentes, pero que un gendarme, al ver que se trataba del esposo de la hija del dictador, Amanda Díaz, lo dejó huir. Luego del arresto, los 41 hombres restantes fueron trasladados a la comisaría de la demarcación y posteriormente a la cárcel de Belém, cerca de lo que hoy se conoce como Chapultepec y Balderas.

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