El laboratorio del Dr. Höller
Carsten Höller convierte al Tamayo en un experimento monumental.
Al entrar a un museo, las paredes blancas y las luces especiales exigen la más silenciosa contemplación. Los recorridos se hacen siguiendo las indicaciones, y se mira detenidamente a la distancia, pues no se permite tocar las piezas ni tampoco oler o decidir. Los museos se han vuelto cajas llenas de cosas que ver, pero no para Carsten Höller, para quien más bien estos espacios son laboratorios.
“Sunday” es la primera exposición de Carsten Höller en el país, que llegará al Museo Tamayo a finales de marzo y estará ahí hasta el próximo julio. Es una oportunidad para mostrar una obra que se dibuja en una línea experimental e interactiva; una exhibición que pondrá a prueba los límites del museo con 23 piezas.
Höller, nacido en Bélgica en 1961, de padres alemanes, es un artista muy particular, ya que en su formación cuenta con un doctorado en entomología agrícola. Comenzó a hacer arte a principios de los noventa con una generación de artistas como Maurizio Cattelan y Andrea Zittel, quienes pusieron a prueba la experiencia artística con el uso del espacio. Desde ese momento, Höller se ha encargado de desafiar la percepción, al crear esculturas interactivas e instalaciones que sacan al espectador de su realidad por medio de estímulos sensoriales inesperados. “A Carsten lo que le interesa es cuestionar, más que una realidad política, la experiencia humana. Los factores que te hacen experimentar algo, él los exagera o los potencializa para que reflexiones acerca de la experiencia como ser humano”, comenta Andrea Paasch, subdirectora de programación del Tamayo.
La fama de Höller a veces puede ser un poco macabra. Una de sus primeras instalaciones, Killing Children, fue una serie de objetos creados entre 1990 y 1994 que mostraba varias trampas para niños en situaciones cotidianas, como un triciclo con un mecanismo que prendía en fuego cuando se comenzaba a pedalear, una mamila con tres ranas venenosas sumergidas en agua, o un cobertor que escondía un pedazo de un tipo de hongo alucinógeno. Su trabajo explora la interacción que tiene el espectador con su entorno y consigo mismo; pero Carsten también se preocupa por extrapolar sus experimentos a una escala global, como el uso de transportes alternativos. “Él tiene esta idea de usar resbaladillas (como en Slides, que exhibió en el Tate de Londres) y el acto de deslizarse en la vida cotidiana como forma de transporte. ¿Por qué pensar que sólo es para niños? Un adulto también podría hacerlo y facilita mucho la vida. Las ideas que tiene Carsten son proyectadas en un museo como un laboratorio, para después llevarlas a la vida cotidiana, con mayor escala en las ciudades”, relata Paasch en entrevista con Gatopardo.
El modus operandi de la exposición parte de la capacidad de decisión. Una serie de tubos colgantes instalados alrededor del museo ofrecen diferentes opciones para experimentar la muestra. Los tubos funcionan como una especie de puente, en los que los espectadores deciden qué tubo cruzar y se transportan de una parte de la exposición a otra. Decision Tubes determinará el curso de la exposición para cada persona. Estos puentes están inspirados en la manera en la que se transportan con puentes colgantes en Ghana, donde Carsten vive la mitad del año. Un tubo puede llevar al espectador por un camino tranquilo y convencional; los otros pueden resultar una experiencia totalmente diferente. Las luces, los sonidos, los olores y las texturas: todos los factores que puedan afectar sensorialmente al espectador están en juego. “Lo que hace es justamente jugar con este proceso neurológico de cada ser humano, que al momento de tomar una decisión, lo haces a partir de emociones”, comenta Paasch.
El artista confía en el espectador para que experimente con las piezas. El público no sólo es público, sino que se vuelve parte de la obra. “Como él viene del mundo de la ciencia tiene un rigor científico y de ahí deviene que haga prototipos que luego va mejorando; por ejemplo, vamos a tener unos lentes que te hacen ver el mundo al revés, o sea, de abajo hacia arriba. Esto lo había hecho años atrás y ahora es una versión mejorada. Sigue trabajando en sus mismas obras, las va perfeccionando”, menciona Paasch.
“Sunday” es un conjunto de varios trabajos anteriores y a la vez, una pieza nueva. Abarca dos salas, el patio central del museo y parte del techo. Ha tomado un mes montarla completamente. Es una labor monumental para el Tamayo dejar de ser un museo para convertirse en laboratorio: un hongo gigante cobijará el museo, una serie de puertas giratorias con espejos darán la bienvenida a la exposición, dos personas tendrán la posibilidad de trasnochar para sumergirse en una composición de estímulos para inducir el sueño, alucinaciones y regresiones. Cualquier cosa puede suceder en el laboratorio del Dr. Höller.
“Sunday” de Carsten Höller en el Museo Rufino Tamayo
29 de marzo al dom. 30 de junio
Paseo de la Reforma 51, Ciudad de México
museotamayo.org
Fotografía de portada: Seven Sliding Doors (2014). Vista de instalación en la Bienal de Gwangju, Corea del Sur.
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