En las tierras del horror
Alejandro Maciel
Fotografía de Aníbal Barco
Martín Solares presenta su nueva novela: “No manden flores”, editada por Literatura Random House.
¿Cómo sería un país donde desapareciera por completo la palabra justicia? Martín Solares plantea un escenario aterrador en su más reciente trama.
Martín Solares espera sentado en un café a mediados de diciembre de 2015, entre café y alfajores, cuando las calles de la Ciudad de México tienen un aire festivo. Todo en él es apacible: su gesto, la calma de su voz, la música decembrina de fondo; un escenario que contrasta con la rispidez del tema que discute con vehemencia en la entrevista: el horror donde las noticias de descabezados y narcotráfico interrumpieron el curso del país.
Hoy luce más tranquilo, y lo reconoce, pero pasaron casi 10 años para que las pesadillas de Martín Solares le dieran una tregua. Durante ese tiempo, su vida se pobló de historias de amigos y familiares en Tamaulipas —su tierra natal— en las cuales palabras como “extorsión”, “balacera” o “secuestro” eran inevitables. Sucedió como con su primera novela, Los minutos negros, que surgió de un conflicto que no buscó, una pesadilla recurrente cuya única forma de apagar era escribiéndola. “Con todo y su aparato de humor dudoso, es una obra digna de la mejor estirpe de novela negra a la mexicana”, escribió Hugo Hiriart en la revista Letras libres en 2007. El resultado, a manera de exorcismo mental, se llama No manden flores, su segunda novela, que publica en México y Latinoamérica bajo el sello de Literatura Random House.
“Durante ese tiempo no podía ver ni leer sobre balaceras”, dice Solares, quien además de dirigir Tusquets México, ha recorrido un largo camino como editor donde ha echado raíces por casas editoriales como Era, Planeta, Almadía —que refundó— y Océano, donde dirigió dos colecciones literarias (Hotel de letras y La puerta negra). “Hay escritores que pueden apropiarse de las pesadillas ajenas y hablar de ellas, pero no es mi caso. Este toro se me puso enfrente, sin invocarlo”, dice.
Ésta no es una novela más sobre el narcotráfico y la injusticia en México. De hecho, entre sus páginas las palabras “narco” y “justicia” desaparecen al estilo de las mejores novelas de Cormac McCarthy. ¿Cómo sería un mundo donde no existan estas palabras, a pesar de que sabemos que ahí están? Con la estructura de una novela policiaca, No manden flores trata sobre la desaparición de la hija de un importante empresario de Tamaulipas. Entre la incertidumbre de si se trata de un secuestro o de un asesinato, los padres, con ayuda del cónsul Don Williams, piden ayuda a Treviño, un policía en retiro. Treviño acepta conducir la investigación, pero en el camino tendrá que luchar por su vida bajo las amenazas de su expatrón, el comandante Margarito, un hombre corrupto y sin escrúpulos.
En No manden flores se encuentran esos viajes de autoexploración a lo Roberto Bolaño y los escenarios fantasmagóricos a lo Juan Rulfo. “Esta vez escribí sobre el tema, pero no es mi vertiente”, dice el escritor. Y aunque respeta a exponentes de la narcoliteratura mexicana como Yuri Herrera y Élmer Mendoza, Solares se deslinda de la responsabilidad de seguir escribiendo sobre un tema que a todas luces le abruma: “Quiero que mi siguiente novela sea unas vacaciones después de este suplicio”.
Lo cierto es que No manden flores se puede leer como una pesadilla al estilo Stephen King ambientada en el golfo mexicano. Como si se tratara de un descenso a los infiernos dantescos, los personajes que aparecen en los márgenes del camino tienen dibujada en la cara la sonrisa del horror, un gesto macabro que Solares encontraba en todos aquellos que sobreviven día con día en el estado mexicano de Tamaulipas.
Para Solares, aún hay una forma de emerger: cantando, haciendo música, escribiendo, creando arte. “Porque cuando estás desamparado, lo primero que te preguntas es ¿por qué no conozco historias que me ayuden a salir de aquí? Es una de las cosas que podemos hacer y que nadie nos puede prohibir”, finaliza.
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