Archivo Gatopardo

Paraíso pasajero

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El Museo Jumex explora el movimiento artístico, político y espiritual que surgió en el archipiélago al sur de Nicaragua llamado Solentiname.

“Solentiname tenía una belleza paradisiaca, pero está visto que en Nicaragua no es posible ningún paraíso todavía”, escribió Ernesto Cardenal en la revista Nueva Sociedad en marzo de 1978. Habían pasado apenas unos meses desde que la Guardia Nacional destruyera, por órdenes del dictador Anastasio Somoza, la comunidad que el poeta había fundado más de diez años atrás en el archipiélago de Solentiname, en el Gran Lago de Nicaragua.

Cardenal era desde entonces un reconocido poeta y escritor, cuya carrera en las letras ha ido siempre de la mano con su vocación religiosa como sacerdote católico. Para él y su principal guía espiritual, el sacerdote Thomas Merton, la solidaridad no puede ser ajena a las luchas políticas y sociales. Esta ideología, común en aquellos años entre varios líderes católicos, es conocida como teología de la liberación. Para Cardenal y los habitantes de Solentiname derivó en la convicción de que el catolicismo aplicado a su realidad en un país que llevaba más de cuarenta años bajo la dictadura de la familia Somoza, tendría que ser un camino hacía la revolución. Así que la comunidad de Solentiname fue un proyecto utópico que nació bajo el ideal de establecer en la tierra una sociedad justa, sin explotadores ni explotados y con todos los bienes en común.[caption id="attachment_210220" align="aligncenter" width="715"]

solentiname movimiento artístico nicaragua, int2

En 2011, el arquitecto Marcos Agudelo restauró la capilla de Solentiname. Una abstracción de la construcción forma parte de la muestra en el Museo Jumex.[/caption]Cardenal se mudó a la isla más grande de este archipiélago para trabajar con campesinos y pescadores que vivían una profunda pobreza y marginación, y de él escucharon por primera vez hablar de derechos humanos. Sus enseñanzas empoderaron a la comunidad que, con la ayuda del sacerdote y el pintor Róger Pérez de la Rocha, empezaron también una producción artística que los convirtió en pintores de su realidad. Más allá de la teoría, la ideología política de esta comunidad consentía el uso de la fuerza en un contexto opresivo donde la lucha pacífica no parecía ser una alternativa. Muchos de sus habitantes formaron parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y, como tales, tomaron las armas para participar en la revolución.El Museo Jumex inauguró recientemente la exhibición “Sueño de Solentiname”, bajo la curaduría de Pablo León de la Barra. La muestra reconstruye esta historia y reúne ejemplos de los cientos de pinturas que hicieron sus habitantes. La mayoría de ellas se hicieron para venderse, como una forma alterna de generar ingresos para la comunidad. Algunas de ellas reproducían su vida cotidiana, sus reuniones en torno a la iglesia o las fiestas que organizaban bajo un enorme árbol de mangos. Otras eran adaptaciones de escenas bíblicas a su realidad y a su tiempo.[caption id="attachment_210219" align="aligncenter" width="715"]

solentiname movimiento artístico nicaragua, int1

Las esculturas de Ernesto Cardenal acompañan las pinturas de Eduardo Arana, Rodolfo Arellano, Julia Chavarría y Elena Pineda, entre otros artistas.[/caption]Una pintura de Esperanza Guevara, por ejemplo, retrata el beso traicionero que Judas le dio a Jesús para entregarlo a sus perseguidores. Las diferencias radican en que los romanos fueron reemplazados por miembros del ejército de Somoza, mientras que Jesús aparece vestido de jeans y camisa blanca, y la escena está completamente rodeada de la vegetación nicaragüense. “Esta revisión es un ejercicio más para entender la relación que hay entre arte, política y sociedad; un triángulo donde la pintura se vuelve una herramienta, no sólo para la comprensión crítica de una realidad, sino para imaginar formas de modificarla”, dice León de la Barra en entrevista.En la exhibición, estas pinturas están acompañadas de las esculturas del propio Ernesto Cardenal. Al centro de la sala, las piezas que el poeta hizo antes, durante y después de Solentiname, forman un pequeño paraíso lleno de color, donde animales y plantas de diversos materiales insisten en que es posible vivir en equilibrio con la naturaleza.Ahí están también las fotografías de Sandra Eleta, quien, como muchos otros artistas latinoamericanos, visitó esta comunidad de la que mucho había escuchado hablar. Hasta allá fue también Julio Cortázar, quien, conmovido por lo que vio, escribió el cuento “Apocalipsis en Solentiname” en el que, como profeta, vio venir el violento final de aquel idilio enmarcado en una historia de opresión y desigualdad, no exclusiva de Nicaragua, sino del pueblo latinoamericano.

solentiname movimiento artístico nicaragua, int3

Sueño de SolentinameHasta el 6 de mayoMuseo Jumexfundacionjumex.org

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El Museo Jumex explora el movimiento artístico, político y espiritual que surgió en el archipiélago al sur de Nicaragua llamado Solentiname.

“Solentiname tenía una belleza paradisiaca, pero está visto que en Nicaragua no es posible ningún paraíso todavía”, escribió Ernesto Cardenal en la revista Nueva Sociedad en marzo de 1978. Habían pasado apenas unos meses desde que la Guardia Nacional destruyera, por órdenes del dictador Anastasio Somoza, la comunidad que el poeta había fundado más de diez años atrás en el archipiélago de Solentiname, en el Gran Lago de Nicaragua.

Cardenal era desde entonces un reconocido poeta y escritor, cuya carrera en las letras ha ido siempre de la mano con su vocación religiosa como sacerdote católico. Para él y su principal guía espiritual, el sacerdote Thomas Merton, la solidaridad no puede ser ajena a las luchas políticas y sociales. Esta ideología, común en aquellos años entre varios líderes católicos, es conocida como teología de la liberación. Para Cardenal y los habitantes de Solentiname derivó en la convicción de que el catolicismo aplicado a su realidad en un país que llevaba más de cuarenta años bajo la dictadura de la familia Somoza, tendría que ser un camino hacía la revolución. Así que la comunidad de Solentiname fue un proyecto utópico que nació bajo el ideal de establecer en la tierra una sociedad justa, sin explotadores ni explotados y con todos los bienes en común.[caption id="attachment_210220" align="aligncenter" width="715"]

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En 2011, el arquitecto Marcos Agudelo restauró la capilla de Solentiname. Una abstracción de la construcción forma parte de la muestra en el Museo Jumex.[/caption]Cardenal se mudó a la isla más grande de este archipiélago para trabajar con campesinos y pescadores que vivían una profunda pobreza y marginación, y de él escucharon por primera vez hablar de derechos humanos. Sus enseñanzas empoderaron a la comunidad que, con la ayuda del sacerdote y el pintor Róger Pérez de la Rocha, empezaron también una producción artística que los convirtió en pintores de su realidad. Más allá de la teoría, la ideología política de esta comunidad consentía el uso de la fuerza en un contexto opresivo donde la lucha pacífica no parecía ser una alternativa. Muchos de sus habitantes formaron parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y, como tales, tomaron las armas para participar en la revolución.El Museo Jumex inauguró recientemente la exhibición “Sueño de Solentiname”, bajo la curaduría de Pablo León de la Barra. La muestra reconstruye esta historia y reúne ejemplos de los cientos de pinturas que hicieron sus habitantes. La mayoría de ellas se hicieron para venderse, como una forma alterna de generar ingresos para la comunidad. Algunas de ellas reproducían su vida cotidiana, sus reuniones en torno a la iglesia o las fiestas que organizaban bajo un enorme árbol de mangos. Otras eran adaptaciones de escenas bíblicas a su realidad y a su tiempo.[caption id="attachment_210219" align="aligncenter" width="715"]

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Las esculturas de Ernesto Cardenal acompañan las pinturas de Eduardo Arana, Rodolfo Arellano, Julia Chavarría y Elena Pineda, entre otros artistas.[/caption]Una pintura de Esperanza Guevara, por ejemplo, retrata el beso traicionero que Judas le dio a Jesús para entregarlo a sus perseguidores. Las diferencias radican en que los romanos fueron reemplazados por miembros del ejército de Somoza, mientras que Jesús aparece vestido de jeans y camisa blanca, y la escena está completamente rodeada de la vegetación nicaragüense. “Esta revisión es un ejercicio más para entender la relación que hay entre arte, política y sociedad; un triángulo donde la pintura se vuelve una herramienta, no sólo para la comprensión crítica de una realidad, sino para imaginar formas de modificarla”, dice León de la Barra en entrevista.En la exhibición, estas pinturas están acompañadas de las esculturas del propio Ernesto Cardenal. Al centro de la sala, las piezas que el poeta hizo antes, durante y después de Solentiname, forman un pequeño paraíso lleno de color, donde animales y plantas de diversos materiales insisten en que es posible vivir en equilibrio con la naturaleza.Ahí están también las fotografías de Sandra Eleta, quien, como muchos otros artistas latinoamericanos, visitó esta comunidad de la que mucho había escuchado hablar. Hasta allá fue también Julio Cortázar, quien, conmovido por lo que vio, escribió el cuento “Apocalipsis en Solentiname” en el que, como profeta, vio venir el violento final de aquel idilio enmarcado en una historia de opresión y desigualdad, no exclusiva de Nicaragua, sino del pueblo latinoamericano.

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“Solentiname tenía una belleza paradisiaca, pero está visto que en Nicaragua no es posible ningún paraíso todavía”, escribió Ernesto Cardenal en la revista Nueva Sociedad en marzo de 1978. Habían pasado apenas unos meses desde que la Guardia Nacional destruyera, por órdenes del dictador Anastasio Somoza, la comunidad que el poeta había fundado más de diez años atrás en el archipiélago de Solentiname, en el Gran Lago de Nicaragua.

Cardenal era desde entonces un reconocido poeta y escritor, cuya carrera en las letras ha ido siempre de la mano con su vocación religiosa como sacerdote católico. Para él y su principal guía espiritual, el sacerdote Thomas Merton, la solidaridad no puede ser ajena a las luchas políticas y sociales. Esta ideología, común en aquellos años entre varios líderes católicos, es conocida como teología de la liberación. Para Cardenal y los habitantes de Solentiname derivó en la convicción de que el catolicismo aplicado a su realidad en un país que llevaba más de cuarenta años bajo la dictadura de la familia Somoza, tendría que ser un camino hacía la revolución. Así que la comunidad de Solentiname fue un proyecto utópico que nació bajo el ideal de establecer en la tierra una sociedad justa, sin explotadores ni explotados y con todos los bienes en común.[caption id="attachment_210220" align="aligncenter" width="715"]

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En 2011, el arquitecto Marcos Agudelo restauró la capilla de Solentiname. Una abstracción de la construcción forma parte de la muestra en el Museo Jumex.[/caption]Cardenal se mudó a la isla más grande de este archipiélago para trabajar con campesinos y pescadores que vivían una profunda pobreza y marginación, y de él escucharon por primera vez hablar de derechos humanos. Sus enseñanzas empoderaron a la comunidad que, con la ayuda del sacerdote y el pintor Róger Pérez de la Rocha, empezaron también una producción artística que los convirtió en pintores de su realidad. Más allá de la teoría, la ideología política de esta comunidad consentía el uso de la fuerza en un contexto opresivo donde la lucha pacífica no parecía ser una alternativa. Muchos de sus habitantes formaron parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y, como tales, tomaron las armas para participar en la revolución.El Museo Jumex inauguró recientemente la exhibición “Sueño de Solentiname”, bajo la curaduría de Pablo León de la Barra. La muestra reconstruye esta historia y reúne ejemplos de los cientos de pinturas que hicieron sus habitantes. La mayoría de ellas se hicieron para venderse, como una forma alterna de generar ingresos para la comunidad. Algunas de ellas reproducían su vida cotidiana, sus reuniones en torno a la iglesia o las fiestas que organizaban bajo un enorme árbol de mangos. Otras eran adaptaciones de escenas bíblicas a su realidad y a su tiempo.[caption id="attachment_210219" align="aligncenter" width="715"]

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Las esculturas de Ernesto Cardenal acompañan las pinturas de Eduardo Arana, Rodolfo Arellano, Julia Chavarría y Elena Pineda, entre otros artistas.[/caption]Una pintura de Esperanza Guevara, por ejemplo, retrata el beso traicionero que Judas le dio a Jesús para entregarlo a sus perseguidores. Las diferencias radican en que los romanos fueron reemplazados por miembros del ejército de Somoza, mientras que Jesús aparece vestido de jeans y camisa blanca, y la escena está completamente rodeada de la vegetación nicaragüense. “Esta revisión es un ejercicio más para entender la relación que hay entre arte, política y sociedad; un triángulo donde la pintura se vuelve una herramienta, no sólo para la comprensión crítica de una realidad, sino para imaginar formas de modificarla”, dice León de la Barra en entrevista.En la exhibición, estas pinturas están acompañadas de las esculturas del propio Ernesto Cardenal. Al centro de la sala, las piezas que el poeta hizo antes, durante y después de Solentiname, forman un pequeño paraíso lleno de color, donde animales y plantas de diversos materiales insisten en que es posible vivir en equilibrio con la naturaleza.Ahí están también las fotografías de Sandra Eleta, quien, como muchos otros artistas latinoamericanos, visitó esta comunidad de la que mucho había escuchado hablar. Hasta allá fue también Julio Cortázar, quien, conmovido por lo que vio, escribió el cuento “Apocalipsis en Solentiname” en el que, como profeta, vio venir el violento final de aquel idilio enmarcado en una historia de opresión y desigualdad, no exclusiva de Nicaragua, sino del pueblo latinoamericano.

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“Solentiname tenía una belleza paradisiaca, pero está visto que en Nicaragua no es posible ningún paraíso todavía”, escribió Ernesto Cardenal en la revista Nueva Sociedad en marzo de 1978. Habían pasado apenas unos meses desde que la Guardia Nacional destruyera, por órdenes del dictador Anastasio Somoza, la comunidad que el poeta había fundado más de diez años atrás en el archipiélago de Solentiname, en el Gran Lago de Nicaragua.

Cardenal era desde entonces un reconocido poeta y escritor, cuya carrera en las letras ha ido siempre de la mano con su vocación religiosa como sacerdote católico. Para él y su principal guía espiritual, el sacerdote Thomas Merton, la solidaridad no puede ser ajena a las luchas políticas y sociales. Esta ideología, común en aquellos años entre varios líderes católicos, es conocida como teología de la liberación. Para Cardenal y los habitantes de Solentiname derivó en la convicción de que el catolicismo aplicado a su realidad en un país que llevaba más de cuarenta años bajo la dictadura de la familia Somoza, tendría que ser un camino hacía la revolución. Así que la comunidad de Solentiname fue un proyecto utópico que nació bajo el ideal de establecer en la tierra una sociedad justa, sin explotadores ni explotados y con todos los bienes en común.[caption id="attachment_210220" align="aligncenter" width="715"]

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En 2011, el arquitecto Marcos Agudelo restauró la capilla de Solentiname. Una abstracción de la construcción forma parte de la muestra en el Museo Jumex.[/caption]Cardenal se mudó a la isla más grande de este archipiélago para trabajar con campesinos y pescadores que vivían una profunda pobreza y marginación, y de él escucharon por primera vez hablar de derechos humanos. Sus enseñanzas empoderaron a la comunidad que, con la ayuda del sacerdote y el pintor Róger Pérez de la Rocha, empezaron también una producción artística que los convirtió en pintores de su realidad. Más allá de la teoría, la ideología política de esta comunidad consentía el uso de la fuerza en un contexto opresivo donde la lucha pacífica no parecía ser una alternativa. Muchos de sus habitantes formaron parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y, como tales, tomaron las armas para participar en la revolución.El Museo Jumex inauguró recientemente la exhibición “Sueño de Solentiname”, bajo la curaduría de Pablo León de la Barra. La muestra reconstruye esta historia y reúne ejemplos de los cientos de pinturas que hicieron sus habitantes. La mayoría de ellas se hicieron para venderse, como una forma alterna de generar ingresos para la comunidad. Algunas de ellas reproducían su vida cotidiana, sus reuniones en torno a la iglesia o las fiestas que organizaban bajo un enorme árbol de mangos. Otras eran adaptaciones de escenas bíblicas a su realidad y a su tiempo.[caption id="attachment_210219" align="aligncenter" width="715"]

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Las esculturas de Ernesto Cardenal acompañan las pinturas de Eduardo Arana, Rodolfo Arellano, Julia Chavarría y Elena Pineda, entre otros artistas.[/caption]Una pintura de Esperanza Guevara, por ejemplo, retrata el beso traicionero que Judas le dio a Jesús para entregarlo a sus perseguidores. Las diferencias radican en que los romanos fueron reemplazados por miembros del ejército de Somoza, mientras que Jesús aparece vestido de jeans y camisa blanca, y la escena está completamente rodeada de la vegetación nicaragüense. “Esta revisión es un ejercicio más para entender la relación que hay entre arte, política y sociedad; un triángulo donde la pintura se vuelve una herramienta, no sólo para la comprensión crítica de una realidad, sino para imaginar formas de modificarla”, dice León de la Barra en entrevista.En la exhibición, estas pinturas están acompañadas de las esculturas del propio Ernesto Cardenal. Al centro de la sala, las piezas que el poeta hizo antes, durante y después de Solentiname, forman un pequeño paraíso lleno de color, donde animales y plantas de diversos materiales insisten en que es posible vivir en equilibrio con la naturaleza.Ahí están también las fotografías de Sandra Eleta, quien, como muchos otros artistas latinoamericanos, visitó esta comunidad de la que mucho había escuchado hablar. Hasta allá fue también Julio Cortázar, quien, conmovido por lo que vio, escribió el cuento “Apocalipsis en Solentiname” en el que, como profeta, vio venir el violento final de aquel idilio enmarcado en una historia de opresión y desigualdad, no exclusiva de Nicaragua, sino del pueblo latinoamericano.

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“Solentiname tenía una belleza paradisiaca, pero está visto que en Nicaragua no es posible ningún paraíso todavía”, escribió Ernesto Cardenal en la revista Nueva Sociedad en marzo de 1978. Habían pasado apenas unos meses desde que la Guardia Nacional destruyera, por órdenes del dictador Anastasio Somoza, la comunidad que el poeta había fundado más de diez años atrás en el archipiélago de Solentiname, en el Gran Lago de Nicaragua.

Cardenal era desde entonces un reconocido poeta y escritor, cuya carrera en las letras ha ido siempre de la mano con su vocación religiosa como sacerdote católico. Para él y su principal guía espiritual, el sacerdote Thomas Merton, la solidaridad no puede ser ajena a las luchas políticas y sociales. Esta ideología, común en aquellos años entre varios líderes católicos, es conocida como teología de la liberación. Para Cardenal y los habitantes de Solentiname derivó en la convicción de que el catolicismo aplicado a su realidad en un país que llevaba más de cuarenta años bajo la dictadura de la familia Somoza, tendría que ser un camino hacía la revolución. Así que la comunidad de Solentiname fue un proyecto utópico que nació bajo el ideal de establecer en la tierra una sociedad justa, sin explotadores ni explotados y con todos los bienes en común.[caption id="attachment_210220" align="aligncenter" width="715"]

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En 2011, el arquitecto Marcos Agudelo restauró la capilla de Solentiname. Una abstracción de la construcción forma parte de la muestra en el Museo Jumex.[/caption]Cardenal se mudó a la isla más grande de este archipiélago para trabajar con campesinos y pescadores que vivían una profunda pobreza y marginación, y de él escucharon por primera vez hablar de derechos humanos. Sus enseñanzas empoderaron a la comunidad que, con la ayuda del sacerdote y el pintor Róger Pérez de la Rocha, empezaron también una producción artística que los convirtió en pintores de su realidad. Más allá de la teoría, la ideología política de esta comunidad consentía el uso de la fuerza en un contexto opresivo donde la lucha pacífica no parecía ser una alternativa. Muchos de sus habitantes formaron parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y, como tales, tomaron las armas para participar en la revolución.El Museo Jumex inauguró recientemente la exhibición “Sueño de Solentiname”, bajo la curaduría de Pablo León de la Barra. La muestra reconstruye esta historia y reúne ejemplos de los cientos de pinturas que hicieron sus habitantes. La mayoría de ellas se hicieron para venderse, como una forma alterna de generar ingresos para la comunidad. Algunas de ellas reproducían su vida cotidiana, sus reuniones en torno a la iglesia o las fiestas que organizaban bajo un enorme árbol de mangos. Otras eran adaptaciones de escenas bíblicas a su realidad y a su tiempo.[caption id="attachment_210219" align="aligncenter" width="715"]

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Las esculturas de Ernesto Cardenal acompañan las pinturas de Eduardo Arana, Rodolfo Arellano, Julia Chavarría y Elena Pineda, entre otros artistas.[/caption]Una pintura de Esperanza Guevara, por ejemplo, retrata el beso traicionero que Judas le dio a Jesús para entregarlo a sus perseguidores. Las diferencias radican en que los romanos fueron reemplazados por miembros del ejército de Somoza, mientras que Jesús aparece vestido de jeans y camisa blanca, y la escena está completamente rodeada de la vegetación nicaragüense. “Esta revisión es un ejercicio más para entender la relación que hay entre arte, política y sociedad; un triángulo donde la pintura se vuelve una herramienta, no sólo para la comprensión crítica de una realidad, sino para imaginar formas de modificarla”, dice León de la Barra en entrevista.En la exhibición, estas pinturas están acompañadas de las esculturas del propio Ernesto Cardenal. Al centro de la sala, las piezas que el poeta hizo antes, durante y después de Solentiname, forman un pequeño paraíso lleno de color, donde animales y plantas de diversos materiales insisten en que es posible vivir en equilibrio con la naturaleza.Ahí están también las fotografías de Sandra Eleta, quien, como muchos otros artistas latinoamericanos, visitó esta comunidad de la que mucho había escuchado hablar. Hasta allá fue también Julio Cortázar, quien, conmovido por lo que vio, escribió el cuento “Apocalipsis en Solentiname” en el que, como profeta, vio venir el violento final de aquel idilio enmarcado en una historia de opresión y desigualdad, no exclusiva de Nicaragua, sino del pueblo latinoamericano.

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Cardenal era desde entonces un reconocido poeta y escritor, cuya carrera en las letras ha ido siempre de la mano con su vocación religiosa como sacerdote católico. Para él y su principal guía espiritual, el sacerdote Thomas Merton, la solidaridad no puede ser ajena a las luchas políticas y sociales. Esta ideología, común en aquellos años entre varios líderes católicos, es conocida como teología de la liberación. Para Cardenal y los habitantes de Solentiname derivó en la convicción de que el catolicismo aplicado a su realidad en un país que llevaba más de cuarenta años bajo la dictadura de la familia Somoza, tendría que ser un camino hacía la revolución. Así que la comunidad de Solentiname fue un proyecto utópico que nació bajo el ideal de establecer en la tierra una sociedad justa, sin explotadores ni explotados y con todos los bienes en común.[caption id="attachment_210220" align="aligncenter" width="715"]

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