Ron Matusalem revive los años de oro de Acapulco - Gatopardo

This is Rumba

Ron Matusalem recreó durante un fin de semana la Edad de Oro de Acapulco.

Tiempo de lectura: 2 minutos

Cerca de las playas tradicionales de Caleta en Acapulco, una de las zonas más tradicionales de la costa, se encuentra el ya icónico Hotel Boca Chica de Grupo Habita. Ahí, rodeados por vegetación y buques pesqueros, y acogidos por un diseño arquitectónico que revive, no sin cierta nostalgia, el espíritu de los años cincuenta, Ron Matusalem con This is Rumba recreó para nosotros, durante un fin de semana, el estilo de vida característico de la Edad de Oro de Acapulco.

Hospedados en cuartos con vista al mar pacífico y rodeados por un ambiente dispuesto para sumergir de lleno a los huéspedes en estos años icónicos, Ron Matusalem se encargó de transformar cada momento del fin de semana en un hito inolvidable. Cada rincón del hotel –incluyendo la icónica kidney pool, las habitaciones, el spa y el restaurante– adoptó una elegancia tropical: vegetación voluptuosa, chispazos de latón dorado y el hipnotizante sonido de la olas rompiendo contra las rocas.

Ahí, perdidos ante la inmensidad del mar y acogidos por las palmeras de la costa, Ron Matusalem nos introdujo a las Grandes Reservas de la marca. Estos rones, con sabores sutiles a vainilla, coco y madera, y presentados en copas de cristal que les permite lucir a contraluz su fascinante color ámbar, sorprendieron por su profundo sabor, y fueron la perfecta bienvenida a una experiencia en donde las virtudes de los mejores años de Acapulco salieron a relucir.

Acomodados en un camastro o sentados a la orilla de la piscina y deleitados por las creaciones del chef Keisuke Harada, presenciamos la caída del sol en el puerto y admiramos el solitario cielo estrellado. Una oportunidad ideal para brindar y degustar un trago con Ron Matusalem 23 y un momento perfecto para disfrutar de las estupendas fiestas organizadas en las suites, el spa y la alberca. Celebraciones que le dieron al fin de semana un sello inolvidable y que nos dejaron entrar en contacto –aunque fuera solo por un instante– con la esencia de estas costas guerrerenses.

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