Quito es un pequeño valle en medio de una enorme cordillera de más de 7 mil kilómetros, que le alcanzan no sólo para recorrer por completo América del Sur, sino para ser la cadena montañosa más larga del mundo. La cordillera es visible desde cualquier punto de la ciudad y, aun después de varios días, la vista al horizonte no deja de sorprender. Su riqueza natural es incuestionable y bastante más homogénea. Estando en Ecuador es posible desayunar en la costa del Pacífico, comer en los Andes y cenar en la selva amazónica. A unas horas de viaje en coche puede disfrutarse de esta diversidad de climas, alturas y 48 ecosistemas distintos; ya que, además, las carreteras en este país son muy buenas. Estando en Quito, mirar por la ventana para elegir la ropa que se va a usar puede ser engañoso. El sol brilla y el cielo está despejado, pero el aire que baja de los Andes es muy frío. Los quiteños salen de casa preparados para todo, y no se cansan de recordarnos que aquí los rayos del sol pegan de forma más directa que en cualquier otra parte del mundo.
Típica comida ecuatoriana: locro de papa y seco de chivo. Ecuador recibe hoy a millón y medio de turistas al año, pero lograr que un creciente número de ellos se quede en la capital ha requerido un esfuerzo importante por parte del gobierno local. En nuestro primer recorrido por el centro de Quito nos encontramos con el pintoresco encanto de una ciudad colonial de la región andina, con construcciones de poca altura y techos de teja, entre las que sobresalen las torres y cúpulas de sus muchísimas iglesias. Hay siete de ellas en una sola calle, cuyo nombre oficial, García Moreno, ha sido sustituido por uno más certero: Calle de las Siete Cruces. El recorrido empieza de norte a sur, y por la iglesia más antigua, la de Santa Bárbara, construida en 1550. De todas, la más suntuosa y espectacular es la de la Compañía de Jesús, creada en 1613 con una portada exterior hecha de piedra volcánica y un interior que está cubierto totalmente por láminas de oro talladas. Siguiendo con el recorrido por el centro, se encuentran antiguos negocios, como relojerías, peluquerías y especierías que remiten a la época colonial. Las especierías son atendidas por mujeres de origen indígena que no siempre dominan el español y que venden, en costales repletos, hierbas y semillas con nombres en quichua.
Casa Gangotena. Por la tarde llegamos a La Ronda, la calle más famosa y antigua de la ciudad. Era punto de reunión de intelectuales y bohemios en las décadas de 1920 y 1930. Hay una tienda, Chez Tiff, que además de vender chocolate artesanal hecho con cacao ecuatoriano, tiene un área destinada a explicar a sus visitantes el largo proceso que hay detrás de este producto y la razón por la que el chocolate ecuatoriano está logrando posicionarse entre los mejores del mundo. Un poco más adelante hay otra similar, pero que vende y promueve la producción y consumo de miel local. También se puede comprar hojalatería, sombreros, trompos y varios tipos de artesanías que representan a la escuela quiteña, un conjunto de tradiciones y técnicas artesanales que vienen desde la Real Audiencia de Quito, en la época colonial. Empedrada, colorida y demasiado angosta para el paso de los autos, caminar por La Ronda implica también escuchar a gritos toda clase de ofertas e invitaciones para pasar a restaurantes, bares y karaokes, a tomar vino, cerveza o un canelazo, el antídoto local para el frío. Se trata de una bebida tradicional de la sierra que se prepara hirviendo agua con canela, azúcar y jugo de naranjilla, una fruta de la región que tiene un aspecto y sabor entre naranja y jitomate. A la mezcla se le añade aguardiente y el resultado es una especie de ponche caliente que cumple muy bien con su misión de endulzar una noche fría. Las empanadas son otra cosa que hay que probar. Entre las especialidades están las de morocho, un refrito de carne molida, arroz, chícharo y zanahoria; las de plátano verde, que llaman simplemente “empanadas de verde”; y las de viento, que están hechas de trigo y rellenas de queso, pero obtienen su nombre porque al freírse se inflan tanto que parecen no llevar nada adentro.
Monumento oficial en Ciudad Mitad del Mundo. Al día siguiente tomamos el teleférico. En diez minutos de recorrido se superan los 4 mil metros de altura y la vista es espectacular. Está permitido subir bicicletas a los vagones para pasear al llegar a la cima de la montaña, ya que los Andes son un gran escenario para el turismo de aventura. Otra alternativa para disfrutar de una vista, quizás aún más impresionante, es el hotel El Cráter, ubicado en el mirador del volcán Pululahua. Está apenas a 30 minutos de Quito, pero desde ahí todo lo que se ve es cielo, montañas y áreas verdes. Ofrece un menú de comida típica ecuatoriana que incluye platillos como el locro de papa, cuyo nombre en quichua es rucru. La receta es de origen inca, y es un guiso de papas, con ají y hierbas. Los españoles le agregaron refrito de cebollas, ajo, leche y trozos de queso, y así es como se sirve ahí. Entre los platillos quiteños más tradicionales también están varios tipos de cebiche, con la particularidad de que se sirven acompañados de granos de maíz en varias presentaciones: hervidos, asados y hechos palomitas, que aquí llaman canguil. Uno de los platillos fuertes más típicos de Ecuador es el seco de chivo, un estofado de carne de borrego macerada en cerveza o jugo de naranjilla. A fuego lento se le añade agua, cebolla, tomate y achiote. Se acompaña con arroz amarillo, papa entera, lechuga y aguacate. La comida y la vista en El Cráter se suman para regalarnos otra gran tarde. Guía práctica de Quito Dónde dormir Casa Gangotena Bolívar Oe6-41 y Cuenca casagangotena.com/es/Hotel Plaza Grande García Moreno y Chile, García Moreno N5-16 plazagrandequito.comBoutique Hotel Mansión del Ángel Los Ríos N13-134 y Pasaje Ascencio Gándara mansiondelangel.com.ec Dónde comer Zazu Mariano Aguilera 331 y La Pradera zazuquito.comNuema República del Salvador y Suiza +593 (2) 510 7922 Chez Jérôme. Whymper 3096 y Coruña chezjeromerestaurante.com