Caminaron por todos los ministerios públicos en busca de sus familiares desaparecidos y entre ellas se encontraron. Pronto crearon lazos, hicieron grupos, organizaron búsquedas en campo y llevaron sus expedientes a todos lados, con sus propios medios y recursos. Quienes nutren las filas de los colectivos suelen ser, en su mayoría, mujeres atrapadas en la espiral de la ineficacia del sistema de justicia.
El 6 de abril de 2011, día en que se descubrieron las fosas de San Fernando, Tamaulipas, Sara Uribe comenzó a escribir este texto. Fue comisionado por la actriz y directora de teatro Sandra Muñoz, y publicado, en su segunda edición, por la editorial oaxaqueña Sur+ en 2012. Gatopardo decide republicar un fragmento debido a la ominosa vigencia que mantiene la desaparición forzada, de la que aún no se responsabiliza el Estado mexicano.
Más de 100 mil personas exigen la identificación forense de cuerpos y la búsqueda de desaparecidos
El gobierno mexicano no ha logrado protegerlos eficientemente.
En Veracruz, una cuadrilla de seis hombres tiene por trabajo buscar en fosas clandestinas lo que queda de quienes ahí fueron escondidos. No son padres detrás del rastro de sus hijos, tampoco voluntarios. Son jornaleros que rascan la tierra a cambio de un sueldo pagado por los familiares de desaparecidos.
El Colectivo Solecito, formado por madres y familiares de desaparecidos se dedica a abrir fosas clandestinas para encontrar a los suyos.