Opinión | Espejitos por oro: abuso y racismo en México - Gatopardo

Espejitos por oro: las paradojas de la inclusión

¿Qué hay detrás de esa frase coloquial de no dejarse engañar con espejitos por oro? Una advertencia contra el abuso y la mentira. En tiempos en que el despojo a los pueblos indígenas sigue ocurriendo, los engaños y verdades a medias para los pueblos y comunidades continúan siendo una práctica común y vigente.

Tiempo de lectura: 6 minutos

No es que no existieran los espejos en estas tierras antes de la invasión europea. Los había, bellos, como sólo pueden ser los espejos de obsidiana que además estaban asociados al mundo de lo sagrado. Tezcatlipoca, divinidad mexica, portaba en el pecho un espejo de obsidiana en muchas de sus representaciones. La relación que establecemos con estos objetos extraños, que nos devuelven una representación del mundo que intentan reflejar, está mediada por interpretaciones culturales.

En mi infancia, escuchaba constantemente que debía evitar reflejar mi rostro en un espejo si ya había caído la noche, pues corría el riesgo de que seres de aire o figuras amenazantes se reflejaran sonriendo detrás de mi cuello. Para otras culturas, los espejos son necesarios para ejercer la adivinación al poder manifestarse en sus superficies el futuro. En otras tradiciones, romper un espejo acarrea años de mala suerte, y en otras abren puertas a otros mundos y dimensiones. Los espejos parecen tener relevancia simbólica en distintas culturas y tradiciones, lo cual es explicable si nos detenemos a pensar en lo extraño que resulta el hecho de que posean la capacidad de crear dobles visuales de nuestros rostros, cuerpos y de los objetos que habitan el mundo.

En contraste con esta lectura valiosa que hacemos de estos objetos, se narra en la cultura popular nacionalista cómo los españoles engañaron a la población nativa intercambiando espejos por oro desde el comienzo de las guerras que hoy llamamos la conquista. Tal vez no ayuda el hecho de que, comúnmente, se use el diminutivo: espejuelos o espejitos por oro. No voy a discutir aquí las complejidades del intercambio de objetos que los emisarios de Moctezuma y Hernán Cortés establecieron; seguramente, para cada uno de ellos, estos intercambios tenían significados distintos y las implicaciones eran más que complejas; además de que, en definitiva, no sólo se trató de intercambiar espejos y oro entre españoles y nativos ingenuos y engañados. Tampoco es posible negar que, para las huestes españolas, el oro era de una importancia que rayaba en la obsesión y que fue el móvil de gran parte de sus acciones.

Más allá de valorar los complejos sucesos y circunstancias que mediaron esos hechos históricos, quisiera apuntar más bien hacia las implicaciones que esa frase ha adquirido con el uso. Es común utilizar esas palabras como una advertencia contra el abuso y la mentira: que no te engañen con espejos y se lleven el oro. En un contexto en el que el despojo a los pueblos indígenas sigue ocurriendo, las estrategias que utilizan engaños o verdades a medias sobre la naturaleza de un megaproyecto y sus implicaciones para pueblos y comunidades indígenas son, lamentablemente, una práctica común y vigente. La expresión que alerta, sin embargo, para no cambiar “espejitos por oro” da por sentado que un solo sistema de validación es el adecuado: aquel que dicta que es el oro —y no los espejos— lo que es valioso. Aceptar la advertencia implica, en algún sentido, aceptar también que lo valioso está establecido por un sólo sistema de validación, que el oro es el elemento valioso del intercambio que fortalece al propio sistema de aquellos que intentan despojarnos. ¿Cómo advertir sobre el despojo y el engaño sin fortalecer la idea de que aquello que consideramos valioso sólo puede ser dictado por nuestros opresores?

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