La presencia de la ausencia: Crónica de un robo de arte frustrado

La presencia de una ausencia

Crónica de un robo de arte frustrado.

Tiempo de lectura: 19 minutos

Emilio Onfray robó una escultura de Rodin, del Museo Nacional de Bellas Artes de Chile, en 2005. Esa noche entró por equivocación a una sala y tomó la pieza sin dudarlo un momento. Pero al día siguiente la devolvió. Durante el juicio dijo que el robo había sido una acción de arte. El caso fue emblemático e incluso inspiró una película. A pesar de las investigaciones y de los testimonios de los implicados, lo que ocurrió durante las 21 horas que el Torso de Adèle estuvo fuera del museo es todavía, y quizás lo sea siempre, un misterio. 

Boris Campos se despierta bruscamente el sábado 17 de junio de 2005. El día anterior no vio a Emilio en todo el día. No apareció en clase, ni tampoco por la noche, cuando salieron con amigos a carretear hasta bien entrada la madrugada. No lo sorprendió su ausencia en el aula, sobre todo teniendo en cuenta la melopea del jueves y todo el asunto de la escultura. La cabeza le pesa por la resaca y la habitación está oscura. En algún limbo entre el sueño y la realidad recuerda haber colgado el teléfono a una amiga que decía frases inconexas acerca de Emilio y de un calabozo. Siente frío en los pies y entonces se da cuenta de que le han arrancado las sábanas. A los pies de la cama, su hermana gesticula como una loca, con la colcha en la mano. Boris hace un esfuerzo por sobreponerse al cansancio y al dolor de cabeza hasta que los sonidos que emite su hermana histérica empiezan a cobrar sentido.

—¿En qué estai metido? ¡Investigaciones viene pa’ acá!

Boris parpadea.

—¡La PDI, Boris! ¿Qué pasó? Llegan pa’ acá en media hora. Necesitan hablar contigo.

—Lo que pasa es que Emilio se robo la escultura del museo —alcanza a articular él.

—¡Pucha! —exclama su hermana—. Ya vi yo las noticias y pensé en toda la cuestión…

Emilio Onfray, int1

Emilio Onfray dice: «Yo no soy un ladrón: soy un artista».

Anochece el jueves, 15 de junio de 2005. El Museo Nacional de Bellas Artes de Chile se levanta imponente frente al Parque Forestal de Santiago. La silueta del gran edificio neoclásico, cargada de arcángeles desnudos de piedra y bronce y de detalles estilo art nouveau, se recorta contra el crepúsculo que se empeña en alargarse un poco más, ansiando la llegada del solsticio. Es tarde, y el museo ya debería haber cerrado sus puertas, pero hoy las abre fuera del horario habitual para presentar la exposición “La tentación de San Antonio”, de Guillermo Frommer, profesor de grabado de la Universidad Arcis. Las obras del artista chileno se expondrán en el primer piso, pero en la planta baja, cerrada al público a esas horas, se exhibe durante el día una de las mayores muestras de arte que el país ha recibido nunca: una retrospectiva de la vida y obra de Auguste Rodin, en la que se exponen 62 esculturas, 30 dibujos y 28 fotografías que la Fundación Rodin de París ha cedido al museo durante cuatro meses. Entre otras están aquí El Pensador, El Beso y el Torso de Adèle.

Emilio Onfray estudia Bellas Artes y es uno de los muchos alumnos de Frommer que aprovechan la noche del jueves para ir a curiosear la nueva exposición de su maestro. En total, unas 200 personas deambulan por las salas en las que el grabador de la Universidad Arcis, la universidad del Partido Comunista, ha plasmado su particular visión, a medio camino entre lo surrealista y lo onírico, de las tentaciones del eremita copto. Emilio ya llega bebido, porque ha estado tomando unas piscolas con algunos amigos. Viene solo y busca a sus pares dentro del museo. Los encuentra. Sirven champán. Se da una vuelta por la sala. Tiene que ir al baño. El mundo va más ligero que de costumbre. Sus amigos suben al ascensor, pero no caben todos. No pasa nada, él esperará al siguiente viaje. Monta solo en el próximo elevador y no sabe ni qué botón pulsa. Cuando las puertas se abren de nuevo está todo oscuro. Emilio avanza en la penumbra con las manos por delante y el eco de sus pasos por detrás a través de la sala Matta. De pronto sus dedos dan con algo.

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