Sus motivos, luchas e ideales, están plasmados en letras de canciones que al compás de su guitarra han llegado, no solo a oídos de sus cercanos sino al alma de todo aquel que ha tenía contacto con el enamoradizo Jaime Martínez Luna, mejor conocido como Tío Yim: cantautor, filósofo, pensador zapoteco y hasta hace unos años, un empedernido bebedor de mezcal
Un idealista, oriundo de la Sierra de Juárez en Oaxaca, que desde la década de los ochenta ha intentado explicar el modo de vida de las comunidades indígenas desde la la experiencia misma de formar parte de una de ellas. Su lucha ha permeado en la región zapoteca del estado, pero también ha trascendido a otros rincones del país y ahora llega a los ojos del mundo a través de Tío Yim (2019), un íntimo retrato familiar dirigido por Luna Marán, su hija.
Su papel como padre y esposo también son importantes en la lista de sus muchas facetas, pese a que pasó mucho tiempo ausente. Y es que su determinación y compromiso político relegaron a segundo plano su vida personal. Tio Yim centraba sus esfuerzos en la “comunalidad”, como él le llama, en vez de comunidad. Se refiere a esa voluntad individual de ser colectividad que caracteriza a las comunidades indígenas y su relación con el territorio.
A la par de todo esto se hundió en el alcoholismo, que hoy muestra sus estragos. Sus manos son ya demasiado lentas para la guitarra, su cabello alborotado ahora es cano y su voz, esa voz que por mucho tiempo retumbó en las montañas de Oaxaca, perdió fuerza y ritmo.
Para el Tío Yim, la lente de Marán es una segunda oportunidad, un espacio en donde a partir de recuerdos, la familia entera –Jaime, Magdalena, Luna, Julia y Andrés– se sumerge en una catarsis colectiva. El resultado es maravilloso, un diálogo lleno de matices y enfrentamientos crudos, pero reveladores. Es a partir de este proyecto que los integrantes de la familia se atreven a tocar ciertos temas que en el pasado habían dejado inconclusos. La ausencia de Jaime, la pérdida de un hijo, la distancia en la familia. Todo eso para concluir que a pesar de todo, siguen siendo uno.
Para filmar este homenaje biográfico, Luna Marán integró la cámara en el día a día de su familia durante siete años. En él, Jaime Martínez Luna, una vez más armado de su guitarra, tiene la encomienda de hacer lo que mejor sabe: escribir una canción, algo que no ha hecho en años. Esta vez, él es el protagonista y aunque pareciera tarea sencilla para alguien que por años compuso canciones con mensajes únicos, la misión se complica cuando el proceso le pide cerrar el peor episodio de su vida y él se niega.
El trabajo de Luna Marán es valiente. La franqueza y sensibilidad con la que enfrenta a su padre en única y refuerza la idea que tiene de él como un ser de fuerza comunal.
Con ayuda de cierto material de archivo Luna Marán reconstruye cada una de sus aportaciones, entre ellas dos estaciones de radio regionales en los años ochenta, un proyecto que se concretó con el establecimiento de XEGLO “La Voz de la Sierra”, emisora de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. Además, fundó un Centro de Producción Musical, Organizaciones Etnopolíticas y las agrupaciones musicales Trova Serrana y Encanto Consentido.
Por si fuera poco, este homenaje muestra al Tío Yim desde los años setenta al centro de la lucha y la organización por la defensa de los recursos naturales de la sierra y por su aprovechamiento comunitario.
Como era de esperarse en un retrato tan íntimo, el trabajo de Luna Marán sacó a flote los secretos de familia. Sin embargo, la exposición trasciende la incomodidad para convertirse en un detonante para sanar viejas heridas.
Tío Yim forma parte de la Gira Ambulante 2019 y próximamente online.
Goethe-Institut Mexiko
15 mayo - 20:30 horas
Cinépolis Plaza Carso
6 mayo – 8:50 horas
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Un idealista, oriundo de la Sierra de Juárez en Oaxaca, que desde la década de los ochenta ha intentado explicar el modo de vida de las comunidades indígenas desde la la experiencia misma de formar parte de una de ellas. Su lucha ha permeado en la región zapoteca del estado, pero también ha trascendido a otros rincones del país y ahora llega a los ojos del mundo a través de Tío Yim (2019), un íntimo retrato familiar dirigido por Luna Marán, su hija.
Su papel como padre y esposo también son importantes en la lista de sus muchas facetas, pese a que pasó mucho tiempo ausente. Y es que su determinación y compromiso político relegaron a segundo plano su vida personal. Tio Yim centraba sus esfuerzos en la “comunalidad”, como él le llama, en vez de comunidad. Se refiere a esa voluntad individual de ser colectividad que caracteriza a las comunidades indígenas y su relación con el territorio.
A la par de todo esto se hundió en el alcoholismo, que hoy muestra sus estragos. Sus manos son ya demasiado lentas para la guitarra, su cabello alborotado ahora es cano y su voz, esa voz que por mucho tiempo retumbó en las montañas de Oaxaca, perdió fuerza y ritmo.
Para el Tío Yim, la lente de Marán es una segunda oportunidad, un espacio en donde a partir de recuerdos, la familia entera –Jaime, Magdalena, Luna, Julia y Andrés– se sumerge en una catarsis colectiva. El resultado es maravilloso, un diálogo lleno de matices y enfrentamientos crudos, pero reveladores. Es a partir de este proyecto que los integrantes de la familia se atreven a tocar ciertos temas que en el pasado habían dejado inconclusos. La ausencia de Jaime, la pérdida de un hijo, la distancia en la familia. Todo eso para concluir que a pesar de todo, siguen siendo uno.
Para filmar este homenaje biográfico, Luna Marán integró la cámara en el día a día de su familia durante siete años. En él, Jaime Martínez Luna, una vez más armado de su guitarra, tiene la encomienda de hacer lo que mejor sabe: escribir una canción, algo que no ha hecho en años. Esta vez, él es el protagonista y aunque pareciera tarea sencilla para alguien que por años compuso canciones con mensajes únicos, la misión se complica cuando el proceso le pide cerrar el peor episodio de su vida y él se niega.
El trabajo de Luna Marán es valiente. La franqueza y sensibilidad con la que enfrenta a su padre en única y refuerza la idea que tiene de él como un ser de fuerza comunal.
Con ayuda de cierto material de archivo Luna Marán reconstruye cada una de sus aportaciones, entre ellas dos estaciones de radio regionales en los años ochenta, un proyecto que se concretó con el establecimiento de XEGLO “La Voz de la Sierra”, emisora de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. Además, fundó un Centro de Producción Musical, Organizaciones Etnopolíticas y las agrupaciones musicales Trova Serrana y Encanto Consentido.
Por si fuera poco, este homenaje muestra al Tío Yim desde los años setenta al centro de la lucha y la organización por la defensa de los recursos naturales de la sierra y por su aprovechamiento comunitario.
Como era de esperarse en un retrato tan íntimo, el trabajo de Luna Marán sacó a flote los secretos de familia. Sin embargo, la exposición trasciende la incomodidad para convertirse en un detonante para sanar viejas heridas.
Tío Yim forma parte de la Gira Ambulante 2019 y próximamente online.
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Un idealista, oriundo de la Sierra de Juárez en Oaxaca, que desde la década de los ochenta ha intentado explicar el modo de vida de las comunidades indígenas desde la la experiencia misma de formar parte de una de ellas. Su lucha ha permeado en la región zapoteca del estado, pero también ha trascendido a otros rincones del país y ahora llega a los ojos del mundo a través de Tío Yim (2019), un íntimo retrato familiar dirigido por Luna Marán, su hija.
Su papel como padre y esposo también son importantes en la lista de sus muchas facetas, pese a que pasó mucho tiempo ausente. Y es que su determinación y compromiso político relegaron a segundo plano su vida personal. Tio Yim centraba sus esfuerzos en la “comunalidad”, como él le llama, en vez de comunidad. Se refiere a esa voluntad individual de ser colectividad que caracteriza a las comunidades indígenas y su relación con el territorio.
A la par de todo esto se hundió en el alcoholismo, que hoy muestra sus estragos. Sus manos son ya demasiado lentas para la guitarra, su cabello alborotado ahora es cano y su voz, esa voz que por mucho tiempo retumbó en las montañas de Oaxaca, perdió fuerza y ritmo.
Para el Tío Yim, la lente de Marán es una segunda oportunidad, un espacio en donde a partir de recuerdos, la familia entera –Jaime, Magdalena, Luna, Julia y Andrés– se sumerge en una catarsis colectiva. El resultado es maravilloso, un diálogo lleno de matices y enfrentamientos crudos, pero reveladores. Es a partir de este proyecto que los integrantes de la familia se atreven a tocar ciertos temas que en el pasado habían dejado inconclusos. La ausencia de Jaime, la pérdida de un hijo, la distancia en la familia. Todo eso para concluir que a pesar de todo, siguen siendo uno.
Para filmar este homenaje biográfico, Luna Marán integró la cámara en el día a día de su familia durante siete años. En él, Jaime Martínez Luna, una vez más armado de su guitarra, tiene la encomienda de hacer lo que mejor sabe: escribir una canción, algo que no ha hecho en años. Esta vez, él es el protagonista y aunque pareciera tarea sencilla para alguien que por años compuso canciones con mensajes únicos, la misión se complica cuando el proceso le pide cerrar el peor episodio de su vida y él se niega.
El trabajo de Luna Marán es valiente. La franqueza y sensibilidad con la que enfrenta a su padre en única y refuerza la idea que tiene de él como un ser de fuerza comunal.
Con ayuda de cierto material de archivo Luna Marán reconstruye cada una de sus aportaciones, entre ellas dos estaciones de radio regionales en los años ochenta, un proyecto que se concretó con el establecimiento de XEGLO “La Voz de la Sierra”, emisora de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. Además, fundó un Centro de Producción Musical, Organizaciones Etnopolíticas y las agrupaciones musicales Trova Serrana y Encanto Consentido.
Por si fuera poco, este homenaje muestra al Tío Yim desde los años setenta al centro de la lucha y la organización por la defensa de los recursos naturales de la sierra y por su aprovechamiento comunitario.
Como era de esperarse en un retrato tan íntimo, el trabajo de Luna Marán sacó a flote los secretos de familia. Sin embargo, la exposición trasciende la incomodidad para convertirse en un detonante para sanar viejas heridas.
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Un idealista, oriundo de la Sierra de Juárez en Oaxaca, que desde la década de los ochenta ha intentado explicar el modo de vida de las comunidades indígenas desde la la experiencia misma de formar parte de una de ellas. Su lucha ha permeado en la región zapoteca del estado, pero también ha trascendido a otros rincones del país y ahora llega a los ojos del mundo a través de Tío Yim (2019), un íntimo retrato familiar dirigido por Luna Marán, su hija.
Su papel como padre y esposo también son importantes en la lista de sus muchas facetas, pese a que pasó mucho tiempo ausente. Y es que su determinación y compromiso político relegaron a segundo plano su vida personal. Tio Yim centraba sus esfuerzos en la “comunalidad”, como él le llama, en vez de comunidad. Se refiere a esa voluntad individual de ser colectividad que caracteriza a las comunidades indígenas y su relación con el territorio.
A la par de todo esto se hundió en el alcoholismo, que hoy muestra sus estragos. Sus manos son ya demasiado lentas para la guitarra, su cabello alborotado ahora es cano y su voz, esa voz que por mucho tiempo retumbó en las montañas de Oaxaca, perdió fuerza y ritmo.
Para el Tío Yim, la lente de Marán es una segunda oportunidad, un espacio en donde a partir de recuerdos, la familia entera –Jaime, Magdalena, Luna, Julia y Andrés– se sumerge en una catarsis colectiva. El resultado es maravilloso, un diálogo lleno de matices y enfrentamientos crudos, pero reveladores. Es a partir de este proyecto que los integrantes de la familia se atreven a tocar ciertos temas que en el pasado habían dejado inconclusos. La ausencia de Jaime, la pérdida de un hijo, la distancia en la familia. Todo eso para concluir que a pesar de todo, siguen siendo uno.
Para filmar este homenaje biográfico, Luna Marán integró la cámara en el día a día de su familia durante siete años. En él, Jaime Martínez Luna, una vez más armado de su guitarra, tiene la encomienda de hacer lo que mejor sabe: escribir una canción, algo que no ha hecho en años. Esta vez, él es el protagonista y aunque pareciera tarea sencilla para alguien que por años compuso canciones con mensajes únicos, la misión se complica cuando el proceso le pide cerrar el peor episodio de su vida y él se niega.
El trabajo de Luna Marán es valiente. La franqueza y sensibilidad con la que enfrenta a su padre en única y refuerza la idea que tiene de él como un ser de fuerza comunal.
Con ayuda de cierto material de archivo Luna Marán reconstruye cada una de sus aportaciones, entre ellas dos estaciones de radio regionales en los años ochenta, un proyecto que se concretó con el establecimiento de XEGLO “La Voz de la Sierra”, emisora de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. Además, fundó un Centro de Producción Musical, Organizaciones Etnopolíticas y las agrupaciones musicales Trova Serrana y Encanto Consentido.
Por si fuera poco, este homenaje muestra al Tío Yim desde los años setenta al centro de la lucha y la organización por la defensa de los recursos naturales de la sierra y por su aprovechamiento comunitario.
Como era de esperarse en un retrato tan íntimo, el trabajo de Luna Marán sacó a flote los secretos de familia. Sin embargo, la exposición trasciende la incomodidad para convertirse en un detonante para sanar viejas heridas.
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Un idealista, oriundo de la Sierra de Juárez en Oaxaca, que desde la década de los ochenta ha intentado explicar el modo de vida de las comunidades indígenas desde la la experiencia misma de formar parte de una de ellas. Su lucha ha permeado en la región zapoteca del estado, pero también ha trascendido a otros rincones del país y ahora llega a los ojos del mundo a través de Tío Yim (2019), un íntimo retrato familiar dirigido por Luna Marán, su hija.
Su papel como padre y esposo también son importantes en la lista de sus muchas facetas, pese a que pasó mucho tiempo ausente. Y es que su determinación y compromiso político relegaron a segundo plano su vida personal. Tio Yim centraba sus esfuerzos en la “comunalidad”, como él le llama, en vez de comunidad. Se refiere a esa voluntad individual de ser colectividad que caracteriza a las comunidades indígenas y su relación con el territorio.
A la par de todo esto se hundió en el alcoholismo, que hoy muestra sus estragos. Sus manos son ya demasiado lentas para la guitarra, su cabello alborotado ahora es cano y su voz, esa voz que por mucho tiempo retumbó en las montañas de Oaxaca, perdió fuerza y ritmo.
Para el Tío Yim, la lente de Marán es una segunda oportunidad, un espacio en donde a partir de recuerdos, la familia entera –Jaime, Magdalena, Luna, Julia y Andrés– se sumerge en una catarsis colectiva. El resultado es maravilloso, un diálogo lleno de matices y enfrentamientos crudos, pero reveladores. Es a partir de este proyecto que los integrantes de la familia se atreven a tocar ciertos temas que en el pasado habían dejado inconclusos. La ausencia de Jaime, la pérdida de un hijo, la distancia en la familia. Todo eso para concluir que a pesar de todo, siguen siendo uno.
Para filmar este homenaje biográfico, Luna Marán integró la cámara en el día a día de su familia durante siete años. En él, Jaime Martínez Luna, una vez más armado de su guitarra, tiene la encomienda de hacer lo que mejor sabe: escribir una canción, algo que no ha hecho en años. Esta vez, él es el protagonista y aunque pareciera tarea sencilla para alguien que por años compuso canciones con mensajes únicos, la misión se complica cuando el proceso le pide cerrar el peor episodio de su vida y él se niega.
El trabajo de Luna Marán es valiente. La franqueza y sensibilidad con la que enfrenta a su padre en única y refuerza la idea que tiene de él como un ser de fuerza comunal.
Con ayuda de cierto material de archivo Luna Marán reconstruye cada una de sus aportaciones, entre ellas dos estaciones de radio regionales en los años ochenta, un proyecto que se concretó con el establecimiento de XEGLO “La Voz de la Sierra”, emisora de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. Además, fundó un Centro de Producción Musical, Organizaciones Etnopolíticas y las agrupaciones musicales Trova Serrana y Encanto Consentido.
Por si fuera poco, este homenaje muestra al Tío Yim desde los años setenta al centro de la lucha y la organización por la defensa de los recursos naturales de la sierra y por su aprovechamiento comunitario.
Como era de esperarse en un retrato tan íntimo, el trabajo de Luna Marán sacó a flote los secretos de familia. Sin embargo, la exposición trasciende la incomodidad para convertirse en un detonante para sanar viejas heridas.
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Un idealista, oriundo de la Sierra de Juárez en Oaxaca, que desde la década de los ochenta ha intentado explicar el modo de vida de las comunidades indígenas desde la la experiencia misma de formar parte de una de ellas. Su lucha ha permeado en la región zapoteca del estado, pero también ha trascendido a otros rincones del país y ahora llega a los ojos del mundo a través de Tío Yim (2019), un íntimo retrato familiar dirigido por Luna Marán, su hija.
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