Tiempo de lectura: 11 minutos¿Es posible que la decepción y la esperanza vayan juntas? El año 2022 empieza con una enorme expectativa frente a las elecciones en Colombia para el Congreso y la Presidencia, que se realizarán en marzo y mayo próximos y que podrían volver a pendular, como hace cuatro años, entre la promesa de un cambio y más de lo mismo. Por ahora Gustavo Petro, precandidato del Pacto Histórico, una coalición de izquierda, lidera por mucho las encuestas de intención de voto, una noticia insólita en un país que ha sido gobernado por la derecha más o menos desde siempre. Ahí está la esperanza. La tarde del 13 de diciembre de 2021, el Pacto Histórico, como el resto de los movimientos y partidos políticos, presentó su lista de aspirantes al Senado y la Cámara de Representantes. Entonces se sintió, un poco, la decepción. Porque a la lista de una coalición que defiende la vida –en vez de seguir con la guerra–, la justicia social, las ciudadanías libres y la cultura de paz, y que incluye nombres valiosos, parece faltarle algo: feministas y mujeres.
El 9 de diciembre, la socióloga Juana Afanador, militante del Polo Democrático Alternativo, uno de los partidos del Pacto Histórico, publicó una carta en la que renunció a lanzarse a la Cámara de Representantes por falta de garantías para ser candidata. Ese mismo día Sara Tufano, también socióloga y militante del Polo, solicitó en su columna del diario El Tiempo que no la incluyeran en la lista al Senado. Ambas son feministas. Además, Juana Afanador es experta en transporte y movilidad urbanos y hace parte de un grupo de veeduría ciudadana al proyecto del metro de Bogotá. Dice que pensó en lanzar su candidatura para posicionar esos temas locales y porque supuso que el 2022 sería un año de renovación política y participación de las mujeres –intuyo una sonrisa amarga al otro lado del teléfono, remarcando la ironía.
Porque, en nombre de la paridad, el Pacto Histórico, en efecto, elaboró su lista al Congreso como una cremallera, intercalando mujeres y hombres, pero en el Polo Democrático Alternativo los hombres de la dirección decidieron cuáles mujeres quedarían en la lista. “Entonces las que no tenemos padrinos, que somos independientes, que hacemos política de otra forma, que no venimos de castas ni estirpes, quedamos rezagadas del ejercicio y de la oportunidad de ser candidatas”, explica Juana y luego se pregunta sobre la presencia actual de las mujeres del Polo en cargos políticos: “Somos el único partido que sólo tiene congresistas hombres”.
Existe Polo Mujer, la facción en la que milita Juana, cuyo fin es, justamente, la participación política de las mujeres, y que apoyó, incluso antes de que se hiciera oficial, la aspiración presidencial de la defensora de derechos humanos y del medioambiente Francia Márquez, hoy precandidata por el Pacto Histórico. Polo Mujer venía realizando una serie de asambleas regionales con perspectiva de género que, ante el gasto de la avalancha electoral, fueron interrumpidas por falta de presupuesto. “En las listas a Senado y Cámara por Bogotá del Pacto Histórico no veo a ninguna mujer que se presente como feminista o que en su agenda hable de feminismo, y necesitamos feministas en el Congreso”, asegura Juana Afanador.
“Creo que todavía hay una carga de la vieja izquierda: primero solucionamos la lucha de clases y después las mujeres veremos cómo hablamos de nuestros derechos”, expone Juana y la secunda Sara Tufano: “La contradicción principal, la más importante en los partidos marxistas y comunistas, era la de clase. Había que eliminar la división de clases; antes de ser mujeres, eran trabajadoras. A pesar de que ya no son partidos marxistas ni comunistas, en la izquierda sí han quedado esas divisiones y se piensa que las mujeres que cuestionan el patriarcado, el sexismo y el machismo son enemigas porque dividen la causa de los trabajadores. Yo podría haber entrado al Polo y no haber dicho nada, haber insistido en el antiuribismo, en la denuncia al gobierno y haber dejado de lado la agenda feminista, pero como feminista fue casi imposible hacer eso”.
En 2015 Sara Tufano no tenía redes sociales, vivía fuera de Colombia y había investigado sobre conflictos armados y procesos de paz para su tesis de maestría en la Universidad de São Paulo, mientras que en Colombia el Acuerdo de Paz recién se firmaba. Ese año regresó al país. En 2017 empezó a escribir su columna en El Tiempo y abrió una cuenta de Twitter, en la que manifestó su simpatía por el proyecto político de Petro que, en 2018, se lanzó a la Presidencia por el movimiento –hoy partido– Colombia Humana. Pero en 2019 hubo un quiebre: en las elecciones a Alcaldía de Bogotá, Petro respaldó para ese cargo al periodista Hollman Morris, quien tenía en su contra una denuncia penal por violencia intrafamiliar interpuesta por su exesposa y dos denuncias públicas de acoso sexual contra mujeres. Juana Afanador, que entonces hacía parte de Colombia Humana, rompió con el movimiento en una carta de rechazo a la candidatura de Morris firmada por 74 personas, y Sara Tufano dejó de ser simpatizante. Después Tufano escribió en su columna: “¿Cuántas mujeres han tenido que aguantarse comportamientos machistas en organizaciones y movimientos de izquierda?, ¿cuántas veces nos dijeron que la lucha feminista era irrelevante o que era una reivindicación ‘pequeñoburguesa’ que nada tenía que ver con las luchas populares?”
Sara Tufano entró al Polo Democrático Alternativo, donde la invitaron a ser candidata al Senado cuando la lista era abierta. “Me di cuenta de que en el Polo quienes detentan el poder son hombres. Yo pensaba que el trabajo de Polo Mujer tendría incidencia y estuvo bien mientras la lista fue abierta. Hay varios pequeños partidos dentro del Polo, cada uno con sus líderes, pero cuando se cerró la lista, muchas de las mujeres tomaron partido por sus líderes”.
Entonces Sara dice algo que resuena: “Yo, como mujer independiente, sin una tendencia y sin estar en el comité ejecutivo donde se toman las decisiones del partido, sin el apoyo interno de muchas de las mujeres, me vi, de alguna forma, bastante sola en el Polo”.
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El día en el que se presentaron las listas, la senadora Victoria Sandino compartió en su cuenta de Twitter un comunicado en el que anunció que Comunes, el partido que nació del Acuerdo de Paz entre el gobierno y la antigua guerrilla de las FARC, le había negado el aval para volver al Senado mediante una de las curules otorgadas para la reincorporación política. “La dirección de Comunes mantiene prácticas de decisión vertical sustentadas en la autoridad de la otrora comandancia machista, patriarcal y racista, excluyendo las voces diversas, autónomas y críticas”, escribió Sandino, quien, como senadora, se convirtió en una de las voces más reconocidas de los excombatientes y en una referente del feminismo en Colombia.
“Para mí no es una decisión extraña, pero sí dolorosa”, comenta la senadora Sandino. “Yo hice la petición y contestaron que ya habían decidido quiénes eran las personas de las listas y que se necesitaba un compromiso absoluto con la línea política del partido. No dieron otra explicación”. Su malestar con la dirigencia empezó mucho antes, durante los diálogos de paz en La Habana, en los que participó en la Subcomisión de Género. El enfoque de género del acuerdo, respaldado y trabajado, además, por organizaciones de mujeres, era una realidad. Otra cosa sucedía al interior de la insurgencia. “Desde ese momento se desdibujaron las relaciones con la dirección, la antigua comandancia, que no dio el paso para entender las nuevas realidades del país. Hay un carácter instrumentalizador del tema de las mujeres: las mujeres sí, pero bajo mi control”.
Otro aspecto de la violencia política por razones de género, según Sara Tufano, son los insultos en redes sociales –donde la han acusado de traidora, divisionista y burguesa–, que tienen la finalidad de hartar a las mujeres críticas, de que desistan de participar en política. Juana Afanador menciona una palabra en inglés, gaslighting, que alude al acto de hacer dudar a una víctima de lo que está denunciando: “No importa, no es grave, es virtual, no les ponga cuidado que es gente que no existe, son bots […] Todo el tiempo te están diciendo que estás exagerando, que te estás imaginando esos ataques. Yo fui consciente de que la violencia política existía a través de mis amigas feministas, de las compañeras”. En el caso de Victoria Sandino, sus posturas autónomas le valieron “apertura de procesos disciplinarios, señalamientos, estigmatización, burlas y tratos groseros por parte de la actual dirección del partido y, por último, la negación de la lista al Congreso”.
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Juliana Hernández, directora ejecutiva de Artemisas, una organización de incidencia política con enfoque de género, se toma varios minutos para responder a la pregunta sobre cuáles son los principales obstáculos para la participación política de las mujeres y las feministas en Colombia.
“Un obstáculo es que muchas veces no tenemos los conocimientos y las capacidades que se requieren para hacer política electoral, y esa falta de conocimiento se amplía al hablar de mujeres pobres, racializadas y que viven en las periferias. No puedes participar en el juego político en igualdad de condiciones porque no conoces las reglas a profundidad, las formales y las informales: dónde se negocian los avales y la cantidad de plata que vas a recibir para tu campaña, quiénes los negocian”, empieza Juliana.
“El segundo obstáculo es que, cuando logras entender eso, caen sobre ti los roles y estereotipos de género de una política que ha sido ocupada y habitada por los hombres. Una mujer que decide enunciarse como feminista recibe los estigmas y el desconocimiento que acompañan a esa palabra. Creo que es importante desglosar lo que nosotras llamamos una política feminista: una del cuidado de la vida propia y de las otras personas, por eso se habla de redistribución del poder, de paz, de oportunidades de movilidad social, para romper el círculo que producen la guerra y la pobreza en Colombia, de otras maneras de entender el poder que no es necesariamente jerárquico ni individual, porque las mujeres tenemos que construir en red, así no queramos y así sea complicado”.
Finalmente, Juliana menciona el tercer obstáculo: “En política te vuelven mierda. Aprendes a manejar el tema de los estereotipos y roles de género, entiendes que la violencia política contra las mujeres es un ejercicio casi que naturalizado, pero cuando llegas te enfrentas al cansancio que has acumulado. La forma que tienes de resistir a la violencia es: o luchas, y es costoso emocionalmente, o huyes de ella, ‘me retiro de esta vaina’, o empiezas a adular al poder, que también es un mecanismo de defensa, o te estancas sin reaccionar. Como en Colombia no existe una política del cuidado, la política feminista es casi nula; existe en espacios específicos donde hay militancias de mujeres, pero las militancias no deberían ser el lugar exclusivo para que las mujeres puedan hacer política”.
Desde 2018 Artemisas, a través de distintas plataformas y espacios, trabaja en la construcción de agendas con enfoque de género y en la formación política de las mujeres en varias regiones del país. ¿Qué tipo de violencias padecen las que participan en estos ejercicios? Se han registrado amenazas de violencia sexual e intrafamiliar por parte de los hombres cuando sus parejas abandonan el rol de madre y esposa para dedicarse a hacer política. En zonas afectadas por el conflicto armado, hay desplazamientos, desapariciones, amenazas contra ellas y sus hijas. También hay violencia por parte de los medios de comunicación que restan agencia a las mujeres que participan en la contienda electoral. Hay casos de acoso sexual y de transaccionalidad: ‘Te financio la campaña si te acuestas conmigo’; de estigmatización: ‘Como eres bonita, seguro los hombres de tu partido te están usando’. Se han registrado intimidaciones y violencia económica en lugares como Buenaventura, en el Pacífico colombiano, donde un viaje en lancha para hacer campaña en el territorio cuesta más de cien dólares. Han registrado un aumento particular de violencia contra las chicas jóvenes que salieron a las calles en el pasado estallido social. “Todas las violencias que te puedas imaginar”, insiste Juliana.
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El libro se llama Feminizar la política y acaba de ser publicado (Ariel, 2021). Su autora es Ángela María Robledo, psicóloga, docente y una de las primeras políticas colombianas que se enunció como feminista. Se trata de una biografía en la que surge la inquietud sobre qué debe contar una persona pública y qué necesita guardar en su intimidad. Ángela María decide transitar por el espacio del cuidado y el afecto porque allí, dice, está el germen del feminismo: la casa donde creció, sus padres, abuelos y hermanas, sus hijos y nietas, sus amigas, mentoras y alumnas. En 2018 fue la candidata a la vicepresidencia de Petro por Colombia Humana; en su libro una foto evoca ese momento en que el uribismo ganó las elecciones, pero, por primera vez en la historia del país, una fuerza progresista –que, además, prometía un enfoque de género– obtuvo más de ocho millones de votos. Ella se ve sonriente, esperanzada.
A comienzos de 2021, Robledo, cuya curul en la Cámara de Representantes lograda a través del Estatuto de la Oposición y su permanencia en ella han sido objeto de un desgastante litigio jurídico aún no resuelto, publicó una carta en la que recordó: “Como mujer feminista y en conjunto con un número importante de mujeres de todas las condiciones sociales y provenientes de las distintas regiones, aportamos un decálogo que buscaba contribuir a cerrar la deuda histórica que nuestro país tiene con el 52% de su población”. Poco antes de terminar la carta, anunció: “Por circunstancias que conocemos bien y por acciones, omisiones e injustificados silencios, siento que estas aspiraciones no tuvieron espacio político en Colombia Humana. Por el contrario, mi condición de mujer feminista y libre ha sido duramente atacada desde algunos sectores del movimiento”. “Me quedé sin espacio político”, termina.
Ahora, al teléfono, dice: “Lo ocurrido con Sara [Tufano] y Juana [Afanador] es una crónica de lo que podría pasar. Ellas iban a enfrentar muchas vicisitudes y creo que la tarea continúa en esos partidos y actos porque, así se diga que las mujeres están, que hay listas cremallera, puede haber, en el fondo, una instrumentalización de la paridad. No es suficiente tener un cuerpo de mujer para representar los intereses de las mujeres”.
Tras salir de Colombia Humana, Ángela María pasó a la Coalición de la Esperanza, de centro, donde duró apenas un mes. “Encontré las mismas prácticas patriarcales y no sentí, aun cuando intenté hacerlo, que hubiera un interés genuino por una agenda orgánica que garantizara los derechos de las mujeres”, explica. Ahora está a la expectativa de lo que pueda ocurrir con la precandidata Francia Márquez en el Pacto Histórico y también con Estamos Listas, el movimiento de mujeres que, con 94 mil firmas recogidas, presentó su propia lista –cerrada y minuciosamente elaborada– al Senado.
“El feminismo es un liderazgo colectivo o no lo es, es una perspectiva crítica de la sociedad o no lo es, es el anhelo de un Estado sensible y cuidador y no de uno militarista y asesino, como muchas veces ha sido el Estado colombiano”, dice Robledo en cuyo libro el tema del cuidado es central. Gracias a su trabajo, el país cuenta con una Encuesta Nacional de Uso del Tiempo, según la cual las mujeres destinan en promedio siete horas y catorce minutos diarios al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, mientras que los hombres aportan sólo tres horas y media. “En el gobierno de Iván Duque tenemos cero avances en ese tema. Hay un esbozo de política pública que cuestionamos porque sólo toma el cuidado directo, de niños, niñas, enfermos y personas mayores. El indirecto, que consume el 70% del tiempo de las cuidadoras, no es reconocido. El corazón de una política del cuidado es redistribuir no sólo el tiempo en casa, sino el acceso a bienes, a la tierra para las mujeres campesinas, al trabajo digno de las mujeres, no precario e informal como pasa en Colombia”.
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“Sigo comprometida con la construcción de un proyecto político de izquierda, popular, feminista, antirracista y democrático”, escribió Sara Tufano en la columna “No todo vale”.
Y Juana Afanador dice: “Un camino es lo que están haciendo las compañeras de Estamos Listas. El otro son las agendas programáticas, ir guiándolas e insistir. Y apoyar a candidatas como Francia Márquez que sí nos está escuchando. Yo prefiero la política mixta, hay que disputarles el poder a los hombres desde adentro y creo que estamos haciendo bien el trabajo de incomodarlos. Tranquilos no están”.
Y Victoria Sandino: “Es positivo que las mujeres feministas podamos alzar nuestras voces. Es negativo, frustrante, que los partidos de derecha y extrema derecha sigan siendo patriarcales, jerárquicos, excluyentes, pero en los partidos que posan de alternativos, el machismo también está enraizado. Es una lucha que las mujeres tendremos que seguir dando. Yo no voy a renunciar a la militancia política revolucionaria, social y en las calles. Vamos a seguir dando la pelea”.
Y Ángela María Robledo: “Además de las calles, mira la cantidad de foros, espacios en las universidades, talleres, escuelas de formación, que son una promesa de lo que puede seguir pasando. Hay que entender que la única forma de hacer política no es llegar al Congreso de la República. Que esas vicisitudes están allí, que no podemos desfallecer, pero que hay que seguir adelante porque la política también se juega en la casa, en la calle, en la plaza, en la escuela”.
Y Juliana Hernández: “Ángela María Robledo es el ejemplo de la violencia cuando estás dentro del poder. Y no es Petro, es el sistema patriarcal en contra de las mujeres que enuncian su poder. Fue candidata a la vicepresidencia y se quedó casi que huérfana políticamente por enunciarse como feminista. Creo que en este momento nos queda rodearlas a ellas, acompañarlas, porque es fuerte lo que están viviendo y agradecerles por ser las primeras líneas de este movimiento cuando se trata de política electoral. Los feminismos no se devuelven y por eso la violencia está tan dura. Señores, les tocó vivir la generación de las feministas”.
Quizás todo esto sea esperanzador para Colombia. Ya lo veremos durante las elecciones de este año.