Maradona, héroe y víctima de una nación – Gatopardo

Diego Armando Maradona, héroe y víctima de una nación

Todo ascenso al cielo de los ídolos proyecta en el suelo una larga sombra. Ninguno es la excepción, ni siquiera Maradona. Diego fue la nación argentina, el representante plebeyo y un gran futbolista. El amor incondicional de sus seguidores pronto se convirtió en una trampa que lo hundió en él mismo.

Tiempo de lectura: 17 minutos

Cuando el héroe del estadio es el héroe de la nación,
es que el país se ha quedado sin hombres.

Dante Panzeri

1.

Para hablar de Maradona conviene saber bien de quién se está hablando a fin de no incurrir en una interminable espiral de peligrosas sentencias. Existen, principalmente, dos Maradonas: el jugador y el exjugador. El primero está emparentado con el profesional; el segundo, con el personaje. El primero, dentro de la cancha, ponía en riesgo a los demás, a los oponentes; el segundo, fuera de la cancha, se ponía en riesgo a sí mismo. El jugador cargaba con el peso del personaje cuando entraba a la cancha, pero tras la primera gambeta se lo sacaba de encima. El personaje, en cambio, nunca pudo quitarse de encima el peso del jugador. Se retiró el 25 de octubre de 1997, en un Boca-River, siendo reemplazado en el segundo tiempo por Juan Román Riquelme. El Diego vivió 37 años, y Maradona 23, con todas sus implicaciones.

Fernando Signorini, su preparador físico en el Nápoles y en la Selección, un hombre que lo conoce como pocos y que lo acompañó en varias etapas de su vida, nombra con maestría la existencia de esas dos personalidades. “El problema que tiene Diego es Maradona”, decía. “Con el Diego iría hasta el fin del mundo, pero con Maradona ni a la esquina”.

Mientras Signorini planteaba de todas las maneras posibles la necesidad de proteger al Diego, en Argentina un gran porcentaje de paisanos le festejaba por igual sus aciertos y sus descalabros. No debe ser fácil ser el deportista más importante y más amado de la historia. No debe ser fácil saltar de la villa y su pobreza a la excéntrica abundancia y vivir rodeado de amores y aduladores que no solo te aplauden, saltando y moviendo la cola sin importar lo que hagas, sino que además llegan al punto de llamarte Dios.

En consecuencia, Diego Armando Maradona fue muriendo de a poco. Murió este 2020, aún en el Olimpo, ese lugar sin humanos donde las deidades se devoran a sí mismas.

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