La vida rural tiene rostro de mujer
Con la partida de los hombres hacia las ciudades o al extranjero empezó lo que han llamado la “feminización de la vida rural”. Donde alguna vez hubo hombres que sembraban el campo, ahora hay mujeres que se quedaron con tierras que no son redituables y de las que casi nunca son propietarias. Ahora ellas siembran en traspatios para darle de comer a sus familias, de las que están al cuidado, y recurren a otras formas de obtener ingresos. Pero, en ese proceso, han encontrado nuevas formas de vida y organización, como las cooperativas, en las que grupos de mujeres producen artesanías y alimentos, imparten talleres o venden recorridos turísticos y ecológicos —aunque no han sido aún una respuesta para salir de la pobreza extrema.