Lidia Florencio busca justicia por el feminicidio de su hija, Diana Velázquez, a casi tres años de su asesinato en Chimalhuacán, Estado de México. / Cuartoscuro.
El 12 de marzo de 2020 su madre levantó en la explanada de la Fiscalía General de Justicia de Chimalhuacán un memorial con la fotografía e historia de su hija. La estructura mide más de dos metros de altura, es imposible no verla al llegar. Todos los empleados tuvieron que hacerlo para entrar a su lugar de trabajo.
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El 7 de marzo del 2020 casi cien mil personas vieron el rostro de Diana Velázquez Florencio sobre el escenario donde tocaba la cantante Mon Laferte. En su última foto, Diana, de 24 años, aparece con trenzas perfectamente peinadas, el esbozo de sonrisa y cejas finamente delineadas sobre sus ojos negros. Ese día, la cantante chilena se unió a Vivir Quintana para gritar «Ni una más».
“A cada minuto de cada semana nos roban amigas, nos matan hermanas
Destrozan sus cuerpos, los desaparecen ¡No olvide sus nombres, por favor, Señor Presidente!”.
Junto al coro El Palomar, al lado del Palacio Nacional de México, las intérpretes cantaron la Canción sin miedo.
Diana Velázquez Florencio andaba en bici, pasaba tiempo con su madre, escuchaba música y leía novelas de misterio. Ella disfrutaba de la poesía y le interesaba la cultura griega. Era sensible y alimentaba cuando podía a los perros callejeros mientras estudiaba la preparatoria.
Su cuerpo apareció el 7 de julio de 2017 en un Servicio Médico Forense (Semefo) del municipio Nezahualcóyotl en el Estado de México. Salió la madrugada del 2 de julio y no volvió. Lo último que su madre Lidia Florencio supo de ella, llegó en un mensaje donde le avisaba que iba de regreso a su hogar en Chimalhuacán, pero eso no sucedió.
Su madre, Lidia, acudió a la Procuraduría General de Justicia del Estado de México en Chimalhuacán con su otra hija, Laura, pero le dijeron que tenía que esperar 72 horas para que fuera considerada oficialmente una persona desaparecida.
Por sus propios medios, Laura y Lidia comenzaron a buscar a Diana en las calles grises de la zona. Buscaron en hoteles, bares y restaurantes. Días después una mujer respondió el celular de Diana, pero dijo no conocerla y que acababa de comprar el teléfono. Poco tiempo después, Laura tuvo que ir al Semefo de Nezahualcóyotl, el municipio colindante, para confirmar sus peores presentimientos.
El cuerpo de Diana fue levantado el 2 de julio, el mismo día de su desaparición, en la calle Francisco I. Madero en Chimalhuacán, cerca de la Procuraduría General a la que Lidia había ido y donde fue ignorada.
Dos años y ocho meses después del feminicidio de Diana Velázquez Florencio, Lidia y Laura se encuentran bajo el fuerte sol de medio día frente a ese mismo centro de justicia. El 12 de marzo del 2020, su madre levantó ahí un memorial con la fotografía e historia de su hija. La estructura mide más de dos metros de altura, es imposible no verla al llegar a la explanada de la ahora Fiscalía General de Justicia de Chimalhuacán. Todos los empleados tendrán que verla, pues la fijaron con cemento. Lidia Florencio sostiene el marco de la imagen con sus manos, como temiendo que el aire lo derribe y minutos después es ella quien se sostiene de él para llorar una vez más. A sus pies hay cruces rosas, veladores y rosas que llegaron hasta ahí para recordar a Diana y a todas las mujeres que ya no están.
“Nos queda muy claro que a ellos no les interesan nuestras mujeres vivas, mucho menos las asesinadas. La indiferencia y omisiones de estas autoridades son responsables de que hasta el momento no encontremos justicia, ni mi hija, ni nosotros, pues seguimos en este doloroso camino”, dice Lidia Florencio frente a amigas, prensa y transeúntes curiosos que escuchan el grito de “Ni una más”, la exigencia que repiten millones de mujeres en el país.
El expediente de levantamiento que hicieron de Diana era erróneo. Cuando Lidia leyó el documento, vio que decía que era un cadáver del sexo masculino y un «sujeto de identidad desconocida». «No era desconocida, era Diana. Esas autoridades son frías e indolentes, están corrompidas. Me llena de rabia, de coraje e impotencia porque no puedes gritarles en la cara que era Diana, mi hija», reclama Lidia.
Memorial a Diana Velázquez frente a la Fiscalía General de Justicia del Estado de México. / Fotografía de María Salguero.
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Chimalhuacán es un municipio del Estado de México ubicado en la periferia de la Ciudad de México, pero el traslado entre ambos puntos toma más de dos horas en transporte multimodal. Apenas cruzar la frontera con el Estado de México, aparecen avisos de que se está entrando en una entidad “feminicida”. Hay graffitis morados sobre anuncios gubernamentales y pintas sobre los muros y puentes peatonales.
El Estado de México es la segunda entidad con mayor registro de feminicidios en 2019, con 81 casos reportados, después de Veracruz con 140 casos, de acuerdo con las Estadísticas del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). Sin embargo, hay que tomar en cuenta que la Procuraduría de Justicia del Estado de México registró 339 asesinatos de mujeres en ese mismo año, y que de esa cifra, solamente 81 casos se están investigando como feminicidios, mientras que el resto, 258 se investigan como homicidios dolosos.
“Las condiciones económicas en las que vivimos las mujeres en la periferia no son iguales a las de la ciudad y, por lo tanto, la justicia tampoco lo es. Es un sistema de justicia corrupto que forma parte del narco estado y de la estructura que opera la trata de personas”, explica Elsa Arista, vocera del colectivo Nos Queremos Vivas Neza, que llegó hasta ahí en solidaridad con Lidia Florencio.
Chimalhuacán y Nezahualcóyotl son dos de los 11 municipios del Estado de México donde se declaró la Alerta de Violencia de Género desde 2015. La decisión implica destinar recursos públicos a un mecanismo de protección para prevenir y erradicar la violencia feminicida. Los dos territorios están entre los primeros tres municipios por número de feminicidios, de acuerdo con cifras del Observatorio Ciudadano Nacional de Feminicidios (OCNF).
Elsa Arista concuerda con Lidia en que la Fiscalía es la primera instancia a la que acuden las familias para presentar una denuncia por desaparición, sin embargo, es una institución que revictimiza y niega la justicia. Con frecuencia, las autoridades no levantan el acta correspondiente o minimizan el hecho argumentando, por ejemplo, que las mujeres se escaparon con sus novios y que no tardan en regresar.
El dos veces reelecto presidente municipal de Chimalhuacán del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Jesús Tolentino Román Bojórquez, es objeto de las críticas de Lidia por su inacción frente a la violencia contra las mujeres en la entidad que gobierna. El diario La Jornada señala al funcionario como un exlíder de la organización Antorcha Campesina, descrita como un grupo «caciquil», violento y radical, vinculado al PRI y que controla la movilización política en el Estado de México.
El 25 de noviembre de 2019, varias mujeres salieron a repartir volantes que pedían un alto al feminicidio en un parque público de Chimalhuacán, y todo indica que el grupo antorchista pidió su detención. Policías municipales las arrestaron y trasladaron al Ministerio Público utilizando ocho patrullas y según el diario La Jornada, les dijeron que en Chimalhuacán las mujeres «mueren de enfermedad o atropelladas, pero de violencia no».
A pesar de la declaratoria de la Alerta de Violencia de Género en el Estado de México, la administración del anterior gobernador de la entidad, Eruviel Ávila, no consiguió disminuir los feminicidios ni la desaparición de mujeres y niñas. Durante los últimos tres años de su gobierno, en el Estado de México las desapariciones de mujeres y niñas aumentaron un 227 por ciento en los municipios de Toluca, Ecatepec, Nezahualcóyotl, Chimalhuacán y Cuautitlán Izcalli, de acuerdo con el «Diagnóstico sobre Desaparición de Niñas, Adolescentes y Mujeres en el Estado de México», de la organización IDHEAS, Litigio Estratégico.
El problema se puede rastrear hasta el gobierno de Enrique Peña Nieto en la entidad, cuando los feminicidios aumentaron a tal grado que la cifra superó a la de Ciudad Juárez, pero la Procuraduría General minimizó las cifras durante su sexenio.
El 24 de febrero del 2020, un día después de que los cuerpos de dos mujeres aparecieron en una calle de Ecatepec, el actual gobernador de la entidad, Alfredo del Mazo encabezó un evento en el que entrego a mujeres las tarjetas de su programa «Salario Rosa». Con fotografías en las que aparece abrazando a mujeres, su gobierno llevó a cabo una agresiva campaña en redes sociales para posicionar los hashtags #SalarioRosa y #GobernadorDeLasMujeres.
“A él no le preocupa el tema, nosotras les hemos quitado espacios alzando la voz y quizás eso lo ha hecho enojar a él y al alcalde. Para ellos lo más fácil es que nos sigan asesinando. El Estado de México sigue siendo un estado indolente”, dice Elsa Arista.
Tras el feminicidio de Diana, Lidia Florencio pudo hablar con el entonces candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, a quien personalmente le entregó una carta y él se comprometió a darle seguimiento al caso. «Tantas promesas que nos hizo y le creímos», lamenta ahora la madre de Diana Velázquez, quien también exigió a Alfredo del Mazo tomar en serio su papel de gobernador.
Lidia Florencia levanta el memorial a su hija, Diana Velázquez en el municipio de Chimalhuacán, Estado de México. / Fotografía de María Salguero.
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Aunque el caso de Diana no fue inmediatamente mediático, Lidia le dijo a su hija Laura que no se iba a quedar callada, que no sabía cómo, pero le iba a gritar al mundo que habían matado a su hija.
Desde el primer momento Laura dejó su trabajo para buscar a su hermana, un tiempo que ahora dedica a perseguir justicia para ella. Se ocupa de ir a la Fiscalía cuando se lo solicitan, y ya no ha vuelto a estudiar ni trabajar.
El 25 de noviembre de 2017, en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Lidia convocó a una rodada de protesta para exigir justicia, una movilización que no se veía muy frecuentemente en el Estado de México. Ese día se pintó un mural en la avenida en donde fue encontrado el cuerpo de Diana. Actualmente las protestas en el Estado de México son cada vez de mayor afluencia y la exigencia es la misma: un alto a los feminicidios.
Lidia Florencio conoció a Mon Laferte durante el segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan, que organizaron el 27 de diciembre las integrantes del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas. Ahí, junto a Aracely Rivera Osorio, madre de Lesvy Berlíny otras mujeres que exigían justicia por sus hijas, compartieron sus testimonios. A diferencia de las autoridades, la cantante chilena no se olvida del tema, por eso proyecto la fotografía de Lesvy, de Diana y de otras mujeres asesinadas en México un día antes del Día Internacional de la Mujer, 8 de marzo.
Hace tiempo que Lidia Florencio perdió el miedo a hablar. Frente a la Fiscalía del Estado de México enumera sus exigencias a las autoridades y da entrevistas a medios. Está rodeada de familiares y amigas que portan una playera rosa con la frase “Justicia para Diana”. Laura, hermana de Diana, sostiene un cartel que dice: “Mi niñita mexiquense te fuiste para la escuela, y te encontré en el forense”, después de ser ella y no las autoridades, quien encontró a su hermana.
“Mi hija salió porque pensó que no le iba a pasar nada a ella. Yo la deje salir porque pensé que no le iba a pasar nada. Este memorial es el recuerdo de una mujer con muchos sueños, ilusiones y proyectos de vida. De eso no queda nada. Su asesinato no nos han dejado rotas”, dice una madre incompleta.
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