Tiempo de lectura: 4 minutosEl año pasado una pintura captó la atención del país por semanas. El cuadro mostraba a Emiliano Zapata desnudo, entaconado, con un sombrero rosa, un rebozo de la bandera y sobre un caballo con una erección. No pasó desapercibido en la agenda cultural del país. La pieza formaba parte de la exposición “Emiliano, Zapata después de Zapata” en Bellas Artes y causó un eco que aún se puede escuchar. La obra es de Fabián Chairez, un artista plástico chiapaneco que ha explorado la masculinidad y la performatividad del género a través de imágenes tradicionalmente mexicanas y masculinas. Su Zapata provocó una serie de protestas encontrandas. Su cuadro La Revolución no fue el primero pero tampoco será el último.
Chairez creció en Chiapas, su madre lo alentó desde temprana edad a involucrarse en la expresión artística. “Siempre estuve inclinado por las artes plásticas pero también, por la danza, por la música. Ya después entré a la carrera de Artes Visuales en Tuxtla en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas y pues me iba bastante bien porque tenía mucha habilidad técnica. Fue ahí donde me empecé a empapar de historia del LGBT por sugerencia de profesores que me mostraban el trabajo de otros artistas y donde empecé a explorar los temas relacionados con las expresiones disidentes del género”, dice Chairez en entrevista con Gatopardo.
Desde que era un adolescente, Chairez se cuestionaba su lugar en el mundo y dentro de la comunidad LGBT+. Su interés por las imágenes con las que juega, como el charro y el Santo comenzaron como una exploración de una masculinidad que no encontraba a su alrededor. La masculinidad morena, pobre, femenina. Su trabajo no solo habla de la homofóbia, sino del clacismo, el racismo y la misoginia. “Dentro de la misma población homosexual se abogaba por ésta imagen hipermasculinizada que yo no alcanzaba o no proyectaba entonces me di cuenta que mi imagen no estaba relacionada con lo que la sociedad heteropatriarcal y machista esperaba de un hombre”, comenta Chairez. De alguna forma, el artista creó un espejo en cada pintura. “Siendo amanerado, moreno, de clase media pues de alguna forma había cierto rechazo dentro de la misma población LGBT y eso también me empezó a resonar desde chavito. Parecía que solo si eras blanco y de clase alta podías ser homosexual. Hay un dicho bastante horrible que dice que si eres moreno y pobre eres joto, si eres rico y te gustan los hombres eres gay”, sigue.
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En 2012 llegó a la Ciudad de México como muchos artistas de la república, buscando oportunidades de mostrar su arte. Se integró al Festival Nacional de la Diversidad Sexual del Museo del Chopo, a cargo de Salvador Irys, a galerías relacionadas con el movimiento LGBT+, como Hazme el Milagrito; y a la Semana Cultural Gay. Su trabajo ya era conocido dentro de la comunidad antes del quilombo mediático de Zapata. En ese momento, todo el mundo comenzó a hablar de su trabajo, para bien y para mal. Muchos mexicanos tomaron a ofensa ver la imagen del caudillo de la revolución afeminizado, otros lo celebraron como una propuesta disruptiva. “Creo que lo grato de esto fue que abrió el debate a un tema que no se había tocado tanto antes a un nivel mediático tan grande, que son las masculinidades, el género: ¿Qué es ser masculino? ¿Qué es ser femenino? ¿Por qué las concepciones arquetípicas podrían ser positivas o negativas? Creo que por ahí quedó la espinita de indagar más en estos temas”, comenta Chairez.
“Parecía que solo si eras blanco y de clase alta podías ser homosexual. Hay un dicho bastante horrible que dice que si eres moreno y pobre eres joto; si eres rico y te gustan los hombres eres gay”.
En ese momento, Chairez fue víctima del discurso de odio. El abuso por redes sociales y comentarios le llovían. Hoy, si entras a su página de Instagram aún se pueden ver evidencias de una homofobia latente. El discurso de odio se esconde entre las opiniones y la libertad de expresión; es una expresión que deviene de un odio generalizado y penetrante. El abuso digital muchas veces borra esas líneas, y es un problema que no se ha logrado legislar en México.
“Hace falta leyes en contra de los discursos de odio, creo que eso es algo muy importante en un país como México donde por suerte tenemos muchas libertades, pero esas libertades se confunden con opiniones negativas o malintencionadas que afectan a otras poblaciones como las indígenas o de sexo diversas. Entonces creo que hace falta un trabajo general como sociedad para luchar en contra de esos discursos de odio porque prácticamente lo que me pasó a mi es que a partir de un discurso de odio se generó un ataque masivo hacia mi persona y realmente intenté buscar ayuda y no había herramientas para poder ayudarme”, explica.
Su trabajo es parte activismo y parte reflejo. Aunque sí ha hecho activismo en su pasado, y probablemente lo haga en el futuro, en su trabajo ha encontrado la manera de extrapolar su propia masculinidad. “He logrado visibilizar otras realidades del cuerpo, y de la masculinidad, buscando hacerla un lugar habitable para otras personas que se identifican con mis imágenes entonces, o para aquellos que no se identifican con la imagen del hombre que tiene la sociedad heteropatriarcal […] Creo que de alguna forma sí estoy haciendo activismo, no es que lo haga militante así, lo estoy haciendo desde lo personal. Lo estoy volviendo algo político”, sigue el artista.
“Abrió el debate a un tema que no se había tocado tanto antes a un nivel mediático tan grande, que son las masculinidades: ¿Qué es ser masculino? ¿Qué es ser femenino?”.
Ahora el artista chiapaneco se prepara para exponer en Barcelona y su trabajo se encuentra en los vitrales de La Puri, el mítico antro LGBT del centro. Aún cuando su trabajo se enfoca en temas de la diversidad sexual, no pretende que solo se le destine atención en los meses del orgullo y la no discriminación.
“Estamos acostumbrados a dejar los temas de la diversidad sexual segregados a un mes: a lugares particulares a momentos particulares, y pareciera que si salimos de esos lugares se detonan cosas negativas como lo que pasó con mi pintura. Era una pintura que abordaba las disidencias de género y estaba expuesta en Bellas Artes, un lugar donde no es tan común ver arte enfocado a estos temas. Esto habla de que no se nos permiten estos lugares, pareciera que fuera una ofensa o un exceso de libertad. Es necesario que hablemos de estos temas hasta que nadie se espante, hasta no haya escándalo por hablar de la diversidad”, finaliza Chairez.