Los animales de compañía han cobrado gran relevancia en México ante una generación que ha decidido no tener descendencia. Tal como cuidamos de la vida de nuestros animales, su deceso también implica transitar por un duelo que nos lleva a habitar la ausencia desde el recuerdo, la nostalgia y las alegrías que nos regalaron.
Lo primero que me viene a la mente al entrar a esta funeraria es que tiene mucha más dignidad que las del IMSS y el ISSSTE donde velamos a mis abuelos. Aquí sí hay baños limpios, café, aire acondicionado, sillones a los que no se les sale el relleno por los hoyos y, lo más importante, hay una paz silenciosa.
Se llama Pets in the Sky y es una funeraria para mascotas que tiene una de sus sucursales en San Jerónimo, al sur de la Ciudad de México. Aquí, en uno de sus cuarenta y ocho nichos, descansa Nieve, la mascota de la familia Menéndez González que vivió de 2005 a 2021 y a la que le dedicaron una última frase inscrita en una placa de metal: “Nunca te olvidaremos”.
Los animales de compañía han cobrado gran relevancia en México ante una generación que ha decidido no tener descendencia por las ansiedades de no poder adquirir propiedades, ganar sueldos precarios y tener poco acceso al crédito. Los nacimientos en nuestro país pasaron de 2.9 millones en 1994 a 1.6 millones en 2020, su punto más bajo de este siglo, según el INEGI.
En este contexto, una medición reciente del INEGI apunta a que siete de cada diez hogares en México tienen una mascota, con un total de ochenta millones que se dividen en cuarenta y tres millones de perros, dieciséis millones de gatos y veinte millones de una variedad de animales pequeños. El mismo estudio revela que 85% de la población adulta ha tenido empatía con la vida no humana, a través del cuidado de la naturaleza y de actos para evitar la crueldad animal.
Tal como cuidamos de la vida de nuestros animales, su deceso también nos exige cuidados y –la mayoría de las veces– también dinero. Empresas como Pets in the Sky ofrecen servicios de eutanasia, urnas de cerámica, pulseras, dijes, cajas con fotos, opciones biodegradables, entre otros artículos; su funeraria tiene hornos de cremación, salas de espera, capilla, nichos que se venden por cinco años, ludotecas para las infancias y un cuarto al que le llaman “Sala del último adiós”, donde a los humanos se les da oportunidad de despedirse por última vez de sus compañeros.
Esta empresa se encargó de los servicios funerarios a Frida y Proteo, los perros rescatistas de las fuerzas armadas. Aunque eran parte de un binomio preparado para los peores desastres naturales, ambas muertes fueron conmovedoras porque también podrían haber sido nuestro perro y, a pesar de las miles de tiendas para hacerles la vida más feliz a nuestras mascotas, nada nos prepara para lo que vamos a sentir después de su muerte.
El amor es real, el dolor es real
Los duelos son procesos que no solo inician por la muerte de una persona, también por la pérdida de la salud, de un objeto o hasta de una expectativa. La tanatóloga Gaby Pérez Islas afirma que el duelo por el fallecimiento de una mascota es una realidad: “Es parte de nuestra familia. Vive bajo nuestro mismo techo y siempre hay que ver qué representa ese gato, ese perro, ese pez. ¿Quién era? ¿Qué perdí cuando perdí? Es importante tenerlo claro, porque a lo mejor es un perro que me había regalado mi papá y es lo único que me queda de mi padre o es el motivo por el que me levanto todas las mañanas. Sabes, si el amor es real, el dolor es real”.
Perder a un ser en el que proyectamos tanta inocencia, ternura, amor y felicidad, como un perro o un gato, es tristísimo. No hay palabras con las que podamos comunicarnos por última vez. Tampoco existen muchas formas de evitar su miedo en esa última visita al veterinario y muchas veces la culpa juega un papel fundamental: ¿lo llevamos tarde?, ¿fuimos negligentes y se intoxicó?, ¿debimos ser más cuidadosos en los paseos?, ¿de verdad sacrificarlo era la mejor opción para terminar con su dolor?
Beatriz Glowinski, académica de la Facultad de Psicología, recomienda que además de buscar ayuda profesional, debemos acercarnos a grupos de apoyo, conversar con amigos, efectuar un ritual de despedida (como una carta agradeciendo los momentos vividos), en el artículo “¿Cómo vivir el duelo por un animal de compañía?”, publicado por UNAM Global. Agrega que debemos redireccionar el tiempo dedicado al animal hacia otras actividades y no adquirir otro hasta sentirnos listos; si la mascota era la única compañía de la persona, es vital acompañarla y apoyarla.
El momento de tristeza al afrontar la muerte de nuestras mascotas es tan grande que lo percibimos como un dolor inacabable. Maynné Cortés, psicóloga y fundadora del Laboratorio Afectivo, considera que “hay pérdidas que nunca realmente se superan. No quiere decir que llores por ellas todos los días ni nada, sólo vives con ellas y aprendes a que sean parte de ti y ya. Hay ausencias que te van a marcar toda la vida. Y no, no pasa nada. Incluso aprendes a habitar la ausencia también desde lugares distintos, desde el recuerdo, la nostalgia, la alegría”.
En una ciudad con tan pocos jardines para enterrar a nuestros animales, siempre nos quedarán lugares como Pets in the Sky, donde podemos ir a llorar nuestra pérdida por una módica cantidad; luego, pasar al Vips de al lado a comer una promoción de tacos dorados de pollo, con sopa y bebida a 149 pesos. El dinero no compra la felicidad, pero sí un paquete de previsión funeraria para tu perro a seis meses con intereses.
Si quieres conocer más sobre el duelo por las muertes humanas y no humanas, escucha este episodio de Semanario Gatopardo.
Con información de Viridiana Castillo.
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