En los años 60, en una casa de clase media había un sólo tocadiscos para toda la familia, así que todos tenían que ponerse de acuerdo en qué escuchar o tolerar (y luego apreciar) lo que los demás escogieran. Esto generaba varias cosas: primero, que integrantes de la familia escucharan música que nunca hubiesen seleccionado por iniciativa propia, y por otro lado, que oír esa música juntos ayudara a crear un lazo y una historia en común.Ahora mismo, con los teléfonos celulares y los audífonos la escucha musical se ha subjetivizado a niveles nunca antes vistos: puede que mi hermano, con el que comparto habitación nunca haya escuchado a mi banda favorita, pero ¿y esto qué importa? ¿qué consecuencias tiene?
Pensadores como Mircea Eliade e Igor Stravinsky concuerdan en que probablemente la música nace dentro de un contexto ritual y por ende colectivo; de ser así, la música tendría en su génesis una vocación hacia la construcción de comunidades. Quizás esto último aclara el éxito del reaggeton frente a otros estilos de música actuales. Explico:Hace años mi amigo Calmen me dijo que el reaggeton sólo era famoso porque lo ponían en los gimnasios y en las discotecas, los únicos lugares donde la gente conocía extraños para tener sexo. Aunque me lo dijo a manera de chiste, me quedé pensado en cuáles lugares la gente puede oír de forma colectiva salsa, rock, balada u otros estilos. Ya la gente no escucha tanta radio, y cuando lo hace normalmente espera recibir noticias, no música. Parecen ser reducidos los espacios de escucha musical con el otro.
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Hace años toqué en el festival SXSW, tenía planeado ir a ver a una banda uruguaya que me gustaba mucho (Franny Glass), pero dos amigos que tenía años y sin ver no se animaron y terminé viendo otra cosa, de la cual ni recuerdo el nombre. Esa experiencia me llevó a otra reflexión: por mucho que un individuo sea fan de algo, pesan más sus relaciones sociales que otra cosa. Eso, a mi parecer, explica cómo artistas que tienen miles de fans en redes sociales y Spotify, no venden 20 entradas y como otros artistas que tienen 2 mil seguidores venden 300 entradas. El consumo debe ser en grupo.
Mi hermano mayor y yo teníamos una relación difícil hasta que llegó el MTV Unplugged de Charly García a nuestras vidas. A nadie de nuestro entorno le gustaba ese disco más que a nosotros dos y eso creó un nexo de complicidad que inició el camino para que hoy mi hermano sea mi mejor amigo.El arte comunica cosas imposibles de articular en el lenguaje cotidiano, creando nexos de complicidad importantes. Quizás debamos quitarnos nuestros audífonos y escuchar más lo que le gusta a nuestros compañeros de trabajo, y menos los que nos sugiere un algoritmo.
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La música, cuando se escucha en grupo, genera vínculos profundos que los algoritmos han destruido.
En los años 60, en una casa de clase media había un sólo tocadiscos para toda la familia, así que todos tenían que ponerse de acuerdo en qué escuchar o tolerar (y luego apreciar) lo que los demás escogieran. Esto generaba varias cosas: primero, que integrantes de la familia escucharan música que nunca hubiesen seleccionado por iniciativa propia, y por otro lado, que oír esa música juntos ayudara a crear un lazo y una historia en común.Ahora mismo, con los teléfonos celulares y los audífonos la escucha musical se ha subjetivizado a niveles nunca antes vistos: puede que mi hermano, con el que comparto habitación nunca haya escuchado a mi banda favorita, pero ¿y esto qué importa? ¿qué consecuencias tiene?
Pensadores como Mircea Eliade e Igor Stravinsky concuerdan en que probablemente la música nace dentro de un contexto ritual y por ende colectivo; de ser así, la música tendría en su génesis una vocación hacia la construcción de comunidades. Quizás esto último aclara el éxito del reaggeton frente a otros estilos de música actuales. Explico:Hace años mi amigo Calmen me dijo que el reaggeton sólo era famoso porque lo ponían en los gimnasios y en las discotecas, los únicos lugares donde la gente conocía extraños para tener sexo. Aunque me lo dijo a manera de chiste, me quedé pensado en cuáles lugares la gente puede oír de forma colectiva salsa, rock, balada u otros estilos. Ya la gente no escucha tanta radio, y cuando lo hace normalmente espera recibir noticias, no música. Parecen ser reducidos los espacios de escucha musical con el otro.
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Mi hermano mayor y yo teníamos una relación difícil hasta que llegó el MTV Unplugged de Charly García a nuestras vidas. A nadie de nuestro entorno le gustaba ese disco más que a nosotros dos y eso creó un nexo de complicidad que inició el camino para que hoy mi hermano sea mi mejor amigo.El arte comunica cosas imposibles de articular en el lenguaje cotidiano, creando nexos de complicidad importantes. Quizás debamos quitarnos nuestros audífonos y escuchar más lo que le gusta a nuestros compañeros de trabajo, y menos los que nos sugiere un algoritmo.
La música, cuando se escucha en grupo, genera vínculos profundos que los algoritmos han destruido.
En los años 60, en una casa de clase media había un sólo tocadiscos para toda la familia, así que todos tenían que ponerse de acuerdo en qué escuchar o tolerar (y luego apreciar) lo que los demás escogieran. Esto generaba varias cosas: primero, que integrantes de la familia escucharan música que nunca hubiesen seleccionado por iniciativa propia, y por otro lado, que oír esa música juntos ayudara a crear un lazo y una historia en común.Ahora mismo, con los teléfonos celulares y los audífonos la escucha musical se ha subjetivizado a niveles nunca antes vistos: puede que mi hermano, con el que comparto habitación nunca haya escuchado a mi banda favorita, pero ¿y esto qué importa? ¿qué consecuencias tiene?
Pensadores como Mircea Eliade e Igor Stravinsky concuerdan en que probablemente la música nace dentro de un contexto ritual y por ende colectivo; de ser así, la música tendría en su génesis una vocación hacia la construcción de comunidades. Quizás esto último aclara el éxito del reaggeton frente a otros estilos de música actuales. Explico:Hace años mi amigo Calmen me dijo que el reaggeton sólo era famoso porque lo ponían en los gimnasios y en las discotecas, los únicos lugares donde la gente conocía extraños para tener sexo. Aunque me lo dijo a manera de chiste, me quedé pensado en cuáles lugares la gente puede oír de forma colectiva salsa, rock, balada u otros estilos. Ya la gente no escucha tanta radio, y cuando lo hace normalmente espera recibir noticias, no música. Parecen ser reducidos los espacios de escucha musical con el otro.
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Mi hermano mayor y yo teníamos una relación difícil hasta que llegó el MTV Unplugged de Charly García a nuestras vidas. A nadie de nuestro entorno le gustaba ese disco más que a nosotros dos y eso creó un nexo de complicidad que inició el camino para que hoy mi hermano sea mi mejor amigo.El arte comunica cosas imposibles de articular en el lenguaje cotidiano, creando nexos de complicidad importantes. Quizás debamos quitarnos nuestros audífonos y escuchar más lo que le gusta a nuestros compañeros de trabajo, y menos los que nos sugiere un algoritmo.
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Pensadores como Mircea Eliade e Igor Stravinsky concuerdan en que probablemente la música nace dentro de un contexto ritual y por ende colectivo; de ser así, la música tendría en su génesis una vocación hacia la construcción de comunidades. Quizás esto último aclara el éxito del reaggeton frente a otros estilos de música actuales. Explico:Hace años mi amigo Calmen me dijo que el reaggeton sólo era famoso porque lo ponían en los gimnasios y en las discotecas, los únicos lugares donde la gente conocía extraños para tener sexo. Aunque me lo dijo a manera de chiste, me quedé pensado en cuáles lugares la gente puede oír de forma colectiva salsa, rock, balada u otros estilos. Ya la gente no escucha tanta radio, y cuando lo hace normalmente espera recibir noticias, no música. Parecen ser reducidos los espacios de escucha musical con el otro.
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Mi hermano mayor y yo teníamos una relación difícil hasta que llegó el MTV Unplugged de Charly García a nuestras vidas. A nadie de nuestro entorno le gustaba ese disco más que a nosotros dos y eso creó un nexo de complicidad que inició el camino para que hoy mi hermano sea mi mejor amigo.El arte comunica cosas imposibles de articular en el lenguaje cotidiano, creando nexos de complicidad importantes. Quizás debamos quitarnos nuestros audífonos y escuchar más lo que le gusta a nuestros compañeros de trabajo, y menos los que nos sugiere un algoritmo.
La música, cuando se escucha en grupo, genera vínculos profundos que los algoritmos han destruido.
En los años 60, en una casa de clase media había un sólo tocadiscos para toda la familia, así que todos tenían que ponerse de acuerdo en qué escuchar o tolerar (y luego apreciar) lo que los demás escogieran. Esto generaba varias cosas: primero, que integrantes de la familia escucharan música que nunca hubiesen seleccionado por iniciativa propia, y por otro lado, que oír esa música juntos ayudara a crear un lazo y una historia en común.Ahora mismo, con los teléfonos celulares y los audífonos la escucha musical se ha subjetivizado a niveles nunca antes vistos: puede que mi hermano, con el que comparto habitación nunca haya escuchado a mi banda favorita, pero ¿y esto qué importa? ¿qué consecuencias tiene?
Pensadores como Mircea Eliade e Igor Stravinsky concuerdan en que probablemente la música nace dentro de un contexto ritual y por ende colectivo; de ser así, la música tendría en su génesis una vocación hacia la construcción de comunidades. Quizás esto último aclara el éxito del reaggeton frente a otros estilos de música actuales. Explico:Hace años mi amigo Calmen me dijo que el reaggeton sólo era famoso porque lo ponían en los gimnasios y en las discotecas, los únicos lugares donde la gente conocía extraños para tener sexo. Aunque me lo dijo a manera de chiste, me quedé pensado en cuáles lugares la gente puede oír de forma colectiva salsa, rock, balada u otros estilos. Ya la gente no escucha tanta radio, y cuando lo hace normalmente espera recibir noticias, no música. Parecen ser reducidos los espacios de escucha musical con el otro.
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Mi hermano mayor y yo teníamos una relación difícil hasta que llegó el MTV Unplugged de Charly García a nuestras vidas. A nadie de nuestro entorno le gustaba ese disco más que a nosotros dos y eso creó un nexo de complicidad que inició el camino para que hoy mi hermano sea mi mejor amigo.El arte comunica cosas imposibles de articular en el lenguaje cotidiano, creando nexos de complicidad importantes. Quizás debamos quitarnos nuestros audífonos y escuchar más lo que le gusta a nuestros compañeros de trabajo, y menos los que nos sugiere un algoritmo.
En los años 60, en una casa de clase media había un sólo tocadiscos para toda la familia, así que todos tenían que ponerse de acuerdo en qué escuchar o tolerar (y luego apreciar) lo que los demás escogieran. Esto generaba varias cosas: primero, que integrantes de la familia escucharan música que nunca hubiesen seleccionado por iniciativa propia, y por otro lado, que oír esa música juntos ayudara a crear un lazo y una historia en común.Ahora mismo, con los teléfonos celulares y los audífonos la escucha musical se ha subjetivizado a niveles nunca antes vistos: puede que mi hermano, con el que comparto habitación nunca haya escuchado a mi banda favorita, pero ¿y esto qué importa? ¿qué consecuencias tiene?
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Mi hermano mayor y yo teníamos una relación difícil hasta que llegó el MTV Unplugged de Charly García a nuestras vidas. A nadie de nuestro entorno le gustaba ese disco más que a nosotros dos y eso creó un nexo de complicidad que inició el camino para que hoy mi hermano sea mi mejor amigo.El arte comunica cosas imposibles de articular en el lenguaje cotidiano, creando nexos de complicidad importantes. Quizás debamos quitarnos nuestros audífonos y escuchar más lo que le gusta a nuestros compañeros de trabajo, y menos los que nos sugiere un algoritmo.
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