¿Gustavo Petro será el próximo presidente de Colombia?

Gustavo Petro: el miedo y la esperanza

Le teme a las alturas pero no a la muerte, habla de sí mismo en tercera persona y no sabe nadar. Es economista, exsenador, exguerrillero, exalcalde de Bogotá y un político que espanta y enfurece a la clase dominante de la única nación sudamericana que nunca ha tenido un gobierno de izquierda. Gustavo Petro está muy cerca de convertirse en presidente de Colombia, pero tendrá que derrotar primero a los poderes más enraizados del país y a su propio ego.

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Algo muy grave va a suceder en Colombia. Se intuye en el desprecio de unos por otros. Se siente en las calles, en los medios de comunicación o en las redes sociales, donde suele llamársele “polarización” al incendio retórico y a la negación de quien piensa diferente. Se percibe, sobre todo, en estos días previos a la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 29 de mayo, que podrían significar un giro a la izquierda de un país históricamente de derecha.

Nadie en el panorama político actual encarna tan bien el temor y la esperanza de los colombianos como Gustavo Petro Urrego. Y es curioso que este hombre de 62 años, tímido y contenido, levante pasiones tan desbordadas entre seguidores y detractores. Para los primeros, Petro es la única alternativa en un país con muchos problemas y profundas desigualdades sociales, y para los últimos representa, cuando menos, un peligro inminente para la democracia. Y no es solamente que sea de izquierda —o progresista, como prefiere que lo llamen—, su polémica imagen se ha forjado a fuego durante cuarenta años de vida pública en la que, entre otras cosas, fue guerrillero, lo torturó el ejército colombiano, estuvo en la cárcel, se sometió a un proceso de paz, se convirtió en congresista, reveló nexos del narcotráfico con la clase política, denunció la corrupción de servidores públicos —incluidos algunos copartidarios—, se hizo amigo de Hugo Chávez, se enfrentó a Álvaro Uribe —cuando era el presidente más popular de la historia de Colombia—, fue elegido alcalde de Bogotá y perdió dos elecciones presidenciales. En su tercera, las encuestas dicen que cortará la racha.

Bajo el nombre “Colombia, potencia mundial de la vida”, su programa de gobierno promete cambios profundos, pero también irrealizables en un periodo de cuatro años. Estos incluyen el fin de la guerra —que en este país son varias: contra las guerrillas de izquierda, las organizaciones del narcotráfico, el paramilitarismo y el crimen organizado—, la transición a energías limpias o la superación de la economía extractivista. A comienzos de mayo, el actual senador y candidato del Pacto Histórico (una confluencia de partidos y movimientos progresistas y de otras vertientes menos compatibles) reconoció en un discurso que en tan poco tiempo no podría hacer mucho más que poner las bases del cambio económico y social que propone, y sus opositores —siempre desconfiados— vieron en sus palabras una advertencia de que buscaría quedarse en el poder. Esas mismas personas creen que ese programa es una nueva versión del modelo venezolano.

“Yo no creo que los temores que tiene la gente estén fundamentados. Porque el plan de gobierno de Petro tiene cosas muy arriesgadas, pero él no las va a cumplir. Yo, siendo de izquierda, creo que esos cambios necesitan un proceso para que no sean dañinos; él no puede llegar como Chávez a cambiar todo porque nos vamos pa’la mierda. A mí me daría miedo que cumpliera todo lo que dice que va a hacer, pero me tranquiliza que no va a poder hacerlo”, dice una exfuncionaria, que ocupó una posición alta en el equipo de Petro en su paso por la alcaldía de Bogotá, y que pidió no mencionar su nombre.

Si Petro gana las elecciones, venciendo al derechista Federico Gutiérrez, Fico, el remoto colegio La Salle de Zipaquirá, una población enclavada en la cordillera oriental de Colombia y famosa por sus minas de sal, contará entre sus exalumnos a un Nobel y a un presidente. Los dos costeños, los dos de izquierda.

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