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La última cinta de Larraín se aleja de la tragedia griega en la que se ha encasillado a la soprano y se eleva sobre las anécdotas sobre quien fuera Prima donna de la Scala de Milán por diez años. Foto: Cortesía de Juan Pablo Montalva.
En las cintas <i>Jackie, Spencer</i> y ahora <i>María Callas</i>, el director chileno Pablo Larraín retrata a grandes mujeres que encontraron su voz e identidad ante la tragedia y en el privilegio.
Al límite, en el privilegio, tres mujeres. A pesar de la opulencia, la ostentación y el poder que las rodea, o quizá por su devenir, llegaron al borde. Pablo Larraín ha concluido un tríptico fílmico sobre tres mujeres grandes, importantes y mediáticas que habitaron ambos mundos: Jacqueline Kennedy, Diana Frances Spencer y Maria Callas.
“Fueron personajes muy trágicos; la tragedia con respecto a ellas mismas o con respecto al mundo alrededor”, cuenta el director chileno a Gatopardo.
En Jackie (2016), el cineasta mostraba a una mujer en duelo, en recomposición, tomando el control de su imagen y persona luego de ser la Primera Dama de Estados Unidos y del magnicidio de su esposo, John F. Kennedy. En Spencer (2021), Lady Di se quitaba el corsé de princesa y rompía con la monarquía británica, en plena Navidad en Sandringham, que la presionaba para entrar en el molde de familia real. En su última película, Maria Callas (2024), aborda la última semana de vida de la soprano griega y su intento por cantar una última vez, a pesar de no haber pisado un escenario en más de diez años y del desgaste emocional y de su voz.

Pero más allá de la tragedia, al chileno le importa —en el entorno del ocaso— la figura femenina frente a la masculina. En la filmografía de Larraín, ni el presidente de Estados Unidos ultimado en Texas ni un joven y altanero príncipe Carlos ni el magnate Aristóteles Onassis, con todo y sus flotas, tienen una relevancia mayor. Así lo explica el director:
Me parece que es un poco un mundo que se acabó. Los tres personajes vienen de una era que ya no existe. Vienen de una sociedad que ya no es la misma. Son de una esfera social de la segunda mitad del siglo pasado donde había familias y políticos; familias reales y gente con mucho poder económico que circulaba dentro de un circuito —que también es cultural— y que siempre fueron mujeres de alguna manera opacadas por estas figuras masculinas.
En el caso de estas tres mujeres, creo que no ocurre eso; creo que son mujeres que no dependen de los hombres con los que estuvieron vinculados para ser quienes fueron. Son personas que encontraron siempre su identidad y su potencia en sí mismas, y no dependían de nadie para ser quienes fueron. Por eso es que en las películas los personajes masculinos son secundarios o menores, no son personajes principales porque no quiero que la narrativa de estas personas esté asociada únicamente a estos hombres tan poderosos. Son personas que encontraron su voz y su identidad en lugares donde era muy difícil hacerlo y, gracias a eso, probablemente son íconos del siglo pasado.
Arias
En sus tres películas en inglés —que a diferencia de No (2012), El Club (2015) y Neruda (2016) no filmó en Chile—, Pablo Larraín echó mano de grandes estrellas de Hollywood para protagonizarlas: Natalie Portman y Kristen Stewart, que fueron nominadas al premio Oscar a Mejor Actriz por Jackie y Spencer, así como de Angelina Jolie, quien fue considerada en la misma categoría pero en los Globos de Oro de 2025. Para Larraín, lo importante es ver su trabajo en la otredad de sus actrices:
Lo que creo que es muy importante acá es discutir todo lo posible. Preparar todo lo posible. Escribir todo lo que nos imaginemos y, en algún momento, entregar la película a la actriz y que sea ella quien conduzca el personaje. Me parece que es la única manera posible. Con esto no quiero decir que yo dejé de ser director y que dejé de estar conduciendo lo que está ocurriendo, pero como si esto fuese una orquesta, es un instrumento que se sabe tocar a sí mismo y que, probablemente, en muchas ocasiones, ella sabe mejor que yo lo que necesita el personaje. Son personajes, son películas y procesos donde confío mucho en la intuición de la actriz para tomar un montón de decisiones.
En el caso de Maria Callas, aún exhibida en la cartelera de México, Larraín dispuso que Angelina Jolie habitara el cuerpo y la memoria de la soprano. De la estrella hollywoodense ha dicho que quedó totalmente conmovido. En una filmación, en una toma que Larraín operaba desde la cámara, llegó al llanto ante su interpretación. Y Angelina ha compartido que para el cineasta lo más importante, lo que más le pedía, era que entendiera al personaje. Larraín la hizo cantar. Acordaron que la actriz tomaría clases de canto durante más de siete meses, y también de italiano. Quería que estudiara y aprendiera sobre ópera, pero no se trataba de lo técnico. El canto metió a Jolie en el conflicto emocional que atravesaba la Callas de Larraín al entonar su última nota.
Réquiem
En el imaginario de Pablo Larraín, lo último que interpretaría María Callas antes de morir sería Vissi d’Arte, aria de la ópera Tosca, de Giacomo Puccini. En la película, la soprano recorre los versos sobre una cantante de ópera que vivió del arte, vivió del amor, fue devota y buena con la gente, pero en el momento de mayor dolor pregunta: “¿Por qué, por qué, Señor, me pagas así?”. Este símil entre el personaje de la Tosca y Callas hace sentido para el cineasta. La última interpretación de la soprano griega —cuenta el director en su película— no fue para nadie más que ella y lo hizo hasta consumirse a sí misma en su piso de París como escenario. Detalla el también director de Tony Manero (2008):
Una película así está llena de arbitrariedades. Al momento de escoger la música para diferentes escenas era muy difícil ubicarse en estas piezas y Vissi d’Arte me pareció siempre que era muy importante que estuviera en la película. Tosca se trata de una cantante de ópera; el argumento es de una cantante de ópera. Tenía mucho sentido en muchos niveles y sobre todo en el momento en que una persona decide cantar por última vez, y esta vez cantar para sí misma.
Hay algo interesante en el recorrido del personaje de Maria Callas, que es una persona que se dedicó a cantar siempre para otros. Desde luego para su audiencia, para los especialistas, para el público en general. Se dedicó mucho a sus amigos, a cuidar a sus amigos, hasta cierto punto a su familia, también [cantó] para los nazis. Y esta película es un poco un ajuste de cuentas con su vida, con su pasado, y es sobre alguien que se transformó en su propia tragedia; en la suma de todas las tragedias que ella cantó.

La cinta se aleja de la tragedia griega en la que se ha encasillado a la soprano y se eleva sobre las anécdotas sobre quien fuera Prima donna de la Scala de Milán por diez años. En su propuesta, más allá de centrarse en el intento de su madre por prostituirla y hacerla cantar para los nazis —como expusiera la biógrafa Lyndsy Spence—, la objetivización que vive por parte de Aristóteles Onassis y el delirio —en la película María imagina a un reportero al que le cuenta su vida—, Larraín le otorga a la cantante la dignidad propia de quien ve el final muy pronto:
Es un personaje que empieza a preguntarse qué sentido tiene estar aquí y que decide dejar este mundo, probablemente, desde un lugar bastante celebratorio. No veo que haya en ella un sentido trágico que, por muy paradójico que suene, sea tan oscuro. Yo creo que es alguien que vivió incluso su propia muerte de una manera luminosa; así lo entendemos en la película porque es un personaje que tiene cierto estoicismo y eso lo hace muy importante. Es el ocaso de una vida y es también el ocaso de una voz. Una voz que probablemente cambió la historia de la ópera para siempre, y creo que ella sabía eso. Creo que tuvo conciencia del impacto de su trabajo. Hay un acto celebratorio en ese gesto, a veces tan abyecto de querer, de alguna manera, casi deliberadamente, de encontrar tu propia muerte.
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¿En dónde ver María Callas de Pablo Larraín?
La cinta aún está exhibida en salas comerciales de México. Los filmes de Jackie (2016) y Spencer (2021) se pueden ver en plataformas digitrales de streaming.
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En las cintas <i>Jackie, Spencer</i> y ahora <i>María Callas</i>, el director chileno Pablo Larraín retrata a grandes mujeres que encontraron su voz e identidad ante la tragedia y en el privilegio.
Al límite, en el privilegio, tres mujeres. A pesar de la opulencia, la ostentación y el poder que las rodea, o quizá por su devenir, llegaron al borde. Pablo Larraín ha concluido un tríptico fílmico sobre tres mujeres grandes, importantes y mediáticas que habitaron ambos mundos: Jacqueline Kennedy, Diana Frances Spencer y Maria Callas.
“Fueron personajes muy trágicos; la tragedia con respecto a ellas mismas o con respecto al mundo alrededor”, cuenta el director chileno a Gatopardo.
En Jackie (2016), el cineasta mostraba a una mujer en duelo, en recomposición, tomando el control de su imagen y persona luego de ser la Primera Dama de Estados Unidos y del magnicidio de su esposo, John F. Kennedy. En Spencer (2021), Lady Di se quitaba el corsé de princesa y rompía con la monarquía británica, en plena Navidad en Sandringham, que la presionaba para entrar en el molde de familia real. En su última película, Maria Callas (2024), aborda la última semana de vida de la soprano griega y su intento por cantar una última vez, a pesar de no haber pisado un escenario en más de diez años y del desgaste emocional y de su voz.

Pero más allá de la tragedia, al chileno le importa —en el entorno del ocaso— la figura femenina frente a la masculina. En la filmografía de Larraín, ni el presidente de Estados Unidos ultimado en Texas ni un joven y altanero príncipe Carlos ni el magnate Aristóteles Onassis, con todo y sus flotas, tienen una relevancia mayor. Así lo explica el director:
Me parece que es un poco un mundo que se acabó. Los tres personajes vienen de una era que ya no existe. Vienen de una sociedad que ya no es la misma. Son de una esfera social de la segunda mitad del siglo pasado donde había familias y políticos; familias reales y gente con mucho poder económico que circulaba dentro de un circuito —que también es cultural— y que siempre fueron mujeres de alguna manera opacadas por estas figuras masculinas.
En el caso de estas tres mujeres, creo que no ocurre eso; creo que son mujeres que no dependen de los hombres con los que estuvieron vinculados para ser quienes fueron. Son personas que encontraron siempre su identidad y su potencia en sí mismas, y no dependían de nadie para ser quienes fueron. Por eso es que en las películas los personajes masculinos son secundarios o menores, no son personajes principales porque no quiero que la narrativa de estas personas esté asociada únicamente a estos hombres tan poderosos. Son personas que encontraron su voz y su identidad en lugares donde era muy difícil hacerlo y, gracias a eso, probablemente son íconos del siglo pasado.
Arias
En sus tres películas en inglés —que a diferencia de No (2012), El Club (2015) y Neruda (2016) no filmó en Chile—, Pablo Larraín echó mano de grandes estrellas de Hollywood para protagonizarlas: Natalie Portman y Kristen Stewart, que fueron nominadas al premio Oscar a Mejor Actriz por Jackie y Spencer, así como de Angelina Jolie, quien fue considerada en la misma categoría pero en los Globos de Oro de 2025. Para Larraín, lo importante es ver su trabajo en la otredad de sus actrices:
Lo que creo que es muy importante acá es discutir todo lo posible. Preparar todo lo posible. Escribir todo lo que nos imaginemos y, en algún momento, entregar la película a la actriz y que sea ella quien conduzca el personaje. Me parece que es la única manera posible. Con esto no quiero decir que yo dejé de ser director y que dejé de estar conduciendo lo que está ocurriendo, pero como si esto fuese una orquesta, es un instrumento que se sabe tocar a sí mismo y que, probablemente, en muchas ocasiones, ella sabe mejor que yo lo que necesita el personaje. Son personajes, son películas y procesos donde confío mucho en la intuición de la actriz para tomar un montón de decisiones.
En el caso de Maria Callas, aún exhibida en la cartelera de México, Larraín dispuso que Angelina Jolie habitara el cuerpo y la memoria de la soprano. De la estrella hollywoodense ha dicho que quedó totalmente conmovido. En una filmación, en una toma que Larraín operaba desde la cámara, llegó al llanto ante su interpretación. Y Angelina ha compartido que para el cineasta lo más importante, lo que más le pedía, era que entendiera al personaje. Larraín la hizo cantar. Acordaron que la actriz tomaría clases de canto durante más de siete meses, y también de italiano. Quería que estudiara y aprendiera sobre ópera, pero no se trataba de lo técnico. El canto metió a Jolie en el conflicto emocional que atravesaba la Callas de Larraín al entonar su última nota.
Réquiem
En el imaginario de Pablo Larraín, lo último que interpretaría María Callas antes de morir sería Vissi d’Arte, aria de la ópera Tosca, de Giacomo Puccini. En la película, la soprano recorre los versos sobre una cantante de ópera que vivió del arte, vivió del amor, fue devota y buena con la gente, pero en el momento de mayor dolor pregunta: “¿Por qué, por qué, Señor, me pagas así?”. Este símil entre el personaje de la Tosca y Callas hace sentido para el cineasta. La última interpretación de la soprano griega —cuenta el director en su película— no fue para nadie más que ella y lo hizo hasta consumirse a sí misma en su piso de París como escenario. Detalla el también director de Tony Manero (2008):
Una película así está llena de arbitrariedades. Al momento de escoger la música para diferentes escenas era muy difícil ubicarse en estas piezas y Vissi d’Arte me pareció siempre que era muy importante que estuviera en la película. Tosca se trata de una cantante de ópera; el argumento es de una cantante de ópera. Tenía mucho sentido en muchos niveles y sobre todo en el momento en que una persona decide cantar por última vez, y esta vez cantar para sí misma.
Hay algo interesante en el recorrido del personaje de Maria Callas, que es una persona que se dedicó a cantar siempre para otros. Desde luego para su audiencia, para los especialistas, para el público en general. Se dedicó mucho a sus amigos, a cuidar a sus amigos, hasta cierto punto a su familia, también [cantó] para los nazis. Y esta película es un poco un ajuste de cuentas con su vida, con su pasado, y es sobre alguien que se transformó en su propia tragedia; en la suma de todas las tragedias que ella cantó.

La cinta se aleja de la tragedia griega en la que se ha encasillado a la soprano y se eleva sobre las anécdotas sobre quien fuera Prima donna de la Scala de Milán por diez años. En su propuesta, más allá de centrarse en el intento de su madre por prostituirla y hacerla cantar para los nazis —como expusiera la biógrafa Lyndsy Spence—, la objetivización que vive por parte de Aristóteles Onassis y el delirio —en la película María imagina a un reportero al que le cuenta su vida—, Larraín le otorga a la cantante la dignidad propia de quien ve el final muy pronto:
Es un personaje que empieza a preguntarse qué sentido tiene estar aquí y que decide dejar este mundo, probablemente, desde un lugar bastante celebratorio. No veo que haya en ella un sentido trágico que, por muy paradójico que suene, sea tan oscuro. Yo creo que es alguien que vivió incluso su propia muerte de una manera luminosa; así lo entendemos en la película porque es un personaje que tiene cierto estoicismo y eso lo hace muy importante. Es el ocaso de una vida y es también el ocaso de una voz. Una voz que probablemente cambió la historia de la ópera para siempre, y creo que ella sabía eso. Creo que tuvo conciencia del impacto de su trabajo. Hay un acto celebratorio en ese gesto, a veces tan abyecto de querer, de alguna manera, casi deliberadamente, de encontrar tu propia muerte.
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La cinta aún está exhibida en salas comerciales de México. Los filmes de Jackie (2016) y Spencer (2021) se pueden ver en plataformas digitrales de streaming.
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La última cinta de Larraín se aleja de la tragedia griega en la que se ha encasillado a la soprano y se eleva sobre las anécdotas sobre quien fuera Prima donna de la Scala de Milán por diez años. Foto: Cortesía de Juan Pablo Montalva.
En las cintas <i>Jackie, Spencer</i> y ahora <i>María Callas</i>, el director chileno Pablo Larraín retrata a grandes mujeres que encontraron su voz e identidad ante la tragedia y en el privilegio.
Al límite, en el privilegio, tres mujeres. A pesar de la opulencia, la ostentación y el poder que las rodea, o quizá por su devenir, llegaron al borde. Pablo Larraín ha concluido un tríptico fílmico sobre tres mujeres grandes, importantes y mediáticas que habitaron ambos mundos: Jacqueline Kennedy, Diana Frances Spencer y Maria Callas.
“Fueron personajes muy trágicos; la tragedia con respecto a ellas mismas o con respecto al mundo alrededor”, cuenta el director chileno a Gatopardo.
En Jackie (2016), el cineasta mostraba a una mujer en duelo, en recomposición, tomando el control de su imagen y persona luego de ser la Primera Dama de Estados Unidos y del magnicidio de su esposo, John F. Kennedy. En Spencer (2021), Lady Di se quitaba el corsé de princesa y rompía con la monarquía británica, en plena Navidad en Sandringham, que la presionaba para entrar en el molde de familia real. En su última película, Maria Callas (2024), aborda la última semana de vida de la soprano griega y su intento por cantar una última vez, a pesar de no haber pisado un escenario en más de diez años y del desgaste emocional y de su voz.

Pero más allá de la tragedia, al chileno le importa —en el entorno del ocaso— la figura femenina frente a la masculina. En la filmografía de Larraín, ni el presidente de Estados Unidos ultimado en Texas ni un joven y altanero príncipe Carlos ni el magnate Aristóteles Onassis, con todo y sus flotas, tienen una relevancia mayor. Así lo explica el director:
Me parece que es un poco un mundo que se acabó. Los tres personajes vienen de una era que ya no existe. Vienen de una sociedad que ya no es la misma. Son de una esfera social de la segunda mitad del siglo pasado donde había familias y políticos; familias reales y gente con mucho poder económico que circulaba dentro de un circuito —que también es cultural— y que siempre fueron mujeres de alguna manera opacadas por estas figuras masculinas.
En el caso de estas tres mujeres, creo que no ocurre eso; creo que son mujeres que no dependen de los hombres con los que estuvieron vinculados para ser quienes fueron. Son personas que encontraron siempre su identidad y su potencia en sí mismas, y no dependían de nadie para ser quienes fueron. Por eso es que en las películas los personajes masculinos son secundarios o menores, no son personajes principales porque no quiero que la narrativa de estas personas esté asociada únicamente a estos hombres tan poderosos. Son personas que encontraron su voz y su identidad en lugares donde era muy difícil hacerlo y, gracias a eso, probablemente son íconos del siglo pasado.
Arias
En sus tres películas en inglés —que a diferencia de No (2012), El Club (2015) y Neruda (2016) no filmó en Chile—, Pablo Larraín echó mano de grandes estrellas de Hollywood para protagonizarlas: Natalie Portman y Kristen Stewart, que fueron nominadas al premio Oscar a Mejor Actriz por Jackie y Spencer, así como de Angelina Jolie, quien fue considerada en la misma categoría pero en los Globos de Oro de 2025. Para Larraín, lo importante es ver su trabajo en la otredad de sus actrices:
Lo que creo que es muy importante acá es discutir todo lo posible. Preparar todo lo posible. Escribir todo lo que nos imaginemos y, en algún momento, entregar la película a la actriz y que sea ella quien conduzca el personaje. Me parece que es la única manera posible. Con esto no quiero decir que yo dejé de ser director y que dejé de estar conduciendo lo que está ocurriendo, pero como si esto fuese una orquesta, es un instrumento que se sabe tocar a sí mismo y que, probablemente, en muchas ocasiones, ella sabe mejor que yo lo que necesita el personaje. Son personajes, son películas y procesos donde confío mucho en la intuición de la actriz para tomar un montón de decisiones.
En el caso de Maria Callas, aún exhibida en la cartelera de México, Larraín dispuso que Angelina Jolie habitara el cuerpo y la memoria de la soprano. De la estrella hollywoodense ha dicho que quedó totalmente conmovido. En una filmación, en una toma que Larraín operaba desde la cámara, llegó al llanto ante su interpretación. Y Angelina ha compartido que para el cineasta lo más importante, lo que más le pedía, era que entendiera al personaje. Larraín la hizo cantar. Acordaron que la actriz tomaría clases de canto durante más de siete meses, y también de italiano. Quería que estudiara y aprendiera sobre ópera, pero no se trataba de lo técnico. El canto metió a Jolie en el conflicto emocional que atravesaba la Callas de Larraín al entonar su última nota.
Réquiem
En el imaginario de Pablo Larraín, lo último que interpretaría María Callas antes de morir sería Vissi d’Arte, aria de la ópera Tosca, de Giacomo Puccini. En la película, la soprano recorre los versos sobre una cantante de ópera que vivió del arte, vivió del amor, fue devota y buena con la gente, pero en el momento de mayor dolor pregunta: “¿Por qué, por qué, Señor, me pagas así?”. Este símil entre el personaje de la Tosca y Callas hace sentido para el cineasta. La última interpretación de la soprano griega —cuenta el director en su película— no fue para nadie más que ella y lo hizo hasta consumirse a sí misma en su piso de París como escenario. Detalla el también director de Tony Manero (2008):
Una película así está llena de arbitrariedades. Al momento de escoger la música para diferentes escenas era muy difícil ubicarse en estas piezas y Vissi d’Arte me pareció siempre que era muy importante que estuviera en la película. Tosca se trata de una cantante de ópera; el argumento es de una cantante de ópera. Tenía mucho sentido en muchos niveles y sobre todo en el momento en que una persona decide cantar por última vez, y esta vez cantar para sí misma.
Hay algo interesante en el recorrido del personaje de Maria Callas, que es una persona que se dedicó a cantar siempre para otros. Desde luego para su audiencia, para los especialistas, para el público en general. Se dedicó mucho a sus amigos, a cuidar a sus amigos, hasta cierto punto a su familia, también [cantó] para los nazis. Y esta película es un poco un ajuste de cuentas con su vida, con su pasado, y es sobre alguien que se transformó en su propia tragedia; en la suma de todas las tragedias que ella cantó.

La cinta se aleja de la tragedia griega en la que se ha encasillado a la soprano y se eleva sobre las anécdotas sobre quien fuera Prima donna de la Scala de Milán por diez años. En su propuesta, más allá de centrarse en el intento de su madre por prostituirla y hacerla cantar para los nazis —como expusiera la biógrafa Lyndsy Spence—, la objetivización que vive por parte de Aristóteles Onassis y el delirio —en la película María imagina a un reportero al que le cuenta su vida—, Larraín le otorga a la cantante la dignidad propia de quien ve el final muy pronto:
Es un personaje que empieza a preguntarse qué sentido tiene estar aquí y que decide dejar este mundo, probablemente, desde un lugar bastante celebratorio. No veo que haya en ella un sentido trágico que, por muy paradójico que suene, sea tan oscuro. Yo creo que es alguien que vivió incluso su propia muerte de una manera luminosa; así lo entendemos en la película porque es un personaje que tiene cierto estoicismo y eso lo hace muy importante. Es el ocaso de una vida y es también el ocaso de una voz. Una voz que probablemente cambió la historia de la ópera para siempre, y creo que ella sabía eso. Creo que tuvo conciencia del impacto de su trabajo. Hay un acto celebratorio en ese gesto, a veces tan abyecto de querer, de alguna manera, casi deliberadamente, de encontrar tu propia muerte.
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¿En dónde ver María Callas de Pablo Larraín?
La cinta aún está exhibida en salas comerciales de México. Los filmes de Jackie (2016) y Spencer (2021) se pueden ver en plataformas digitrales de streaming.
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En las cintas <i>Jackie, Spencer</i> y ahora <i>María Callas</i>, el director chileno Pablo Larraín retrata a grandes mujeres que encontraron su voz e identidad ante la tragedia y en el privilegio.
Al límite, en el privilegio, tres mujeres. A pesar de la opulencia, la ostentación y el poder que las rodea, o quizá por su devenir, llegaron al borde. Pablo Larraín ha concluido un tríptico fílmico sobre tres mujeres grandes, importantes y mediáticas que habitaron ambos mundos: Jacqueline Kennedy, Diana Frances Spencer y Maria Callas.
“Fueron personajes muy trágicos; la tragedia con respecto a ellas mismas o con respecto al mundo alrededor”, cuenta el director chileno a Gatopardo.
En Jackie (2016), el cineasta mostraba a una mujer en duelo, en recomposición, tomando el control de su imagen y persona luego de ser la Primera Dama de Estados Unidos y del magnicidio de su esposo, John F. Kennedy. En Spencer (2021), Lady Di se quitaba el corsé de princesa y rompía con la monarquía británica, en plena Navidad en Sandringham, que la presionaba para entrar en el molde de familia real. En su última película, Maria Callas (2024), aborda la última semana de vida de la soprano griega y su intento por cantar una última vez, a pesar de no haber pisado un escenario en más de diez años y del desgaste emocional y de su voz.

Pero más allá de la tragedia, al chileno le importa —en el entorno del ocaso— la figura femenina frente a la masculina. En la filmografía de Larraín, ni el presidente de Estados Unidos ultimado en Texas ni un joven y altanero príncipe Carlos ni el magnate Aristóteles Onassis, con todo y sus flotas, tienen una relevancia mayor. Así lo explica el director:
Me parece que es un poco un mundo que se acabó. Los tres personajes vienen de una era que ya no existe. Vienen de una sociedad que ya no es la misma. Son de una esfera social de la segunda mitad del siglo pasado donde había familias y políticos; familias reales y gente con mucho poder económico que circulaba dentro de un circuito —que también es cultural— y que siempre fueron mujeres de alguna manera opacadas por estas figuras masculinas.
En el caso de estas tres mujeres, creo que no ocurre eso; creo que son mujeres que no dependen de los hombres con los que estuvieron vinculados para ser quienes fueron. Son personas que encontraron siempre su identidad y su potencia en sí mismas, y no dependían de nadie para ser quienes fueron. Por eso es que en las películas los personajes masculinos son secundarios o menores, no son personajes principales porque no quiero que la narrativa de estas personas esté asociada únicamente a estos hombres tan poderosos. Son personas que encontraron su voz y su identidad en lugares donde era muy difícil hacerlo y, gracias a eso, probablemente son íconos del siglo pasado.
Arias
En sus tres películas en inglés —que a diferencia de No (2012), El Club (2015) y Neruda (2016) no filmó en Chile—, Pablo Larraín echó mano de grandes estrellas de Hollywood para protagonizarlas: Natalie Portman y Kristen Stewart, que fueron nominadas al premio Oscar a Mejor Actriz por Jackie y Spencer, así como de Angelina Jolie, quien fue considerada en la misma categoría pero en los Globos de Oro de 2025. Para Larraín, lo importante es ver su trabajo en la otredad de sus actrices:
Lo que creo que es muy importante acá es discutir todo lo posible. Preparar todo lo posible. Escribir todo lo que nos imaginemos y, en algún momento, entregar la película a la actriz y que sea ella quien conduzca el personaje. Me parece que es la única manera posible. Con esto no quiero decir que yo dejé de ser director y que dejé de estar conduciendo lo que está ocurriendo, pero como si esto fuese una orquesta, es un instrumento que se sabe tocar a sí mismo y que, probablemente, en muchas ocasiones, ella sabe mejor que yo lo que necesita el personaje. Son personajes, son películas y procesos donde confío mucho en la intuición de la actriz para tomar un montón de decisiones.
En el caso de Maria Callas, aún exhibida en la cartelera de México, Larraín dispuso que Angelina Jolie habitara el cuerpo y la memoria de la soprano. De la estrella hollywoodense ha dicho que quedó totalmente conmovido. En una filmación, en una toma que Larraín operaba desde la cámara, llegó al llanto ante su interpretación. Y Angelina ha compartido que para el cineasta lo más importante, lo que más le pedía, era que entendiera al personaje. Larraín la hizo cantar. Acordaron que la actriz tomaría clases de canto durante más de siete meses, y también de italiano. Quería que estudiara y aprendiera sobre ópera, pero no se trataba de lo técnico. El canto metió a Jolie en el conflicto emocional que atravesaba la Callas de Larraín al entonar su última nota.
Réquiem
En el imaginario de Pablo Larraín, lo último que interpretaría María Callas antes de morir sería Vissi d’Arte, aria de la ópera Tosca, de Giacomo Puccini. En la película, la soprano recorre los versos sobre una cantante de ópera que vivió del arte, vivió del amor, fue devota y buena con la gente, pero en el momento de mayor dolor pregunta: “¿Por qué, por qué, Señor, me pagas así?”. Este símil entre el personaje de la Tosca y Callas hace sentido para el cineasta. La última interpretación de la soprano griega —cuenta el director en su película— no fue para nadie más que ella y lo hizo hasta consumirse a sí misma en su piso de París como escenario. Detalla el también director de Tony Manero (2008):
Una película así está llena de arbitrariedades. Al momento de escoger la música para diferentes escenas era muy difícil ubicarse en estas piezas y Vissi d’Arte me pareció siempre que era muy importante que estuviera en la película. Tosca se trata de una cantante de ópera; el argumento es de una cantante de ópera. Tenía mucho sentido en muchos niveles y sobre todo en el momento en que una persona decide cantar por última vez, y esta vez cantar para sí misma.
Hay algo interesante en el recorrido del personaje de Maria Callas, que es una persona que se dedicó a cantar siempre para otros. Desde luego para su audiencia, para los especialistas, para el público en general. Se dedicó mucho a sus amigos, a cuidar a sus amigos, hasta cierto punto a su familia, también [cantó] para los nazis. Y esta película es un poco un ajuste de cuentas con su vida, con su pasado, y es sobre alguien que se transformó en su propia tragedia; en la suma de todas las tragedias que ella cantó.

La cinta se aleja de la tragedia griega en la que se ha encasillado a la soprano y se eleva sobre las anécdotas sobre quien fuera Prima donna de la Scala de Milán por diez años. En su propuesta, más allá de centrarse en el intento de su madre por prostituirla y hacerla cantar para los nazis —como expusiera la biógrafa Lyndsy Spence—, la objetivización que vive por parte de Aristóteles Onassis y el delirio —en la película María imagina a un reportero al que le cuenta su vida—, Larraín le otorga a la cantante la dignidad propia de quien ve el final muy pronto:
Es un personaje que empieza a preguntarse qué sentido tiene estar aquí y que decide dejar este mundo, probablemente, desde un lugar bastante celebratorio. No veo que haya en ella un sentido trágico que, por muy paradójico que suene, sea tan oscuro. Yo creo que es alguien que vivió incluso su propia muerte de una manera luminosa; así lo entendemos en la película porque es un personaje que tiene cierto estoicismo y eso lo hace muy importante. Es el ocaso de una vida y es también el ocaso de una voz. Una voz que probablemente cambió la historia de la ópera para siempre, y creo que ella sabía eso. Creo que tuvo conciencia del impacto de su trabajo. Hay un acto celebratorio en ese gesto, a veces tan abyecto de querer, de alguna manera, casi deliberadamente, de encontrar tu propia muerte.
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¿En dónde ver María Callas de Pablo Larraín?
La cinta aún está exhibida en salas comerciales de México. Los filmes de Jackie (2016) y Spencer (2021) se pueden ver en plataformas digitrales de streaming.
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La última cinta de Larraín se aleja de la tragedia griega en la que se ha encasillado a la soprano y se eleva sobre las anécdotas sobre quien fuera Prima donna de la Scala de Milán por diez años. Foto: Cortesía de Juan Pablo Montalva.
En las cintas <i>Jackie, Spencer</i> y ahora <i>María Callas</i>, el director chileno Pablo Larraín retrata a grandes mujeres que encontraron su voz e identidad ante la tragedia y en el privilegio.
Al límite, en el privilegio, tres mujeres. A pesar de la opulencia, la ostentación y el poder que las rodea, o quizá por su devenir, llegaron al borde. Pablo Larraín ha concluido un tríptico fílmico sobre tres mujeres grandes, importantes y mediáticas que habitaron ambos mundos: Jacqueline Kennedy, Diana Frances Spencer y Maria Callas.
“Fueron personajes muy trágicos; la tragedia con respecto a ellas mismas o con respecto al mundo alrededor”, cuenta el director chileno a Gatopardo.
En Jackie (2016), el cineasta mostraba a una mujer en duelo, en recomposición, tomando el control de su imagen y persona luego de ser la Primera Dama de Estados Unidos y del magnicidio de su esposo, John F. Kennedy. En Spencer (2021), Lady Di se quitaba el corsé de princesa y rompía con la monarquía británica, en plena Navidad en Sandringham, que la presionaba para entrar en el molde de familia real. En su última película, Maria Callas (2024), aborda la última semana de vida de la soprano griega y su intento por cantar una última vez, a pesar de no haber pisado un escenario en más de diez años y del desgaste emocional y de su voz.

Pero más allá de la tragedia, al chileno le importa —en el entorno del ocaso— la figura femenina frente a la masculina. En la filmografía de Larraín, ni el presidente de Estados Unidos ultimado en Texas ni un joven y altanero príncipe Carlos ni el magnate Aristóteles Onassis, con todo y sus flotas, tienen una relevancia mayor. Así lo explica el director:
Me parece que es un poco un mundo que se acabó. Los tres personajes vienen de una era que ya no existe. Vienen de una sociedad que ya no es la misma. Son de una esfera social de la segunda mitad del siglo pasado donde había familias y políticos; familias reales y gente con mucho poder económico que circulaba dentro de un circuito —que también es cultural— y que siempre fueron mujeres de alguna manera opacadas por estas figuras masculinas.
En el caso de estas tres mujeres, creo que no ocurre eso; creo que son mujeres que no dependen de los hombres con los que estuvieron vinculados para ser quienes fueron. Son personas que encontraron siempre su identidad y su potencia en sí mismas, y no dependían de nadie para ser quienes fueron. Por eso es que en las películas los personajes masculinos son secundarios o menores, no son personajes principales porque no quiero que la narrativa de estas personas esté asociada únicamente a estos hombres tan poderosos. Son personas que encontraron su voz y su identidad en lugares donde era muy difícil hacerlo y, gracias a eso, probablemente son íconos del siglo pasado.
Arias
En sus tres películas en inglés —que a diferencia de No (2012), El Club (2015) y Neruda (2016) no filmó en Chile—, Pablo Larraín echó mano de grandes estrellas de Hollywood para protagonizarlas: Natalie Portman y Kristen Stewart, que fueron nominadas al premio Oscar a Mejor Actriz por Jackie y Spencer, así como de Angelina Jolie, quien fue considerada en la misma categoría pero en los Globos de Oro de 2025. Para Larraín, lo importante es ver su trabajo en la otredad de sus actrices:
Lo que creo que es muy importante acá es discutir todo lo posible. Preparar todo lo posible. Escribir todo lo que nos imaginemos y, en algún momento, entregar la película a la actriz y que sea ella quien conduzca el personaje. Me parece que es la única manera posible. Con esto no quiero decir que yo dejé de ser director y que dejé de estar conduciendo lo que está ocurriendo, pero como si esto fuese una orquesta, es un instrumento que se sabe tocar a sí mismo y que, probablemente, en muchas ocasiones, ella sabe mejor que yo lo que necesita el personaje. Son personajes, son películas y procesos donde confío mucho en la intuición de la actriz para tomar un montón de decisiones.
En el caso de Maria Callas, aún exhibida en la cartelera de México, Larraín dispuso que Angelina Jolie habitara el cuerpo y la memoria de la soprano. De la estrella hollywoodense ha dicho que quedó totalmente conmovido. En una filmación, en una toma que Larraín operaba desde la cámara, llegó al llanto ante su interpretación. Y Angelina ha compartido que para el cineasta lo más importante, lo que más le pedía, era que entendiera al personaje. Larraín la hizo cantar. Acordaron que la actriz tomaría clases de canto durante más de siete meses, y también de italiano. Quería que estudiara y aprendiera sobre ópera, pero no se trataba de lo técnico. El canto metió a Jolie en el conflicto emocional que atravesaba la Callas de Larraín al entonar su última nota.
Réquiem
En el imaginario de Pablo Larraín, lo último que interpretaría María Callas antes de morir sería Vissi d’Arte, aria de la ópera Tosca, de Giacomo Puccini. En la película, la soprano recorre los versos sobre una cantante de ópera que vivió del arte, vivió del amor, fue devota y buena con la gente, pero en el momento de mayor dolor pregunta: “¿Por qué, por qué, Señor, me pagas así?”. Este símil entre el personaje de la Tosca y Callas hace sentido para el cineasta. La última interpretación de la soprano griega —cuenta el director en su película— no fue para nadie más que ella y lo hizo hasta consumirse a sí misma en su piso de París como escenario. Detalla el también director de Tony Manero (2008):
Una película así está llena de arbitrariedades. Al momento de escoger la música para diferentes escenas era muy difícil ubicarse en estas piezas y Vissi d’Arte me pareció siempre que era muy importante que estuviera en la película. Tosca se trata de una cantante de ópera; el argumento es de una cantante de ópera. Tenía mucho sentido en muchos niveles y sobre todo en el momento en que una persona decide cantar por última vez, y esta vez cantar para sí misma.
Hay algo interesante en el recorrido del personaje de Maria Callas, que es una persona que se dedicó a cantar siempre para otros. Desde luego para su audiencia, para los especialistas, para el público en general. Se dedicó mucho a sus amigos, a cuidar a sus amigos, hasta cierto punto a su familia, también [cantó] para los nazis. Y esta película es un poco un ajuste de cuentas con su vida, con su pasado, y es sobre alguien que se transformó en su propia tragedia; en la suma de todas las tragedias que ella cantó.

La cinta se aleja de la tragedia griega en la que se ha encasillado a la soprano y se eleva sobre las anécdotas sobre quien fuera Prima donna de la Scala de Milán por diez años. En su propuesta, más allá de centrarse en el intento de su madre por prostituirla y hacerla cantar para los nazis —como expusiera la biógrafa Lyndsy Spence—, la objetivización que vive por parte de Aristóteles Onassis y el delirio —en la película María imagina a un reportero al que le cuenta su vida—, Larraín le otorga a la cantante la dignidad propia de quien ve el final muy pronto:
Es un personaje que empieza a preguntarse qué sentido tiene estar aquí y que decide dejar este mundo, probablemente, desde un lugar bastante celebratorio. No veo que haya en ella un sentido trágico que, por muy paradójico que suene, sea tan oscuro. Yo creo que es alguien que vivió incluso su propia muerte de una manera luminosa; así lo entendemos en la película porque es un personaje que tiene cierto estoicismo y eso lo hace muy importante. Es el ocaso de una vida y es también el ocaso de una voz. Una voz que probablemente cambió la historia de la ópera para siempre, y creo que ella sabía eso. Creo que tuvo conciencia del impacto de su trabajo. Hay un acto celebratorio en ese gesto, a veces tan abyecto de querer, de alguna manera, casi deliberadamente, de encontrar tu propia muerte.
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¿En dónde ver María Callas de Pablo Larraín?
La cinta aún está exhibida en salas comerciales de México. Los filmes de Jackie (2016) y Spencer (2021) se pueden ver en plataformas digitrales de streaming.
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